miércoles, 30 de septiembre de 2009

Mi opinión y mi día después del debate.

Por Alfredo Cerpa.

Como muchos otros chilenos vi el Debate Presidencial en TVN. Por ello me acosté tarde y no me podía quedar dormido. No podía porque no dejaba de pensar en lo visto y escuchado. Necesitaba saber si lo visto y escuchado ya lo había visto y escuchado antes. Por esta falta de sueño pague caro en el trabajo que lo encontré más pesado que de costumbre. Creo que fue esto lo que alumbro mi primera reflexión sobre el debate porque pensé: "me cagaron" Y no lo pensaba por lo escuchado la noche anterior sino, porque al final del día en el trabajo me fallaban las fuerzas y tuve que aguantar como mis compañeros me agarraban para el fideo, sin soltarme, con cosas como que el "viejo" ya no se la puede. Nadie hizo un solo comentario con respecto al debate, pero sobre mí, tenían de toda clase. Debo admitir sí, que algunos eran buenos y hasta yo me empecé a reír. Pensé que era mejor reírme con ellos, de ese modo podía pensar que nos reíamos de otro. Sí, me hice huevon solo. Mientras nos reíamos de mi, pensaba que no se me podía salir la pregunta ¿Y vieron el debate? Porque sabía que la cagaba más y nos íbamos a estar riendo de mi hasta el Sábado. Sabía la respuesta ¡cual debate!

Termine el día con mi cuerpo y ego adolorido y sin tener aun una opinión definida acerca del debate. No me interesaba saber o definir quién gano, porque eso es demasiado subjetivo y sin ninguna importancia, pero si una opinión acerca de lo que escuche y si algo tenía sentido o concentraba una visión de futuro y un camino claro para transitar. No quería leer ninguna opinión de diario o en la web. Quería formarme una propia. Pero llegando a casa con sueño y cansado no me pude resistir leer diarios y mis sitios en la red preferido. Me sorprendió ver tanta opinión y tan rápida. Me dije ¡es que esta gente no duerme ni trabaja! Mas sorprendido quede porque al igual que después de las elecciones todos ganaron, menos uno, según la opinión mayoritaria. Me sentí estúpido por no poder arribar a una opinión definida. Mientras unos hablaban de ganadores, tendencias, cantidad de votos y hasta posibles nuevas reagrupamientos con lucidez sorprendente a partir del debate, yo, estaba en blanco. Por eso pienso que fue la rabia, la falta de sueño, el cansancio o la envidia la que me empujo a tener esta opinión del debate.

Opino que lo visto ya se ha visto. Que aparte de buena o mala dicción, lo escuchado ya se ha escuchado. Que aparte de los énfasis las nuevas promesas ya son viejas y trilladas. Que lo más sorprendente y nota alta del debate fue que pusieron un televisor para ver "Donde esta Elisa". Que la nota más baja se produjo cuando sacaron el televisor porque comenzaba el debate.

Opino que todos sin excepción mintieron. Que ninguna de las medidas propuestas puede ser realizada dentro de una sociedad con democracia restringida por una constitución dictatorial, con un sistema binominal que le entrega a la derecha el rol de dique de contención en el congreso y una economía de libre mercado rampante y sin control.

Opino que Arrate era el indicado para decir esta verdad y haber denunciado que las medidas propuestas por sus adversarios como las del, no se pueden realizar a menos que se produzcan cambios estructurales en la sociedad chilena y en ese contexto plantear una nueva constitución. Opino que se debió enfocar en lo que su sector definió como "sentar bases para un proyecto de largo plazo" por lo tanto su rol era educar acerca de una visión diferente más que competir en medidas con sus adversarios.

Opino que no se toco el tema de la crisis medioambiental que enfrenta la humanidad y los cambios profundos y necesarios que el hombre debe realizar para no degradar a niveles primitivos de sobrevivencia envueltos en guerras. El tema del agua no solo debe enfrentarse desde el punto de su renacionalización sino como derecho para la preservación y sobrevivencia de la población. Es decir como una cuestión urgente y no como medida que son debatibles y postergables.

Opino que los debates y sus formatos no están hechos para hablar de Chile y su futuro de manera seria, sino, para lucimiento o caídas de los candidatos. Para hacernos sentir bien, para darnos seguridad que con ellos mi vida y la de mi familia mejorara. Que para eso es necesario que haga mi marca en un papel. Pero no entregan visión a la población en general y los que entienden la visión de algún candidato explicadas en tres palabras es porque ya se las sabían de memoria y son seguidores. ¿ y el resto?

Opino que el formato, para que valga la pena perder el sueño, debiera ser en tandas de cuatro días, de acuerdo al número de candidatos. 15 o 10 minutos de exposición de visión y medidas programáticas, sin interrupción por el resto. Para continuar con 5 minutos para cada uno del resto de los candidatos para aportillarlo y hacerlo bolsa, sin interrupción también. Luego se le otorga 10 minutos al expositor para defenderse (es la estrella ese día así que el tiempo se justifica), sin que nadie lo moleste, para terminar con 20 minutos con un moderador (arbitro) para que interrelacionen y se den duro, es decir crear un gallinero. En cuatro días de una hora, sin comerciales, sabríamos perfectamente que piensa y propone cada uno porque todos escuchamos de manera extendida que se plantea. Cierto, eso es para un país democrático que se interesa por su futuro, aparte que de donde vamos a sacar candidatos que puedan poner frases juntas por 10 minutos.

Opino que Arrate, los otros no me interesan, equivoco su cierre en el debate, que no debió referirse a una pequeña porción de la población llamada izquierda porque nadie sabe donde se encuentra y dejo fuera a la inmensa mayoría que sin reclamarse de izquierda precisa al igual que el resto de cambios profundos. Que no era necesario reafirmarse que es socialista, porque de esos hay harto en el gobierno y no ha significado nada en términos de cambios a la dura realidad. Opino que los agradecimientos y re afirmamientos de lo que es en términos políticos se los debe a los que lo levantaron hasta ese podio, son cuestiones más bien internas, porque en el podio se dirigía a Chile.

Opino que en el escenario había dos continuistas del cambio que nunca llego. Uno que busca la alternancia con la corbata chueca más otro que evoco las promesas hechas en el 89. Solo como referencia, estamos en el 2009.

Por último opino que el cierre de Arrate debió haber sido el que más abajo escribo para haberme sentido representado de alguna manera:

Represento una opción distinta a mis adversarios. No solo porque he presentado medidas diferentes para resolver los grandes problemas de desigualdad en nuestra nación. Represento una visión diferente a las de mis adversarios con respecto a la sociedad que necesitamos. Diferente visión económica. Diferente visión de la igualdad, la justicia social y judicial que rige el país. Sin embargo debo confesarles que bajo esta institucionalidad dictatorial, bajo esta democracia protegida, bajo esta economía y un estado preso de los grandes intereses económicos, ninguna de las medidas prometidas por mí, pero también las tímidas medidas de mis adversarios, pueden en el marco actual de nuestra sociedad llevarse a cabo y producir un cambio para mejor en nuestras vidas colectivas de nación.

Necesitamos una nueva constitución que devuelva el poder a la ciudadanía. Necesitamos un estado verdaderamente democrático. Un sistema electoral donde el 30% de apoyo es 30% de apoyo y no 50%. Un sistema que le permita a la ciudadanía definir futuro, sus caminos de desarrollo y progreso en plena libertad.

La humanidad, no solo Chile se encuentra bajo una crisis ambiental de inmensas proporciones que amenaza nuestra propia sobrevivencia en el planeta. Las aguas dulces y salinas están siendo envenenadas con residuos de industrias que no son controladas, los bosques se están talando indiscriminadamente y produciendo erosión de tierras cultivables y necesarias paras el alimento de la nación. Esta crisis de terrible magnitud que pone en peligro la calidad de vida de nuestros hijos y nietos, su sobrevivencia, ha sido creada y exacerbada por el sistema económico que abrazan mis adversarios. No me crean a mí, lo políticos no gozamos de mucha credibilidad. Pero escuchen y lean a los científicos del mundo que sin ser socialistas o de izquierda nos dicen que esta economía no puede continuar so pena de destruir a corto plazo nuestro hábitat. Chile necesita de una nueva visión, el mundo necesita de una nueva visión. Los invito a construirla.

Con algo así, hasta yo lo aplaudo.

Esa es mi opinión. Ahora me voy a dormir porque mañana tengo que trabajar.

http://desdelacomuna.blogspot.com

alfrepoicom@gmail.com

Luego de 36 años, marchando hacia ninguna parte

Por Omar Cid.

Fuente: www.g80.cl

A las 11:00 horas del domingo 13 de septiembre, se dio inicio a la marcha convocada por la Asamblea Nacional de Derechos Humanos, con el objetivo de conmemorar a las víctimas de la dictadura militar, iniciada el once de septiembre de 1973.

Para las organizaciones de Derechos Humanos, como para los partidos de izquierda convocantes y asistentes, la actividad se da en un contexto donde los consumidores (electores) están cercanos a escoger en diciembre, la oferta menos dañina del mercado presidencial.

Las encuestas de todo tipo, auguran una consistente ventaja del candidato de la alianza conservadora, por sobre cualquiera de las dos cartas de la concertación (Frei o Enríquez) en el esquema antes descrito, las candidaturas de izquierda no pinchan, ni cortan.

Por otro lado, el número de nuevos inscritos según el SERVEL es de 22.000 personas, una cifra ínfima, si se piensa en los tres millones que se encuentran fuera del sistema electoral, como decía mi abuela "más vale diablo conocido que otro por conocer".

Los debates silenciados

Las máquinas partidarias calientan motores, aunque la de Sebastián Piñera y los candidatos de la Santa –Alianza, hace rato que ocupan las calles, los medios de comunicación escritos como televisivos, las encuestas etc… etc. El derroche de recursos en pos de obtener alguno de los cargos públicos, resulta sencillamente vergonzoso, en especial cuando el país tiene una altísima tasa de cesantía, maquillada por los planes de empleo estatales.

El discurso oficial, nos dice que lo peor de la crisis ya pasó; los fondos de AFPs han desatado una campaña millonaria en limpieza de imagen, contratando a verdaderos símbolos de las artes escénicas, para decirnos que la cosa no es tan grave, es más, la recomendación general para la gente es no cambiarse de los fondos A y B que exhiben mayores pérdidas, Manuel Riesco, economista del CENDA y experto en el tema afirmaba en La Nación del 28 de septiembre de 2008 lo siguiente:

"Recomiendan no moverse porque son inversiones de largo plazo que luego se van a recuperar. Agregan que no importa perder ahora porque han venido ganando mucho. ¿Pero para que perder millones si se pueden resguardar en la seguridad del fondo E mientras pasa la tormenta? ¡Es masoquismo puro! Me gustaría preguntar a quiénes hacen esta recomendación adonde tienen sus propios fondos. No me extrañaría que la mayor parte de los directores y ejecutivos de AFP los tuvieran a buen recaudo en el E desde hace un año. Sería lo racional por lo demás. La gente que está a salvo en el Fondo E tiene un saldo más de seis veces el promedio general. Ello porque son personas de más edad, pero asimismo porque son los de mayores ingresos que a la vez son los más informados y se han cambiado a tiempo - hacerlo es una verdadera odisea porque las AFP ponen toda suerte de obstáculos, respuestas grabadas, password y gabelas".

De hecho las gacelas del modelo, que deslizan su teclado en las páginas del diario de Agustín, han reconocido que en el transcurso del año 2008 el fondo A retrocedió en un 40,23% de su renta variable y el fondo E más conservador sólo el 0,93%, sin embargo y a pesar de la evidencia, se buscan todo tipo de excusas para seguir profundizando en las fórmulas neoliberales, la reforma previsional encabezada por la presidenta Bachelet si bien abre una pequeña ventana de solidaridad, deja la torta de los dueños de Chile intacta.

El escándalo de los miles de millones perdidos resulta tan indignante, que la Cámara de Diputados, estableció crear una comisión investigadora para determinar las causas de la pérdida patrimonial de miles de chilenos, según ellos, en sesenta días "los usuarios del sistema sabríamos la verdad de la milanesa" esto se dijo a mediados de marzo del 2009, estamos en plenas fiestas patrias y el silencio, como siempre el silencio…

La marcha continúa… en calle Rosas con Santo Domingo, carabineros de fuerzas especiales -por razones que solamente ellos conocen- intentan cortar la manifestación; siendo resistidos por hombres y mujeres, en el forcejeo son detenidos; Cecilia Olivares, Tania Riquelme, Lissy Torchio Olivares y Leandro Torchio Olivares, quiénes son golpeados groseramente. La dirigente del MPT Cecilia Olivares, sufrió un trauma neurológico producto de la agresión desatada por la fuerza policial, según carabineros, los detenidos merecían estar ahí por desorden público.

La libertad con que actúa la fuerza pública, cuando se trata de reprimir las manifestaciones sociales, ha estado llamando profundamente la atención de diversas organizaciones de derechos humanos, los casos más extremos se viven en las regiones marcadas por el conflicto Mapuche, la muerte del comunero Jaime Mendoza Collío, a manos de un carabinero del GOPE de Santiago; y respaldado completamente en su accionar por el general Cristián Llévenes, llegando al extremo de alterar las pruebas, como consta en un informe entregado por la policía de investigaciones, marca el límite que el gobierno de la presidenta Bachelet, se ha auto-impuesto.

El proyecto de ley que pretende castigar a los convocantes a manifestaciones públicas, por los posibles daños que se puedan ocasionar. La tremenda inversión realizada por los gobiernos de Lagos y Bachelet, para mejorar desde el punto de vista tecnológico el armamento represivo usado contra los manifestantes, el aumento significativo en la dotación de efectivos en la calle, no hacen otra cosa que allanar el camino para la fase final de la instalación de una forma democrática de nuevo tipo, al estilo colombiano, donde la represión y criminalización del movimiento social, sean elementos centrales del nuevo diseño Democrático Pretoriano en marcha.

La noche del 11 de septiembre, en los hechos se vivió un estado de excepción, con 3.000 efectivos de carabineros diseminados en diversos sectores de la capital, desde la mañana se les pudo ver en algunos retenes, con cascos de guerra, luciendo sub-ametralladoras como en los mejores tiempos de la dictadura, acompañados de carros lanza agua y zorrillos.

Los manifestantes se encuentran muy cerca del cementerio… la primera parte de la columna hace su ingreso camino al memorial de los detenidos desaparecidos, desde el cerro continuo, carabineros sin mediar aviso, lanza unas cuantas bombas lacrimógenas, para sorpresa de muchos el espacio solicitado a la intendencia se encuentra rodeado de la fuerza policial, mientras la presidenta de la agrupación de detenidos desaparecidos Lorena Pizarro interviene, carabineros comienza a disolver la manifestación, eran pasada las 13:00 horas y existía una autorización hasta las cuatro de la tarde, pero eso no importó, simplemente se hizo uso de la fuerza con la autorización de la intendencia de Santiago.

2010 año sabático

Los resultados de las elecciones presidenciales en Chile, pueden significar el traspaso de una elite a otra del poder, manteniendo los contrapesos binominales. Ninguna de las variantes cercanas al triunfo significan gran cosa, de Piñera además de las bolsas que reparte en las ferias libres, no se puede esperar casi nada, los trabajadores mantendrán con dificultad lo poco obtenido bajo los gobiernos concertacionistas, seguramente habrá un cierre definitivo de los casos pendientes de derechos humanos e incluso una ley de punto final.

Chile, será un aliado irrestricto de las políticas internacionales de EE.UU. enviará tropas a donde sea, cuestión que ya hace. El empresariado, se sentirá con el derecho suficiente de golpear la mesa las veces que lo estime necesario, porque el Estado y los empresarios serán una sola cosa.

El tema Mapuche será enfrentado con todo el rigor de la ley anti-terrorista, habrá ocupación militar de las comunidades en conflicto, unos cuantos detenidos, otros tantos muertos, o sea lo de siempre, con un poco más de sangre bajo el puente.

Festejaremos los doscientos años de independencia, sin ningún problema, el país se cubrirá de monos de palo, cartón o plástico recorriendo las calles de las principales capitales del país; el teatro, los mimos, las serpentinas y toda la farándula habida y por haber, ocupará los espacios públicos y cotidianos.

Por supuesto, no faltará el bono de verano, otoño, invierno y fiestas patrias, los campamentos serán transformados en una coctelera de casuchas de madera inauguradas por el gobernante de turno y el señor cura.

El chile profundo, estará ensimismado observando a los once gatos de la selección nacional, mojando la camiseta en Sudáfrica.

En resumen, el movimiento social durante el 2010, tendrá su año sabático, a fin de cuentas, van a ser muy pocos los que quieran seguir levantando la voz, hubo la oportunidad de hacerlo en estos dos últimos años del gobierno de la presidenta Bachelet, y los resultados son francamente escuálidos.

En términos políticos el Podemos, perdió dos años en peleas sin ningún sentido, postergando su capacidad de intervención directa en los conflictos sociales, y hoy, salvo una gran sorpresa, asistimos a su entierro.

Sucumbieron ante los juegos personalistas, se perdieron en la maraña de un poder virtual, si llega a salir uno solo de los candidatos de la Alianza entre izquierda y concertación, será el momento de evaluar su significado, pero, la disgregación de listas y candidatos hace que el sueño del doblaje en los principales bandos, sea una tarea casi imposible.

El 11 de septiembre del 2010, en algún lugar de Santiago se cortará la luz, las marchas autorizadas o no, serán reprimidas de la misma manera y quienes emprendemos la caminata nos preguntaremos ¿Hasta cuándo seguiremos marchando hacia ninguna parte?

Omar Cid

lunes, 28 de septiembre de 2009

Ideas que matan

Por Manuel Riesco.

