domingo, 21 de noviembre de 2010

En la hora cero

En la hora cero
Por Juan Pablo Cárdenas
Fuente. Radio Universidad de Chile
El sistema electoral que nos rige es una verdadera camisa de fuerza que se le puso a la política para consolidar la existencia de dos grandes expresiones obligadas a entenderse y cogobernar más que a representar alternativas programáticas para los ciudadanos. Tuvo que llegar a la presidencia el abanderado de la centro derecha para que quedara de manifiesto que entre concertacionistas y aliancistas no existen diferencias sustantivas, más allá de las controversias mediáticas y de uno que otro dirigente díscolo que indefectiblemente debe moderarse cuando se aproximan las jornadas electorales, si no quiere quedar fuera de las nóminas de los partidos o arriesgar su cargo público.
En la rutina del sistema binominal que nos rige, la única sorpresa fue el pacto electoral de la Concertación con el Partido Comunista que le permitió a este partido elegir a tres diputados, pero sin alterar mayormente la correlación de fuerzas que se eterniza en el Congreso Nacional. En muy probable, entonces, que en los próximos comicios parlamentarios los comunistas vuelvan a su antigua condición de fuerza extraparlamentaria, si es que no se le vuelven a asignar cupos en las listas del ex oficialismo.
Después de 20 años de derrotas y exclusiones, es ingenuo que la izquierda siga apostando a ganar alguna posición digna dentro de las actuales reglas del juego electoral. De forma mucho más certera que sus dirigentes, los jóvenes y los chilenos de pensamiento crítico ya no tienen interés en inscribirse en los registros electorales. Si sufragan, lo hacen a regañadientes por “el mal menor” y menos, todavía, se sienten convocados a participar en esa babel de grupos y grupúsculos que se han quedado con el timbre y la estampilla del viejo izquierdismo chileno.
Incluso a los periodistas nos resulta dificilísimo entender quién es quién, o quién queda, en tales expresiones. Esta confusión alcanza, incluso, a las elecciones estudiantiles, cuando en el pasado fue, precisamente, desde las universidades donde surgieron los referentes más gravitantes de la política nacional. A constatación cierta, sabemos que existen partidos que ya no son capaces de convocar a más de un centenar de adherentes y que no tienen militantes siquiera para formar un comité central. Menos, todavía, para inscribirse en el Servicio Electoral. Verdaderos fantasmas que deambulan por el empecinamiento de sus pequeños caudillos que, después de cada derrota, hacen peripecias para justificarse y reclamar una nueva prórroga u oportunidad. Para hacer gala, nuevamente, de todos los malabarismos políticos y volver a levantar íconos y méritos de un pasado demasiado lejano para las nuevas generaciones.
No quisiéramos esperar la desaparición biológica de todos estos empecinados. Todavía queremos confiar en un acto generoso de disolución y convergencia en una expresión joven y promisoria de la izquierda. Tampoco hay que abrigar más esperanza en las escisiones de los partidos gobernantes, cuando éstas, una y otra vez, se reiteran en el tutelaje de algunos “iluminados” que creen que la política pasa por sus ombligos y que, antes que cante el gallo, evidencian sus inconsistencias ideológicas e insolvencia moral.
Ciertamente, estamos en una nueva hora cero en la política chilena y de la izquierda. Ni el más lúcido analista es capaz de avizorar el porvenir después de transitar los primeros meses de un gobierno de fuerte hálito caudillista que, de alguna manera, se hace eco del desperfilamiento ideológico y de la falta de vigencia y vigor de las instituciones que guarecen a una misma clase política. Mientras en el Continente se caen a pedazos las estrategias neoliberales y la democracia “representativa”, Chile duerme sobre los laureles de algunos índices macroeconómicos, haciendo caso omiso de la flagrante inequidad, el avance vertiginoso de la criminalidad y los severos conflictos sociales disimulados por las autoridades y la degeneración ética de los poderosos medios informativos.
No fue desde el espeso y fiambre caldo de las expresiones de izquierda que surgió la revolución cubana, sandinista o zapatista, más allá del juicio ulterior que tengamos de cada una de dichas experiencias. El cambio venezolano, boliviano, ecuatoriano más bien deriva del derrumbe de las viejas expresiones de la política y la aparición de líderes nuevos renuentes a toda negociación y arreglo con los viejos y viciados actores de la política. Ni qué hablar de experiencia del Partido de los Trabajadores, en Brasil, que ahora confirma un segundo gobierno. Tal como es de las izquierdas que se unen y confluyen en nuevas expresiones que puede explicarse el cambio en Uruguay, Paraguay y otros países. La excepción a ello sea, posiblemente, lo ocurrido en Argentina, donde de un viejo partido (que es más un movimiento) emergieron un presidente y una presidenta que asumieron el gobierno den medio del descalabro económico y político, pero desafiando a viva voz al modelo económico impuesto por el Fondo Monetario Internacional, así como un régimen político erigido por las impunidades y la corrupción sistémica.
La historia mira siempre a la izquierda cuando se trata se edificar la justicia social, la igualdad y ahora, ciertamente, la democracia “participativa”. Con el pueblo y para el pueblo. Es hora que los izquierdistas, entonces, entierren a sus propios muertos y muten sus objetivos en los desafíos del presente y el porvenir. En un país que siempre lideró los cambios y, hoy, se encuentra rezagado en la complacencia de los conservadores y la complicidad de quienes todavía quieren ostentar el título de progresistas.

En estado de inanición

En estado de inanición
Por Juan Pablo Cárdenas
Fuente. Radio Universidad de Chile.
Antes que el país aprecie un intento serio de los partidos políticos por superar sus vicios internos y recuperar mínimamente su credibilidad pública, dirigentes de diversas colectividades buscan apoyo en el Ejecutivo para obtener una Ley destinada a recibir recursos públicos para solventar su labores proselitistas. Se asegura que al hacerse parte el Estado de sus respectivos financiamientos, éstos podrían liberarse de la influencia que caudillos y otros ejercen en sus decisiones a consecuencia de los aportes que les entregan para su mantención. De esta forma, el estipendio fiscal facilitaría la participación democrática interna de sus militantes, así como la posibilidad de que los partidos puedan cubrir las tareas de capacitación ideológica y generación de propuestas programáticas.
Argumentos parecidos se entregaron para favorecer el aporte estatal al financiamiento de las campañas electorales, sin que estos onerosos aportes hayan contribuido realmente a la renovación de alcaldes, concejales y parlamentarios. Por el contrario, lo que apreciamos en los últimos comicios es que el aporte fiscal provoca mayor dispendio propagandístico, sin que para nada esta contribución haya neutralizado la influencia de los candidatos más pudientes, ni restringido el millonario aporte que empresarios hacen al financiamiento de estas contiendas para asegurarse legisladores y municipios dóciles a sus intereses. Realmente, son muy excepcionales los casos de candidatos electos que no hayan estado premunidos de una poderosa caja electoral.
Es evidente que en nuestra feble democracia, la propaganda y la presencia en los medios de comunicación valen ahora mucho más que un discurso, un programa de gobierno o una trayectoria de servicio público. La inversión publicitaria es directamente proporcional a los resultados de cada elección popular, así como resulta evidente que la incorporación de algunos multimillonarios en la política ha logrado en poco tiempo que éstos adquieran el control de los partidos y alcancen los cargos que se propongan. Esa idea mexicana de que “un político pobre es un pobre político” se ha entronizado completamente en el quehacer de los partidos y prácticas electorales.
Por acción de sus propios dirigentes es que los partidos gravitan cada vez menos en las decisiones populares. Son más de 20 años de desdibujamiento ideológico y vigencia de un sistema electoral binominal que ha fomentado el acotamiento de la política a un grupo de familias que copan prácticamente todo el espectro de la “representatividad” popular. De quienes, por lo demás, es difícil descubrir diferencias y propuestas alternativas, ya sea estén en el gobierno o la oposición. Cuando , ciertamente, lo que prevalece, aquí o allá, es su común voracidad por el cargo público y sus prebendas. Como su creciente complacencia por la institucionalidad que le legara la Dictadura.
En las últimas elecciones parlamentarias se hizo ostensible el esfuerzo de muchos candidatos por deslindarse de sus partidos, de sus símbolos, lemas y colores. Reconocían en ello la pérdida de influencia y sustento republicano de entidades ensimismadas y trabadas en la lucha interna y cuyos mandamases muy excepcionalmente resultan de la decisión de sus militantes. Es un hecho que la progresiva deserción de éstos es un fenómeno todavía más masivo que el desinterés de los chilenos por inscribirse en los registros electorales y concurrir a votar. De esta forma, tenemos la certeza que el país repudiará este nuevo intento de la política cupular por añadirse más recursos fiscales, mostrando un particular interés aquellos partidos y dirigentes que han quedado ahora algo más distantes de las alcancías fiscales y de esos ingentes recursos que provienen de la malversación de caudales públicos y del otorgamiento de concesiones y favores a inversionistas chilenos y extranjeros.
Es posible plantearse en algún momento debatir sobre la posibilidad de que los partidos reciban algún discreto y regulado aporte fiscal a sus tareas, pero una vez que los mismos se avengan, primero, a consolidar una sólida institucionalidad democrática. Que abra justamente la posibilidad de nuevos referentes políticos y sociales, en la esperanza, más bien, de que superen para siempre los espectros partidarios actuales, en catastrófico estado de inanición doctrinaria. En una insolvencia moral más que monetaria. Embargados, ciertamente, por sus inconsecuencias, más que por sus deudas monetarias.

