domingo, 15 de noviembre de 2009

Copenhague: Seattle madura

Copenhague: Seattle madura
escrito por Naomi Klein


El otro día recibí una copia prepublicación de The Battle of the Story of the Battle of Seattle (La Batalla de la Historia de la Batalla de Seattle), de David Solnit y Rebecca Solnit. Planean sacarlo a 10 años de la histórica coalición de activistas que impidió que se llevara a cabo la cumbre de la Organización Mundial del Comercio en Seattle, la chispa que prendió un movimiento anticorporativo global.
El libro es un fascinante recuento de lo que realmente pasó en Seattle, pero cuando hablé con David Solnit, el gurú de acción directa que ayudó a que fuera posible el cierre, descubrí que estaba menos interesado en rememorar lo ocurrido en 1999 que en hablar acerca de la próxima conferencia de la ONU sobre el cambio climático, que tendrá lugar en Copenhague, y las acciones de justicia climática que ayuda a organizar en Estados Unidos, programadas para el 30 de noviembre. Ése es, definitivamente, un momento tipo Seattle, me dijo Solnit. La gente está lista para dar la pelea.

Sí, hay una cualidad estilo Seattle en la movilización de Copenhague: el enorme abanico de los grupos que estarán presentes; la diversidad de las tácticas que se exhibirán; y los gobiernos de los países en desarrollo listos para incorporar en la conferencia las demandas de los activistas. Pero Copenhague no es simplemente una segunda versión de Seattle. En vez, la sensación es que las placas tectónicas progresistas se desplazan y crean un movimiento que se construye a partir de las fortalezas de una época anterior pero también aprende de sus errores.

La gran crítica al movimiento que los medios insistían en llamar antiglobalización siempre fue que tenía una larga lista de quejas y pocas alternativas concretas. En contraste, el movimiento que converge en Copenhague aborda un solo tema –cambio climático– pero teje una coherente narrativa sobre su causa y sus curas, que incorpora prácticamente todos los temas en el planeta. En esta narrativa, nuestro clima cambia no sólo debido a ciertas prácticas contaminantes sino por la subyacente lógica del capitalismo, que valora, sobre todo lo demás, la ganancia de corto plazo y el crecimiento perpetuo. Nuestros gobiernos quieren hacernos creer que la misma lógica puede ser aprovechada ahora para resolver la crisis climática, mediante crear un bien que puede ser comercializado, llamado carbono, y mediante transformar los bosques y la tierra agrícola en sumideros que supuestamente van a compensar nuestras desenfrenadas emisiones.

Los activistas por la justicia climática en Copenhague argumentarán que, lejos de resolver la crisis climática, el mercado de carbono representa una privatización sin precedente de la atmósfera, y que las compensaciones y los sumideros amenazan con convertirse en una manera de apoderarse de recursos, de proporciones coloniales. Estas soluciones basadas en el mercado no sólo fracasarán en resolver la crisis climática; además, este fracaso profundizará drásticamente la pobreza y la desigualdad, porque los más pobres y los más vulnerables son las principales víctimas del cambio climático, y también los principales conejillos de Indias en estos esquemas de comercio de emisiones.

Pero los activistas en Copenhague no dirán simplemente no a todo esto. Promoverán soluciones que simultáneamente reducen las emisiones y la desigualdad. A diferencia de cumbres previas, donde las alternativas parecían una idea de último momento, en Copenhague las alternativas tendrán un lugar central. Por ejemplo, la coalición de acción directa Climate Justice Action (Acción por la Justicia Climática) ha llamado a los activistas a que el 16 de diciembre irrumpan en el centro de conferencias. Muchos lo harán como parte del bloque de bicis: manejarán juntos una aún no revelada irresistible nueva máquina de resistencia, compuesta de cientos de viejas bicicletas. La meta de la acción no es cerrar la cumbre, al estilo de Seattle, sino abrirla, transformarla en “un espacio para hablar acerca de nuestra agenda, una agenda de abajo, una agenda de justicia climática, de verdaderas soluciones en contraposición con las suyas, falsas… este día será nuestro”.

Algunas de las soluciones provenientes del campamento activista son las mismas que el movimiento por la justicia global ha defendido durante años: agricultura local y sustentable; proyectos energéticos descentralizados y más pequeños; respeto al derecho a la tierra de los indígenas; dejar los combustibles fósiles en la tierra; aflojar las protecciones en lo que respecta a la tecnología verde; y pagar estas transformaciones por medio de gravar las transacciones financieras y cancelar las deudas externas. Algunas soluciones son nuevas, como la creciente demanda de que los países ricos paguen reparaciones de deuda climática a los pobres. Está difícil de conseguir, pero todos acabamos de ver el tipo de recursos que nuestros gobiernos pueden congregar cuando se trata de salvar a las elites. Como dice un lema para Copenhague, Si el clima fuese un banco, ya lo habrían salvado. No lo hubieran abandonado a la brutalidad del mercado.

Además de la coherente narrativa y el enfoque en las alternativas, hay bastantes otros cambios: un enfoque más meditado en lo que se refiere a la acción directa, uno que reconoce la urgencia de hacer algo más que simplemente hablar, pero que está empeñado en no interpretar el cansado guión de policías contra manifestantes. Nuestra acción es de desobediencia civil, dicen los organizadores de la acción del 16 de diciembre. “Venceremos cualquier barrera física que se nos interponga –pero no responderemos con violencia si la policía ‘intenta’ escalar la situación.” (Dicho eso, no hay manera de que la cumbre de dos semanas no incluya unas cuantas batallas campales entre los tiras y los chavos de negro; después de todo, esto es Europa.)

Hace una década, en un artículo de opinión en The New York Times publicado luego que Seattle fue cerrado, escribí que un nuevo movimiento que defendía una forma radicalmente diferente de globalización acababa de tener su fiesta debut. ¿Cuál irá a ser el significado de Copenhague? Se lo pregunté a John Jordan, cuya predicción de lo que finalmente ocurrió en Seattle cité en mi libro No Logo. Respondió: Si Seattle fue la fiesta debut del movimiento de movimientos, entonces quizá Copenhague será una celebración de nuestra mayoría de edad.

Advierte, sin embargo, que crecer no implica ir a lo seguro, no tomar riesgos, evadir la desobediencia civil y favorecer sobrias reuniones. Espero que hayamos crecido para volvernos mucho más desobedientes, dijo Jordan, porque la vida en este planeta puede llegar a su fin por demasiadas acciones de obediencia.


Este texto fue publicado originamente en The Nation.
Traducción: Tania Molina Ramírez.