Fuente: www.g80.cl

Athos está combatiendo un cáncer. Su Samurai interno está lidiando con uno al hígado. Tan avanzado que no se le puede operar ni tratar de ninguna manera. El decano de los mosqueteros, cuyo nombre eligió de apodo, era famoso por ahogar sus penas en alcohol. Este Athos, en cambio, no bebe ni fuma, es vegetariano y hasta hace pocas semanas gozaba de una salud envidiable. El cáncer es una enfermedad muy desgraciada. Poco se sabe a ciencia cierta. A lo mejor lo contrajo por el contagio de alguien en el Metro. Resulta más probable, sin embargo, que la causa sean los indecibles padecimientos que ha sufrido durante los últimos años.

Todo por culpa de la crisis. No, Athos no es un empresario en bancarrota. Es un economista importante. Previó la crisis de 1997 en Asia y la del 2000 en el Nasdaq. Predijo entonces la que se haya actualmente en curso. El problema es que después del 2003 nadie le hizo caso. Hoy se sabe que el rebote bursátil iniciado entonces y que duró hasta el 2007, no fue otra cosa que una "euforia del tonto," en el curso descendente de un ciclo largo que dura todavía y probablemente aún no topa fondo. Pero como el rebote se extendió a lo largo de cuatro años, todos creyeron que la crisis mundial que pronosticó el 2000 se había logrado evitar. Hasta que finalmente llegó. Al menos en una fase mucho más severa. Athos piensa que la cosa será todavía peor.

Para Athos fue muy tarde. Por demasiado tiempo todos se rieron de él. Está loco, decían y para confirmarlo lo "desvincularon" - como llaman ahora el despido - del organismo internacional y la universidad donde trabajaba. Él mismo prefirió aislarse y no veía a casi nadie ¿Es ésa la causa más probable de su cáncer?

Hay ideas que matan. No solo las malditas. Aquellas perversas, repugnantes, que medran en lo profundo de nuestra conciencia reptil. Esas que se alimentan de nuestros temores. Que exterminan a miles y a millones cuando se apoderan de los pueblos y los Estados. Esas de vez en cuando atacan a cualquiera. Ningún pueblo está libre de ellas, ninguno. Tienen la recurrencia de los virus más letales. Hay que mantener siempre las defensas en alto.

En ocasiones, sin embargo, pueden también matar las buenas ideas. Aquellas que alumbran a la humanidad el devenir del mundo y el universo. Que remueven lo más noble en ella. Sostienen sus esperanzas y orientan su porfía que todo sea mejor.

A veces, éstas llegan a matar sencillamente porque no queda más remedio. Para defenderse de la agresión, la opresión o la injusticia terrible, por ejemplo. Eso suele pasar, como decía San Agustín. No nos engañemos al respecto. Seguirá ocurriendo de tanto en tanto. Al menos, mientras no se construya un Estado mundial, ilustrado, poderoso y democrático, que imponga la justicia universal por medio de la ley. Hasta entonces, los pueblos siempre deben saber como defenderse y estar dispuestos a ello. Lo mismo que hacen sus opresores, sin ningún complejo. Otras veces, las buenas ideas pueden matar porque encandilan. Se suele intentar imponerlas a la fuerza. Donde todavía no ha llegado su tiempo. A quienes no las desean.

En ocasiones, sin embargo, las buenas ideas pueden matar porque sus limitaciones quedan en evidencia. La realidad suele ponerse descarada. Dar giros caprichosos. Mostrar facetas ocultas. Cuando ello sucede, deja en evidencia la pobreza de las ideas que se tenía acerca de ella. Lo que puede resultar letal para ciertas personas. Como Athos, por ejemplo.

Las buenas ideas son parte de la esencia de la humanidad. Sólo nosotros prefiguramos lo que realizamos. Es lo que distingue incluso al obrero más chambón de la abeja más habilidosa, como decía Marx. Hacen posible el divino milagro de la creación humana.

Esto vale para el ser humano individual y colectivo, que no pueden existir separados el uno del otro. Sin embargo, al igual que en otras materias, existe al respecto una cierta división del trabajo en la sociedad. Las ideas son importantes para cualquier individuo. Para algunos en particular y para el conjunto, son un asunto de vida o muerte.

Para la mayoría, tomados uno a uno, las ideas son un asunto de orden más bien práctico. Conforman la visión del mundo y sus alrededores que resulta indispensable para desenvolverse en la vida cotidiana. El mínimo indispensable. Si la realidad da un giro y lo que hasta entonces se pensaba resultaba equivocado, bueno, se cambia y ya está. No hay drama.

Para otros, las ideas lo son casi todo. En algunos casos, es poco más lo que saben hacer. Constituyen su oficio, por así decirlo. Son lo que se llama intelectuales. Sin embargo, las universidades y centros de investigación están llenos de personas que si bien se dedican a ellas a tiempo completo, en verdad las ideas les importan un rábano. Hacen de este oficio una rutina. Si las ideas cambian ellos siguen la corriente y ya está. No hay drama tampoco. Bajo circunstancias muy desgraciadas, en el país del gran Hegel, tales "intelectuales" fueron capaces de quemar libros en los patios de las universidades. No fueron milicos combatiendo al enemigo interno, como en Chile. Allá lo hicieron ellos mismos.

Con los políticos pasa más o menos lo mismo. Es un oficio que se basa en la palabra. En ideas que remueven pasiones de masas. Que justifican y motivan acciones colectivas. Sin embargo, el oficio está asimismo lleno de personas a las cuales las ideas les importan un pepino. Están siempre dispuestos a adecuarlas o cambiarlas. Según la conveniencia del momento. De acuerdo al "rating" y las encuestas. Siguiendo la moda y la estación. Sólo les importan en cuanto saben que constituyen el sustento esencial del poder.

Al revés, existen individuos para los cuales las ideas resultan vitales. En cada lugar, en cada familia, en cada comunidad. Sin importar el oficio o condición social. También entre la gente más sencilla. Entre quienes trabajan con sus manos. Desde la antigüedad más remota y primitiva. Son ellos quienes las producen de verdad. Sacan consecuencias de las ideas que profesan. Organizan su vida en acuerdo con ellas.

No las cambian a cada rato. Solo lo hacen cuando la realidad les demuestra fehacientemente que están equivocadas. No son personas para todos los tiempos. Incluso, muchas veces no llegan nunca a vivir el suyo propio. Tales individuos son indispensables. Juegan un rol de liderazgo profundo y duradero. Cada uno en su nivel. Cuando toca su tiempo.

Como le puede pasar a cualquiera, algunos pensadores también enloquecen, a veces. Se enamoran de sus ideas. Se fanatizan. Hacen cualquier cosa por ellas. Son capaces de llegar hasta los peores extremos. A falta de reconocimiento general, crean sectas de seguidores ciegos. Se vuelven peligrosos. Sin embargo, ellos constituyen una deformidad. No son el caso general.

Al revés, las auténticas personas de ideas son capaces de repensar todo una y otra vez. Siempre se están preguntando acerca de lo que piensan. Guardan una prudente distancia de sus propias convicciones. Usualmente se ríen bastante de ellas. Saben por experiencia que no son más que aproximaciones sucesivas a la realidad. Mientras más estudian, más comprenden que es menos lo que saben. En este sentido, poseen una saludable humildad intelectual.

Sin embargo, cuando sus ideas resultan equivocadas o parecen estarlo, a los pensadores de verdad les pasa lo mismo que a Athos: se deprimen. Sufren lo indecible mientras no encuentran las nuevas respuestas, o se demuestra que las anteriores estaban en lo cierto. Pocos, en verdad, tienen la suerte de ver como la realidad demuestra que tenían razón. A muchos sólo se les reconoce después de muertos.

En el arte, un terreno muy cercano al de las ideas, pasa algo parecido. El mismísimo Bach no fue reconocido sino después de muerto. Incluso Alemania supo de él gracias a Menhelssohn. Con Marx pasó algo parecido. Más todavía: es posible que recién ahora se empiece a valorarlo por lo que fue realmente su pensamiento.

En cierto modo, a la humanidad toda le ha pasado lo mismo que a Athos, muy recientemente. Durante el siglo 20, todos vivimos convencidos que estaba naciendo la sociedad que vendría a suceder al capitalismo. Para mejor, hacia el futuro. Es lo que pensaban todo el mundo, incluidos los más fervientes partidarios de mantener el capitalismo para siempre jamás. De súbito, en 1989 el mundo dio un giro inesperado. Todo aquello se vino abajo y de sus ruinas ¡emergió un pujante capitalismo!

Sin embargo, mientras esta nueva idea no se generalizó, la humanidad cayó en cierto modo en una depresión colectiva. Cundió la desesperanza. Se perdió la fe en las ideas. La irracionalidad se llegó a proponer como un ideario. Afloraron todo tipo de mercachifles ofreciendo las más desabridas mezcolanzas ideológicas. La gente los seguía extasiadas. Sin embargo, tales "respuestas" no fueron sino ansiolíticos de talla menor.

Los verdaderos ganadores a río revuelto en esta era obscura fueron los banqueros. Por entonces todopoderosos, lograron imponer a todo el mundo su forma distorsionada de ver las cosas. Se valieron para ello de unos profesores extremistas, anarquistas burgueses que yacían muertos en vida desde que sus ideas atrabiliarias condujeron a la catástrofe de los años 1930. Les abrieron el cajón, los desempolvaron un poco y los elevaron a la respetabilidad de las cátedras y el poder de los bancos centrales. Mientras tanto los banqueros se hincharon la bolsa hasta que reventó. Finalmente, la crisis ha derrumbado todo aquello. Sin embargo, no antes de que los propios banqueros se dieran cuenta que en el nuevo mundo el balance de poder se iba a inclinar al lado opuesto del mundo. Al menos eso hay que reconocerles.

Tuvieron que pasar años antes que se encontrase una explicación racional del extraordinario fenómeno de 1989. Que fuera coherente con la forma de pensar ilustrada. A final, resultó bien sencilla. Lo que parecía un estadio superior al capitalismo no fue sino un peldaño previo al mismo. Una forma más, quizás la más avanzada, de un fenómeno que se evidenció en muchos países que atravesaban por el mismo trance más o menos al mismo tiempo. No por ello menos necesario. Notablemente progresista respecto de lo que dejó atrás. Ciertamente exitoso en esta función más modesta.

Sin embargo, este parto intelectual sólo se produjo tras sufrimientos indecibles. Han dejado su huella. Se aprecian a simple vista. Especialmente en aquellos que se propusieron la tarea de encontrar ideas que fueran capaces de restablecer la esperanza colectiva. Para reanudar la creación colectiva.

Honor a ti, querido Athos. En la tierra noble de las ideas, eres un héroe de verdad.

Manuel Riesco

domingo, 27 de septiembre de 2009

Este miércoles 30 de septiembre serán formalizados los radialistas de radio UV 15 de Valparaíso


 


 


 

En el Tribunal de Garantía de Valparaíso se realizará la audiencia de formalización de cargos en contra de Alejandro Iribarren, Paul Araya y Eric Araya, miembros de radio UV 15 de cerro Las Cañas, quienes son requeridos por el delito de "interceptación de telecomunicaciones" tras una querella presentada por el director de la Asociación de

Radiodifusores de Chile (ARCHI) Luis Pardo Sáinz.

La querella afecta a los compañeros miembros de esta emisora que durante 11 años ha operado en ese popular sector del puerto con un fuerte reconocimiento y respaldo de su comunidad.


 

Esta es otra más de una serie de operaciones de persecución y amedrentamiento que han venido enfrentando distintos medios comunitarios del país en el curso de los últimos meses.

La situación de radio UV 15 fue conocida luego del allanamiento que realizó a la emisora la Policía de Investigaciones el pasado 30 de julio como parte de la querella presentada, ocasión en la que le fueron requisados todos sus equipos, y que afectó también a Radio 2000 de Montedónico en Playa Ancha quienes también fueron allanados y requisados, y a un operativo similar realizado el mismo día en Radio Placeres.

Similar querella afecta a Fidel Galaz, director de radio Sin Voz de La Reina en Santiago, quien en una situación que sin duda hará historia decidió no aceptar la salida alternativa ofrecida por el tribunal y que significaba en la práctica el cese temporal del proceso, decidiendo ejercer sus derechos y continuar la investigación y juicio en su contra, arriesgando las sanciones penales que contempla la ley.


 


 

En el Senado chileno –y tras su aprobación en la Cámara de Diputados- se discute actualmente la ley que crea los servicios de radiodifusión comunitaria y ciudadana, regulando la obtención de concesiones y una serie de otros aspectos jurídicos y técnicos, ley que sin embargo sigue manteniendo el porcentaje más amplio del dial para los consorcios radiales comerciales, dejando apenas un porcentaje cercano al 6% para los proyectos de la sociedad civil.

Dicha legislación no sólo contraviene la mayoría de los estándares y experiencias internacionales en el ámbito de la democratización del espectro radioeléctrico, sino también contribuye a perpetuar el escandaloso estado de concentración de los medios de comunicación en Chile.


 

Al mismo tiempo, el gobierno y su aparataje se esmeran en dar los últimos golpes a quienes ejercen el justo y legítimo derecho a informar y comunicarse, sea dentro o fuera de los estrechos márgenes legales que otorga el sistema, dejando clara la falta de garantías del Estado chileno para el ejercicio de estos derechos humanos y ciudadanos fundamentales.


 

Llamamos a todas las personas, organizaciones sociales, políticas y ciudadanas a hacer circular esta información que seguramente no formará parte de las pautas noticiosas de los medios, como también a mantenerse atentas y atentos al proceso de formalización de los compañeros radialistas de Valparaíso.


 


 


 

LA COMUNICACIÓN ES UN DERECHO HUMANO


 


 


 

Agradecemos colaborar en su difusión


 


 


 

EQUIPO

LaRadioneta

Valparaíso

www.laradioneta.cl

jueves, 24 de septiembre de 2009

HECTOR VEGA: DECLARACIÓN PÚBLICA


 

Fuente: Fortín Mapocho.

El montaje del dinero terminó por imponerse en la carrera por la inscripción presidencial. Gastos que superan los 500 millones de pesos en la recolección de firmas, giras y propaganda nos dejaron fuera de toda posibilidad de competir. Esto es por ahora. Los otros, aquellos que buscaron un techo político legalmente inscrito, prosiguieron en una carrera sin destino al precio de ofertas políticas fracasadas en estos últimos 20 años de unidad Concertación/Alianza.

Cuatro sucesivos gobiernos de la Concertación han dado al traste con las esperanzas democratizadoras de todos aquellos que plebiscitaron en 1988 la vuelta a la democracia. La aplicación del modelo neoliberal por la Concertación es el balance de una política agotada. Quien fija la agenda son los grupos económicos, no el gobierno, el cual, en su desconcierto, no logra entender por qué el pueblo considera con absoluta reserva, si no, con desconfianza, el optimismo de los anuncios oficiales. Consciente de las carencias y en un balance de 20 años de negocios donde el aparato del Estado se ha transformado en medio eficaz para generar fortunas y poder para grupos privilegiados, el gobierno ha encontrado la veta de los subsidios y últimamente el festival de inauguraciones: pan y circo para un pueblo tradicionalmente engañado.

Los programas de los candidatos presidenciales se han transformado en menús de toda clase de propuestas, producto de las cuatro elecciones presidenciales desde 1989 a la fecha, propuestas abandonadas, al día siguiente de la elección por los sucesivos gobiernos de la Concertación. Los candidatos y sus comandos saben positivamente que no cuentan con los quórum parlamentarios para realizar dichas medidas y que éstas podrán realizarse sólo cuando se logren las grandes propuestas que la clase política de la Concertación y la Alianza ha ignorado en estos últimos veinte años. Dentro de la actual institucionalidad constitucional y apelando a la memoria republicana no queda otra alternativa que el recurso a la consulta plebiscitaria para todas aquellas iniciativas que permitan el ejercicio democrático del poder.

¿Cuales son esas propuestas?

• Convocatoria a una Asamblea Constituyente. No basta mencionarla puesto que de la nula aceptación que tuvo en un principio cuando la propusimos hoy todos los candidatos la vocean. Es, por decir lo menos, sospechosa esta repentina adhesión. Por eso lo que interesa a la ciudadanía es saber lo que propondremos en dicha Asamblea Constituyente. Desde ya, no la vemos como una reunión de expertos constitucionalistas sino como una reunión de todos los estamentos sociales de la sociedad. Su primer principio es la consagración de un gobierno democrático y semi representativo por cuanto la ciudadanía, junto con su participación en elecciones periódicas participará además mediante el Plebiscito, la Iniciativa Popular de Leyes y el Referéndum Revocatorio de las autoridades. Las elecciones parlamentarias se regirán por el sistema proporcional. Regirá el Plebiscito para los efectos de Reforma Constitucional, sin embargo la modificación de las leyes que regulan los principios constitucionales exigirán quórum y mayoría simple. De esta manera incorporaremos a la política a la enorme masa de chilenos hoy indiferente o neutral. Así el slogan del gobierno, "yo tengo poder. Yo voto", dejará de ser una mera consigna y tendrá sentido y contenido.

• Renacionalización del cobre, bien público de propiedad de la Nación. Se trata de una tarea fundamental: la consagración de los principios de administración de los bienes públicos –agua, yacimientos mineros, energía, infraestructura, tierras públicas, mar territorial, semillas– todos los cuales son de manera irrenunciable e imprescriptible propiedad de la Nación. El agua y las semillas constituyen la base esencial de la vida y el patrimonio genético. Pero también lo es la preservación del medioambiente que el sistema económico social neoliberal no sólo no respeta sino que destruye. Su uso será regido por leyes reglamentarias de trámite ordinario. Leyes simples consagrarán los delitos de contaminación del medio ambiente con énfasis particular para las zonas cordilleranas y patagónicas.