Cantona llamó a la ''revolución'' contra los bancos

Cantona llamó a la ''revolución'' contra los bancos
Diario El País | 11/21/2010


Eric Cantona, el ex delantero francés del Manchester United, mitificado por aficionados al fútbol, directores de cine y amantes en general de los caracteres volcánicos, se convirtió en un gurú de los movimientos antisistema.

El periódico británico The Guardian siguió los efectos que tuvo una entrevista a Cantona en un diario regional de Nantes, el Presse Ocean , que incluye un vídeo colgado en Youtube. En la misma, el ex futbolista, de 46 años, explica cómo la miseria en el mundo actual le revuelve las tripas, y que pasó el tiempo de las revoluciones violentas contra el capitalismo: "Se acabó eso de matar gente".

Plantea a cambio una alternativa que le parece más efectiva: dirigirse al banco y retirar de él todo el dinero. "Ya veréis como así escuchan lo que decimos", explica repantigado sobre un sofá. El mensaje queda mucho más claro que cuando soltó aquella frase que le catapultó al limbo de los filósofos contemporáneos: "Cuando las gaviotas persiguen al barco, es que alguien va a lanzar sardinas al mar".

Las palabras del astro tuvieron una repercusión difícil de prever. Un movimiento llamado StopBanque propone que las proclamas de Cantona se concreten en una acción organizada el próximo 7 de diciembre. Ese día todos los europeos que simpaticen con los propósitos revolucionarios de Cantona deberán ir al banco a retirar todo el líquido de sus cuentas. Según los organizadores del movimiento (una guionista y un actor franceses que ya tienen un perfil en Facebook sobre el tema), 14.000 personas comprometieron a participar del experimento reivindicativo. La leyenda de Cantona, un mito de rebeldía dentro y fuera de los campos de fútbol, adquiere una nueva e inesperada dimensión.

Crisis y debate en el Partido Socialista de Chile

Héctor Vega
especial para G80

Crisis y debate en el Partido Socialista de Chile

Oligarquía y clase media. Los partidos políticos corresponden a la estructura de clases de la sociedad, así mismo sus alianzas, su existencia y su desarrollo. Sin un análisis de las clases dominantes y su inserción en el desarrollo del capitalismo mundial, el significado de la clase trabajadora en la evolución política del país queda trunco. La Unidad Popular coincide con la apertura de los mercados globales de capital en su versión propia a la segunda mitad del siglo XX y específicamente con el desarrollo del mercado de eurodólares y posteriormente los petrodólares. Esto es coincidente con nuevas alineaciones de poder en el conjunto de la sociedad y la economía. Es la crisis internacional que Nixon devela en junio de 1971 cuando declara la inconvertibilidad del dólar y con ello el fin de Bretton Woods y de las tasas fijas de cambio. Socialmente en Chile es el fin de la oligarquía agraria y minera de fines del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, sustituida por la clase administradora de la renta financiera con un papel estratégico en el proyecto de poder de las burguesías locales aliadas a la gran burguesía transnacional. Veinte años más tarde, durante la consolidación del modelo neoliberal, desaparece la oligarquía como clase y con ella una clase media pauperizada. Durante el período 1940-1970, la clase media de los gobiernos radicales, los gobiernos de Jorge Alessandri y de Frei Montalva con una base social de apoyo proletarizada, presta a embarcarse en proyectos de poder circunstanciales, ocupa una función negociadora que desaparece con el desarrollo de la renta financiera y los capitales transnacionales. La ascensión y logro social de sectores de bajos ingresos conforma, hoy, una masa, un contrapoder social que nada tiene que ver con la antigua clase media y su base social popular de apoyo, en su versión reconocida durante los 30 años que precedieron la Unidad Popular. Señalemos finalmente que sin una estructura social y de poder de recambio, el cuestionamiento fundamental a la política que significó la Unidad Popular naufragó en un vacío de poder.

La antigua clase media, forma parte, hoy, junto con sectores de bajos ingresos, en ascenso y logro social continuo, de un contrapoder social –trabajadores urbanos y rurales, temporeros, empleados, profesionales, pequeños industriales y agricultores, profesores, estudiantes, dueñas de casa, pueblos originarios empobrecidos, artesanos urbanos, minifundistas, pirquineros, pescadores artesanales, inmigrantes, pobres del campo y la ciudad…– alejado de aspiraciones de poder, políticamente neutralizado frente a la burguesía local aliada a la burguesía transnacional en el convencimiento que su eventual disidencia tendrá destino dentro del sistema. Las Fuerzas Armadas, en su rol corporativo forman parte de la burocracia estatal…ello sin excluir alguna intervención [aventura] futura.

Concertación y Alianza. Los partidos de la Concertación y la Alianza se han repartido sus roles por dos décadas según el plan político de Jaime Guzmán, consagrado en el plebiscito del 30 de julio de 1989. Esta nueva clase política representa a una clase dominante que busca consolidar su inserción en el mercado global. Su origen son las privatizaciones del régimen, la apropiación y manejo de la renta financiera en las AFP, las nuevas leyes impositivas [fundamentalmente el impuesto a la renta retención y crédito], la Ley Orgánica Constitucional de Concesiones Mineras [y su base jurídica de concesión plena y apropiación de los yacimientos cupríferos por las transnacionales], el DL 600 de inversiones extranjeras [base jurídica de la inversión transnacional]. La clase política es garante del sistema. En lo fundamental su función es neutralizar la política, ordenar los actores, constituirse en protector de esa masa informe de aspiraciones que anida el contrapoder social, como lo fueron las FFAA con respecto a la clase media cuando ésta se vio confrontada a la decadencia del poder hegemónico de las oligarquías. La Concertación cumplió parte de su empeño cuando llamó a la ciudadanía a votar favorablemente el plebiscito de julio de 1989. La masa confiada en la recomendación cumplió con su cometido y votó por un 91,25% a favor de la Constitución acordada con el pinochetismo.