Léxico

Léxico
Manuel Riesco
Economista CENDA
Fuente el ciudadano
Los economistas ni se arrugan al hablar de “crecimiento negativo”, “aumento negativo”, “expansión negativa”, “inflación negativa”, “valorización negativa” y varias perlas por el estilo. Los empresarios ya no se endeudan, ahora se “apalancan” y a sus trabajadores no los despiden, sólo los “desvinculan.”
A nadie se le ocurriría utilizar expresiones tales como “subiendo hacia abajo”, “bajar para arriba” o “avanzar p’atrás,” a no ser que fuera en chunga o para corregir a los niños que empiezan a hablar. Mucho menos osaría escribirlas en informes oficiales que serían luego reproducidos en primera plana por la llamada “prensa seria.”
Sin embargo, los economistas ni se arrugan al hablar de “crecimiento negativo”, “aumento negativo”, “expansión negativa”, “inflación negativa”, “valorización negativa” y varias perlas por el estilo. Los empresarios ya no se endeudan, ahora se “apalancan” y a sus trabajadores no los despiden, sólo los “desvinculan”.
No hay que ser mal pensado para suponer que tales extremos eufemísticos no son sino ridículos esfuerzos por difundir la idea que la economía marcha siempre hacia arriba y que sus periódicas contracciones no constituyen sino anomalías muy pasajeras.
Es bien sabido, por otra parte, que la mayoría de los economistas que aparecen en los medios de comunicación son poco más que plumas arrendadas por sus empleadores y mecenas, que en la mayor parte de los casos son banqueros y otros peces gordos de las finanzas. Ricardo Ffrench-Davis, uno de los economistas chilenos más destacados y un verdadero orgullo para esta vapuleada profesión, ha venido reclamando por años la desmedida importancia que se ha venido dando a las opiniones de tales “expertos.” Por cierto, se ha expresado acerca de ellos en términos más comedidos, que quizás por lo mismo resultan aún más duros.
Del mismo modo, el espíritu crítico de los periodistas de economía de los principales medios no hace tampoco ningún favor a la dignidad de esa profesión. Ello ha llegado a extremos tales que ha sido tema de recientes novelas best-seller. La manera en que “inflan” y miman sin recato alguno a los empresarios, autoridades económicas y voceros que son del gusto de los primeros, constituye un verdadero bochorno. Se agrava porque al mismo tiempo silencian o descalifican de modo grosero a las voces críticas.
Todo esto no puede seguir y de hecho está terminando. Las palabras que no se podían pronunciar ahora forman parte del léxico diario de las páginas económicas y así continuará por décadas. Varias empiezan con “r,” como retroceso o recesión, otras peores con “d”, como desempleo, depresión, desvalorización o deflación, algunas con “c” como contracción o crisis y otra muy fea empieza con “q”.
Keynes es citado a diario y Marx a lo menos una vez por semana en la principal prensa financiera mundial. Al primero se lo nombra cada vez más incluso en Chile y de a poco se ha visto ir apareciendo en El Mercurio a premios Nobel antes ignorados, como Krugman y Stiglitz y a otros economistas críticos como Roubini.
Para resolver la gravísima situación que enfrenta el país y el mundo no se saca nada con hacer como que no pasa nada. Hay que mirarla cara a cara y prestar oídos a las ideas y personas que están preparadas para enfrentarla.
La crisis ha quebrado la ilusión que la economía capitalista siempre va para arriba o que se equilibra sola. Asimismo la utopía que las bolsas y el interés compuesto son capaces de enriquecer a los inversionistas y a los pensionados. O que el Estado es un problema para la economía. Ello simplemente no es así y nunca lo ha sido. Una nueva manera de pensar acerca de estas cosas, más realista, va a permanecer a lo menos por dos generaciones como ocurrió después de los años 1930.
El capitalismo se ha venido expandiendo y revolucionando todo alrededor del mundo entero desde hace dos siglos. Sin embargo, su avance ha sido a saltos a través de la destrucción brutal que él mismo ocasiona previamente. No despedaza solamente los viejos modos de producción, familias y estructuras sociales e ideas. Periódicamente arrasa también con aquello que él mismo ha creado. Derrumba las fronteras, barrios, industrias y minas que antes ha levantado y excavado para luego deprimir, destruir y reconvertir.
Como escribió Marx en la edición inglesa del Manifiesto Comunista y Marshall Bermann utilizó luego la frase como título en su hermosísimo libro que es una de las mejores guías para comprender la modernidad, a su paso: “Todo lo sólido se desvanece en el aire.”
En cuanto al Estado, ahora sabemos, es lo único que el capitalismo no destruye durante las crisis. Es su tabla de salvacion.

sábado, 7 de noviembre de 2009

IDENTIDAD

En solidaridad con el pueblo Mapuche

martes, 3 de noviembre de 2009

Desde la comuna, adhiere a la convocatoria del Movimiento G-80 a solidarizar con la nación mapuche
El Movimiento Generacional G-80 ha convocado a una jornada de solidaridad con la Nación Mapuche para el domingo 8 de noviembre a las 15. Hrs.
Espero que todos los amigos que visitan este blog puedan adherir sus nombres a esta convocatoria y sumarse el domingo a este acto de solidaridad. Para adherir sus nombres contáctense con Alejandro Toro al correo atoro@generacion80.cl
Ojala todos asistan.
Alfredo cerpa .
CONVOCATORIA
La nación mapuche nuevamente se levanta desarrollando las más diversas movilizaciones y acciones de recuperación de tierras a través de todo su territorio.
El gobierno chileno responde con violencia extrema, usando los mecanismos represivos heredados de la legislación dictatorial. La represión gubernamental ya ha costado la vida a los hermanos mapuche, Alex Lemún, Matías Catrileo y Jaime Mendoza Collio.
Nosotros, chilenos comprometidos con las causas de la justicia, la democracia y la igualdad, no podemos quedarnos inmóviles ante esta realidad. Por ello invitamos a todos a sumarse al acto Artístico y Cultural de Solidaridad con las luchas del pueblo mapuche.
Exigimos ya
AUTONOMÍA y devolución de los TERRITORIOS ancestrales a la nación mapuche
DESMILITARIZACIÓN de la Araucanía y LIBERTAD DE LOS PRESOS POLÍTICOS MAPUCHE
Súmate, adhiere, difunde
Domingo 8 de noviembre 15 hrs
PARQUE BUSTAMANTE DE SANTIAGO (Metro Baquedano)

domingo, 1 de noviembre de 2009

Sobre la Unidad y el MPT

Por Ricardo Balladares.
fuente. www.g80.cl

“Y ya solo la mención de una vía queda;
la de que es. Y en ella hay señales
en abundancia; que ello, como es, es ingénito e imperecedero
entero, único, inmutable y completo”.