• El Estado recobrará su rol central en la actividad económica. Mediante su actividad el Estado consagrará una economía social donde se garantizará el derecho de los ciudadanos al empleo, a una vivienda digna, así como a regímenes de pensiones dignas, educación y salud públicas. El salario mínimo mensual se regirá por un mecanismo permanente y consensuado que determine un ingreso mínimo que permita al trabajador superar el umbral de la pobreza. El IVA será escalonado según la naturaleza del producto que se comercializa: 5% para los alimentos de la población; 35% para artículos de consumo suntuario; 15% para todos los productos no considerados en las dos categorías anteriores. La evasión tributaria, así como el delito de información privilegiada será drásticamente penalizada por la legislación tributaria. Se perseguirán los casos de colusión de organizaciones ilegales -carteles- otorgando atribuciones eficaces a la Fiscalía Nacional Económica y se reordenará el sistema financiero en crisis.

• Reinserción de Chile en el contexto de las naciones latinoamericanas. Confundir las relaciones internacionales con la firma de tratados de comercio en un mundo manejado por las transnacionales y las relaciones financieras especulativas es caer sin defensas en el vórtice de la crisis que hoy vive el mundo. Ha llegado el momento de plantear una diplomacia latinoamericanista cuyo punto central es la integración como la vieron los Padres Fundadores de las Repúblicas Latinoamericanas. No deben existir puntos excluidos en nuestra política exterior. Deberán por ello crearse ventajas cooperativas entre las naciones que permitan, compensar las asimetrías existentes entre los países del hemisferio; crear fondos compensatorios para corregir las disparidades y que permitan la integración latinoamericana y espacios de alianzas sociales y culturales.

Todos aquellos candidatos a parlamentarios que sostendrán los principios fundamentales que han alentado nuestra lucha política en estos años contarán con nuestro apoyo irrestricto. Así como estoy seguro de mis compañeros de ruta del MSPS. En la segunda vuelta el compromiso con estos principios decidirá la elección de quien se comprom℮ta -sin engaños ni ambigüedades- respetarlos frente al pueblo.

Héctor Vega
Secretario General
Movimiento de Saneamiento Político y Social



Santiago, 15 de septiembre de 2009

martes, 22 de septiembre de 2009

Chile al desnudo: Historiador Gabriel Salazar derriba mitos nacionales

escrito por Alejandro Lavquén   

Reproducido del Clarin.


Publicada en revista Punto Final Nº 694 (Septiembre 17. 2009)

martes, 22 de septiembre de 2009

Gabriel Salazar, Premio Nacional de Historia 2006, nos presenta Mercaderes, empresarios y capitalistas (Chile, siglo XIX) de Editorial Sudamericana. Un libro que cuestiona el orden portaliano desde su origen. Salazar aborda el tema desde una perspectiva económica para desmitificar una parte de nuestra historia y sus consecuencias posteriores.

A través de sus páginas podemos darnos cuenta de porqué, cuando nos acercamos a las celebraciones del Bicentenario, no son muchas las cosas que han cambiado en nuestro país en cuanto a los abusos y la usura, lo que además tiene que ver con los orígenes de nuestra República.

Gabriel Salazar actualmente es profesor titular en el departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile y entre sus obras destacan: Labradores, peones y proletarios (1985); Violencia política popular en las grandes alamedas (1990); Los pobres, los intelectuales y el poder (1995); Historia contemporánea de Chile (1999, con Julio Pinto V.); Historia de la acumulación capitalista de Chile (2002); Construcción de Estado en Chile, 1800- 1837 (2006) y Ser niño huacho en la historia de Chile (2007). Sobre su libro y otros temas conversó con Punto Final.
 
¿Por qué comenzar su libro con la historia, un tanto novelada, de un mercader, Juan Antonio Fresno?
            Más que nada porque con los documentos que encontré pude hacer la historia de un gran mercader desde su intimidad. Cómo llegó a Chile, de dónde venía, con quién se casó, cómo construyó su fortuna. Pude demostrar al mismo tiempo las relaciones que se dieron en esa clase social en torno a él y los problemas que tuvo para designar a la persona que lo reemplazaría en la conducción de sus negocios, pues sus hijos no reunían las condiciones. La idea era mostrar a los capitalistas desde su interior. Mostrar a esta clase social también por dentro, desde sus relaciones humanas, conocer sus problemas, sus miedos.  
 
¿Tiene que ver también con una nueva manera de escribir la historia?
            Desde luego, es una manera de hacer historia económica, pero no tan preocupado del modelo, las estadísticas, la estructura, sino que desde la perspectiva del ser humano. Porque los mercaderes y capitalistas también son seres humanos. Trato de mostrar cuál era su lógica empresarial. Si explotaban porqué lo hacían, cuáles eran las razones, cómo lo hicieron. Me interesaba mostrar esa parte de la clase patronal.
 
¿Cómo ha evolucionado la clase que usted analiza?
            Aquí el concepto amplio es empresario, el que inicia una operación tendiente a movilizar los factores productivos, el capital, para acumular más dinero. El mercader es un tipo de empresario en el sentido que su lógica acumulativa no es producir sino que comprar barato lo que ya está producido para venderlo caro. Es un intermediario que no desarrolla las fuerzas productivas, como decía Carlos Marx. Y como compra barato castiga al productor. En el fondo es un gran explotador de otros empresarios productores. El empresario es un concepto más amplio, el mercader uno más específico, y el capitalista tiende a ser definido como aquel que gana dinero a partir del dinero. En el fondo es un banquero, un financista que utiliza la usura, el crédito. Hoy el crédito impera.   
 
Usted habla de la "construcción dictatorial" del orden portaliano realizada por los mercaderes ¿Por qué construcción dictatorial?
            De hecho el Estado que se construyó después de 1830 y fue constitucionalizado en 1833 fue producto de un golpe militar asestado contra un grupo social y político que era mayoría en ese momento, que eran los liberales. Entonces un golpe que se da contra esa mayoría y con extraordinaria crueldad, no desemboca en otra cosa que en una dictadura. La batalla de Lircay fue sangrienta, a los militares que cayeron prisioneros los asesinaron a hachazos, como fue el caso del coronel Tupper. Y estando ya Portales en el gobierno como ministro, realizó una represión brutal, con fusilamientos, exoneraciones, relegaciones y exilio. Además descabezó al ejército, cuya oficialidad, en la gran mayoría había luchado en la guerra de Independencia y eran liberales. Dio de baja a más de doscientos oficiales sin sueldo ni pensión. También inició una represión contra los sectores populares. O sea, fue una dictadura de punta a cabo.
 
¿Encuentran resistencia quienes fundan el orden portaliano?
            Sí la encuentran. Recordemos que el golpe de Estado fue contra la mayoría y el ejército que comandaban José Joaquín Prieto y Manuel Bulnes fue un ejército mercenario que se reclutó entre los inquilinos de varios dueños de fundo más algunas tropas que Manuel Bulnes trajo de la frontera donde combatían a los mapuches. El financiamiento lo aportó Diego Portales y sus amigos mercaderes. Este ejército mercenario derrotó al ejército constitucional patriota que comandaba Ramón Freire. Después de la batalla de Lircay y de la represión brutal siguieron encontrando oposición. Hubo cerca de siete motines militares y civiles entre 1830 y 1837. El último de ellos fue el que liquidó a Portales. Recordemos después la oposición de la Sociedad de la Igualdad. En 1851 guerra civil, en 1859 guerra civil nuevamente. El Estado portaliano encontró una oposición terrible, no sólo civil sino militar. Ha sido el régimen político que tuvo que enfrentar más insurrecciones armadas.    
 
 
EL CAPITAL EXTRANJERO
 
Usted plantea que en diferentes épocas el orden portaliano colapsa, pero ha sido salvado por políticos y militares ¿Estamos condenados al renacer cíclico de ese orden?
            El Estado que construyó Portales fue por medio de la violencia y permaneció hasta 1925. No fue alterado. Lo que ocurre es que en su aspecto económico, que es lo que examino en este libro, el régimen portaliano comenzó a experimentar crisis muy complicadas desde 1860, y cada vez más profundas. Experimentó crisis importantes en el año 60, 73, 78, hasta la gran crisis de 1908-1910. El orden portaliano hizo agua, se derrumbó por el lado económico y sino pasó a mayores, como se cuenta en el libro, es porque el capital extranjero que se instaló en Chile en la práctica se convirtió en la burguesía capitalista del país. Son los extranjeros quienes mantienen el desarrollo del país hasta comienzos del siglo XX. La crisis la experimentó principalmente la oligarquía portaliana de la época, que no le queda más remedio que echar mano a los recursos del Estado, por eso dan el golpe contra Balmaceda, pues querían seguir profitando de los recursos estatales. Luego, durante el régimen parlamentario, continúan haciendo lo mismo. Hacia 1920 los movimientos sociales se rebelan contra este régimen e intentan erradicarlo y levantar otro Estado. Pero Alessandri se las arregla para establecer el Estado de 1925, que en el fondo es el mismo de 1933 con algunos cambios cosméticos.           
 
A pesar de que la oligarquía mercantil es la que construye el Estado a su amaño ¿Por qué permite la entrada de capitales extranjeros que se llevan la tajada mayor? Eso sucede hasta el día de hoy.
            El capital extranjero comienza a llegar con Bernardo O'Higgins y poco a poco va tomando el control de la economía del país. Sobre todo después de 1860. Ese capital extranjero inclusive inició un proceso de industrialización del país, lo que logró desarrollar en gran escala. La industria chilena de 1900, 1906, 1907, fue mucho más importante que la industria de 1940 y desde luego muchísimo más que la de hoy en día. Todo gracias a que los extranjeros se movilizaban para instalar en el país sus industrias y desarrollarlas, y si no llegaron a industrializarse más fue porque el Estado controlado por la vieja oligarquía mercantil no protegió la industria, al contrario, la desprotegió, porque creó pactos de libre comercio, al igual que sucede hoy, con las potencias de la época, y por eso que aquella oligarquía liberal, que era mercantil, hizo colapsar la industrialización creada por los extranjeros, que hizo crisis alrededor de 1920.   
 
 
NACE EL ROTO CHILENO
 
¿En qué aspectos ha variado la condición del trabajador chileno? 
            En el siglo XIX, cuando predominó la oligarquía mercantil, antes del desarrollo de la industria por parte de los extranjeros, dominaron en Chile la hacienda y el habilitador minero, que era un especulador de la minería. No era un minero. Hay un tremendo error, incluso entre historiadores de izquierda que, por ejemplo, consideran a José Santos Ossa como minero, o a Francisco Puelma, cuando en estricto rigor eran comerciantes que le compraban a los pirquineros. Eran mercaderes, comerciantes del producto que sacaban los verdaderos mineros. Así se enriquecieron. En el siglo XIX predominaron en Chile los hacendados que explotaban el trabajo de los inquilinos y los peones, y los habilitadores mineros que explotaban el trabajo de los pirquineros y del peonaje minero.
            El inquilino no podía irse de la hacienda porque tenía familia, pero sus hijos sí, y éstos comienzan a vagabundear por el país y constituyen el "roto chileno". Es decir, el trabajador típico del siglo XIX es el peón. Es un trabajador temporero. Pero cuando se inicia la industrialización, a fines del XIX, aparece la clase obrera. Por eso hacia 1870-1880 la clase obrera hace huelgas para apoyar la industrialización, porque ellos querían que Chile se industrializara, ya que el patrón industrial les pagaba salario en efectivo, mientras que el habilitador minero le pagaba al peón en fichas, lo mismo que el hacendado. O sea, en un principio, protegieron a los patrones para que el Estado protegiera la industria ¿Pero qué pasó? Estalló la inflación, los salarios bajaron y la clase obrera se vuelve contra los patrones industriales.
 
 
ESCLAVOS DE LA TARJETA DE CRÉDITO
 
Entonces, tenemos en el XIX al peonaje temporero y luego a la clase obrera, que era muy pequeña porque la industria nunca la desarrollaron gran escala. La clase obrera crece entre 1938 y 1973, cuando el Estado se preocupa de desarrollar la industria. Pero cuando Pinochet llega al gobierno de nuevo favorece al capitalismo comercial, por eso hoy estamos llenos de mall y las fábricas han desaparecido. No existe ninguna de las grandes industrias que había en los años que precedieron al golpe de 1973. Hoy tenemos una gran masa de trabajadores, precaristas, que como se les llama, o temporeros, que es muy parecido al peón del siglo XIX. Sólo que le pagan un salario un poco mejor. Y la zanahoria que le pusieron son las tarjetas de crédito. Las casas comerciales han entregado en Chile 22 millones de tarjetas de crédito. Agrégale unos 6 millones de tarjetas bancarias, que entregan los bancos. Es decir, si descontamos a los menores de dieciocho años, tenemos mucho más de una tarjeta de crédito por habitante. La usura es brutal. El trabajador chileno es explotado de dos maneras: en su trabajo por que le pagan un salario de hambre, y una vez que le pagan lo explotan a través del mercado vendiéndole a crédito todo, y más encima cobrándole por la educación y salud, cosa que antes no ocurría, por eso hoy día la explotación es mucho mayor que antes, que en la otra democracia. Con la diferencia que no se nota porque la gente consume a crédito y cree que nos es pobre.
 
La Iglesia siempre ha influido en la sociedad ¿Cómo se manejan sus relaciones con el Estado portaliano?
            El Estado portaliano fue un estado mercantil. Los mercaderes estaban preocupados fundamentalmente de abrir las puertas al mercado mundial, de relacionarse con todos al igual que hoy. En una relación de libre comercio. En segundo lugar se preocupaban de expandir las fronteras del país. Promovieron la guerra contra Perú y Bolivia, a los que le quitaron un par de provincias. No nos atrevimos con Argentina, y ellos nos quitaron un par de provincias. El Estado portaliano nunca se preocupó de la política interna, del desarrollo de la producción y de los problemas sociales. Se deshizo de esos problemas por dos caminos. El problema laboral lo mandó a los municipios, que como no tenían dinero no resolvieron nada. Y el problema social de la pobreza y la miseria se lo pasaron a la Iglesia. La política social no la hizo el Estado la hizo la Iglesia a través de la caridad. Fue la Iglesia la que construyó hospitales y escuelas. La Iglesia fue el ministerio social del Estado portaliano, pero basada esencialmente en la caridad, que los ricos pasaran dinero. Pero como los ricos entraron en crisis por la crisis económica del Estado portaliano, comenzaron a entregar menos aportes y la Iglesia se encontró con falta de recursos. En 1914 le enviaron una carta al ministro de hacienda diciéndole que " la Iglesia ya no puede contra la pobreza. Tiempo atrás pensamos que la caridad obra milagros, hoy sabemos que no. Es momento que el Estado llegue a hacerse cargo de la pobreza". El ministro respondió: "No hay dinero. Haga Usted lo que pueda". Fue por eso que los movimientos sociales se rebelaron y exigieron a Alessandri que se hiciera cargo del problema social. Alessandri sólo sacó unas leyes rascas y nada más. No solucionó nada. Es recién el Frente Popular quien comenzará a hacerse cargo del problema social.   
 
Llama la atención que la familia Edwards merece un capítulo en su libro ¿Cuál es la razón?
            En ese capítulo estudiamos las familias de mercaderes, no sólo los Edwards. Estudiamos una docena, más o menos, de familias que se enriquecieron a través del comercio y que fueron influyentes. Lo que pasa es que la familia Edwards fue la más importante, por eso estudiamos su trayectoria, no tanto por hacer la biografía de uno de los Edwards sino para estudiar esa familia como empresa, como un conjunto de empresas. Le seguimos la pista hasta 1930 aproximadamente. La fortuna la forma el segundo Edwards, que era un gringo nato, Jorge Edwards. Su hijo A. Edwards Ossandón es el que forma el imperio, él era un especulador minero y con la fortuna que hizo le permitió formar un banco. Fue tan grande su fortuna que la tercera generación ya no son empresarios, se dedican a la política. Las últimas generaciones giran en torno a El Mercurio, con bastante influencia social, incluso como para promover golpes de Estado tal cual lo hicieron contra Allende en 1973. 
 
 
UN EJÉRCITO MASACRADOR
 
Nos acercamos al Bicentenario y el ministro de defensa ha afirmado que la parada militar de este año dará inició a las celebraciones ¿Qué opinión le merece esto?
¿Tiene relación el orden portaliano con el discurso que alaba permanentemente "la tradición democrática de nuestras fuerzas armadas"?

            El Estado portaliano controlado por los mercaderes fue siempre sustentado por una minoría social que si hubiese habido elecciones democráticas libres las habrían perdido todas. Por esa razón Portales se dio cuenta que no podrían gobernar si el régimen fuera democrático. Entonces necesitaba un ejército, y como no lo tenía porque el ejército de entonces era liberal, armó uno mercenario, que fue el que triunfó en Lircay. De ahí en adelante el Estado portaliano necesitó del ejército para poder sostenerse, por eso fue autoritario y represivo. Hay que contar la historia del ejército chileno tal como es. Desde que asesinaron a Manuel Rodríguez en 1818 y hasta 1973 el ejército intervino violentamente, masacrando a muchos o a pocos, en veintitrés oportunidades. En toda Latinoamérica es un caso único. No existe otro país donde el ejército haya violentado a su propio pueblo en veintitrés ocasiones. Todas las intervenciones fueron siempre en la misma dirección, para proteger el Estado mercantil, para proteger las distintas versiones del Estado portaliano y reprimir a sus opositores. Ese Estado, en sus diferentes versiones, no sería nada sin el ejército, por eso ha construido el mito del ejército chileno. Este ejército le ha servido para reprimir a los rotos, para ganar unas provincias a Perú y Bolivia. Si tú te fijas, antes Estado e Iglesia estaban unidos, hoy la verdadera relación es entre el Estado y el ejército. Es el ejército el que ha permitido dictar las Constituciones en Chile, la de 1833, 1925 y 1980. El ejército es el verdadero dueño del Estado en este país. Ese es un hecho real, y la oligarquía, que es minoría, necesita de él. Por eso no me extraña que todo el tiempo estén promoviendo el mito del ejército chileno y lo glorifiquen. Deberían hacer un juicio al ejército, pues sólo están juzgando a un milico suelto tras otro milico suelto, pero lo que está enfermo es el ejército como institución. Habría que hacer un juicio ciudadano contra un ejército que ha masacrado a su pueblo a través de la historia. Es tiempo que saneemos eso. Y claro, decir que el Bicentenario parte con las glorias del ejército es simplemente el reforzamiento del mito de los que han sido unos verdaderos criminales en este país.   
 