¿Cómo entonces confiar en un Partido Socialista, en hombres y mujeres, que en 20 años de gobierno institucionalizaron la práctica política del pinochetismo? Puesto que para ello era necesario dejar de ser socialista. Trámite que oficializaron mediante el plebiscito de 1989. No puedo confiar en hombres y mujeres que tan ligeramente alienaron el futuro de un proyecto popular. Es más, la crisis que hoy contemplamos en el mundo con millones de ciudadanos protestando en las principales ciudades de Europa, precisamente contra el modelo que Alianza y Concertación nos recetaron en 1989, nos obliga a repensar ideas, utopías, símbolos, alianzas…y confianzas.

UN PARTIDO SOCIALISTA IRRECUPERABLE

Pienso que el PS es irrecuperable para el socialismo. El pasado del grupo que hoy dirige el Partido Socialista impide siquiera pensar en un programa socialista. Habiendo acordado con el pinochetismo en 1989 la Reforma a la Constitución de 1980 los dirigentes del partido de la época clausuraron la vía democrática y se embarcaron en la institucionalización del pinochetismo.

De cómo la Alianza Democrática entregó la iniciativa política al pinochetismo. Esta operación fue planeada luego que el PRODEN el 4 de septiembre de 1983 organizara la primera manifestación masiva contra la dictadura en la Avenida General Velásquez donde concurrieron más de 120 mil personas. El PRODEN, estaba dirigido por Jorge Lavandero, Fabiola Letelier, Mario Insunza, Engelberto Frías, Diego Portales, Sergio Páez, Jaime Hales, Matilde Urrutia, Carlos Dupré, Sergio Arellano, José Monares, Mario Farías, Gonzalo Taborga. Algunos de éstos eran militantes demócrata cristianos –Dupré, Páez y Monares– quienes fueron compelidos por la directiva DC a renunciar al PRODEN – temían que el conjunto de organizaciones sociales –más de 200– y políticas que lo formaban le hiciera sombra a la recientemente formada Alianza Democrática. El PRODEN entendía que sin consolidar los espacios democráticos en ese momento, cualquiera negociación sería irrelevante y se prestaría para engaños, subterfugios y manipulaciones de Pinochet. El fortalecimiento de las organizaciones sociales –exigencia fundamental del PRODEN– era la única garantía posible que los acuerdos fueran respetados. En cambio, la Alianza Democrática eligió la vía cupular y se entró de esa manera en la lógica de la transición concebida por Jaime Guzmán. De allí surge el sistema electoral binominal, donde la derecha, históricamente minoritaria, hace valer el tercio del electorado por un 50%, el mismo 50% que el centro y la izquierda obtiene con dos tercios del electorado; el Consejo de Seguridad Nacional [importado del bordaberrismo uruguayo]; el carácter garante de la constitucionalidad de las FFAA; las leyes orgánicas constitucionales relativas al cobre y a la educación, el sistema de AFP, el sistema tributario y el DFL 600 de inversiones extranjeras. Es la fórmula que les ha permitido a Alianza y Concertación, administrar conjuntamente el poder durante estos 20 años, con exclusión de toda otra fuerza social.

Ya constituido como partido de gobierno el Partido Socialista, junto con el resto de los partidos de la Concertación negó al pueblo la posibilidad de expresar su voluntad mediante la consulta plebiscitaria prevista en el Art. 5° de la Constitución de 1980. Durante Pinochet el pueblo, de diferentes maneras fue consultado en cuatro ocasiones, incluyendo la fraudulenta Consulta Nacional de 1978; el plebiscito para la aprobación de la Constitución de 1980; el plebiscito de 1988 [SI o NO] y finalmente el plebiscito de 1989 para aprobar la reforma a la Constitución de 1980. Gráficamente es apropiado decir que tiraron la escala para que el resto no subiera.

Los años de la Concertación. En los 20 años que siguieron, los socialistas Lagos y Bachelet, perfeccionaron y aplicaron sin contemplaciones la ley antiterrorista de Pinochet. Los gobiernos de la Concertación, con la activa colaboración del PS, desnacionalizaron el cobre; parlamentarios socialistas votaron favorablemente el “royalty” de Piñera; la directiva socialista condenó mediante sus votos en el parlamento al gobierno de Chávez con motivo de las elecciones del 26 de septiembre; contribuyeron mediante sus votos en el Congreso a la especulación de la renta financiera llevada a cabo por las AFP y a la ley procesal penal, redactada en el gobierno de Lagos por la ONG Paz Ciudadana de Agustín Edwards. Con sus votos han contribuido a la invariabilidad tributaria y al llamado royalty [simple impuesto a la renta bis]. Han guardado silencio cuando se atenta contra el Estado Docente y la carrera profesional docente. Nada han dicho cuando se ha ignorado el principio sindical básico que “el salario se fija según la función que se realiza”. El partido ha sido incapaz de impulsar una política exterior destinada a resolver el problema de la mediterraneidad de Bolivia. Al igual que el resto de los partidos de la Concertación confundió la política exterior con la firma de tratados de libre comercio a troche y moche, etcétera, etcétera…

El poder corrompió a la izquierda y destruyó el Partido Socialista. No creo que los mismos que enterraron el partido estén dispuestos a soltar el poder y romper con lo que ya se transformó en una forma de vida. La prueba está en que las resoluciones que buscaban democratizar el partido en el Congreso de Concepción fueron enterradas y olvidadas. Volver al mismo ejercicio me parece una ingenuidad.

El programa de la Unidad Popular. Los que retomaron el poder en 1990, son los mismos que no entendieron el desafío que planteó Allende en la política chilena. Allende lo dice claramente en su Segundo Mensaje Presidencial cuando dirigiéndose al país expresa que el gran desafío político del período es que las instituciones de la República sean capaces de contener, en democracia, las grandes transformaciones sociales y políticas que el gobierno de la Unidad Popular proponía al pueblo de Chile. De allí surgen las propuestas centrales del Área de Propiedad Social, la Reforma Agraria y la Nacionalización del cobre. Volver con los mismos personajes que tuvieron 16 años y 6 meses para entender y enmendar sus errores y no lo lograron, me parece que no corresponde.

El error central de la Unidad Popular. Conclusiones. Uno de los errores más notables de la Unidad Popular es no haber entendido que la magnitud de las propuestas exigía la incorporación masiva de los trabajadores al programa de la UP. En 1970, la fuerza trabajadora se cifraba en 2 millones 982.670 trabajadores, de los cuales 392 mil 323 correspondía al sector moderno e intermedio de la economía, sectores en su mayoría monopólicos, con una masa trabajadora participante de la negociación del status quo social con las clases dominantes de la sociedad. 1 millón 338.736 trabajadores de la masa trabajadora pertenecía a sectores tradicionales de la economía, talleres artesanales, pirquineros, inquilinos, campesinos temporeros, mano de obra esencialmente precaria, minifundistas…todos los cuales no participaban en la negociación social, y por ende no entraban directamente en los beneficios del programa. A ese contingente habría que sumar 600 mil trabajadores sub-empleados, desempleados disfrazados. En resumen aquellos que quedaban fuera del Programa sumaban 1 millón 938 mil 736 trabajadores, es decir 65% de la fuerza de trabajo. Agreguemos que a fines de 1970 ODEPLAN estimaba en 150 mil trabajadores los que buscaban empleo por primera vez y en 260 mil los desempleados. En aquella época la oligarquía nacional de base agraria había desaparecido desde sus bases de poder y la composición de clase de la sociedad chilena correspondía a una clase dominante urbana que sentaba las bases de la administración de la renta financiera donde ya no cabía la negociación social anterior a 1970. El ejército en sus múltiples intervenciones del siglo XX [1924, 1925, 1929, el Ariostazo de 1939, el tacnazo de 1969, el fallido intento del coronel Souper y finalmente el golpe de 1973] demuestra el ensanchamiento de la base productiva urbana, los nuevos manejos de la renta financiera y su carácter de estrato social protector de la clase media en el momento en que ésta se ve confrontada a la decadencia del poder hegemónico de las oligarquías.