Parmenides


El gran error tradicional de la izquierda y que es, en parte, lo que la define como tradicional es, pensar en la unidad como forma única, homogénea y como movimiento rectilíneo uniforme.

Este concepto de unidad tiene su origen en la construcción occidental clásica-moderna-europea, la que primero cedió a la tentación platónica, posteriormente cartesiana, más tarde a la tradición hegeliana de la Idea Absoluta, y finalmente a la metafísica kantiana del ser; así, el pensamiento occidental, desde Parménides, se auto-secuestró y también forzó, mediante formas sabidas de opresión y dominación, con efectivos resultados, al resto del pensamiento mundial científico-intelectual, lo que ha tenido impacto hasta nuestros días.

La matematización del concepto de unidad se define como la estandarización de una determinada magnitud física, la cual, a partir de la imposición de un patrón de reconocimiento sobre unidades básicas o primarias, establece una unidad secundaria o derivada. Esto se extendió y colonizó la definición de la unidad del ser colectivo en cualquiera de sus expresiones: societal (Estado-Nación), política (partido), económica (capitalismo), social (clase), etc. Cada uno de estos conceptos, cimentados en aquella idea mezquina de unidad, fueron concebidos como “hechos” de verificación legítima de la integración civilizatoria (forzada o cooptada) de la modernidad occidental euro-norteamericano céntrica. Todo desarrollo unitario, en su forma y movimiento, se entendía naturalmente como estructura mono-relacional y mono-decisional (monoétnico, monocivilizatorio, monopartidista, monoeconómico, etc.), considerando la multiplicidad como movimiento de sospecha y como forma que hay que aplastar.

El concepto de unidad en cuestión, no descansa solamente en una reflexión filosófica. La unidad así concebida tuvo consecuencias concretas en la historia del siglo XX. Ella, en sí, como partera civilizatoria también fue, con la misma fuerza, barbárica. Sino, ¿cómo explicar que 2.500 años de filosofía occidental y 150 años de modernidad ilustrada, no fueran suficientes para contener la barbarie católica, española, nacionalsocialista, estalinista, norteamericana, polpotiana, procesos de “pacificación” de los estados nacionales latinoamericanos, dictaduras, contrarreformas neoliberales, etc.?

Quizás la respuesta podría estar en aquel doble fondo totalitario y universalista de aquella concepción de unidad, en la cual, se sustenta una parte importante de nuestra tradición filosófica, hoy convertida en sentido común y tan convocado por las organizaciones de izquierda (reformadora o revolucionaria). Cómo explicar que algo tan nombrado, supuestamente tan convenido, determinado como el único camino posible, siga aún como horizonte utópico inmediato de las fuerzas anticapitalistas, antineoliberales y antiimperialista. Todas/os queremos la unidad pero a la vez ésta nos sigue saludando en lontananza. Puede que sea por aquella fuerte tradición mencionada más arriba.

Al entender la unidad como identidad, como lo único, obviamente se producirá un choque de expectativas que privilegiará la mismidad a costas de la alteridad. Lo otro, la otra, el otro, se suspende en provecho de aquello que es a mi medida y a mi escala. Se jibariza lo otro a lo mismo, consumido en la transición de lo múltiple a lo único. Los demás: mujeres, hombres, flora, fauna, mapuches, aymaras, quechuas, pascuences, mestizos, capaz medias, identidades heterogéneas, son vistas como imposibilidad al libre despliegue de lo Mismo, Mi Mismo como único sujeto de la acción.

Entonces, pensar que si Todos, que en realidad es Yo, no estamos preparados para tal o cual tarea o táctica, nadie lo está, es un síntoma de lo descrito anteriormente. Visualizar en el otro mis incapacidades/impotencias, y por ende totalizar la incapacidad/impotencia, resulta oportuno para Mí pero devastador para la iniciativa popular. Si el partido no está, la sociedad y las clases subalternas tampoco lo estarán. El obrerismo históricamente a tendido a esta interpretación de su relación para con el otro. Por eso, afirmaciones que identifican como aliados estratégicos “a todas las clases, pueblos y láminas sociales castigadas por el capitalismo” (Figueroa, 2009) resulta, en parte, atinado y alentador, siempre y cuando esa construcción emancipatoria sea con ellos, al lado de ellos y no delante de ellos. En eso se sustenta la idea de Federación.

La Federación es, si bien no opuesto, distinto a lo Unitario. Federación es la intersección de elementos comunes y no la unión de todos los elementos en un solo conjunto unión. En consecuencia la unidad en la intersección (federación) debería comprenderse como la convergencia de la multiplicidad manteniendo la forma multiplicidad y no como unidad síntesis en lo único, en lo total totalizante totalizado. La forma federación se opone a la forma unión en el sentido que la primera permite expresar la forma de la sociedad contemporánea y por ende facilita la atracción y acoplamiento de identidades múltiples, aumentando su extensión y densidad tanto en las relaciones como en su movimiento. Sin embargo la segunda, se convierte en un sistema cerrado, clausurándose operativa e incluso cognitivamente, dejando poca posibilidad a la regulación dinámica. Me explicó sucintamente, la forma unión es como la maquina a vapor, puede convertir materia en calor pero está imposibilitada de convertir materia directamente en energía mecánica; en cambio, la forma federación como sistema abierto tiene la posibilidad de intercambiar energía con el ambiente, por ende puede convertir su energía potencial en trabajo, un ser vivo. Para desplazar dicho ejemplo al MPT, vasta medir las intervenciones de la organización desde abril a octubre en la realidad social, su cantidad, su calidad, impacto y reproducción. Como se puede observar todas han sido actividades cuyo eje es concéntrico, es decir hacia adentro. Otro dato importante es que de 80 organizaciones iniciales ya vamos en la mitad y el ejecutivo sigue desmembrándose. Regiones no han sido incorporadas, asumiéndose como punto crítico. El ejecutivo “nacional” es en sí un ejecutivo metropolitano. Toda la dinámica es reflejo de aquella colonizada manera de entender la unidad. Dinámica contrapuesta a la aspiración de ser un “Instrumento Político Popular”.

Para convertirse en instrumento político popular y para afirmar cuales son las condiciones de la lucha electoral para los anticapitalistas, dichas descripciones o reflexiones no solo deben ofrecer coherencia lógica sino también coherencia empírica. Es el opuesto complementario sustantivo para acertar en la respuesta a la pregunta sobre cuál es la contradicción principal del periodo (táctica) y así poder distinguirla de la contradicción fundamental (estratégica).