Las fiestas patrias siempre han tenido un carácter patriotero, que resalta las cualidades del chilenismo ¿Existe ese tal chilenismo, o es un mito impuesto e utilizado por la oligarquía?
            Esa es la paradoja, en Chile se celebran las Fiestas Patrias el 18 de septiembre, donde se hacen las ramadas para celebrar al roto chileno, que se supone es el que baila cueca y se emborracha en las ramadas. Y el día 19 se celebra al ejército, que la historia demuestra que ha estado masacrando a los rotos chilenos durante dos siglos. Es muy paradojal que el 18 celebremos a los vencidos y el 19 a los vencedores. O el 18 a las víctimas y el 19 a los victimarios. Lo encuentro absolutamente increíble. Lo que ha pasado es que como el Estado se la juega por el libre mercado y está comprometido con el mercado mundial pero no con el pueblo, necesita crear mitos nacionales para poder legitimarse. Entonces, qué hace. Ha tomado la cultura popular y la ha convertido en mito nacional. La nación es un mito más. La nación no existe, lo que existe son los grupos sociales concretos y ahí las masas populares son mayoría, los demás son minorías, dejémonos de cuentos.
 
 
LA IZQUIERDA INSTITUCIONAL
 
¿Qué pasa con la reconciliación, con los derechos humanos?
              Es una vieja historia en Chile. Porque el Estado, construido tres veces en base a violentos golpes militares y siempre en pro de la oligarquía, derrotando los proyectos sociales del pueblo mediante masacres, es ilegítimo. No se pueden construir Estados contra la mayoría, entonces ¿Cuál es el problema de un Estado ilegítimo? Que tiene que legitimarse a cómo dé lugar utilizando distintos mecanismos ¿Qué hizo Pinochet cuando era un dictador brutal? Dictó una Constitución. En seguida ¿qué necesitaba para legitimarse el Estado que dejó Pinochet con la Constitución del '80? Que los políticos civiles demócratas administraran ese Estado. Cuándo la Concertación comienza a administrar la Constitución del '80 la legitima, y de paso legitima la dictadura de Pinochet. Pero ¿qué necesita además? Necesita sacar un discurso teórico que diga que todo es magnífico y dicen: ya, con este Estado nos estamos globalizando, nos estamos modernizando. Después sacan políticas sociales, bonos para los pobres. Todo para legitimar lo ilegitimo.
            Dentro de todo esto se construye la fiesta del Bicentenario y sacan la monserga de la reconciliación: somos todos chilenos, reconciliémonos, olvidemos el pasado que nos divide. Claro, porque si olvidamos el pasado el Estado ilegitimo queda más legitimado que nunca. De ahí que sectores populares y agrupaciones sociales y de derechos humanos luchen contra el olvido y contra cualquier ley que pretenda impunidad. Cuando un Estado es ilegítimo, es legítima la desobediencia, es legítima la rebelión.    
 
¿Y qué pasa con la Izquierda , qué papel juega en todo esto?
            Cuando se construyó el Estado el movimiento social fue excluido, y como no fue el Estado que quería el pueblo se inicia la protesta. Luego, algunos de estos movimientos se convierten en partidos políticos. Al principio lo liberales pelearon desde la calle, pero cuando presentaron candidatos se meten dentro del Estado y se vuelven oligarquía liberal. Después los radicales hacen lo mismo, también el partido democrático. Cada rebelión popular ha producido un partido, que con el tiempo entra al Estado, se oligarquiza y queda todo igual. Jamás se reforma el Estado. En el caso del partido democrático se corrompió por todos lados, por algo Recabarren renunció. Después el Partido Socialista y el Partido Comunista entraron al Estado que Alessandri creó contra el pueblo en 1925. Intentan hacer la revolución desde el interior de un Estado que es contrario a la revolución, por eso que Allende finalmente termina suicidándose, porque estaba metido en una jaula que no era la suya.
Qué presenciamos hoy: el PS está dentro de la oligarquía y es neoliberal, el PPD es neoliberal y el PC que estaba afuera quiere meterse adentro también, por eso lo llaman la cola de la Concertación. Están todos dentro del Estado. Yo creo que no hay Izquierda. Y la que podría ser, la extraparlamentaria, está jugando a las elecciones, qué terrible, jugando a tener presidente y parlamentarios en el Estado ilegítimo que construyó Pinochet. La tarea es construir otra Izquierda, pero no dentro del Estado sino fuera de él. Y con el pueblo como soberano. De una vez por todas hay que cortar ese hilo de reproducir el Estado portaliano.
 
Finalmente ¿Cómo percibe la situación política en Latinoamérica?
            En América Latina hay dos procesos muy interesantes que están en marcha. Uno es la movilización de los pueblos para ejercer soberanía por sí mismos. Tiempo atrás el pueblo venezolano se movió en ese sentido. También los indígenas ecuatorianos y sectores populares en Brasil se han movilizado. En Argentina los piqueteros y otros sectores asociados van por ese sendero. Hay un gran movimiento de los pueblos tendiente a desarrollar su propia soberanía. En Chile el pueblo mapuche. Por eso que en varios países estos movimientos han desembocado en la convocatoria a Asambleas Nacionales Constituyentes, donde el pueblo quiere decidir cómo debe ser el Estado. Por otro lado, en torno a este mismo fenómeno han surgido caudillos de nuevo tipo, que dialogan con este fenómeno. Pero al mismo tiempo el caudillismo es peligroso porque anula la autonomía de las bases sociales. Eso produjo el castrismo, está produciendo el fenómeno del chavismo y el de Correa en Ecuador. Está pasando en Bolivia y capaz que pase en Paraguay. Son dos fenómenos que forman parte de la misma raíz. Los pueblos quieren ser soberanos, pero si un caudillo les facilita la pega es mejor. Pero como decía, es peligroso, aunque hasta el momento se han portado bien los caudillos.  
Ahora, si vemos el mapa de América Latina hay una tendencia a la izquierda y en ese mapa Colombia queda aislada, y dentro de Colombia las FARC. Entonces, siete bases estadounidenses no son ingenuas, no son para combatir el narcotráfico, son para poner ahí una especie de segundo Irak, y con razón Chávez las rechaza, porque esas bases están pensadas debido al petróleo venezolano. Para qué estamos con cosas, es la verdad. Está muy interesante el panorama en América Latina, y es muy triste que Chile esté guiado por políticos neoliberales que no encajan en este nuevo mapa. 
 

Entre reír y llorar. Reír.


 

Por Alfredo Cerpa.

Si miramos hacia arriba, hacia el gobierno, este nos dice que vivimos en un país que crece y se desarrolla con instituciones funcionando a un gran nivel. Que la responsabilidad con que han manejado la economía ha permitido crear un país estable. Que, debido a este gran manejo la crisis financiera mundial no ha creado demasiados desajustes y que pronto comenzaremos a crecer a los ritmos de antaño. Que a nivel internacional somos respetados y hasta envidiados. Envidiados porque los niveles de desigualdad no crean luchas sociales ni mayores problemas al desarrollo del mercado. En este país de maravillas donde todo funciona y funciona bien la población debería estar más que agradecida de su gobierno y nada debería hacer por cambiarlo e interrumpir la gran marcha hacia el futuro esplendor. Pero no es así. El gobierno está en peligro de ser desalojado de la Moneda por las faltas de apoyo de una chusma mal agradecida que no entiende el peligro de caer en las manos de la oposición. Oposición que asegura que puede hacer lo mismo, pero mejor. Oposición que continuara con la política económica del gobierno actual, porque este solo continúo la política económica dictatorial. Asegura que seguirá presionando hacia abajo a los trabajadores, pero mejor, mediante las buenas leyes laborales que han hecho prospero al país e introducirá más flexibilidad. Dice que seguirá permitiendo el abuso crediticio, la colusión empresarial. Continuara con el sistema democrático restringido y el sistema excluyente binominal. Oposición que seguirá privatizando los recursos naturales, que seguirá manteniendo una política medio ambiental de propaganda y, que mantendrá mano firme al igual que el gobierno con nuestro pueblo originario, bueno más firme porque ellos lo harán mejor. En definitiva viene de manos de la oposición un gran cambio. Cambio que en este caso no significa cambio sino alternancia para manejar y administrar lo mismo. Después de todo estamos en Chile y cualquier cosa puede significar cualquier cosa…lo que queramos que signifique. La derecha opositora ya no quiere que administradores le dirijan su sistema ya no los necesitan. No niegan que hicieron un gran trabajo en adormecer y desarmar la sociedad de ánimos de pataleo pero que el negocio va a estar mejor en manos de sus propios dueños.

Si miramos hacia el lado a los progresistas, los extraparlamentarios, la izquierda, hacia los que si proponen cambios uno no puede menos que asustarse de las extrañas configuraciones políticas producidas buscando cambios. Y cambios vaya que produjeron. Si antes algo estaba claro en los roles de gobierno, oposición oficial y fuerzas de cambios, hoy… bueno hoy, necesitamos expertos que nos expliquen que mierda es todo este enredo y yo odio los expertos.

Algo tienen las elecciones que hace que las convicciones de cambios profundos, principios y ética de los progresistas, extraparlamentarios y la izquierda se vayan a la cresta y solo vuelvan una vez pasadas las elecciones. Esto sucede aun cuando saben que no ganaran y que las elecciones sirven, según ellos mismos, para propagandizar y mostrar un camino diferente. Es un punto de partida para educar y sacar de la apatía la ciudadanía y pedir su confianza. Si de eso se tratan las elecciones para ellos, entonces, han hecho un magnífico trabajo porque la ciudadanía ahora esta clarita sobre lo que quieren y aspiran. El dibujo que muestra la carta de ruta de hacia dónde nos quieren conducir es inmaculado. Se ve con gran precisión los objetivos que algún día nos beneficiaran y harán mejor nuestras vidas. Nos queda claro que todos los caminos conducen de vuelta a la Concertación y para asegurar este resultado se figuraron tres estrategias diferentes pero con el mismo fin. Una, Juntos Podemos, mejor dicho P.C más Concertación para dejar claro que izquierda y Concertación es lo mismo, que los votos de uno son del otro y para asegurar bien y no quepa dudas de que es lo mismo le pusieron al lado como emblema al Sr. Arrate. Dos, una estrategia algo más compleja porque empareja a dos ex concertacionista también de características en apariencias disimiles pero iguales en esencia. Navarro- Zaldívar o MAS- PRI con críticas de forma a la Concertación más no de contenidos. Tres Un joven carismático que aboga por las "raíces" de la Concertación. Tan bueno es, que no ha necesitado compañía para correr porque desde el principio diseño una estrategia basada en "el que no llora no mama" y llora y se queja con grandes resultados en las encuestas.

Todo esto indica que las lecciones sacadas por los progresistas, extraparlamentarios y la izquierda de elecciones pasadas han sido bien aprovechadas y si antes tastabillaban hoy se van de hocico al suelo. Hoy nos queda claro gracias a la gran estrategia de estos sectores que son verdaderas alternativas a las desigualdades sociales. Hoy sabemos con claridad que nuestras penas llegan hasta diciembre porque tres o cuatro diputados dependiendo de la suerte y de cómo se ponga la Concertación, nos traerá grandes bendiciones, la exclusión será cosa del pasado y que el sistema binominal bajo estos arreglos y circunstancias no es tan malo. Que Navarro y Zaldívar harán una gran dupla en el Senado que también se traducirá en bendiciones a nosotros tan necesitados de representatividad en el Congreso, porque hay que tener las prioridades claras. ¿Las necesidades económicas? No eso es para después, para cuando ya estén instalados porque ahí veremos cómo luchan en Chile los amigos cuando son diputados.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Que cómodo se ha convertido el ser de izquierda hoy

Por Fesal Chain

Fuente: www.g80.cl

Quiero aclarar una cuestión muy importante para mí y para los lectores de mis artículos, si he dedicado muchísima energía intelectual a analizar a la izquierda chilena, a criticarla y tomar cierta distancia en estos últimos años, al menos en lo que respecta a una militancia más activa, es por una cuestión clave y crítica.

La crisis de los distintos sectores, culturas, sensibilidades y partidos de la izquierda chilena, llega a tal nivel, que tomar una posición cerradamente seguidista, al menos para mí, es una irresponsabilidad teórica, un facilismo analítico, y una deslealtad con mis creencias y con mi manera de vivir.

A mi juicio, para un escritor, militar o participar demasiado alegremente en alguna opción de la izquierda, se puede transformar en una anulación de su capacidad crítica, con aquellos y aquellas que más nos importan, con los que querríamos avanzar hacia un objetivo preciso y claro.

Hecha esta aclaración y observando las distintas candidaturas de la izquierda, sus organizaciones y operaciones políticas, me resuena un tema, una preocupación no menor. Qué cómodo se ha convertido el ser de izquierda hoy en Chile. Especialmente cuando ser de izquierda no reviste ningún peligro o amenaza para nadie. O cuando ser de izquierda tampoco reviste un riesgo para uno mismo, es decir cuando no significa una diferencia sustancial en el modo de vida con respecto a otras culturas, sensibilidades e ideologías.

Cada cual vive como puede y desea, toma las oportunidades que le parecen válidas y desarrolla sus intereses en conformidad a sus creencias, valores y modos de entender y transformar el mundo. No hay signo de totalitarismo ni dogmatismo en mi reflexión. Creo en la diversidad de actos y opiniones y que las personas puedan aportar desde sus capacidades a las distintas causas y objetivos colectivos, especialmente cuando estos se refieren a la obtención de grados crecientes de justicia social, igualdad y libertad.

Y tampoco creo que ser de izquierda es una definición ni personal, ni meramente subjetiva, ni menos desde la teoría pura o desde la escritura. Dicho de otro modo, no soy yo el llamado, ni nadie en particular a definir lo que es ser de izquierda o a normar de manera rígida los actos y pensamientos de los demás. Nada más lejos de mis intenciones.

Pero resulta que hoy ser de izquierda, a lo sumo significará para la gran mayoría, remitirse a una tradición, a ciertos liderazgos históricos, a una estética, a una comunidad. Cuestiones importantes, necesarias, pero al parecer no suficientes.

¿Por qué no suficientes? Porque si hay algo que probablemente defina a la izquierda en Chile y en el mundo, más allá de cuestiones programáticas, es la capacidad de seducir y avanzar con las grandes mayorías. A lo largo de la historia de la humanidad, los grandes procesos de cambio, las revoluciones han sido de masas y de masas no meramente convencidas de una ideología, sino justamente seducidas por el discurso y sobretodo por los actos éticos, valientes y comprometidos de dirigentes y líderes. Y no actos cualquiera, ni cualquier discurso, sino aquellos que apuntan a romper con el estado de inmovilidad y conservadurismo de la sociedad, de injusticias, desigualdades y dominaciones, pero fundamentalmente desde el convivir, desde el hacerse parte de los sufrimientos, necesidades y sueños de las mayorías. Las alturas nunca han sido el espacio privilegiado de las izquierdas, sino el mundo real, social, popular, el de las personas, grupos y clases dominadas, en el territorio social y físico que habitan y que de alguna manera les pertenece. Lo he dicho en otros artículos, el primigenio significado de la com-pasión cristiana. Entrar en la pasión del otro, reír con el que ríe y llorar con el que llora. Nadie puede estar com-pasionado desde las alturas, sino al lado del otro. Como nos dice Sergio Ortega en el Pueblo Unido "Y tú vendrás/Marchando junto a mí/Y así verás/Tu canto y tu bandera florecer…".

Pero también es cierto que la izquierda accede al poder del estado y que se van formando en la historia de este poder, grupos dirigenciales, funcionarios y burócratas que en un comienzo convivían y provenían algunos del pueblo mismo. Y que en la medida que van pasando los años, cumpliéndose o no ciertos logros, se van convirtiendo en castas, que se superponen muchas veces a las mismas organizaciones políticas y a las organizaciones populares. Van viviendo distinto, mejor que las mayorías y van obteniendo privilegios y prebendas.

Y si estos grupos dirigenciales, no valoraron suficientemente en sus inicios, la convivencia social y territorial con el pueblo, el hacerse parte de los sufrimientos, necesidades y sueños de aquellas mayorías, su divorcio a lo largo del tiempo, será mayor y más dramático que si hubiesen persistido en anular esta tendencia.

Hoy ser de izquierda y a eso voy, no necesariamente es un modo de vida. Es más bien, un discurso y una agitación y propaganda de ciertos lugares comunes de la ideología, de una estética y de una moda.

Es por eso que la izquierda ha perdido credibilidad, ya los funcionarios, burócratas y miembros privilegiados de los partidos, la clase política y sus maquinarias, no son creíbles. Los intelectuales y artistas, que se apegan a dichas máquinas grandes o pequeñas del poder político también han perdido credibilidad. Como en una gran pantalla gigante, el pueblo pobre y el pueblo trabajador que vive en las comunas populares y periféricas, los ve como actores de una película extranjera, en que ellos, los pobres y los trabajadores, no participan ni de extras.