[Un estudioso de la sociedad chilena -Alain Joxe autor de 'Las Fuerzas Armadas en el sistema político de Chile'. Editorial Universitaria, 1969- señala la consistencia del protectorado de clases en la Inglaterra del siglo XIX, ejercido por la Aristocracia; situación que en Francia ejerce la burocracia monárquica en la época de la Restauración].

Así como en la época de la Unidad Popular la izquierda no entendió la correspondencia entre la base económica en transformación y las clases sociales, que exigía la incorporación masiva de los trabajadores, tampoco ahora, y particularmente el Partido Socialista, entiende las exigencias de democratización de ese enorme contingente social representado por un contrapoder multiclasista, donde las capas medias ya no juegan el papel que jugaron en los 30 años que precedieron la Unidad Popular.

La lectura que desde el gobierno de la derecha y los empresarios hace Piñera, en casi 8 meses de gobierno, es la del populismo, que en su fase actual significa ponerse a la cabeza de la demanda de decisiones del contrapoder social. Es decir, a su manera, llenará los espacios que los partidos de la Concertación no vieron o no quisieron ver en 20 años de gobierno.

Esta opinión, que expongo hace ya muchos años, ha sido compartida por un gran número de militantes. No es un acto individual, ni nunca ha pretendido serlo. Es más, se ha traducido en un programa que sistemáticamente ha sido dado a conocer a través de las páginas de Fortín Mapocho [edición electrónica www.fortinmapocho.com] y en sucesivas visitas a provincia. Por eso pienso que quienes tenemos un pensamiento crítico debemos aunar fuerzas y buscar el escenario propio a ideas y objetivos comunes. Es a mi juicio lo que corresponde al pueblo socialista que desde hace 20 años busca denodadamente nuevos espacios democráticos. Es el momento de unir fuerzas en el sitio que corresponde.

¿QUÉ ORGANIZACIÓN?

Partidos obsoletos. Los partidos políticos en su forma actual pertenecen a otra época. Fallaron en responder a la regla fundamental de nuestros tiempos, a saber: hacer partícipes de sus resoluciones a las masas de la opinión pública. Un buen ejemplo es lo que sucedió en el curso de la Revolución Francesa. Babeuf relata como en una época donde no había diarios y más de la mitad de la población era analfabeta, el pensamiento de las masas de París era transmitido directamente por la militancia a la dirigencia revolucionaria. Había un va y viene entre la dirigencia y las masas empobrecidas de la ciudad. Gramsci habla de esto y lo coloca en el contexto de la primera mitad del siglo XX. Escribe sobre el rol de la masa, los “caporales” [militantes intermedios] y los 'capitanes' [dirigentes].

El problema a resolver es el siguiente: ¿Cómo aseguramos que existe un va y viene entre la masa y la dirigencia? ¿Cómo aseguramos que la dirigencia pueda ser controlada, criticada, removida o elegida democráticamente, etcétera? La tarea es buscar los mecanismos de control y participación para preservar la regla fundamental, es decir hacer partícipes a las masas de opinión pública en sus resoluciones. Eso es posible cuando la discusión se lleva frente al pueblo, cuando la noticia reemplaza al rumor, cuando en lugar de directivas elegidas a vida, son reemplazadas por vocerías automáticamente reemplazadas y en elección permanente.

Cada vez es más importante en el mundo, el número de individuos que están dispuestos a defender lo que sienten como sus intereses fundamentales [remuneraciones, viviendas, jubilaciones, salud, educación… dignas y justas], agréguese a ello el medio ambiente, y la vida sobre el planeta... Sin embargo, a pesar de desear un cambio radical, muchas personas, a partir de la década de 1970, y que deseaban una transformación fundamental ya no eran abiertamente marxistas, y algunas ya no lo eran en absoluto.

Como lo expresa Hobsbwam esta reacción fue terminante para que se terminara con la idea según la cual era posible predecir, apoyándose en el análisis histórico, el éxito de una forma particular de organizar la sociedad humana. En conclusión, la historia se disoció de la teleología. En esto tuvo mucho que ver la evolución de las ciencias sociales y fundamentalmente Marx como padre de la sociología del conocimiento. Esta corriente de pensamiento superó el marxismo.

Si subrayo todo esto es porque pienso que ya no existe exclusividad ideológica y porque todos entendemos la necesidad de trabajar juntos a pesar de diferencias ideológicas y políticas.

Además de ahí surge la necesidad de unirse por el cambio en contra de fuerzas conservadoras y enemigas del cambio y dispuestas a hacerse fuertes en sus privilegios.

Desde hace algún tiempo recorremos el país promoviendo las grandes ideas como una nueva constitución democrática acorde con los tiempos, basada en principios y no en un sinnúmero de reglas propias del positivismo del siglo XIX; un nuevo estatus de convivencia de una sociedad multiétnica y principios de justicia y reparación para actos de injusticia secular; la renacionalización del cobre; una nueva organización para la economía; nueva visión del latinoamericanismo, incluido mar para Bolivia de manera soberana…

La tarea no es fácil y exige una nueva estructura organizacional propia de los tiempos de cambio universal, monitores, voluntarios dispuestos a llevar adelante la discusión e incluir en ella cada vez más participantes. Los tiempos lo exigen, cuando millones de desempleados manifiestan a través del mundo y regiones enteras en África y el Sudeste asiático, entre otras arriesgan el hambre y la necesidad…

No tengo la respuesta definitiva para un solo tipo de organización, tenemos que buscarla en la práctica de todos los días. De lo que sí estoy seguro es que lo actual tal como se presenta es un fraude.

EL MACRO PODER FINANCIERO

Capitalismo financiero y clases sociales. Aclarar el rol de las clases medias es importante. Su papel en el mundo periclitó con las nuevas formas de acumulación capitalista. Esto lo previó Marx hace más de 150 años atrás cuando en el Capital habló sobre el rol del capital-dinero [en el lenguaje moderno actual: capital financiero - rentas variables, etcétera]. En una sociedad global, al concepto tradicional de plus valía marxista, centrada en los ingresos de la propiedad [ganancias + interés + renta] se agregan, entre otros, los gastos incurridos en el proceso de los negocios, el surplus absorbido por el gobierno, los gastos en los procesos de venta y la producción que se resta del proceso productivo por el desempleo, etc.

El desarrollo del capital financiero, incluidos los fondos especulativos, las operaciones de futuro, swap, etcétera, es determinante en la inclusión de una masa multiclasista. Es la lógica de la acumulación de la posguerra que requiere la movilización de recursos a nivel mundial. Proceso que se superpone a las mayores desigualdades. El mundo se integra, a través de la renta financiera, a la acumulación a la escala mundial. El modelo pinochetista y de la Concertación obedecen a esa lógica de acumulación financiera, y consagra la burguesía transnacional con la secuela de problemas que vive hoy el mundo: desempleo, huelgas, protestas, desigualdades... En su lógica integradora se vincula a la acumulación a nivel mundial.