Preguntas como ¿cuál es la condición obrera en Chile?, ¿cuáles son las condiciones de la revolución social? y ¿desde donde y bajo que procesos se reconstituye lo nacional y popular en el Chile de hoy? no se responden correctamente, tan solo, desde marcos lógicos ofrecidos por axiomas que fueron tales durante 100 años, hoy, puede constituir un acto plenamente conservador.

Por ejemplo, la tan anunciada crisis capitalista apocalíptica no ha llegado, por el contrario, cada crisis es más o menos crisis. Efectivamente, es crisis para masas empobrecidas y riesgo de crisis para las capas medias, pero para el capitalismo aún no. Por el contrario, el desarrollo de las fuerzas productivas y las crisis estaciónales han acrecentado el espacio de realización del capitalismo.

Para que la “hecatombe” capitalista ocurra, al interior de ella se deben desplegar fuerzas de autoorganización del trabajo. Es decir, trabajo emancipado, trabajo reapropiado, nuevas formas de valor que se enfrente a la forma valor (mercancía). Formas de valor que expresen la autoconciencia del trabajador por su trabajo, no como mercancía sino como valor de uso. El capitalismo en crisis se debe manifestar como impotencia del capital, como incapacidad de su continuidad, debe ser superado por nuevos patrones del trabajo y la producción. Para que esto ocurra -el surgimiento de nuevos patrones- se requiere de capacidad para generar tales patrones. ¿Dónde radica esa capacidad? Por ahora, acallada en el seno de la sociedad misma, en expresiones autónomas y emergentes de producción, intercambio y consumo, pero aún a una escala insignificante: cooperativas campesinas, modos de producción comunitarios, economías alternativas, redes de comercialización basadas en la justicia, redes de economía familiar, economía productiva-distributiva de comunidades mapuches, comprando juntos, agricultura tradicional, permacultura, etc. A su vez, existe una entidad constituida-constitutiva-constituyente de relaciones y estructuras con la capacidad de convertir una idea, un memorando, una firma, una decisión en materialidad social cierta. El estado.

El estado como campo decisional y relacional otorga dispositivos que permitirían, eventualmente, incentivar y reforzar las formas autónomas emergentes de la sociedad y potenciar su despliegue (García, 2009). Ampliar su base social y su autonomía. Aquí radica la diferencia entre un estado que reforma y atenúa el modo de producción capitalista y un estado revolucionario que potencia el germen de la sociedad poscapitalista. Por eso los pobres y oprimidos no pueden ni deben renunciar a la lucha por el estado. Si bien la perspectiva del estado es socialista; en lo inmediato, la lucha debe concentrarse en descubrir esas nuevas formas de reapropiación del trabajo y batallar por igualdad, redistribución de la riqueza y la ampliación de los derechos y libertades democráticas. Reconstituir lo nacional y lo popular y apoyar los procesos de los pueblos naciones originarias en su propia reconstitución.

La lucha por el estado, no como algo instrumental sino como espacio combinado de relación-decisión, estado-sociedad viva, requiere de un instrumento y una experticia igualmente combinada. Efectivamente las condiciones actuales hacen difícil la lucha electoral a gran escala pero, sí posibilita el ejercicio de capacidades, confianzas, habilidades, dotación de instrumental técnico-profesional, ensayos y visibilización de nuevas formas de gestión y nuevas formas de presentar la actividad política a nuestro pueblo, permite el salvamento de la política de los políticos tradicionales, demostrar la potencialidad plebeya en aquella disputa. por un lado el instrumento electoral y alternadamente el movimiento político social.

La idea de disputar los espacios locales el 2011, por toda la capacidad que se requiere para asumirlo con seriedad, no puede partir el 2010 o no puede dejarse a la suerte de tal o cual pacto o de la capacidad de tal o cual candidato para juntar los recursos y las firmas como independientes. Se debe generar un instrumento legalizado para facilitar la participación de dirigentes sociales acompañados de una amplia base social en todo el país. Las actuales elecciones legislativas pueden ser asumidas -con radicalidad e inteligencia- como el campo sobre el cual desplegar las primeras fuerzas de esa iniciativa.

El presente electoral permite construir esa confianza entre candidatos-dirigentes sociales populares independientes, ofrece la posibilidad de innovar y ensayar sin miedo a equivocarse, acumular experticia, contrastar formatos, desnudar discursos, etc. Si hay quienes creen que hoy pueden desplegar ese ejercicio, el MPT bajo la concepción federada y popular, debiera apoyar dichas candidaturas o por lo menos no castigarlas, insultarlas o desmerecerlas.

No se puede, a falta de Mi política, sacrificar la política de Otros. No podemos intelectualizar la negación para salvar con coherencia lógica la falta de coherencia empírica.

Las cabezas a convencer de que la revolución social es posible, no son nuestras cabezas, esa lucha no se define en nuestros debates, ni en nuestras casillas de correo (por más correos que se manden), ni en el rayado de muros en la ciudad, esa lucha se prueba y realiza (hacerse real), en el seno mismo de nuestra sociedad, en nuestros barrios, nuestras juntas de vecinos, nuestros espacios de luchas temáticas, comités de servicios básicos, asociaciones de pequeños productores, microempresa, etc. Lucha que no se reduce a actos políticos-culturales sino en la intervención cotidiana de dichos espacios y relaciones.

Las cabezas y manos que hay que ganar están hoy con la derecha, con la concertación y en la negación de la participación política. El MPT debe dejar de debatir entre sí y salir a debatir contra la derecha, la concertación y la apatía política.

Sí, debemos convencer, pero no como los españoles y el estado chileno, es decir a palos, no podemos maltratar a nuestro pueblo por estar contenido por el asistencialismo y acosado permanentemente por la doctrina de seguridad pública. Debemos ser la contraparte de esa dinámica. Mientras nosotros nos restamos, dicha experticia es acumulada por opciones de recambio concertacionistas, socialdemócratas y liberales. Acaso, ¿no es eso lo que ha ocurrido en el campo de los recursos naturales y el medio ambiente? donde la lectura predominante es la liberal burguesa y que hoy se resiste férreamente a la emergente posición de clase en defensa de la naturaleza y el hábitat. Lo mismo en la lucha por los derechos de género. Y para que hablar de cuanto se demoró la izquierda reformadora o la revolucionaria o el mismo movimiento de derechos humanos, ligada a ella, en comprender que la lucha del pueblo mapuche era cuestión de la clase y de los derechos humanos. O cuanto tardó el obrerismo en entender que los derechos humanos eran retaguardia de los movimientos sociales en periodos y acciones de radicalidad. En todos estos temas las lecturas seudoizquierdistas dejaron hacer a la burguesía liberal, mientras, supuestamente, se construía el camino para la huelga general, la insurrección y la lucha armada. Conste que no niego ninguna de las tres, pero las considero parte de un proceso acumulado social vivo.