Muchas veces no se explica ese pueblo, de qué viven los militantes a tiempo completo, sino trabajan en los mismos trabajos que ellos y se les ve una y otra vez en la pura actividad política o en los medios de comunicación. Muchas veces el mismo pueblo al que se le pide el voto o una lealtad a toda prueba, no entiende realmente y comienza a sospechar, cuando ve a los políticos de la izquierda, a los intelectuales y artistas muy ligados al poder estatal o rondándolo y siendo siempre los mismos durante décadas, una especie de gerontocracia del cambio.

Y también el pueblo sospecha, cuando los que ayer eran sus pares y vecinos, al dedicarse a la política de izquierda, comienzan a cambiarse de barrio, de amistades y redes sociales y a poner a sus hijos en colegios particulares y a ir a restaurantes del barrio alto a conversar y discutir con la clase media alta de izquierda, sobre aquel mismo pueblo al que algunos pertenecían y que ya no visitan más, a excepción cuando van a ver sus padres, que aún viven en la misma población pobre, de hace 40 o 30 años.

Por eso es explicable que la izquierda no obtenga más del 5% o 10% en las elecciones, no es culpa totalmente del sistema binominal o de la dictadura o de tener una ideología rígida.

Las personas observan una distancia entre el decir y el hacer de la izquierda, entre los principios y valores que levanta y el modo de vida de las personas y dirigentes de la izquierda. Y a la vez observan un desmedido afán de poder de los partidos y sus militantes, de un acercamiento excesivo al estado y una distancia enorme respecto a lo local, lo comunal, lo territorial y lo social. Se ve a los políticos de la izquierda y también a los militantes y simpatizantes que pertenecen a los grupos sociales y clases más favorecidas "bajar" a las comunas populares, solamente para las elecciones. Allí se llenan las ferias libres de candidatos, cartelones, actividades culturales, eventos y promesas. Pasan las elecciones y la izquierda dirigencial y sus cuadros y funcionarios brillan por su ausencia en las actividades cotidianas que el mismo pueblo organiza y realiza durante el año.

Porque también hay que decirlo y no como un ejercicio de distribución de culpas, sino como constatación de una realidad. En una sociedad de clases aún los partidos de izquierda y entre ellos los partidos de la clase obrera, viven y sufren en su seno la división de clases, hay militantes y seguidores de distintos grupos y clases sociales en los partidos de la izquierda. Y esa diferencia, que no es meramente una distinción territorial, sino de capital financiero y capital cultural adquirido y heredado, se nota y se expresa en la división social del trabajo partidario. Esto que digo es un tema muy específico y acaso pertenece a la teoría del partido y de cómo es posible superar o disminuir al máximo esta brecha. Puesto que vivimos en una sociedad de clases todas las organizaciones, instituciones y agrupaciones expresan la sociedad completa en su particular modo.

Para no caer en temas demasiado sociológicos, al menos una respuesta a todo lo anterior sigue y seguirá siendo, romper radicalmente la distancia entre el decir y el hacer de la izquierda, entre los principios y valores que levanta y el modo de vida de las personas, militantes, simpatizantes y dirigentes de esa izquierda. Retomar el convivir, el hacerse parte de los sufrimientos, necesidades y sueños de las mayorías. Hacer carne el principio fundante de entrar en la pasión del otro, reír con el que ríe y llorar con el que llora. Retornar a los territorios sociales y físicos del mundo popular y volver acaso no meramente a cantar el Pueblo Unido, sino que tratar en nuestra cotidianidad de vivirlo y hacerlo real, modificándolo también: Que resuene en nuestros corazones y en nuestras bocas el nuevo verso: "Y yo vendré/Marchando junto a ti/Y así veremos/Nuestro canto y nuestra bandera florecer…".

Fesal Chain
Poeta, narrador y sociólogo

Blogs
Sitio web:
http://poesiaparaalentarcoraje.blogspot.com/
http://poetasdelmar.blogspot.com/
http://www.g80.cl/noticias/columna_autor2.php?varautor=...
http://izquierdachilena.blogspot.com/
http://bibliotecamanuelrojas.blogspot.com/
http://kawellkeluneditores.blogspot.com/
http://www.lajiribilla.co.cu/2009/n419_05.html
http://lavquen.tripod.com/poetaschilenos.htm
http://www.luisemiliorecabarren.cl/
http://stores.lulu.com/Fesalchain

sábado, 19 de septiembre de 2009

Segunda patita.

Por Alfredo Cerpa

Para los partidos en general, las elecciones, al igual que la cueca, tienen tres patas. Tres patas que por décadas se bailan con mucha intensidad pero sin convicciones. Muchas movidas de pañuelos haciendo novedosas y bonitas figuras en el aire. Zapateos que sacan chispas, vueltas aparatosas cortejando sus doncellas, y vueltas otra vez para quedar donde mismo. Claro que algo más cansados y algo mas mareados que cuando comenzaron. Estas tres patas son: busca de acuerdos y candidatos, llamado al voto para estos candidatos (la campaña) y el balance.

Con la inscripción de los candidatos para esta nueva elección ha terminado la primera patita y por supuesto han comenzado los comentarios y las críticas a los bailarines. Los más criticados porque se esperaba más de ellos, vaya a saber uno porque, son los partidos y las organizaciones extraparlamentarias. El acuerdo generalizado de nosotros la chusma es que fueron un patético fracaso y nada esperamos para las siguientes dos patitas. Si seguimos la huella de sus zapateos en el lodo nos damos perfectamente cuenta que la figuras hechas son tan extrañas como las parejas con las cuales terminaron encamados.

Si. Fue un espectáculo feo. Ni Lagos Weber lo hace tan mal.

Bueno, lo anterior solo fue una analogía. Me encantaría poder estar escribiendo una crítica coreográfica donde no hay otra cosa en juego que las apariencias estéticas de los participantes. Lamentablemente no es así. Las ilusiones y esperanzas de un país, se quiera o no, se ponen en juego con cada elección y se manosea por intereses estrechos por quienes dicen representarlo o quieren representarlo.

Es cierto. La primera patita termino y para la izquierda extraparlamentaria termino muy mal. Lo que comenzó con augurios de una gran y basta unidad término en más distanciamiento y fricciones. Sus concepciones de construcción de organización desde arriba no les permiten mirar más allá de sus ombligos lo que permitía ver y vaticinar el resultado obtenido.

Comienza la segunda patita. La pata por atraer votos y esta vez es más complicada que las veces anteriores. Demasiadas "izquierdas" en diferentes direcciones. No se puede votar por una sin votar al mismo tiempo por lo opuesto. Si miro el espacio político en que hoy se desenvuelven los partidos de manera fría y sin exquisiteces de intelectuales, es así. Voto por Navarro y voto por el sector Zaldívar. Voto por Arrate y voto por la Concertación que era lo que me quería sacar de encima. Ahora si voto por Meo voto por la concertación también. Esas son las alternativas que dejo la "izquierda" después de la primera patita. En este contexto no es sorprendente leer a un gran número de intelectuales pelearse tratando de encontrar entre todo este enredo una "izquierda" que pueda ser pasada como representativa de la ciudadanía.

La verdad es que no pueden. No hay ningún argumento por muy lúcido e intelectualmente bien elaborado que pueda hacernos creer que entre todas esas organizaciones hay una que nos pueda representar en el momento actual ni a futuro. Los intentos hechos en ese sentido son patéticos y solo alumbran un nuevo espectáculo. Los intelectuales de izquierda también han fallado porque han quedado preso en el juego de posicionamientos de la llamada izquierda y llevan mucho tiempo solo describiendo situaciones, defendiendo y atacando según sea el caso dentro de la izquierda, quejándose de la concertación, pero nunca aventurando soluciones mas allá del reducido círculo de la "izquierda" y sus concepciones tradicionales a las que ellos adhieren o defienden pero que no dan resultado alguno. Nuestros intelectuales y los dirigentes de las diferentes organizaciones no tienen idea cómo salir del pantano en que han metido sus organizaciones y sus concepciones solo los hunde más.

En este contexto han salido los intelectuales a batirse por los votos. Hay algunos que van lejos y algo apresurados pidiendo la desaparición de partidos, en especial del P.S, algo que corresponde a la tercera patita y trata de los balances y ajustes de cuentas una vez terminada la elección. Debe ser porque no hay muchos argumentos para pedir a la ciudadanía apoyo a SUS causas, que quieren adelantar la riña que se viene.

Sin embargo, a pesar de estar claros ante todo lo anterior la cuestión de por quién votar sigue en pie. Porque de votar hay que votar. El respeto a la sangre derramada por obtener este derecho no se merece menos. La situación dejada por la "izquierda" en la primera patita, donde un voto a ella es también un voto al otro opuesto deja en buena medida una situación de libertad de acción a la ciudadanía de votar por quien ella quiera sin sentirse transgrediendo algún principio. Sabemos que la ciudadanía más atraída por la lucha social no votara por la derecha Pinochetista y sin alternativa en ciernes quizás sea bueno asegurar la derrota de Piñera. Cuando la derecha Pinochetista amenaza y pide estado de sitio por boca de Moreira, se endurecen las restricciones organizativas a las organizaciones sociales, se persigue y asesina nuestros pueblos originarios ponerse demasiado principista a la hora de votar sin tener nada que ofrecer a cambio no parece una buena consejera ¿Quien desde la "Izquierda" auspiciadores de esta situación podría criticar un voto a Meo e incluso a Frei siendo los que mayores posibilidades tienen? Es claro que nadie quería llegar a esto, pero aquí estamos. El gorila pesa 200 kilos y está sentado en el living de la casa y nadie puede decir que no existe. La alternativa que prometió la izquierda para esta elección se convirtió en humo. Aun cuando esta alternativa solo trataba de aunar la militancia de izquierda en un solo referente creado desde arriba y para ellos, este fracaso constituye un gran golpe que ojala si se sacan lecciones podrá servir para que la militancia se centre en el trabajo desde abajo desde las organizaciones sociales respetándoles su independencia y su territorialidad tanto como sus objetivos. Porque una alternativa de participación de la ciudadanía en los procesos políticos solo podrá surgir desde abajo y en total independencia de partidos políticos nacionales. Solo entonces podremos celebrar nuevos caminos de esperanzas.


 


 


 

viernes, 18 de septiembre de 2009

Sensatez y sentimientosen la cultura de izquierda

Ezequiel Adamovsky

Mas alla de la vieja izquierda.

Seis ensayos para un nuevo Anticapitalismo.


 

Acerca del sentir en política


 

Hablemos de sentimientos. Por debajo nuestra parte consciente existeuna rica vida emotiva, que establece con aquélla una relación problemática. Cualquiera que haya vivido sabe que "el corazón tiene razones quela razón ignora", y que ninguno de los dos es reductible al otro. A veces se contradicen o se molestan mutuamente, pero es más frecuente que encuentren formas de convivencia más o menos pacíficas. Ambos tienen infinitos recursos para camuflarse, influirse, o acomodarse para, aunque sea, pasarle al otro inadvertido. El corazón, en especial, es particularmente hábil a la hora de viajar de polizón en las más variadas racionalizaciones, aun en aquéllas que le son hostiles, y disfruta maliciosamente el malograr los planes mejor elaborados. La razón, naturalmente expansionista, nunca se da por vencida en su vano anhelo de disciplinar a su burlón acompañante y, en los tiras y aflojes de esa complicada convivencia, ambos se modifican mutuamente. Y es que ambos, a pesar de sus diferencias, tienen algo en común: viven en la historia. Lejos de ser substancias invariables o "naturales", con contenidos o pretensiones fijos, ambos son producto de la vida histórica. Razón y sentimentalidad cambian con los tiempos: tienen ellos también una historia. Lo mismo puede decirse de la relación entre los discursos políticos expuestos en forma racional y sistemática, y lo que Raymond Williams ha llamado las "estructuras de sentimiento", que se expresan a través de referencias vagas y a veces inconscientes, pero que tienen una fuerza igual o mayor que aquellos. Una misma estructura de sentimiento puede habitar en varios discursos políticos, incluso si estos son antagónicos.

Del mismo modo, dentro de una misma familia política puede haber varias estructuras de sentimiento, a veces sin percibirse mutuamente. ¿Existen los sentimientos de izquierda? No pregunto sí la izquierda tiene sentimientos (claro que los tiene), sino si hay un tipo de sentimentalidad que corresponda al conjunto de racionalizaciones que circulan en la izquierda. Si hubiere más de uno: ¿Conviene preferir ciertos tipos de sentimientos antes que a otros? Llegados a este dilema, el lector atento se preguntará a qué me refiero con eso de "corresponder". ¿Cómo se sabe si sentimientos e ideas que viajan juntos están hechos el uno para el otro? La respuesta no es sencilla. Quizás ayude un poco empezar por un ejemplo.

Supongamos que estamos en la segunda mitad del siglo XIX y somos socialistas. Nuestra racionalización del mundo nos indica que la mayoría de las infelicidades propias y ajenas podría solucionarse acabando con la propiedad privada de los medios de producción. Correcto: aún me que dan por hacer varias racionalizaciones más acerca de cómo conviene que me organice, qué tipo de plataforma es la mejor en el corto plazo, a quiénes he de dirigirme en busca de apoyo, etc. Pero dejemos las ideasde lado para ir a los sentimientos. ¿Cómo vivo mi vida entonces? Quizás

me entregue por completo a "la causa", viva en una buhardilla helada,

me alimente a base de sopa de repollo y duerma poco para no quitar

tiempo a la militancia. Estudio febrilmente teoría socialista, asisto puntualmente

a todas las reuniones del partido y obedezco las decisiones

tomadas. Toda mi energía está puesta allí, y ni siquiera me interesa pensar

en tener relaciones amorosas. Es más, miro con desprecio a mis compañeros

cuando gastan unos centavos en el bar o se entregan a los placeres

sensuales. Como parte de mi militancia, inicio entonces una campaña

contra el juego y el alcohol y por la temperancia en general. En la

sociedad nueva, imagino, todos seremos como hermanos y viviremos felices

el uno para el otro, y no habrá sufrimientos, ni peleas, ni desacuerdos,

ni alcohol, ni ese toqueteo inmundo en las tabernas. Seremos hombres

nuevos. La política no hará ya falta. Mientras imagino esto anhelo

que llegue la Revolución, que será como un gran fuego que todo lo purifique,

y acabará con los burgueses, y con los bares también.

En este caso, las ideas son socialistas, pero los sentimientos son mucho

más amplios, y compartidos con gente insospechada. Por ejemplo, aunque

sus racionalizaciones del mundo sean completamente distintas, las

monjas que viven en un convento en el mismo barrio de nuestro hipotético

militante tienen una sentimentalidad muy parecida. Sus vidas son

similares: también son austeras, también se irritan contra el alcohol, el

sexo y los disfrutes mundanos, también sueñan un futuro de seres perfectos,

y también imaginan un gran momento de regeneración, como un

fuego que acabe con los pecadores, cuando llegue el juicio final. De

hecho el socialista, aunque no lo sospeche (y aunque sea furiosamente

ateo), tiene una estructura de sentimiento formada por siglos de cristianismo.

Quizás por ello hubo tanta circulación entre cristianismo "social"

y socialismo. Piénsese si no en aquellas ideas hoy olvidadas de Cabet –

uno de los principales líderes del comunismo francés de mediados del s.

XIX– del socialismo como "verdadero Cristianismo", o en la enorme cantidad

de cristianos cuyo paso al socialismo fue poco más que un cambio

de Iglesia. En estos casos, adaptando las racionalizaciones explícitas

para ponerlas más en sintonía con los tiempos, una misma estructura

de sentimiento consiguió permanecer. De hecho, de tal estructura

de sentimiento no se deriva necesariamente una opción política

unívoca: sintiendo así se podría ser monja o militante, pero también elegir alguna otra secta religiosa, o quizás mudarse al Nuevo

Mundo, donde decían que no había clases sociales, ni pecado, y que

se podía empezar todo de nuevo.

Supongamos ahora que soy otra persona, también socialista y del siglo

XIX. Me junto con mis compañeros luego del trabajo, y nos encanta

beber hasta casi embriagarnos, jugar a las cartas, corretear a las muchachas

y bailar hasta caer de cansancio cuando hay fiestas cerca del mercado.

Discuto con mis compañeros del trabajo que hay que organizarse en

un sindicato y obligar a los patrones a pagarnos más. Imagino que en el

futuro todos los trabajadores nos organizaremos en un gran sindicato, y

que ese día mandaremos a la mierda a todos los patrones y tomaremos las

fábricas, y ya no seremos tan pobres, ni trabajaremos tantas horas, y ya no

habrá tanto odio y habrá fiestas todos los días. Por eso, cada vez que

puedo, hablo con mis compañeros y trato de convencerlos de que se

unan al sindicato. No me gustan mucho los libros, y desconfío un poco

de los que se la pasan leyendo, ¡qué saben ésos!, y además me tienen

cansado con eso de que no está bien tomar cerveza ¡parecen curas! Después

de todo, un día me voy a morir, y quiero pasarla bien mientras estoy

acá, que para pasarla mal ya tengo el trabajo. ¡Y se está tan bien bebiendo

con los compañeros!