Parte del conflicto social se desarrolla en las unidades productivas, pero es en la preservación y desarrollo de la renta financiera donde se juega el sistema. La renta financiera es un fenómeno mundial. Los actores que la administran constituyen la burguesía transnacional que reemplaza la oligarquía nacional agraria y minera. En Chile, las clases medias en su versión anterior a los 30 años que preceden a la Unidad Popular, desaparecen en su rol negociador. [El argumento se encuentra en el párrafo I donde se evoca el fin de Bretton Woods y el mercado internacional de los Eurodólares]. Surge así una masa multiclasista que llamo contrapoder social que enfrenta a la burguesía transnacional, no sólo en cuanto operadores directos de la renta financiera sino además en cuanto operadores de la Deuda Soberana. Allí se mueven no sólo las platas de las empresas sino también de los bancos que adquieren parte de la deuda soberana de otros países. Parte del conflicto social se desarrolla en las unidades productivas, pero su problemática está íntimamente ligada, como nunca antes en la historia de la humanidad, con la economía global. Siempre existió en la historia de la humanidad la globalidad, pero esta vez hablamos de la fase del capitalismo financiero a nivel global. De allí que el empleo y las remuneraciones de la masa estén íntimamente ligados a la tasa de cambio, el déficit fiscal, etcétera. En este sentido el significado de la lucha social se vincula directamente al sistema y a sus grandes apuestas. Así, las capas medias europeas, latinas, asiáticas se ven mezclan con pequeños industriales, dueñas de casa, estudiantes, artesanos, pequeños agricultores, inmigrantes....en su función de contrapoder.

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Una última observación. El socialismo no se hace con una caja llena de dólares. Creer que se llegará a una sociedad igualitaria repartiendo más y mejor el producto del cobre, es reducir un proyecto libertario a una buena administración de recursos. Hoy compartimos con otros 10 países, el dudoso record de aquellos con peor distribución del ingreso en el mundo. En el período 1990-1997 nuestra economía creció a tasas muy elevadas pero sus frutos beneficiaron casi exclusivamente al 5% más rico de la población. Con esto se demostró que el mero crecimiento no derrota a la pobreza.

Pero el socialismo no es sólo la lucha por la socialización de los medios de producción y de cambio. El socialismo es la conciencia crítica sobre la explotación capitalista, ello implica asumir el reto que plantea la solidaridad, un estado de vida donde la capacidad de desprendimiento y entrega, la lealtad, la pasión por el conocimiento y el trabajo, bases de la ética y del discurso libertario del socialismo, lleva a recorrer los caminos de la historia por una humanidad mejor, libre de ataduras y de fetiches –como el neoliberalismo– que hoy conduce a la destrucción de la humanidad

Héctor Vega
Director de Fortinmapocho.com

El mito de la izquierda en Chile

Hernán Montecinos
especial para G80

El mito de la izquierda en Chile

Últimamente, se han publicado una serie de artículos lanzando ideas acerca de cómo tendría que ser el mejor modo de empezar a reconstruir la izquierda que, como sabemos, se encuentra invisibilizada en el escenario político-social de nuestro país. Se dice, no sin razón que la izquierda -si es que ésta existiera- estaría pesando menos que un paquete de cabritas.

Muchas de estas opiniones si, bien es cierto, son plausibles de tomarlas en cuenta, sin embargo, en mi opinión, la mayoría de ellas, adolecen de un gran fallo: parten de la idea que esta reconstrucción tendría que hacerse, necesariamente, a partir del Partido Comunista y de la misma Concertación.

Como sabemos el lenguaje político introducido en el imaginario social de nuestro país, han hecho creer que es en estos referentes donde se encontrarían representadas las genuinas ideas de izquierda; un supuesto que, de ningún modo, en lo personal, podría estar de acuerdo. Pienso que cualquier propósito de reconstrucción de la izquierda, a partir de la premisa de este supuesto, estaría condenado al fracaso.

Y como toda opinión, para que no parezca antojadiza hay que fundamentarla, paso a enumerar hechos y circunstancias en los que avalo mi particular punto de vista sobre el tema:

El Premio Nacional de historia, Gabriel Salazar, en una reciente entrevista por TVN afirma que “en Chile la izquierda no existe”.

Y no deja de tener razón, porque si bien el Partido Comunista, hasta hace poco, fue un inequívoco bastión representativo de la izquierda, hoy esa imagen carece de sentido darla por cierta. Los últimos hechos políticos han dejado al descubierto un giro en 180 grados de la tradicional política que caracterizó al Partido Comunista desde sus orígenes.

Aventuro mi tesis, ni más ni menos, porque el Partido Comunista, de un tiempo a esta parte, entre otros, ha venido siendo cooptado por el sistema que hasta el día de ayer declaraba como su principal enemigo y, para más peor, se ha convertido en una especie de vagón de cola de la Concertación. También, está el hecho de romper con su tradicional política de alianzas que lo hacían privilegiar, en los procesos electorales, pactos con movimientos y partidos que pertenecían inequívocamente al mundo de la izquierda.

Cierto es que, individualmente, habemos no pocos que sentimos, anhelamos y actuamos dentro del espíritu que le es consustancial a la izquierda, pero ello no quiere decir que la izquierda como tal, exista orgánicamente como actor que tenga cierto peso dentro de la sociedad chilena. Existen grupos y pequeños movimientos afanados por formar un gran referente político de izquierda. Sin embargo, pese a todos los empeños, tales propósitos han resultado fallidos.

El último gran intento lo fue el Junto Podemos pero, como sabemos, en el mismo momento en que sus objetivos empezaban a tomar vuelo, el Partido Comunista, contrariando los esenciales acuerdos de dicho conglomerado (un ente alternativo a la Alianza y la Concertación), en menos que canta un gallo, en la undécima hora, con un oportunismo que dejó boquiabiertos a todos, se desmarcó de tal proyecto para pasar a formar acuerdos con la Concertación, ni más ni menos, la principal responsable de la profundización del sistema neoliberal en nuestro país, un conglomerado que se distinguió por cohabitar permanentemente con la derecha, dándole golpes muy duros a los anhelos y pretensiones de la izquierda chilena.

Se dice no sin razón que “la Concertación y la Alianza unida, jamás serán vencidas”. En efecto, se ha sucedido una especie de dominó político; primero, la Concertación cooptada por la derecha, y ahora los comunistas cooptados por la Concertación. Así vamos, de cooptación en cooptación. A decir verdad todo un desastre, un panorama muy negro para los propósitos de los anhelos de la izquierda chilena y de todo el pueblo en su conjunto.

El descuelgue del P.C representó un quiebre significativo en los intentos de unificación de la izquierda que se venía gestando pacientemente desde hace años. Y si bien el P.C. entregó sus razones para así hacerlo, igual quedó flotando en el ambiente el cuestionamiento, desde la izquierda, a tal acuerdo. Por lo demás, el mismo P.C corre sus propios riesgos al haber elegido como compañeros de ruta a la Concertación, en desmedro de los partidos y movimientos de izquierda.

Galina Serebriakova, escritora rusa, en su hermoso y fascinante libro “La novela de Carlos Marx”, implícitamente, deja entrever este riesgo:

”¿Cuándo es lícito un compromiso, y cuándo se convierte en infamia, en traición a los camaradas de lucha y a uno mismo?

¿Dónde está el límite de lo que un revolucionario puede aceptar en sus relaciones con el enemigo?