Por otra parte y para subrayar lo de la falta de coherencia empírica o falta de política como espacio de realización concreta. La opción de voto nulo se votó hace dos meses, ¿cómo se ha expresado esa política en la realidad de la Federación?, ¿donde está la campaña del contenido?, ¿cuáles son los indicadores del avance y desarrollo de dicha campaña? ¿Por qué dichos elementos no constan en el informe del ejecutivo, si se supone que es un ejecutivo

Insisto, la potencialidad del MPT es su constitución federativa, ella es la que, por ahora, puede recoger la forma contemporánea de la constitución de lo social y de la nueva materialidad social obrera: la realidad obrera en las microempresas; empresas fragmentadas y desconcentradas; las mujeres y los jóvenes, hasta ahora muy poco estimados por las expresiones sindicales trabadas a la idea de la gran industria; el gran empresariado; las nuevas áreas estratégicas; el trabajo flexible, a contrata, part time, honorarios; el 65% de los trabajadores/as se desempeña en, comercio( 20%), transporte y comunicaciones (9%), servicios financieros (9%), servicios comunales y sociales (27%); la repartición del trabajo entre lo formal e informal; el comercio informal, dato desconocido; la pequeña industria familiar artesanal. Ciertamente los trabajadores/as no han desaparecido, sino que han aumentado pero, efectivamente, ha habido una modificación de su estructura material. Por eso, las centrales de trabajadores no se reposicionan como movimiento social unificador. Esta fragmentación es propia de la época, ya es parte constitutiva de ella, pensar en que será posible volver a expresiones unificadas, generalizadas, o circunscritas en una gran sola entidad, aún dependen de un gran esfuerzo dilatado en el tiempo, porque aquello está en manos de una nueva constitución de la materialidad social del trabajador/ra, del mundo del trabajo y de las fuerzas emergentes y subterráneas de la sociedad.

En tanto, el trabajador/ra expresa sus reivindicaciones, no solo desde la forma sindicato ni del espacio de la fábrica o de su lugar de trabajo, el trabajador/a expresa sus reivindicaciones desde la multiplicidad de identidades: como vecino/a, deudor/a, usuario/a de servicios básicos, consumidor/a, habitante de un territorio, pequeñ/a productor campesino, regante, miembro de una organización social o política, miembro de una federación política, desde la exigencia de un derecho económico-social, miembro de un pueblo-nación originaria, etc. Es decir, su condición puede ser obrera, pero su identidad puede manifestarse en otros campos de lucha y no necesariamente la obrera.

En tal sentido, la Federación ofrece espacio para la multitud, como espacio relacional-decisional, en el cual, podría expresarse y participar una indeterminada cantidad y calidad de asociaciones (estudiantes, mujeres, jóvenes, trabajadores/as sindicalizados/as, personas, deudores, campesinos, pueblos naciones originarias, ecologistas, partidos políticos, organizaciones o activistas de derechos humanos, etc.), pero se debe caracterizar en que la hegemonía se va trasladando o está determinada por las circunstancias, el tema en conflicto, movilizaciones temáticas, la emergencia social, y cada asociación mantiene su autonomía tanto en su repertorio como en su actividad, pero existe coordinación social y política, solidaridad de clase y liderazgos visibles.

Entonces, debemos emanciparnos de nuestro auto secuestro, de nuestro refugio, eliminar el miedo a echar andar la imaginación revolucionaria, descolonizarla de aquella noción de unidad mezquina sustentada en el Mí. También debemos liberarnos de la autocensura social del “¿qué dirá el compañero del lado?, ¿me tildará de reformista o contrarrevolucionario?”.

Debemos partir con otra actitud, solo así habrá otra consecuencia, distinta a la de los 90’. Todos/as podemos mantener nuestro repertorio e identidad, es bueno y correcto que así sea, pero no podemos pretender que el MPT sea el partido de la revolución trotskista, de la rodriguista, de la comunista, de la autonomista, de la sindicalista, de la mirista, de la mapucista, centralista o horizontalista. No puede ser el partido de la competencia. El MPT debe ser ante todo empetista, federado, popular, revolucionario, múltiple, dinámico, debe ser reflejo de la sociedad viva y no conformarse con ser mesa política. Lo único ortodoxo, tal como dijo Lukcas, es el método dialéctico. Solo así forjaremos una organización que camine junto a su sociedad, con su síntesis y no delante o tras ella. Solo allí es donde vale la pena estar.

RICARDO BALLADARES (Miembro del Polo Izquierdo de la Memoria)

Lo anterior no representa, necesariamente, la opinión del Polo Izquierdo de la Memoria