En este caso las ideas son igualmente socialistas, pero los sentimientos

son muy distintos de los del socialista "austero". El trabajador del segundo

caso siente al mundo en forma quizás más parecida a la del grupo de

jóvenes ricos que se junta en un cenáculo en otra parte de la ciudad, y

que sueñan con ser artistas de vanguardia, y que odian la hipócrita moral

burguesa y el culto al dinero, y sobre todo la temperancia. En sus reuniones

beben licores, fuman opio, se cuentan sus aventuras sexuales y recitan

poemas hasta quedarse dormidos. No les gustan mucho las teorías, ni

las filosofías, ni los profesores. Les encanta el ridículo, el grotesco y los

gestos desproporcionados. Sueñan que quizás el mundo podría un día

ser así, como un gran cenáculo de amigos artistas. Sus ideas no son socialistas,

y sus preocupaciones son más estéticas que otra cosa. Y, sin embargo,

su estructura de sentimiento se parece bastante a la del obrero (y a su

vez a la que en la Edad Media floreció en los resquicios de la cultura

cristiana, entre los Goliardos, en los carnavales, en Rabelais). Quizás por

eso unos años más tarde habría tanta circulación entre artistas de vanguardia

y los movimientos socialistas. ¿Llevaba necesariamente este tipo

de sentimentalidad a la elección por el arte y el socialismo? No: uno

podría haberse contentado con ser un feliz libertino al margen de la

sociedad, o quizás con ser un artista de vanguardia y canalizar el despre36

Primera parte: Lo actual y lo inactual en la cultura de izquierda

cio por la moral burguesa en el movimiento fascista, como hicieron los

futuristas italianos. Con casi las mismas ideas y sentimientos, sin embargo,

los futuristas rusos apoyaron fervorosamente a los Bolcheviques.

Como estos ejemplos podrían citarse muchos otros: hay muchas más

formas de sentimentalidad con muchas más y curiosas vinculaciones con

las opciones políticas. Lo que es importante tener en cuenta es que quizás

los dos "tipos" de socialistas –llamémosles el "austero" y el "hedonista"–

podrían haber hecho política juntos, pero aun así difícilmente habrían

sido amigos. Por otro lado, si bien existe una cierta indeterminación

política de las formas de sentimentalidad, esto no quiere decir que los

sentimientos y las ideas sean mutuamente neutros, es decir, que cualquier

sentimiento pueda ir con cualquier idea, o que cualquier estructura de

sentimiento le sea igualmente aceptable al proyecto socialista. Creo que

varias formas de sentimentalidad pueden coexistir dentro de la izquierda,

y que no es cuestión de establecer reglas estrictas al respecto. Sin

embargo, sí existen algunas estructuras de sentimiento que pueden hacer

el camino hacia la emancipación más complicado.


 

El problema del romanticismo


 

Delimitada ya la problemática de los sentimientos en política, volvamos

a la propuesta de González de enriquecer la cultura de izquierda.

No cabe ninguna duda de que muchos elementos de la sentimentalidad

romántica pueden ser y han sido positivos para la tradición socialista,

como complemento intelectual y emotivo de su herencia ilustrada.

Otros quizás le sean indiferentes. Pero hay algunas estructuras de sentimiento

románticas que tienen un valor en sí profundamente contrario a un socialismo

deseable. Conviene una breve digresión antes de pasar a analizarlas.

Tal como González nos recuerda, Michael Löwy se ha dedicado a

mostrar los intensos contactos que existieron entre socialismo y Romanticismo,

y cómo éste fue para muchos una importante vía de acceso a la

militancia socialista. Acuerdo con esto en general, y no veo ningún motivo

para contraponer hoy Romanticismo e Ilustración, como si fueran

necesariamente antagónicos, y como si hubiera que optar por el uno o

por el otro. Dicho esto, sin embargo, podrían hacerse un par de observaciones

a la tesis de Löwy. En primer lugar, analizando correctamente los

puntos de contacto con el socialismo, Löwy no se ocupa de explicar por

qué el Romanticismo derivó con muchísima más frecuencia hacia posiciones

de extrema derecha. Creo que el motivo de esta omisión tiene que

ver con mi segunda objeción: la propia definición de Romanticismo que

Löwy utiliza. En efecto, para este autor el Romanticismo es una Weltaunschauung

(visión del mundo), una "estructura significativa" no necesariamente

consciente que subyace en una gran variedad de contenidos y

formas, y que consiste en "una crítica de la modernidad, es decir, de la

civilización capitalista moderna, en nombre de valores e ideales del pasado";

por ello el Romanticismo "es por esencia anticapitalista".2 El problema

con esta definición es que no se corresponde con el fenómeno histórico

de lo que en el siglo XIX se llamó Romanticismo. Existen muchos

ejemplos de crítica a la modernidad apelando a valores del pasado, que

sin embargo no cuestionaron el capitalismo per se sino sólo al proceso de

individuación que supuso la modernidad; por otro lado, no todos los

románticos apelaban al pasado, como bien señaló Berlin, sino que algunos

tenían su mirada claramente puesta en el futuro.3

No intentaré proponer aquí una definición alternativa de "romanticismo":

a pesar de los varios intentos que hubo hasta la fecha, considero

que el gran historiador de las ideas, Arthur Lovejoy, tenía razón cuando

decía que se trata en realidad de varios fenómenos irreductibles a un

común denominador.4 La definición de Löwy tiene el problema de que,

al reducir todo el movimiento romántico a uno de sus componentes –la

búsqueda de modelos de sociedad en el pasado–, promueve una evaluación

un tanto ingenua y complaciente hacia la totalidad de los elementos

culturales del Romanticismo.

Una vez cuestionada la unicidad del fenómeno del romanticismo,

podremos entonces evaluar cuáles elementos rescatar y cuáles no. Porque

el movimiento romántico presentó una gran cantidad de nuevos elementos

culturales y sentimentales, a veces contradictorios: el elogio de lo

primitivo, lo no regulado, lo joven, el sentido exuberante de la vida,

pero también la fiebre, la enfermedad, la decadencia, la muerte. La multiplicidad

inextinguible, la turbulencia, la violencia, el conflicto y el caos,

pero también la paz, la armonía con el cosmos, la unidad consigo mismo,

la disolución en el espíritu eterno. Lo raro, exótico, grotesco, misterioso,

sobrenatural, castillos encantados, vampiros, los poderes de la oscuridad,

el terror, lo irracional, lo innombrable, pero también la familia,

la tradición, la dicha de la vida cotidiana y la naturaleza, la paz del

campo, la simpleza del hombre del pueblo. Lo antiguo, lo gótico, lo

histórico, las lealtades profundas pero inexplicables, pero también la

búsqueda de lo nuevo, del cambio revolucionario, vivir en el presente, el

instante fugaz o lo intemporal. La nostalgia, los sueños intoxicantes,

alienarse en paisajes lejanos, la melancolía del exiliado, pero también la

cooperación con los demás en un esfuerzo en común, el sentido de pertenencia,

la aceptación de una jerarquía y de lazos sociales orgánicos. Un

misticismo naturalista extremo, pero también un esteticismo anti-natural

extremo. La energía, la fuerza y la voluntad, pero también el torturarse a

uno mismo, suicidarse. Lo primitivo y rudimentario, lo simple y natural,

pero también la sofisticación, el dandysmo, la preocupación por vestirse

moderno y pintarse el pelo de azul. El exhibicionismo y la excentricidad,

el heroísmo, las almas malditas, el cinismo, la risa satánica, pero

también Dios, los ángeles, el orden cristiano y eterno. Individualismo y

colectivismo, pureza y corrupción, revolución y reacción, guerra y paz,

amor a la vida y amor por la muerte. Todo esto –según el listado de

Berlin– fue el Romanticismo.

De todo este contradictorio conjunto de elementos, algunos me seducen,

otros me son indiferentes, algunos otros me provocan rechazo (aunque

no necesariamente buscaría erradicarlos: me alcanza con moderarlos

o no fomentarlos); pero hay unos pocos que, creo, precisan ser combatidos

sin tregua dentro de la política emancipatoria. Se trata de aquellas

estructuras de sentimiento que buscan revertir el universalismo y el proceso

de individuación que supuso la Modernidad (y el anti-fundacionalismo

del pensamiento radical actual, que es herencia directa de la Ilustración).

Para decirlo más claramente, me refiero a las "sospechas" básicas

que definen la condición moderna: que somos todos parte de una única

y misma especie, que la realidad primordial de esa especie es que somos

todos individuos naturales (es decir, simples bípedos implumes que vivimos

en sociedad, antes que entidades ideales, sean individuales o colectivas),

y que no existe un orden metafísico en el cual fundar u orientar

nuestras acciones, por lo cual es necesario establecer algún tipo de forma

deliberativa para tomar las decisiones que afecten al todo social.

Para una civilización educada en la religión, estas nuevas ideas de la

Modernidad supusieron un enorme cambio en la sentimentalidad. De pronto,

la certeza de un mundo fundado en un principio trascendente, firme

e incuestionado, cedió su lugar al vacío de saberse solo en el universo, y

a la angustia por la experiencia de la fragmentación, es decir, la ausencia

de una unidad a priori y estable entre los hombres. Angustiantes o no,

estos sentimientos nos acompañan hasta hoy; cada cual busca lidiar con

ellos como puede: el Romanticismo ofreció un vasto conjunto de estrategias

para hacerlo.

De todo ese conjunto, existen dos tipos de sentimentalidad romántica

que me resultan contrarios a cualquier socialismo deseable, justamente

porque constituyeron reacciones en contra de esos tres puntos mínimos

que definen la condición moderna. El primero de ellos es el que buscó

reencontrar la unidad perdida disolviendo al individuo en alguna forma

de comunidad. La comunidad podía reencontrarse en la religión o en la

creencia compartida en algún otro tipo de mito, como el de la nación, la

raza, el pueblo, la clase redentora, la Revolución, etc. Esto no quiere

decir, naturalmente, que esté necesariamente mal creer en Dios, sentirse

parte de una nación, ni mucho menos desear hacer una Revolución, o

querer organizar algún tipo de comunidad superadora del individualismo

liberal, como bien propone Löwy (de hecho, opino que construir

una nueva comunidad fundada en la realización del individuo, o lo que

es lo mismo, hacer una Revolución, es el objetivo irrenunciable de cualquier

política que pretenda llamarse emancipatoria). A lo que me refiero

es al momento en que esas formas de comunidad imaginada se sitúan en

un plano trascendente, exigiendo así a los individuos que renuncien a

su autonomía y se entreguen incondicionalmente a los mandamientos

que tal mito instituye. En el plano de la sentimentalidad, existe una

estructura de sentimiento típica de esta renuncia, que llamaré ethos espartano,

y que está centrado en la austeridad, la represión de los deseos y los

intereses individuales, la proyección total de uno mismo en la imagen de

la comunidad futura y el desprecio del presente, la intolerancia hacia

aquellos que no creen o que no consiguen reprimir totalmente su dimensión

individual, y una mentalidad dominada por el motivo de la guerra

o de la defensa contra un "enemigo" (cuya presencia real o virtual es

siempre necesaria para reforzar la fe). Este tipo de sentimentalidad la

comparten, por ejemplo, nacionalistas, socialistas, religiosos y sectarios

de diversos tipos, sin que esto quiera decir que todos ellos necesariamente

deban vivir de acuerdo a esta estructura de sentimiento.6

El segundo tipo de sentimentalidad romántica que me resulta hoy

inaceptable es la que busca restaurar la unidad perdida eliminando el

momento de la sociedad, para así establecer una conexión directa, sin

mediaciones, entre el individuo y el cosmos. En esta cosmovisión, la

persona es la expresión primordial de un orden cósmico, de la vida o de la

energía creadora que da forma al caos; por ello, cada persona es una

unidad en sí misma, que no requiere pasar por ninguna forma de sociedad

para acceder a la Verdad, o para crear la verdad. El conocimiento en

su forma argumentativa o la deliberación con los congéneres son así despreciados

en favor de la intuición, de la voz de lo supremo en nuestro

interior, o de la voluntad creadora. En el plano de la sentimentalidad

esta estrategia antimoderna suele manifestarse de varias formas. Una puede

ser el aislamiento, el silencio, la contemplación, el refugio en la vida

interior. Otra, la exaltación del individuo fuerte, el culto a la voluntad y

a la locura creativa, al peligro y a la energía, los excesos, la mueca cínica

hacia los simples mortales que carecen de genio o que pierden su tiempo

hablando o tratando de conocer. En general supone un fuerte pesimismo

respecto del presente y de los hombres, con los que se rechazan los contactos

en pie de igualdad; la validez de toda regla o pauta social es puesta

en cuestión, no en favor de nuevas reglas, sino de la autonomía irrestricta

del individuo (no de todos, sino de los que la merecen). Entre las reglas

así rechazadas se diluye cualquier interés por la responsabilidad en las

acciones, o por su justeza. Importa el compromiso, la férrea convicción

en la persecución de un ideal más que el ideal en sí mismo. Los motivos

y razones ceden paso al gesto, a la estetización de los comportamientos;

no importa ya hacia dónde se empuja: lo que importa es empujar. Es la

estructura de sentimiento básica de artistas malditos, de jóvenes nietzscheanos,

de anarquistas individualistas, de terroristas solitarios y de varios

tipos de elitismo y vanguardismo, y puede combinarse de varias formas

con la sentimentalidad comentada antes, es decir, con la imagen de

una comunidad que no es sino el reflejo narcisista de uno mismo.

Estos dos tipos de sentimentalidad, aun en sus formas conscientemente

ateas, derivan históricamente de la sentimentalidad religiosa. En

el caso del comunitarismo anti-individualista, el vínculo es evidente: se

trata de una encontrar una nueva forma de religio, una comunidad religada

en torno de una entidad metafísica. En el caso del "personalismo", del

individuo como un cosmos completo e independiente en sí mismo, el

vínculo no es menos claro: procede del Protestantismo y su rechazo a la

autoridad en materia de religión basado en una apelación a la luz interior,

que permitiría un contacto directo, no mediado, con el Creador.

Pasó a formar parte del universo Romántico, en Alemania, de la mano

del movimiento pietista (a su vez una derivación del Luteranismo).8 Las

consecuencias elitistas y antisocietarias de esta perspectiva pueden verse

en autores tan diferentes como Nietzsche y Berdiaev.

Quisiera argumentar que, a pesar de que en el plano teórico de las racionalizaciones

las ideologías de izquierda estuvieron y están profundamente

dominadas por la herencia de la Ilustración –González tiene razón en

este punto–, en el plano de los sentimientos la cultura de izquierda está

marcada por tipos de sentimentalidad que son claramente románticos

(incluso en las dos peores formas recién reseñadas). En la psicología

sectaria y la intolerancia, en la austeridad espartana y el desprecio por la

vida privada y los placeres del mundo material, en la idea del "hombre

nuevo" y el menosprecio del hombre realmente existente, en el culto a la

lucha sin importar sus resultados prácticos, en la estetización de la

violencia, en la despreocupación por toda cuestión ética y por la responsabilidad

en las acciones, en el autoritarismo, la veneración por

los textos sagrados y el imaginario milenarista, en la espera de la Revolución

y la eliminación de la política de "lo posible", la cultura de

izquierda está repleta de elementos de la sentimentalidad romántica.

Más allá de las ideologías explícitas, con no poca frecuencia, en el

plano de los sentimientos, la política de izquierda se ha parecido,

mutatis mutandis, a la relación típica del héroe de la literatura romántica

con el amor y las mujeres. El héroe romántico, desesperado por

encontrar el amor auténtico, se embarca en la búsqueda de una mujer

de ensueños que es la sombra terrena de un ideal trascendental. Como

un ideal autogenerado, la mujer cobra la identidad de la concepción

intuitiva del héroe respecto de la verdad y de la belleza. En otras palabras,

ella es una proyección narcisista, una diosa incorpórea inalcanzable

que consume a su amante. El héroe suplica a la diosa que así crea, y

se embarca en un amor estéril y narcisista que priva a la mujer de identidad

y corroe la virilidad masculina.9 Indudablemente, el recurso es efectivo

desde el punto de vista estético y del de la autosatisfacción personal,

y una y otra vez se lo utiliza para invitar al gesto radical y para llenar de

sentido vidas de otro modo vacías; pero es dudoso que sirva para hacer

política de verdad.


 

Sentimentalidad democrática: ¿sentimentalidad burguesa?


 

Las estructuras de sentimiento que en general predominaron en la

cultura de izquierda y en varias de las vertientes del Romanticismo, tenían

un enemigo en común: les repugnaba la moderación, la sensatez, el

diálogo, la negociación, la tolerancia, la responsabilidad, el respeto por

los demás, el sentido común, los intereses privados, el confort. Todos

estos elementos eran percibidos como parte de la actitud típicamente

"burguesa". Sin embargo, existe, entre la sentimentalidad que configuran

esos valores y la ideología burguesa, una relación que no es de pura

correspondencia. De hecho, mucho de aquella sentimentalidad resulta

indispensable si de lo que se trata es de fundar hoy un proyecto

anticapitalista deseable. Quisiera proponer que el tipo de sentimentalidad

en cuestión no es esencialmente burgués sino democrático, y que

surgió en el contexto de la política democrática de la polis de los

antiguos griegos. Si hoy la percibimos como "burguesa", es porque la

ideología liberal-burguesa efectivamente colonizó esta estructura de sentimiento,

obliterando así su origen radicalmente igualitarista y democrático.

Acompáñeme el lector en un viaje a la antigua Grecia, ida y vuelta,

con escalas en los siglos XVIII, XIX y XX en busca de la verdadera sentimentalidad

de los iguales.


 

Primer momento: la invención de la política


 

Lo que he llamado "sentimentalidad democrática" (quizás sería mejor

llamarla "igualitarista", para no confundirnos con la democracia tal como

la entendemos hoy) se manifestó por primera vez, hasta donde sabemos,

entre los inventores de la política y la democracia: los atenienses. Conviene,

entonces, comenzar por señalar el enorme cambio que supuso en

esa época la irrupción de la política democrática. La polis fue una

forma de organización completamente nueva, hasta entonces inédita.