Esa línea divisoria es tan sutil, que uno puede caer del otro lado sin advertirlo”

En efecto, el P.C. al privilegiar resultados inmediatistas (elección de 3 diputados), no midió los riesgos que tendrá que enfrentar a mediano o largo plazo. Las nefastas consecuencias que han sufrido los otrora poderosos comunistas italianos, francés y español, al adoptar similar vía de pactos o acuerdos, han terminado por pasarles la cuenta: hoy desplazados, invisibilizados de la vida política en sus respectivos países.

Y no es que no esté de acuerdo con que los comunistas tengan representación en el parlamento; al contrario, hace rato ya que deberían haberlo tenido, incluso en una proporción mayor aún. Lo malo está la forma en que llegaron, no por la puerta ancha, sino por el patio trasero. De paso, un parlamento que por su esencia y el modo como se elige es poco representativo y antidemocrático, los comunistas –quiero creer, involuntariamente-, se han prestado como testigos de fe para lavarle tal imagen ante la opinión pública internacional.

Nuestro insigne poeta e intelectual, Armando Uribe, Premio Nacional de Literatura, va más lejos aún cuando en una especie de sentencia admonitoria, nos advierte: “Chile no existe”. Una fuerte y potente metáfora que, implícitamente, viene a reforzar la idea fuerza que hay en la afirmación de Gabriel Salazar, que en Chile la izquierda no existe.

Más aún, nuestro poeta no se queda en chicas, cuando en reciente entrevista en el periódico “El ciudadano”, con su potente y grave voz nos lanza toda su indignación a la cara “siento vergüenza de ser chileno”. Sin duda, una indignada exclamación, motivado quizá por el recargado ambiente de derecha (y de la más dura) que se respira en nuestro país, y por las vueltas de carnero y traiciones que como espectáculo nos ofrecen a diario los políticos. Y a no olvidar también, por la evidente paralogización de una izquierda que, en el espectro político, aparece hoy como fantasmagórica, perdida entre la bruma de los puros juegos virtuales, es decir, como si no existiera.

A veces, en tiempo de crisis, es bueno poner atención a lo que nos dicen nuestros intelectuales, antes que a la de los políticos que nos tienen cansados con sus mentiras, chácharas y empalagosa charlatanería.

Ahora bien, se confunde el hecho que si bien, no pocos sentimos y actuamos con los valores que le han sido inherentes al mundo de la izquierda, ello no quiere decir que nos encontremos representados institucional, política y socialmente en la sociedad neoliberal que habitamos. El hecho que existan en el parlamento 3 diputados comunistas no quitan ni ponen a la realidad evidente de este hecho, al contrario la institucionalidad fascista que se nos ha impuesto viene a ser aceptada y refrendada ahora, ni más ni menos, que por el propio partido comunista que, se suponía, era su mayor detractor.

Ahora bien, lo peor que le ha sucedido a la izquierda es el surgimiento de la Concertación. En un comienzo sus fines y utilidad quedan fuera de toda duda (poner fin a la dictadura). Sin embargo, una vez fuera el dictador, su sombra siguió imperando al quedar intacta su institucionalidad de corte fascista. Quizás el único cambio que logró alcanzar, fue terminar con los senadores designados y rescatar las atribuciones presidenciales para nombrar a los comandantes en jefe de las fuerzas armadas. Eso sería lo único, en lo demás nada de nada; al contrario, reafirmó y consolidó aún más los enclaves institucionales, incluida la propia Constitución pinochetista, bendecida y santificada, nada más y nada menos, bajo la propia firma del ex presidente “socialista” (¿), Ricardo Lagos.

Entonces, por más que la Concertación haya querido revestir con cosmética la Constitución pinochetista, impuesta a sangre y fuego, está quedó incólume en sus principios básicos esenciales. A decir verdad, la Concertación nunca tuvo coraje, ni menos, voluntad política, para cambiar nuestra carta fundamental, quedándose enredada en una sonsa “política de los acuerdos”, que a la postre significó no cambiar nada de lo sustantivo que había en ella.. Lo único que quedó claro, con la política de los acuerdos, es que el pueblo siguió jodiéndose, una vez más, como siempre, desde el año 1973 hasta nuestros días. No se ha dejado espacio, ni la mínima posibilidad de hacer cambios estructurales en una institucionalidad retrógrada y de evidente corte fascista. Peor aún, la Concertación no sólo aceptó dicha institucionalidad, sino terminó por tomarle gusto, usufructuando de las prebendas que ésta generosamente ofrecía a la élite política. Terminaron por conformase, refocilándose en sus intrincadas y complejas redes.

Y eso no sería todo, las cosas no llegaron solamente hasta ahí. Una permanente y constante política de reafirmación del sistema neoliberal siguió imperturbable su curso bajo la administración concertacionista. Aventada toda posibilidad de cambio en las estructuras institucionales, no se ha dejado espacio ni tan siquiera para posibilitar la renacionalización de nuestra principal riqueza el cobre, cada vez más entregada su explotación a la voracidad del capital extranjero. Tampoco nada se hizo y nada se avanzó para volver hacer de la educación y la salud un bien común social, antes que un instrumento puramente mercantil y trampolín para los puros negocios. La misma suerte corrieron bienes sociales tan importantes como la luz y el agua potable; peor aún, se pasaron al área privada otrora bienes sociales como avenidas y carreteras, sin olvidar que la presidenta Bachelet, antes de dejar su cargo, para no ser menos, dejó todo armado para privatizar las aguas de mar, a lo menos, en lo que dice relación en su zona costera.

Ni que hablar de una reforma tributaria, instrumento esencial para desde allí poder hacer una auténtica distribución de la riqueza, tan necesaria hoy en un país como el nuestro que, para vergüenza, exhibe ante el mundo el desdoroso título de ser uno de los países con mayor desigualdad en el reparto de la riqueza social. Por todos es sabido que Cuando Bachelet dejó el poder, en vez de disminuir esta brecha, la dejó más aumentada aún.

Es decir, bajo la égida de la Concertación se siguió aplicando una política implacable de privatización que, como sabemos, nada tienen que ver con una auténtica política de izquierda cuyo propósito esencial, es ir al recate de nuestras riquezas naturales y poner como bien común y social los servicios esenciales. Si hasta en los mismos círculos empresariales reconocen que durante el periodo que gobernó la Concertación se hizo el mejor gobierno de derecha. A confesión de parte, relevo de pruebas, dice el dicho. No lo decimos sólo nosotros, sino también los empresarios que, según se supone, mucho saben sobre estas cosas.

Entonces, no hay que hacerse ilusiones respecto de la Concertación. Veinte años de sucesivos gobiernos y nada de nada. Para los ricos todo, para los de a pie, poco o nada. Esa es la impronta que marcó el paso de la Concertación en 20 años de gobierno, a pesar de todas las cifras que quiera exhibir para hacernos creer lo contrario.

En efecto, ya sabemos el valor que tienen las cifras en manos de los políticos, instrumentos que les sirven para emborracharnos la perdiz y hacernos creer que estamos todos en el limbo, de que somos todos tigres, y todas esas perogrulladas. Las cifras en manos de los políticos son muy peligrosas, un puro manejo, una pura ilusión, cifras que esconden la cruda realidad de que los que siempre estamos jodidos somos nosotros, la izquierda, los trabajadores y la gran mayoría del pueblo en su conjunto. Sin embargo, bien sabemos que la realidad es más fuerte y poderosa que cualquier cifra estadística. No se las puede tapar ni con las tarjetas de crédito, ni con los malls, ni los retails, ni tampoco con los lavados de cabeza que se nos hace a través de esos programas estúpidos de la televisión, en su mayoría con mensajes banales y faranduleros.