Los silencios de la campaña presidencial

Opinión

Fuente. El mostrador.
El desequilibrio entre crecimiento económico y estancamiento político constituye un obstáculo para mejorar la calidad de nuestra democracia. ¿Es posible construir una "agenda país" que considere debidamente los intereses nacionales, cuando nuestro sistema político tiene una enorme desigualdad de poder entre influyentes grupos de presión empresarial y grandes conglomerados, junto a débiles partidos y baja afiliación sindical? Esta asimetría de poder tiene directas consecuencias en la formación de la agenda pública y, con ello, en las prioridades del gobierno y el Congreso.
Por Carlos Huneeus*
La campaña presidencial es la ocasión para que los aspirantes a La Moneda se refieran a los grandes problemas del país y entreguen sus propuestas para alcanzar objetivos que impliquen cambios institucionales. Después, la presión de las tareas del día a día se lo impide al nuevo presidente, con un período de gobierno de cuatro años, sin reelección.
Era evidente que la quinta elección presidencial después del régimen de Pinochet (sexta, porque el plebiscito de 1988 fue una no competitiva) sería la más difícil para la Concertación y para la derecha. A diferencia de las anteriores, no había una nueva figura en la coalición de gobierno que aspirara al sillón de O´Higgins, quedando la opción entre los ex presidentes Ricardo Lagos y Eduardo Frei, siendo elegido este último. Y por la derecha, se encuentra Sebastián Piñera, senador elegido hace dos décadas y posteriormente, presidente de RN y su abanderado presidencial en los comicios del 2005.
No hubo renovación en el pacto Juntos Podemos: Jorge Arrate fue ministro del gobierno del presidente Allende y de los gobiernos de Patricio Aylwin y Eduardo Frei. La excepción sería el joven diputado Marco Enríquez-Ominami, aunque su discurso lo desmiente pues carece de planteamientos innovadores, predominando los ataques a la Concertación y a Frei, identificando los problemas (y las soluciones) en la élite política, apoyándose en la larga tradición contra los partidos y los políticos, con el general Carlos Ibáñez, Jorge Alessandri, el régimen de Pinochet y actualizada en los años 90 por la UDI.
El desafío de la Concertación era muy difícil, además, porque debía hacer una propuesta de futuro que combinara la valoración de los logros alcanzados por la coalición, especialmente los del gobierno Bachelet, con una evaluación crítica de la misma, que planteara nuevas tareas a acometer en el nuevo período. La alta aprobación de la presidenta Bachelet en las encuesta inhibió a la candidatura oficialista de identificar esas importantes tareas pendientes, que sin duda existen, impedida, además, por la intensa labor presidencial durante los meses de campaña. La continuidad no es garantía de triunfo para los candidatos oficialistas.
La dificultad de la oposición se encontraba en la complejidad de tener que sumar a votantes de la Concertación para obtener la mayoría y evitar una nueva derrota, de consecuencias devastadoras para sus partidos y dirigentes. Para ello, la candidatura de Piñera planteó que dará continuidad a las principales políticas de la Concertación, especialmente las de protección social, y fue aún más lejos, con propuestas sobre el matrimonio que están en las antípodas de los valores de los votantes conservadores que representa, causando malestar en éstos. Es muy peligroso sumar intereses antagónicos a partir de focus groups, como lo hizo su comando.
Esta parquedad sobre las alternativas para enfrentar los principales problemas del país perjudica la calidad de la competencia electoral, porque no basta la presencia de varios candidatos, sino también es necesario que los ciudadanos sean informados de sus diferentes propuestas y vean que no da lo mismo quién ocupe el sillón de O'Higgins.
El menor interés en discutir sobre problemas y debilidades del sistema económico, político y social no es nuevo y tiene que ver con el consenso durante la fase de instauración de la democracia, con la prioridad entregada a la política económica que, además, se caracterizó por enfatizar más la estabilidad y la continuidad económica, que la reforma del sistema económico impuesto por el régimen militar. La preeminencia de economistas en la élite de gobierno, incluido el senador Carlos Ominami, dio un sesgo marcadamente económico a las tareas de gobierno, más visible luego que se alcanzaron importantes objetivos en verdad y justicia por los atropellos a los derechos humanos cometidos por el régimen militar.
La prioridad de alcanzar crecimiento y equidad se justificó porque la entrega de bienes materiales es indispensable para mostrar la eficacia del orden político, que ayuda a la legitimación de la democracia. Sin embargo, mantener esa posición dominante en la preocupación del ejecutivo durante dos décadas es una tarea demasiado general, requiriendo una imagen del país que no se encuentra sólo en la economía. Los bienes económicos son necesarios, pero no suficientes para dar legitimidad a la democracia, pues requiere que se den bienes políticos, inmateriales. Después de alcanzar importantes logros en materia de derechos humanos, no hubo nuevos bienes políticos que sirvieran de contrapeso a la obtención de bienes económicos. Se descuidó el desarrollo político, como el debilitamiento de los partidos, y se asumió erróneamente que el crecimiento económico era suficientemente importante para abarcar las necesidades de la consolidación y profundización de una democracia.
El desequilibrio entre crecimiento económico y estancamiento político constituye un obstáculo para mejorar la calidad de nuestra democracia. Ello se manifiesta en diversas partes del sistema político, ajenos a las preocupaciones de los candidatos. ¿Es posible construir una "agenda país" que considere debidamente los intereses nacionales, cuando nuestro sistema político tiene una enorme desigualdad de poder entre influyentes grupos de presión empresarial y grandes conglomerados, junto a débiles partidos, baja afiliación sindical y una lamentable debilidad asociativa en la población? Esta asimetría de poder tiene directas consecuencias en la formación de la agenda pública y, con ello, en las prioridades del gobierno y el congreso.
Enseguida, la competencia electoral requiere la existencia de múltiples recursos políticos que permitan a los ciudadanos informarse libremente, limitados por la acción de cierta prensa, que resalta los intereses de los empresarios y silencia los de los trabajadores y del público en general, por lo cual la agenda pública tiene un sesgo conservador. Este sesgo se fortalece por decisiones de la élite de gobierno, por ejemplo, al convertir la encuesta del CEP -Centro de Estudios Públicos, creado por el grupo Matte durante el régimen militar y financiado por los principales grupos económicos-, como la única que informa de las prioridades de los chilenos. El poder del CEP fue reforzado por el presidente Lagos, institución en la cual se reunió con los grandes empresarios en siete oportunidades durante los primeros tres años de gobierno.
El foro presidencial de TVN, cuyo formato fue convenido con los representantes de los candidatos, partió con un resultado de la encuesta CEP: el "problema fundamental" de los chilenos sería la delincuencia, dejando en un segundo plano los problemas económicos, percibidos como prioritarios del país y son los que más los afectan, destacando los de empleo y los bajos salarios y pensiones. Estos distintos resultados tienen diferentes consecuencias en la agenda de los candidatos presidenciales. Mientras el énfasis en la delincuencia remite a las políticas de orden público, prevención y combate a la delincuencia, dominantes en la agenda conservadora, los problemas de inestabilidad laboral y bajos ingresos a la reducida participación del trabajo en los beneficios del crecimiento, es decir, a las desigualdades económicas. El problema de las desigualdades apareció marginalmente en el debate de TVN.
La práctica de algunos de nuestros dirigentes políticos, incluso de gobierno, y de los grupos de presión ayuda a fortalecer las desigualdades sociales. El segundo foro de los candidatos presidenciales fue organizado por "Comunidad Mujer", que reúne a un variopinto grupo de damas de la clase alta y del poder económico, en las antípodas del pluralismo social de Chile, presidida por la pareja de Max Marambio, jefe político y principal financista de MEO.
Es llamativa la ausencia de preocupación por las "escandalosas desigualdades", como las calificaron los obispos de la Iglesia Católica en 2005, porque los chilenos las rechazan abiertamente. En la encuesta CERC de Octubre 2009 casi la mitad de la población, 47%, estima que las desigualdades son hoy "mucho mayores" que las que había hace 20 años , compartida por los adherentes de todos los candidatos, incluso de Piñera, 49%. Un 20% opina que son "algo mayores". Es decir, más de dos tercios consideran que han aumentado durante cuatro gobiernos de centro-izquierda, un resultado que golpea la conciencia progresista de los gobiernos de la Concertación.
Hemos replicado algunas preguntas del National Election Study de los EE.UU. sobre las desigualdades y los resultados muestran que los chilenos somos bastante más críticos que los norteamericanos. Un 86% está de acuerdo con la afirmación ""uno de los mayores problemas en Chile es que no le damos a todos la misma igualdad de oportunidades", 35 puntos por encima de los norteamericanos; un 65% rechaza la afirmación "hemos ido demasiado lejos en presionar por la igualdad de derechos en Chile", el doble de la opinión que existe en el gran país del norte, considerado por buena parte de la élite política y económica como el modelo a seguir; un 65% rechaza la afirmación "el país estaría mucho mejor si se preocupara menos sobre cuanta desigualdad existe entre las personas", casi el doble del rechazo que existe en EE.UU., 39%.
¿Qué opinan los candidatos para disminuir las desigualdades? Jorge Arrate tiene propuestas, pero los otros tres no las tienen o no se conocen. Piñera la confunde con la disminución de la pobreza, que es otro tema. También hay desigualdades en países que han eliminado la pobreza. ¿Es viable a mediano plazo una democracia de calidad con este rechazo a las desigualdades? Hay quienes piensan que los buenos niveles de crecimiento, consumo y beneficios sociales darán estabilidad política. La "paz social" que tenemos, definida como el bajo nivel de conflicto social, confirmaría esa interpretación. Sin embargo, esto es un espejismo, porque es una paz ficticia, producida como consecuencia de la debilidad de los grupos de presión y de las asociaciones voluntarias, que no será indefinida. Además, nada impide que aparezca una figura que convoque a los perjudicados y los movilice para mejorar sus condiciones económicas y políticas. MEO se ha centrado en criticar a la Concertación, limitando la proyección de su operación política. La ausencia de demandas sociales no será indefinida (recordemos los pingüinos). Sostener que la disminución de las desigualdades se encuentra en la educación es desviar la atención sobre la importancia de un problema actual, que puede tener un alto nivel de conflictividad.
Estos (y otros) silencios de la campaña presidencial explican el menor interés que ha tenido entre los ciudadanos y las enormes dificultades que tienen los dirigentes de las cuatro candidaturas para movilizar a sus adherentes y la poca claridad sobre el desenlace de ella, aunque la oposición está más cerca que nunca antes de entrar a La Moneda.
*Carlos Huneeus es director del CERC.