En la polis, "el Palacio y el Rey son reemplazados por una comunidad

de hombres libres o ciudadanos –sea cual fuere la porción de la población

que la constituía– que representa y encarna al estado. Es este

principio de ciudadanía –que recubre las diferencias cualitativas que

pudiera haber entre los hombres con una misma identidad cívica– y

la identidad entre estado y cuerpo de ciudadanos, lo que es la característica

única de la polis". En la medida en que el principio de igualdad

entre los ciudadanos suspendía, en el terreno político, la desigualdad

social entre trabajadores y no-trabajadores, la política así nacida "brin43

Más allá de la vieja izquierda

dó a las clases trabajadoras10 una libertad y un poder que nunca antes

habían poseído y que en muchos sentidos nunca más recuperarían". En

este sentido, por todo lo que hoy uno pueda decir –y con razón– que la

igualdad política es sólo un sustituto de la igualdad real, no hay que

perder de vista que la separación de una esfera de lo político de la esfera

de lo privado (polis/oikos) fue un enorme avance en el sentido de la lucha

por la igualdad.

Lo que es importante para nuestros propósitos es que esta nueva forma

socio-política estuvo apoyada en una cultura particular. En efecto, la

democracia ateniense estaba basada en una imagen del hombre novedosa,

no metafísica sino histórico-natural, que procede del impulso científico

de los griegos. Esta imagen parte del hombre natural en tanto especie

compuesta por individuos iguales entre sí: igualitarismo y universalismo

son así fundamentales. Una de las consecuencias de esta antropología es

que las reglas sociales aparecían "menos como principios que como convenciones,

que no encarnan leyes eternas escritas en el Cielo o grabadas

en la naturaleza espiritual del hombre, sino que son acuerdos elaborados

en común por los propios hombres en respuesta a necesidades colectivas".

Las leyes, por ejemplo, se concebían como aquello que aparecía

toda vez que dos hombres entraban en relación, estableciendo un sistema

de derechos que ellos mismos definían en su asociación (y no como un

conjunto de principios fijo, independiente de tiempo y lugar), y que por

ello era variable. Finalmente, este tipo de antropología y de política iban

acompañadas de determinadas pautas culturales, que es lo que a nosotros

nos interesa. Entre ellas, cabe señalar la valoración del consenso

como "armonía de intereses distintos" en buena voluntad y entre iguales

(que por serlo están dotados de una capacidad espontánea para establecer

relaciones de amistad), la legitimidad de tener intereses materiales

diferentes (que por ello deben negociarse con un sentido de utilidad y

filantropía, que para los griegos suponía moderación del egoísmo pero

sin llegar a un puro altruismo) y la necesidad de establecer relaciones

justas e imparciales para todos. En esta cultura, la palabra, el deliberar

entre iguales (es decir, la política), tenía un valor primordial. Este tipo

de sentimentalidad –que es producto y productora de la democracia entendida

como igualdad– puede encontrarse en los filósofos no-socráticos

como Demócrito o Protágoras, y en varios poetas. Sin duda formaba también

parte de la cultura popular.


 


Segundo momento: la colonización aristocrática


 

La lógica de la expansión de esta antropología, esta política y esta

sentimentalidad democráticas fue reduciendo rápidamente en Atenas el

peso social y político de la antigua nobleza –los "mejores" (aristoi)–, formada

por una aristocracia terrateniente que se vio crecientemente desplazada

por el demos, esa chusma de mercaderes, artesanos, productores

de manufacturas, comerciantes y trabajadores. En este contexto, un grupo

de jóvenes filósofos pertenecientes a esa aristocracia, los Socráticos,

construyó un sistema de pensamiento para defender los valores y forma

de vida de su clase en decadencia, y contener el avance nivelador de la

democracia, la "tiranía de las mayorías", y la vulgaridad mercantil que,

sentían, estaba corroyendo a Grecia. Pero no lo hicieron sencillamente

afirmando sus viejos valores (nobiliarios) y negando los nuevos (democráticos),

sino construyendo una filosofía que aceptaba nominalmente los

motivos de su adversario, pero localizándolos de forma tal de vaciarlos

sutilmente de contenido. Como bien señalaron Neal y Ellen Meiksins

Wood, la intención de reinsertar la igualdad dentro de una concepción

jerárquica es lo que anima el proyecto filosófico conservador de Sócrates,

Platón y Aristóteles.

Simplificando enormemente, los pasos de esta operación fueron los

siguientes. En primer lugar, Sócrates ligó lo político a una particular

concepción del conocimiento. Para él "una buena decisión está basada

en el conocimiento y no en el número [es decir, la mayoría]". Ahora

bien, el conocimiento verdadero tiene que ir más allá de las "existencias

sensibles", es decir, aquello que se percibe con los sentidos: debe acceder

a la "realidad metafísica", que es el ser, la esencia o naturaleza de una

cosa, oculta tras sus múltiples manifestaciones visibles. Por ello, el terreno

del conocimiento es diferente del de la mera opinión; para conocer es

preciso tener una mente desapasionada capaz de realizar análisis riguro-

sos que vayan más allá de la confusión del mundo de lo sensible. Ahora

bien, para Sócrates el conocimiento es una disciplina (techne) como otras:

así como hay carpinteros y zapateros, hay quienes se especializan en el

conocer. Pero es una disciplina especial, ya que es la que permite acceder

a la virtud: el conocimiento de la virtud es lo único que hace falta para actuar

virtuosamente. Naturalmente, para Sócrates esto quería decir que la política

no debe ser definida en el terreno de la opinión, que es el de las

múltiples y confusas apariencias del mundo sensual, sino que en el del

conocimiento y la virtud.

Aquí es donde entra en juego el ataque a la cultura democrática.

Porque Sócrates deja en claro que el conocimiento/virtud no está al alcance

de todos, pues requiere "desapasionamiento", tiempo libre para el

estudio y constante auto-examen. El hombre común que trabaja para

ganarse la vida no sólo no tiene tiempo, sino que está ligado en cuerpo y

alma al mundo material, al mundo de las necesidades. El conocimiento,

por el contrario, es y requiere liberación del mundo de las apariencias y

de las necesidades. No es que el hombre común no pueda llevar una vida

moral, pero sólo puede hacerlo en un plano inferior al del ideal socrático.

Así, la política es transformada en una actividad filosófica que reemplaza

a la política pragmática de la polis, basada en la igualdad, el sentido

común, la deliberación y el consenso. La política debe ser manejada por

aquellos que tienen el conocimiento y la virtud en su más alto grado.

Naturalmente, quienes cumplían con estos requisitos eran los aristócratas,

no sólo porque tenían el tiempo libre y la necesaria distancia respecto

del mundo de las necesidades (indispensable para acceder al conocimiento),

sino porque las virtudes quedaban definidas en forma teleológica,

como un deber ser fijo y exterior a la elección de los sujetos, y que

curiosamente correspondía con los ideales y valores culturales de la aristocracia.

La superposición entre virtudes deseables y valores de la aristocracia

es particularmente visible en el listado que ofrece Platón: "gentileza,

gracia, refinamiento, cultura" como lo opuesto de los vicios, que son

claramente atributos del demos: "vulgaridad, ordinariez, insolencia, presunción,

tosquedad". Pero fue Aristóteles quien ofreció la versión más sutil de esta estrategia

conservadora, al evitar un rechazo a la igualdad que fuera demasiado

explícito (como en Platón). El razonamiento de Aristóteles es el siguiente:

dado que los hombres comunes en general son incapaces de obrar

según una moral virtuosa, la política trata de adaptar los asuntos de la

polis a esa condición, eligiendo siempre el mal menor sin hacer intentos

de llevar a los hombres a la perfección. Por otro lado, ya que el mundo

natural es una sucesión jerárquica que comienza en lo inanimado, y

continúa en las plantas, los animales, los hombres y, finalmente, los dioses,

esta jerarquía supone funciones, y en cada caso el ser superior está

moralmente habilitado a dominar al inferior. Esta jerarquía del cosmos es

fija e inmutable. Como es sabido, Aristóteles cree que algunos humanos

son naturalmente superiores a otros, y en la superioridad de algunos el

"buen nacimiento" y la riqueza –especialmente la heredada, y no la de

los nuevos ricos– son fundamentales. En el otro extremo (sin contar a los

esclavos, que son cosificados) Aristóteles sitúa a los pobres, los que realizan

labores manuales, los que trabajan en relación de dependencia, y los

comerciantes que compran y venden en el mercado. Tal como en Sócrates,

esta categoría de gente es incapaz de acceder a la virtud, y Aristóteles

preferiría que fueran despojados de la ciudadanía. Su ideal político reside

en el gobierno de los más capaces, con el apoyo social de la "clase

media" (que en su definición corresponde sólo a los medianos propietarios

de tierra y no a algún grupo urbano). La politia que Aristóteles así

diseña como forma de salir de la crisis política en la que se encontraba

Grecia –y cuyo origen él percibía claramente en la lucha entre

clases sociales– es una mezcla de elementos democráticos y oligárquicos,

apoyada en la clase media rural, para contrarrestar la influencia

del demos urbano.

Lo que importa para nosotros es que Aristóteles, en su empresa conservadora,

propuso un cambio en la antropología igualitaria que formaba

el núcleo de la cultura y la sentimentalidad ateniense. En efecto, contra

la ética democrática, basada en la idea de "igualdad humana" y de "filantropía"

que supone una tendencia espontánea e inevitable de los hombres

hacia la amistad/concordia, Aristóteles argumentó en su Ética que

ésta, lejos de ser espontánea e inevitable, era una virtud (teleológica) y,

como tal, el producto de un esfuerzo, de una cultura. Sólo las personas

completamente virtuosas –i.e., los aristócratas– son capaces de expresar

una amistad/concordia perfectas. Así, Aristóteles disuelve el concepto de

filantropía universal entre seres humanos iguales, dividiéndolo en tres

formas de concordia tomadas del modelo de la familia: la benevolencia

autoritaria (propia de la relación padre-hijo), la conducción aristocrática

(propia de la relación entre marido y esposa) y, finalmente, el espacio

de la lealtad entre iguales (propia del vínculo entre hermanos). A través

del modelo de la familia, Aristóteles intenta contrarrestar el igualitarismo

de la esfera de lo político y la antropología democrática.

Una operación semejante es la que Aristóteles realiza con la idea democrática

de "consenso" como aplicación de la buena voluntad y armonía

de las partes. Aristóteles opina que no puede haber verdadera armonía

entre la aristocracia y las clases menores; sólo puede haber una aceptación

de que los elementos superiores deben gobernar, y es a esto a lo

que debe llamarse "consenso", ya que la verdadera armonía, como vimos,

sólo puede darse entre los elementos aristocráticos. Por ello, Aristóteles

deja de lado el tema de la formación de opiniones en las cuestiones políticas;

así, el rol verdaderamente político del demos es abolido. En su

lugar, la clase alta se une en una congruencia que no es opinión, sino

convicción moral (de la cual tienen el monopolio). El objetivo de este

cambio de perspectiva, naturalmente, es eliminar el componente universalista

e igualitario que implicaba describir la democracia como el encuentro

de las mentes de ciudadanos iguales que deliberan entre ellos y

arriban a decisiones.

Finalmente, munido de esta nueva antropología y de su idea de las

virtudes, Aristóteles se ocupa de la idea de igualdad política. Lo sutil de

su argumentación reside en que, lejos de rechazarla, Aristóteles se la

reapropia en su idea de "igualdad proporcional", que es entendida

como "correspondencia" o "proporción" de los beneficios y atribuciones

de acuerdo a las desigualdades fundamentales que existen entre

los hombres.

Resumiendo, el proyecto conservador de los socráticos buscó colonizar

la cultura democrática subvirtiendo sus propios conceptos. Contra la

opinión, la deliberación entre iguales, el sentido común y el establecimiento

de consensos a medida de cada situación, los socráticos opusieron

una idea metafísica del conocimiento (que lo alejaba de la gente

común), una idea teleológica de las virtudes y de la educación en la

virtud (que prefería, antes que al hombre realmente existente, la imagen

fija de un deber ser proyectada al futuro) y la idea de ley como norma

metafísica de justicia (que alejaba el establecimiento de las leyes de la

deliberación política). En este esquema, la moderación dejaba de ser una

parte necesaria de la filantropía –es decir, el considerar los intereses del

prójimo en una relación entre iguales– para pasar a ser algo distinto.

Combinada en Aristóteles con la doctrina de las virtudes, la moderación

pasó a ser entendida como el "justo medio" en todas las cosas, una con-

cepción que conviene analizar con mayor detenimiento, ya que es uno

de los elementos culturales más importantes del sentido común actual.


 

Moderación como "justo medio"


 

En nuestra cultura circulan una serie de imágenes acerca de la moderación

como "justo medio" entre los extremos, a los que se califica como

una conducta inmoderada. "Los extremos son malos", "los extremos se

tocan", son frases del sentido común que expresan un aristotelismo inconsciente,

y que cargan consigo la operación ideológica que los socráticos

alguna vez diseñaron, y que la ideología liberal-burguesa retomó

muchos siglos después. Veamos cómo funciona.

Como señalamos más arriba, Aristóteles estableció una serie de virtudes

teleológicas, es decir, pautas ideales de comportamiento que se consideran

como correctas en sí mismas, más allá de tiempo o lugar, y en las

que los hombres deberían educarse. Como también hemos visto, estas

virtudes reproducían las pautas de conducta y los valores de la aristocracia

griega, y rechazaban las conductas y valores del demos, considerados

como vicios. En su doctrina del "justo medio", Aristóteles argumentó que

tales virtudes –coraje, autocontrol, generosidad, magnificencia, gentileza,

gracia, etc.– representaban el punto medio entre un exceso y una

deficiencia, y que, por ello, vivir virtuosamente significa llevar una vida

de moderación. La virtud o excelencia del carácter, según Aristóteles, se

define en aquello que "es relativo a una elección, que yace en el medio,

es decir, en el medio relativo a nosotros, siendo éste determinado por los

procedimientos racionales por los cuales un hombre sabio (phronimos) lo

determinaría". Así, si fuéramos sabios, en teoría, observaríamos las conductas

extremas (en exceso y en defecto), y así determinaríamos un punto

medio, que no necesariamente debe entenderse como una proporción

aritmética perfecta, sino como un equilibrio aproximado. Por ejemplo,

respecto de la virtud del coraje, se determina como un punto medio

entre el ser miedoso y el ser temerario. Ahora bien, como los comentaristas

de Aristóteles han señalado, es una curiosa simetría que todos los

comportamientos puedan errar en dos y sólo dos formas (por exceso o

defecto). Como sostuvo Rosalind Hursthouse, se trata de una falsa doctrina

del "medio": la virtud, en realidad, no está en el medio de nada.

Actuar mal no siempre es mostrar una inclinación "demasiado", o "muy

poco": es sencillamente actuar mal. Por ejemplo, tener coraje no es un

equilibrio entre el miedo y la temeridad, sino hacer lo correcto en la

circunstancia apropiada, aun si hay riesgos. La temeridad no es tener

demasiado coraje, ni muy poco miedo, sino hacer algo que el sentido

común indica que debería no hacerse, porque implica riesgos que no

están en relación con los posibles beneficios. Más aún, no puede establecerse

cuáles son las conductas "extremas" sin establecer primero cuál es

el "medio", lo adecuado. El "medio" no se calcula de acuerdo a una

relación óptima entre "extremos", sino que pre-existe a los extremos,

definiéndolos.16 La doctrina del medio es una metáfora, que traslada al

plano de la ética y los comportamientos algunas observaciones del mundo

natural que Aristóteles y que todos nosotros realizamos día a día: que

si algo no está en equilibrio se cae, que no es bueno comer mucha cantidad

pero tampoco comer muy poco, etc. Lo importante es que esta metáfora

"naturaliza" la definición de lo virtuoso (una definición que, como

vimos, procede del estilo de vida aristocrático). Decir que una pauta de

comportamiento de una clase social dominante es "el justo medio", es

otra forma de decir que es lo natural, lo objetivamente mejor, y que debe

ser obedecida sin cuestionarse. Así, "ser moderado" –que en la cultura

democrática era considerar también las necesidades del prójimo y no

centrarse egoístamente en los deseos propios– pasa ahora a significar actuar

de acuerdo a los valores de la clase dominante. El círculo está cerrado:

la ética aristocrática colonizó así el lenguaje de la ética democrática.

Lo extraordinario de este dispositivo –tan simple y sin embargo tan

efectivo– es la manera en que se presta para traducirlo en política concreta.

Ya Aristóteles lo hizo en su época, al inventar el concepto de "clase

media", trasladando así a un grupo social determinado las virtudes políticas

de representar "el justo medio". Demás está decir que este grupo no

estaba situado "en el medio" de nada, ya que la sociedad no es una cantidad,

ni tiene un volumen o una forma de la que pueda establecerse un

"centro" o "medio". Aristóteles seleccionó a los medianos propietarios de

tierra para investirlos con el título de "clase media", porque esperaba que

ellos proveyeran un apoyo social para el modo de vida de la aristocracia

rural y para la defensa de la propiedad y la autoridad contra el populacho

urbano, y porque suponía que su posición social los habilitaba para

llevar una vida aceptablemente virtuosa y los interesaba en los asuntos

públicos, aunque no tanto como para excitar la ambición por el poder.

Al nombrar una "clase media", Aristóteles trasladaba sobre ella su idea de

la virtud como "medio" y, así, le otorgaba un lugar preponderante en la

política.17 Porque la política, en términos socráticos, no se trata de deliberar

y alcanzar acuerdos entre iguales, sino de acercarse a un ideal moral

pre-definido (aristocrático).


 

Tercer momento: la ambigüedad de la Ilustración


 

La filosofía de la Ilustración contiene aspectos universalistas e igualitaristas

que la asemejan, en varios sentidos, a la cultura griega pre-socrática.