Sin duda, que con el advenimiento de la Concertación es cuando la izquierda se empezó a joder poco a poco, hasta terminar por quedar invisibilizada. Y tanto fue así, que hasta los periodísticos y revistas, cuyas líneas editoriales obedecían a pensamientos afines a la izquierda o al progresismo, los sucesivos gobiernos de la Concertación los dejaron morir de a poco. Les negaron sistemáticamente el acceso a los anuncios y avisos publicitarios estatales, recursos cuantiosos, traspasados íntegramente a la cadena de diarios de El Mercurio y el consorcio Copesa que, como bien sabemos, fueron diarios golpistas durante el gobierno de la Unidad Popular.

Vista así las cosas, ¿alguien puede seguir insistiendo en que desde la Concertación tiene que resurgir una nueva izquierda renovadora o progresista capaz de hacer los cambios que el mundo de la izquierda reclama? Creo no equivocarme al decir que de ningún modo. Y menos aún cuando pienso que en su interior subsisten y cohabitan lobbistas tránsfugas y mercenarios vendidos en favor del poder y el dinero cohabitando con lo más rancio de la aristocracia rica y poderosa de este país. No se porque, cuando llego a este punto no puedo dejar de nombrar a personajes como Oscar Guillermo Garretón, Jaime Estévez, Fernando Flores, Max Marambio, Jaime Ravinet, Enrique Correa, Jorge Shahaulsson y una larga e interminable lista de otros próceres.

Ahora bien, en un artículo anterior, en el periodo de las últimas elecciones, a propósito del callejón sin salida en que se encuentra la izquierda chilena, me hacía las siguientes preguntas, las que ahora repaso introduciéndole las correspondientes actualizaciones.

¿Qué le ha pasado al Partido Comunista? ¿Qué le ha pasado a la parte progresista de la Concertación? ¿Qué le ha pasado a la izquierda chilena? ¿Qué le ha pasado a los trabajadores de nuestro país? ¿A nuestros intelectuales?, etc.

¿Por qué tantos años callados, impávidos, inermes los brazos y las bocas silenciadas, sin la más mínima capacidad de reacción ante el implacable neoliberalismo aplicado en nuestro país, y que la Concertación tan bien ha administrado, e incluso, profundizado más aún de cómo lo dejó la dictadura?

¿Por qué siempre apegados a una enervante inercia y dando pasos en falso para caer políticamente en la misma rutina de siempre?

¿Qué nos pasó? ¿Cómo es que nos amansaron? ¿Por qué tan fácilmente nos domesticaron? ¡Cómo es que hemos aguantado tanto?

¿Qué política estamos haciendo? ¿O es que conciliando y cohabitando con los que han sido nuestros adversarios es la única política que se puede hacer? ¿Cuándo vamos hacer una política que nos sea propia, aquella que nos conviene? ¿Acaso dejar que las cosas sigan tal cual, o la ineptitud y la inercia tiene algún sentido o valor político?

Por cierto, no es todo culpa de la Concertación ni menos del Partido Comunista. La izquierda, en este sentido también tiene su culpa teniendo que cargar con una enorme procesión que la ha ido corroyendo por dentro.

En la elección pasada recibí una carta de una madre asustada ante la eventualidad que saliera elegido Piñera como presidente. Si ello aconteciera, me decía, con qué cara iba a mirar a los ojos de sus hijos, qué explicaciones tendría que darles para que comprendieran la tragedia que estaba pasando. Inmediatamente le respondí en los siguientes términos:

Que había que hablarles con la verdad, nada más simple que eso. Confesarles nuestra cobardía por no haber exigido, a los sucesivos gobiernos de la Concertación, haber cumplido lo que nos prometieron. Decirles la vergüenza que sentimos por haber dejado que las cosas siguieran tal cual, sin la más mínima capacidad de reacción de parte nuestra. Sentir vergüenza por haber permitido que la Concertación se enredara en una relación incestuosa con la derecha para que el neoliberalismo hiciera y deshiciera hasta apoderarse de nuestra propia alma. Sentir vergüenza por habernos plegado a un pensamiento único dejando de pensar con cabeza propia.

En fin, y ya no sólo sentir vergüenza por todo aquello que debiéramos de haber hecho y no hicimos, sino también, darle cuenta a nuestros hijos de nuestra cobardía por aguantar tanta ignominia en todo orden de cosas.

Por último, reconocer el lavado de cabeza que nos hicieron con tantas tarjetas de créditos, con tanto Malls, con tantos grandes Supermercados, con tanto ídolo de futbol, con tantos ídolos de barro, y todas esas cosas. Reconocer que nos narcotizaron con puras banalidades y estupideces. En fin, la utilización con éxito de todos los recursos a que echa mano el sistema capitalista, para adormecernos y así fugarnos de los problemas reales. El pan y circo de la época de los romanos, ahora acá en Chile, en versión moderna, terminaron por atrofiarnos aceptando cualquier cosa.

Si ayer fue la Concertación, y hoy Piñera, ¿para la próxima elección tendremos que caer en este mismo juego? ¿Cuál es la solución?

De verdad, no soy quien para pretender sabérmelas todas y actuar de pitoniso. Sin embargo, de lo que sí estoy seguro, es que frente a la actual crisis que vivimos en la izquierda, para superarla, tenemos que confiar en nuestras propias fuerzas, en nosotros mismos. Olvidarnos por completo de la Alianza y la Concertación y de todos aquellos que nos han engañado y mentido por tantos años. No volver a tropezarnos más con el mismo palo. Esto quiere decir que la única manera de superar nuestra crisis es empezarla a reconstruir ¡empezando de cero!... No veo otro camino

Hernán Montecinos

La historia del poblador que desafía al Ministerio del Interior

El Consejo para la Transparencia le obligó a entregar información
La historia del poblador que desafía al Ministerio del Interior
Paulo Álvarez lleva tiempo preguntándose por qué hay tanta policía en su barrio y sobre todo por qué actúa con violencia contra los que no son traficantes ni ladrones. Ocupando los derechos que la ley le otorga logró demostrar que el plan de intervención para La Legua, formalmente no existe.
por Felipe Saleh

Paulo Álvarez no califica como protagonista en ninguno de los programas de redadas policiales que se transmiten en horario prime. En su atuendo no hay ninguna referencia metálica al reggaeton, tampoco un bolso o zapatillas Lacoste, y en vez de invertir en gel, gasta en champú para mantener el pelo largo y amarrado al estilo de los folcloristas en los ’70.
De cualquier manera, Paulo Álvarez ha estado tres veces detenido. “Registrado y desnudado para comprobar que no tenía droga”, según contó sin perder la serenidad, frente al Consejo para la Trasparencia, que el 20 de mayo de 2010 convocó a una audiencia pública en el marco de su caso. En esa misma instancia Álvarez aseguró que varios vecinos como él han sufrido “coerciones, vejámenes, violencia innecesaria, abusos de poder que han quedado en la impunidad”.
Buscando respuestas
Paulo Álvarez (35) tampoco cabe en alguna conclusión que se refiera a “las masas alienadas por el modelo macroeconómico neoliberal y el duopolio mediático de la derecha pinochetista”.
Es Profesor de Historia y cursa un Magíster en Antropología en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Mezclando su experiencia con la policía experiencia y el método académico se hizo dos preguntas en apariencia simples: ¿Cuáles son los fundamentos del Plan de Intervención en La Legua? y ¿Quiénes son los responsables?
“Esta inquietud viene hace unos cuatro años. La solicitud la hice yo, pero hay decenas de pobladores que han estado hasta en la cárcel y después la Corte Suprema los ha declarado inocentes, sin que nadie siquiera se haya disculpado”.
Lo primero fue preguntar en la Municipalidad de San Joaquín, después en comisaría del barrio y luego en el cuartel de Investigaciones de la comuna. En esos lugares respondieron que los registros sorpresivos y las detenciones, eran parte de las acciones derivadas del Plan de Intervención. “Pero nadie me dio una respuesta concreta y satisfactoria. Carabineros e Investigaciones son la cara visible del Estado para conductas o procedimientos que nacen de decisiones de otros y quiero saber quienes son esos otros” explicó Álvarez frente al Consejo.