Algo más que una elección presidencial

Algo más que una elección presidencial
Fuente. El mostrador.

Por Raúl Zarzuri*
En las últimas semanas se ha dejado entrever por parte de analistas políticos de las más variadas tendencias, la idea que esta elección presidencial es más decisiva que la histórica del Sí y el No. Las razones son variadas, pero habría que señalar que lo central no está necesariamente en quién saldrá elegido presidente -es relevante por supuesto-, si no, en las implicancias y efectos que tiene para la sociedad chilena y la política, una elección tan reñida como la actual.
Una primera cuestión a considerar es que por primera vez en 20 años, la Concertación llegará en segundo lugar en una elección presidencial, cosa que estuvo a punto de suceder con Lagos, pero que a pesar del susto en esa oportunidad, no se puso en duda la continuidad de gobierno del conglomerado oficialista. Hoy, ese susto se ha transformado en miedo y resignación de llegar segundo, comenzando a instalarse la idea que quizás esta elección se pierda. De esta forma, se intenta minimizar esta situación, construyendo un discurso, donde llegar segundo en primera vuelta es ganar -esto en clara referencia a Marco Enríquez-Ominami-, pero como diría una vieja canción de Miguel Bosé "....ser tercero es perder, ser segundo no es igual que llegar en primer lugar".
Entonces, no es igual si se llega segundo -por lo menos para Frei, no así para Marco Enríquez-Ominami-, ya que a nivel simbólico la concertación siempre ganadora y triunfalista, probará la medicina que tanta veces ha hecho beber a la oposición por lo menos en una primera vuelta, aunque como están las cosas, no es imposible imaginar ver a la presidenta Bachelet entregar la banda presidencial a la derecha con Piñera a la cabeza, ya que en todas las elecciones presidenciales desde la recuperación de la democracia, el candidato a la presidencia que ha ganado la primera vuelta ha sido elegido -y ungido- presidente de la república. Se instala de esta forma, un mensaje paradójico: hay que votar en primera vuelta para intentar salir segundo y votar en segunda vuelta para intentar salir primero. Difícil tarea.
No esta demás señalar que con un escenario donde Piñera es el ganador, el impacto a nivel simbólico se amplifica. Que fuerte sería ver entrar a La Moneda a Chadwick, Coloma, Larraín, Longueira y compañía, y más aún, instalarse como ministros y verlos en las portadas de los diarios y la televisión todos los días por cuatro años. Fuerte también sería ver instalado a Marco Enríquez-Ominami, aquel denostado y ninguneado candidato que hoy aparece para una parte del conglomerado oficialista como su sepulturero y para otros como "la salvación y renovación de la política". Habría que señalar y no olvidar, que así funciona la democracia.
Una segunda cuestión a considerar en esta elección, e independiente de quien gane, es que supone por una parte el termino de la Concertación tal cual la conocemos hasta ahora, cuestión que venía siendo señalada por algunos cientistas políticos desde finales de los noventa (Joignant por ejemplo), y por otro, el cierre del proceso de transición que ha vivido nuestro país. Respecto de lo primero, hay que señalar que la Concertación ha gobernado nuestro país por cerca de 20 años (más tiempo que la dictadura militar), siendo un conglomerado exitoso en la política chilena, que implementó una transición que ha sido catalogada como modelo a imitar y que ha llevado a nuestro país por una serie de mejoras a nivel social y económico -que hay que reconocer-, pero que también ha dejado enormes deudas pendientes.
Pero quizás uno de los pendientes que sobresale y que para algunos puede poner en jaque la democracia en nuestro país, dice relación con la participación ciudadana y la construcción de la participación política, donde esta se ha institucionalizado a pesar de la crisis que viven los partidos políticos, generando un divorcio entre la política, el quehacer político y la ciudadanía, y donde el espacio y los tiempos de la política no tienen nada que ver con el espacios y los tiempos de la vida cotidiana, por ejemplo. Más aún, la política es vista como una practica de una elite, que precisamente la ha secuestrado -como lo ha señalado Enríquez-Ominami-, donde impera principalmente el cuoteo político (uno de los llamados males). Esto sumado a lo que se ha denominado la "fatiga de material" o desgaste propio de tantos años de estar gobernando, supone que estemos frente al fin del ciclo de los gobiernos de la Concertación, por lo menos, tal cual lo hemos conocido hasta ahora.
Este fin de ciclo, producto de estas elecciones presidenciales, pone en el tapete otras cuestiones de interés. Una de ellas es lo que se denominó la "jubilación de nuestra vieja clase política". Hay un acuerdo -o por lo menos lo hubo hasta hace unos meses-, de "jubilar(se)" a una generación que ha participado en política desde los años 60 -para la Concertación- y desde los 70 y 80 para la derecha. O sea, decirle "adiós a esos viejos estandartes", o como decía Vicente Huidobro, "que se vayan los viejos y que venga una juventud limpia y fuerte, con los ojos iluminados de entusiasmo y esperanza" en su candidatura presidencial del año 25, en el sentido que dada la actual crisis que vive el sistema político en nuestro país -cuestión que es transversal, y que se manifiesta fuertemente por la aparición de la candidatura de Marco Enríquez-Ominani-, hay que realizar un recambio generacional.