Reclamante contra Reclamado
Enterado de los derechos que le otorga la ley 20.282, el 10 de diciembre del año pasado presentó una Solicitud de acceso a la Información al Ministerio del Interior, pidiendo antecedentes sobre “el Plan de Intervención de la Población La Legua, sus fundamentos escritos o cualquier tipo de documento o acta al respecto, en atención a la fuerte presencia de Carabineros de Chile en la población desde hace años”, según consta en el pronunciamiento del Consejo Para la Transparencia.
Casi un mes después de la solicitud, el 7 de enero de este año, la respuesta llegó a través de un oficio desde la Subsecretaría de Interior. En ese documento la repartición de gobierno detalla todos los proyectos sociales dentro de los que interviene en La Legua: “Construcción del Centro Comunitario La Legua”, “Habilitación e Implementación de un Centro de Salud Mental Comunitaria” y “Proyecto de Prevención de Manejo de la Conflictividad, mejorando la infraestructura de la Escuela S.S. Juan XXIII”.
Paulo Álvarez ha estado tres veces detenido. “Registrado y desnudado para comprobar que no tenía droga”, según contó sin perder la serenidad, frente al Consejo para la Trasparencia, que el 20 de mayo de 2010 convocó a una audiencia pública en el marco de su caso.
El Ministerio cumplió con la ley al dar una respuesta. Pero Álvarez, convertido para estos efectos en “el reclamante” no estaba satisfecho. Ninguno de los proyectos consignados por la Subsecretaría -“el organismo reclamado”- tenía la respuesta sobre el exceso de policías en su barrio y menos la descripción del mentado Plan de Intervención, de La Legua.
El 20 de enero “el reclamante” apeló a la respuesta de la Subsecretaría de Interior, con el argumento de que la información estaba incompleta. El Consejo para la Transparencia (CPLT) decidió aceptarla. En abril llegaron los descargos desde la repartición emplazada en La Moneda.
El plan que no existe
“No existen documentos distintos a los ya remitidos al Sr. Álvarez, que den cuenta de las intervenciones en la población La Legua”, contestó la subsecretaría, admitiendo que no contaban con más antecedentes formales respecto del Plan de Intervención al que se refiere Álvarez. El organismo de gobierno insinuó que la información incompleta vino desde el reclamante. “a modo de ejemplo, no describe cuáles serían los antecedentes que la Subsecretaría del Interior no entregó; no señala cuál sería, en concreto, el plan de intervención que existiría en la Legua; de existir tal plan, no señala por qué sería de responsabilidad del Ministerio del Interior”.
En realidad, ninguno de los involucrados en este proceso supo describir cuál es el Plan de Intervención de La Legua. El CPLT se lo preguntó al Alcalde de San Joaquín. Sergio Echeverría y éste afirmó por escrito que “no tiene conocimiento que exista formalmente el denominado Plan de Intervención de la población La Legua”.
Una pregunta que parecía simple, todavía no tenía respuesta.
Como medida para “mejor resolver” el CPLT en mayo de este año convocó a las partes a una audiencia pública. Asistieron los consejeros Alejandro Ferreiro, (DC) ex ministro de Economía de Bachelet, el abogado Juan Pablo Olmedo, de sensibilidad PPD-PS y Raúl Urrutia, cercano a RN y presidente del CPLT. También Paulo Álvarez y dos abogados, una en representación de la División de Seguridad Pública y Manuel Pérez, asesor jurídico del Ministerio del Interior. Sólo un poco más joven que “el reclamante”, Paulo Álvarez.

La molestia del Consejo
En esta audiencia el abogado Manuel Pérez reconoce que formalmente “no existe un Plan de Intervención para La Legua”, que se trata de un “nombre de fantasía” para agrupar una serie de programas de intervención.
Esta respuesta no cayó bien entre los consejeros, quienes detallaron un dossier de prensa en que las autoridades que han estado a cargo del Ministerio del Interior invocan al menos desde 2001 el Plan de Intervención en La Legua y para ser más precisos citaron las palabras de Rodrigo Hinzpeter entre el 7 y 9 de junio de este año: “Vamos a generar un plan de intervención más audaz y más novedoso. Vamos a ser muy duros en el combate al narcotráfico en estos bolsones de impunidad”.
Alejandro Ferreiro, fue directo al fondo del asunto, y pidió “no asignar demasiada importancia a la nomenclatura. Más allá de si existe o no existe plan importa conocer los antecedentes del ministerio del Interior y que amparan motivan justifican o explican la presencia aparentemente extraordinaria de la Policía y sus conductas en la población La Legua”
Un asunto de DD. HH.
El abogado del Ministerio del Interior respondió que las policías no dependen de esa repartición sino de Defensa, y por lo tanto no tienen los documentos para responder formalmente la pregunta que motiva todo este proceso.
La explicación provocó el contraataque de Ferreiro quien hizo notar la incoherencia entre las declaraciones a la prensa y lo que el abogado defendía en la audiencia. “O es algo que es de competencia más o menos directa del Ministerio del Interior o no lo es, pero lo que no nos parece consistente es que en la prensa se diga lo primero y en esta audiencia se diga lo segundo”.
A su turno Juan Pablo Olmedo le recordó a Manuel Pérez que el ministerio al que representó en la audiencia, tiene una división de seguridad pública que elabora una Estrategia Nacional al respecto que monitorea, evalúa y da cuenta pública de sus actividades, “pero en el fondo de la petición de don Paulo, hay una petición de Derechos Humanos, sobre cómo la policía trata a los ciudadanos y eso es algo que se debe conocer bien”, dijo Olmedo, preocupado además por el “círculo en que cae la defensa del Ministerio de no hacerse responsable de aspectos institucionales donde sí la tiene, sea por derivación, por coordinación o rendición de cuentas”.
Teniendo en cuenta el resultado de la audiencia, el 30 de septiembre el consejo emitió un fallo en el que acoge la apelación de Paulo Álvarez y obliga a la Subsecretaría de Interior a responder la pregunta de fondo. Para lo cual la repartición tuvo a contar de esa fecha quince días hábiles.
El alcalde Sergio Echeverría dice que este fallo sienta un precedente “no sólo para la Legua sino a nivel país en todos los lugares donde como acá se violan las libertades individuales y donde la mayoría de la gente, como la que vive aquí es honesta y de trabajo”.
Un “saludo a la bandera”
En el CPLT también hay satisfacción porque es “un ejemplo de lo que pueden lograr los ciudadanos y de los alcances que tiene la ley”, dice una fuente ligada al organismo.
Sin embargo, cumplido el plazo la respuesta llegó. Pero Paulo Álvarez encontró que la respuesta de 18 páginas no fue satisfactoria. “El ministerio dice que no ha hecho ni hará un plan de intervención en La Legua”, señala Paulo Álvarez, y explica que en Interior especifican que los operativos y detenciones “son exclusiva competencia de Carabineros y ni siquiera de el Ministerio de Defensa”, explica.
Álvarez asegura que tiene el patrocinio de algunos abogados para presentar una querella por la responsabilidad que le cabe al Estado en una serie de detenciones arbitrarias sufridas por él y otros vecinos de la población. “Aunque sea un saludo a la bandera”, concluye.