La pregunta que surge, es si es suficiente que se retiren esos "viejos estandartes". Creemos que el problema pasa necesariamente por ahí, pero no es suficiente. Es evidente que necesitamos caras nuevas en la política, que muchas veces se confunde con caras jóvenes, como ha sucedido con el maquillaje de los comandos de Frei y Piñera (Bowen la cara del recambio juvenil del comando de Frei, ha sido relegado a un segundo plano). La cuestión es otra. Si bien se puede entender la jubilación como una "revuelta generacional", donde la edad aparece como central, sin embargo no es tan así, ya que precisamente el llamado es a desterrar viejas prácticas de hacer política que hoy en día están en tela de juicio y que pueden contaminar a las nuevas generaciones, o sea, a los jóvenes que están interesados en esta forma de hacer política. Por eso no basta con ser joven, si no, que haya "jóvenes de cualquier edad", pero que insuflen nuevos aires a la política dejando de lado, las viejas prácticas tan denostadas hoy, tanto por los jóvenes -los principales críticos- pero también por los adultos.
Esto se conecta con una cuestión central que se tendrá que enfrentar en los próximos años nuestra política: ¿cómo se reeduca la política chilena? o ¿cómo se instala una nueva pedagogía de la política?, ya que precisamente esto será uno de los nudos centrales a enfrentar, si no se quiere continuar con el declive en la participación tradicional que se manifiesta en la baja inscripción en los registros electorales -no sólo de los jóvenes- y también en la alta tasa de votos nulos y blancos. Por lo tanto, no es suficiente con la nueva ley de inscripción automática y voto voluntario. La cosa va por otro lado, encantar a los desencantados, y eso significa rescatar y abrirse también a las nuevas formas en que se manifiesta la participación política, para así, por lo menos poner en tela de juicio algunos graffitis que se pueden encontrar en las calles de nuestras ciudades: "Si la política sirviera para algo, estaría prohibida" o "No vote, actúe".
Otra cuestión de interés, es la nueva configuración del mapa de la política después de estas elecciones presidenciales, particularmente en lo referido a lo que se conoció como Concertación y que toca fuertemente también a la izquierda chilena. Es obvio que hoy en día, el sostén de Frei es la centroizquierda (PS, PPD y PRSD) y la izquierda (PC) y donde precisamente se están disputando los votos, tanto Frei como Marco Enríquez-Ominami. Esto es una cuestión no menor, porque precisamente se observa en el candidato oficialista un discurso denominado de centro izquierda o progresista, que precisamente dista mucho de lo que sería el clásico discurso de la Democracia Cristiana (DC), hogar de Frei.
Hay que señalar que este discurso -progresista- ha permeado -para bien o para mal- las propuestas de todos los candidatos -más fuerte en uno que en otros- También hay que señalar que esto que ocurre en estas elecciones, es algo que se ve también en Europa, donde gobiernos de centro derecha o de derecha, han asumido con programas y discurso de centroizquierda. Entonces, dos preguntas surgen entre otras. La primera es ¿qué es ser de izquierda hoy en día y en el futuro? o si no se quiere poner así, ¿qué es ser progresista?, cuestión que interpela fuertemente a la centroizquierda de la Concertación, pero también al Partido Comunista, que paradojalmente aparece como un partido más de la Concertación, producto de su "real politik" para intentar ingresar a como de lugar al Congreso, como si esto fuera suficiente para hacer frente a unos de los insignes enclaves autoritarios, como lo es el sistema electoral, cuestión que por otro lado, desdibuja la candidatura de su "candidato oficial", Arrate, dejándolo sólo como un mero actor secundario. Lo segundo, es qué papel va a jugar la DC, cuando en estos últimos años va en franca caída -que quizás se profundice-, y ya no es ni siquiera el sostén de la candidatura presidencial oficial. ¿Se dividirá la DC si Frei no pasa a segunda vuelta, unos con Piñera y otros con Marco? Esta división, ¿llevará a algunos DC a trabajar en el próximo gobierno de Piñera si este gana? Evidentemente hay una pregunta más general por el rol de los partidos políticos en el Chile del Siglo XXI, pero especialmente de la (centro) izquierda y por supuesto de la DC.
Algunos de estos elementos que se han señalado más otros que podrían integrarse, podrán estar señalando que estas elecciones presidenciales e independientemente de quien gane, supone en alguna medida el cierre de la transición a pesar de la existencia todavía de algunos enclaves autoritarios (por ejemplo nuestro sistema electoral y otros). En otra columna en este mismo medio señalaba que el piloto automático de la conducción de nuestro sistema fue encendido hace mucho tiempo, y no hay ninguna posibilidad que alguien lo vaya a desconectar. Eso es precisamente lo que representan fuertemente las candidaturas de Frei y Piñera y en menor medida Enríquez-Ominami, aunque este último aparece como el más rupturista y con más posibilidades de generar algún tipo de cambio.
Entonces, nuestra bien evaluada presidenta tendrá que entregar la banda presidencial a Piñera como representante de la derecha, cerrando el círculo que se inició con el traspaso de la banda por parte de Pinochet a Aylwin, o tendrá que entregársela a Frei, cerrando el círculo de los gobiernos de la "vieja concertación", ya que aún cuando esta gane, ya no será la misma, lo cual supone una (re)invención de esta, o entregarle la banda a Marco Enríquez-Ominami, cerrando -o al menos intentando- el círculo de la "vieja política", pero abriendo una posibilidad a una nueva política. Entramos entonces al parecer en una nueva etapa de cierres y aperturas, quedando como interrogante si estos cierres darán paso a aperturas y nuevos caminos (la renovación de la política, de los políticos, etc.) posibilitándose la emergencia y construcción de otros caminantes y caminos, que como diría Machado, se van haciendo camino al andar.
*Raúl Zarzuri es sociólogo, director e investigador del Centro de estudios Socio-Culturales (CESC). Miembro de la campaña de ME-O.