Al mismo tiempo, también comparte algunos elementos con la antropología

socrática. En el plano de la sentimentalidad, que es el que nos

interesa aquí, la Ilustración dieciochesca elaboró una concepción de la

felicidad entre los hombres tomando motivos de la antigüedad clásica y

otros más tardíos. Como ideal de la vida del individuo en sociedad, los

philosophes tendieron a proponer la concepción de felicidad como "mediocridad"

o "medianía", que para ellos significaba un estado de equilibrio

entre la abundancia y el ascetismo, entre posesiones y deseos. La

mediocridad es la transposición a la sociedad de la idea de reposo, de

moderación de las pasiones que permite al alma disfrutar de su inmovilidad

o equilibrio. Implica una moral de la mesura, que consiste en aprovechar

al máximo lo que se posee sin arriesgarse a grandes ganancias, que

siempre pueden terminar en grandes pérdidas. Trasladada al plano de la

política, la idea ilustrada de felicidad como medianía contiene una ambigüedad

o indeterminación característica. Según Helvecio, por ejemplo,

para asegurar tal estado de felicidad convendría fundir a ricos y pobres

en una misma masa de hombres y mujeres en "medianía". Para otros

menos dispuestos a atacar la propiedad, como Diderot, el ideal de medianía

se realiza en una clase social en particular, la clase "acomodada",

situada entre ricos y pobres. Como bien señaló Robert Mauzi, el ideal

ilustrado de felicidad como mediocridad retoma varias influencias diferentes:

el tema estoico de la impasibilidad del sabio, la temática epicúrea

de la aurea mediocritas, la exhortación cristiana a soportar las pruebas que

no involucren más que al cuerpo, el desprecio nobiliario por la mera

adquisición de riquezas y también las aspiraciones de la burguesía en

ascenso, que encuentra en este ideal, al mismo tiempo, la forma de descalificar

a los Grandes y de olvidar a los humildes. De este modo, la idea

de la "dorada medianía" contiene una ambigüedad política fundamental,

que permite tanto afirmar la autonomía del alma respecto de la condición

social como justificar la desigualdad social.18 Durante el siglo XVIII

esta ambigüedad quedó irresuelta, en especial porque la teoría de la sociabilidad

natural entre los hombres oscurecía el problema de la posible

falta de coincidencia entre felicidad individual y felicidad colectiva: el

optimismo dieciochesco, de diversas maneras, suponía que la una traía

implícita a la otra.


 

Cuarto momento: la colonización liberal-burguesa


 

La matriz básica del pensamiento de Aristóteles reaparece en el liberalismo

contemporáneo para resolver tal ambigüedad. Porque, en cierto

sentido, el elitismo del liberalismo moderno, como el de los socráticos,

también debió enfrentar las consecuencias universalistas, igualitaristas y

democráticas que derivaban de la filosofía de la Ilustración. También la

antropología ilustrada, con su idea de la sociabilidad natural entre los

hombres, su idea de la autonomía de los individuos, su idea de un contrato

social entre iguales guiados por la razón y su idea de la soberanía

del pueblo atentaba contra la preservación de las elites (como quiera que

uno las defina). El liberalismo moderno, como ideología de legitimación

del poder, siguió los mismos pasos que los aristócratas griegos: colonizó

el lenguaje ilustrado de la moderación, la libertad, la igualdad y la fraternidad

hasta vaciarlo de contenido. El liberalismo aprendió a hablar en

el lenguaje y la cultura de su enemigo, y en ello reside su éxito.

Aun cuando muchos pensadores liberales sostuvieron que el liberalismo

(y por ello también el Estado liberal) debe predicar la neutralidad

moral –es decir, no interferir en los valores que profesan las personas, ya

que esto pertenece al ámbito privado de los individuos– el liberalismo tal

como fue llevado a la práctica participa de la concepción socrática de la

virtud. En efecto, el aspecto teleológico de esa concepción se reencuentra

en el temor al "despotismo de las mayorías" y en el énfasis que los liberales

pusieron siempre en la idea de capacidad. Tal idea supone que, aun-

que en teoría la soberanía pertenece al pueblo, en la práctica no todos los

individuos están capacitados para ejercerla. El ejemplo más obvio es el de

los liberales doctrinarios, que sostenían la política de restringir el voto a

quienes tuvieran propiedades o un determinado nivel de ingresos. Para

ellos, no se trataba de que tener dinero en sí fuera necesario para ejercer

la soberanía; lo que argumentaban era que el poseer dinero era un índice

que demostraba la capacidad de las personas. El avance de la democracia,

a partir de la revolución de 1848, barrió con el voto censitario y con el

gobierno de los doctrinarios. Sin embargo, la problemática de la capacidad

siguió formando parte del discurso liberal, en el énfasis que el liberalismo

siempre puso en la educación. En efecto, de nuevo en este caso, si bien

la soberanía pertenece al pueblo, sólo aquellos educados en los valores

liberales podían ejercerla. La idea de que la educación se extendería algún

día a todos los individuos no era un obstáculo para los liberales, en la medida

en que un pueblo "educado" era sinónimo de un pueblo liberal. La facilidad

con la que los liberales siempre consideraron conveniente suspender

el derecho del pueblo a decidir sobre su destino toda vez que sus decisiones

no se correspondían con el ideario liberal es prueba de ello (piénsese en

Hayek, en la generación de 1880 en Argentina, en Alsogaray, pero también

en las políticas de los países colonialistas y de EE.UU. en el tercer mundo).

En los hechos, la "capacidad" fue siempre, para los liberales, condición de

participación política: en la igualdad, tal como el liberalismo la entiende,

siempre hay algunos que son "más iguales que otros".

Otro vínculo del liberalismo con la reacción aristocrática de los socráticos

está en la idea de los Derechos Humanos como derechos naturales

(metafísicos), antes que como convenciones sociales: este movimiento

corresponde a la concepción griega que hizo de las leyes criterios absolu-

tos de justicia, alejándolas así del campo de las deliberaciones democráticas

entre iguales.

Pero el vínculo más importante para nuestros propósitos está en la

idea de las virtudes de "lo intermedio", y de moderación como "justo

medio". Así como Aristóteles situó en una "clase media" la virtud política

dentro de la politia, los liberales reprodujeron la misma movida ideológica

durante toda su historia. El intento de asignar la mayoría de la virtud

política a un grupo "intermedio" (y por ello dotado de una capacidad y

una virtud especiales para moderar la vida política) se encuentra desde el

principio en la tradición liberal. En efecto, ya Montesquieu –que opinaba

que la buena democracia no debía ser sino una aristocracia perfeccionada–

sostuvo la necesidad de mantener "cuerpos intermedios" en manos

de la nobleza, y asignar otras atribuciones a cuerpos no electivos. La

idea tras este diseño es preservar una esfera con derechos anteriores e

inmunes tanto a la soberanía popular como a la soberanía estatal. Los

liberales posteriores, enfrentando el impulso democrático irrefrenable,

tuvieron que resignar la supremacía de lo que los filósofos ilustrados

bien llamaron cuerpos nobiliarios "privilegiados" (privi-legio: "ley privada").

Pero la cuestión de los "cuerpos intermedios" reapareció en el pensamiento

liberal decimonónico bajo la forma del "gobierno mixto" y, más

recientemente, de la "sociedad civil".20 En efecto, la temática contemporánea

de la importancia de las instituciones de la "sociedad civil" ("intermedias"

entre el Estado y los individuos), fue desarrollada por Tocqueville

en su idea de las "asociaciones", que procede directa y explícitamente

de la idea de los cuerpos nobiliarios privilegiados.21 Así, hay "asociaciones"


 

21 Decía Tocqueville: "Creo firmemente que es imposible restaurar una aristocracia en el

mundo, pero opino que los ciudadanos corrientes, asociándose, pueden dar nacimiento a

seres opulentos, influyentes y ricos; en una palabra, a particulares aristocráticos. De esta

manera se obtendrían muchas de las mayores ventajas políticas de la aristocracia sin sus

injusticias ni sus peligros. Una asociación política, industrial, comercial o incluso científica

y literaria, equivale a un ciudadano ilustrado y poderoso al que no se puede sojuzgar a

voluntad ni oprimir en silencio, y que al defender sus derechos particulares contra las

exigencias del poder, salva las libertades comunes". TOCQUEVILLE, Alexis de: La Democracia

en América, Madrid, SARPE, 1984, T.II, p. 271.


 

en las que deben preservarse ciertos derechos anteriores al gobierno

de las mayorías, y que también cumplen la función de "escuelas" donde

los ciudadanos se educan en la cultura liberal. De nuevo en este caso,

hay algunas asociaciones más virtuosas que otras: por ejemplo, en una de

las teorizaciones recientes más importantes de la idea de "sociedad civil",

se excluye de ese ámbito a los sindicatos, ya que están demasiado ligados

a intereses económicos.22 Después de siglos se reencuentra el mismo desprecio

de los socráticos por el contacto con el mundo de las necesidades

materiales. La cuestión de la moderación queda subsumida así en la moderación

de la soberanía popular.

Pero en ningún lugar es más notable la reaparición del conservadurismo

aristotélico y de su idea de la virtud y moderación como "justo medio"

que en el discurso liberal-burgués de "clase media". Así como Aristóteles

invistió de virtud política al grupo de medianos propietarios de

tierra (en el que buscaba obtener un apoyo político), por medio de la

metáfora del "justo medio"/"clase media", los liberales contemporáneos

hicieron lo propio en los siglos XIX y XX. Apartir de Guizot, el liberalismo

se presentó como "el partido de la clase media", y a ésta como encarnando

los valores de la moderación, justamente por estar "en el medio".

A través del tiempo, el concepto de "clase media" fue cambiando de

significado: en épocas de Guizot se trataba de la alta burguesía (entre el

radicalismo del pueblo y la reacción de la antigua nobleza); más tarde

serían las "nuevas capas sociales" o pequeña burguesía (entre el socialismo

obrero y la miopía de la gran burguesía). Lo cierto es que los límites

"inferiores" de la clase media siempre estuvieron claros (el populacho al

que se quiere excluir), mientras que sus límites superiores siempre fueron

más difusos e inclusivos. Consecuentemente, en tanto partido de

"clase media" o de la "media" de la población, la política liberal se presentó

siempre como política "de centro", entre los "extremos" de la derecha

y de la izquierda.23 Inútil subrayar, a esta altura, que las políticas

liberales no están en el "centro" de nada: son sólo opciones entre un

abanico de alternativas posibles.

Resumiendo. Hemos visto cómo, en dos momentos distintos (pero

fundamentales) de la historia del pensamiento occidental, una ideología

elitista colonizó la política y la cultura democráticas. El liberalismo moderno

logró hacerlo, empleando básicamente (entre otras cosas) cuatro

dispositivos: por un lado fundando una teoría de los derechos individuales

("Humanos") –entre ellos a la propiedad– como derechos naturales,

y por ello intocables por las mayorías. En segundo lugar, retomando

la idea de virtud para establecer un ideal (liberal) de ciudadano al que

los hombres y mujeres realmente existentes debían adaptarse (educarse)

antes de reclamar el ejercicio de sus derechos políticos. En tercer lugar,

estableciendo una serie de instituciones no electivas –estatales o de la

"sociedad civil"– en las que se depositan determinados derechos que

quedan así fuera del alcance de la soberanía popular. En cuarto lugar

–y esto es lo fundamental para nuestro propósito– obliterando la idea

de la moderación de modo tal de naturalizar los valores de determinada

clase social ("clase media") y de determinadas políticas ("de centro").

La metáfora del "justo medio", aplicada a la política, agrupa un

amplio sistema de representaciones mentales y pautas culturales y sentimentales

que asegura que el predominio de una clase y de un tipo

de política sea percibido como "moderado", de "sentido común", "razonable",

"viable", "responsable", "equilibrado". Así, en la hegemonía liberal-

burguesa, las ideas de igualdad, autonomía individual, medianía,

moderación, deliberación entre iguales, etc., quedan envueltas en un

discurso que las repite y utiliza, vaciándolas, sin embargo, de su contenido

democrático. La ideología liberal-burguesa, como toda ideología

dominante, venció a sus adversarios robándoles sus palabras y

parasitando su cultura.

Volvamos ahora a la cuestión de la cultura de la izquierda y el

romanticismo.

Cultura contemporánea y cultura de izquierda

El liberalismo ha sido la ideología hegemónica en los dos últimos

siglos. Hasta el momento enfrentó con éxito a la cultura católica, la revuelta

romántica del siglo XIX, los movimientos de masas fascistas, y la

variedad de socialismos, populismos y movimientos de liberación nacional

que intentaron destronarlo. También, con y sin ayuda de la fuerza

directa, ha corroído las cosmovisiones autóctonas de una gran variedad

de sociedades no occidentales. Bajo la hegemonía cultural del liberalismo

la burguesía ha transformado al mundo a su imagen y semejanza.

Existen muchas razones para este éxito: sólo me he concentrado aquí

en algunos de los aspectos de su cultura y sentimentalidad que colaboraron

y colaboran en la constante y cotidiana reafirmación de su hegemonía.

El liberalismo ha sabido hablar el lenguaje de la igualdad y travestirse

en el vocabulario y la sentimentalidad democrática. Ha ofrecido a los

individuos, dentro de ciertos límites, la posibilidad de desarrollar sus

intereses particulares y obtener legitimidad para sus necesidades individuales,

privadas, materiales. Ha colonizado el sentimiento de la tolerancia,

la moderación y el respeto a los demás (que en sí no son burgueses ni

liberales). Ha apelado al lenguaje del sentido común y, dentro de ciertos

límites, ha fomentado y utilizado en su favor la participación y la deliberación

entre iguales. Se ha tomado el trabajo de "educar" a la población

en sus valores y en su ideología. Ha cedido algunos centímetros frente a

sus adversarios cuando fue preciso, pero manteniendo siempre sus principios

incólumes. La forma en que se apropió de parte del mensaje del

socialismo –trastocándolo de lucha contra la opresión a un simple reclamo

por la extensión de los servicios que brinda el Estado– es característica.

La cultura y los sentimientos que gobiernan hoy la esfera política y las

relaciones sociales, al menos en los países del llamado "Occidente", son

profundamente antirrománticos. Ya no estamos en el siglo XIX, cuando

millones estaban dispuestos a la aventura (la Revolución, la guerra, la

purificación de la raza, ¡qué importa cuál!) y a los grandes proyectos, sin

importar cuántas cabezas rodaran en el camino. Después de las guerras,

Auschwitz, Hiroshima, el Gulag y las innumerables represiones militares,

en la sentimentalidad que predomina actualmente entre la gente

común tiende a valorizarse más el sentido común, la responsabilidad en

las acciones, la credibilidad, la evaluación de los costos y posibilidades

de éxito en los cambios, la moderación, el respeto a los motivos del prójimo,

la tolerancia, la apertura.24 Por supuesto que circulan también

muchísimos elementos románticos y poéticos en el cine, en la literatura,

en la música, en algunas nostalgias de otras épocas, o en los textos de

algunos intelectuales marginales. Estos elementos, sin embargo, restringidos

al ámbito de la ficción, son el complemento necesario de la cultura

liberal. El mercado vende rebeldía envasada y culto a la muerte para

adolescentes en los discos de Marilyn Manson, elogio de la locura o del

Idiota Santo en películas como Amadeus o Forrest Gump, culto al coraje y

una visión romantizada de la comunidad del pasado en Corazón Valiente,

y la promesa de una conexión cósmica y de armonía con el universo en

los cristales y pirámides para cultores de la New Age. Así, lo que queda

hoy de la cultura romántica ofrece un recreo indispensable frente al sinsentido

o al aburrimiento y la monotonía de nuestra cotidianidad, y a

veces un estímulo para asumir una moderada y funcional cuota de riesgo

en nuestras vidas. Nada más. En el ámbito de la política, los únicos

grupos que se apoyan exclusivamente en una sentimentalidad romántica

son la ultraderecha y gran parte de la izquierda radical. Ambos grupos

son marginales y minúsculos en su incidencia política. Es cierto que tal

romanticismo atrae a un pequeño grupo de jóvenes todos los años; pero

incluso estos no duran demasiado dentro de esos grupos. La enorme

mayoría de la gente los mira con antipatía o temor.

La cultura y la sentimentalidad de izquierda se forjaron en el siglo

XIX, la época de la revuelta romántica, cuyos sentimientos estaban en las

antípodas de los actuales. Desde entonces hasta hoy la sentimentalidad

predominante cambió dramáticamente; los sentimientos de la tradición

de izquierda, sin embargo, continuaron anclados en un pasado ya distante.

Es, entre otras cosas, el pesado legado de la sentimentalidad romántica

lo que ha hecho cada vez más difícil, para la izquierda, el comunicarse

con las personas "normales" del mundo real.

Hay una frase de Marx cuya inactualidad resume el cambio como

ninguna otra, cuando decía que los trabajadores se lanzarían a la revolución

porque "lo único que tienen para perder son sus cadenas". La izquierda

actual necesita comprender y respetar el hecho de que los trabajadores

tienen mucho más que perder además de sus cadenas. Cualquiera

que haya hablado con un trabajador sabe de la enorme desconfianza

que sienten frente a las ideas abstractas y a las recetas para mundos ideales.

Sabe de la gran reticencia que sienten a arriesgar sus trabajos –para

no mencionar sus vidas– en nombre de acciones que muy probablemente

fracasen. Sabe del enorme valor que le dan a su minúscula capacidad de

consumo, al modestísimo confort de la casa familiar, al pequeñísimo espacio

de vida individual y privada que poseen, y que esperan sea seguro

e inviolable.

Frente al romanticismo del militante de izquierda que invita siempre

a la clase obrera al arrojo y la heroicidad (la huelga general, la rebelión,

etc.), el trabajador real prefiere apegarse al sentido común y al cálculo

racional para decidir la conveniencia de una acción. Y sin embargo, para

gran parte de la cultura de izquierda, la moderación, el cálculo racional

de probabilidades, la vida privada, el disfrute de lo que se posee y el

sentido común siguen siendo pecados "burgueses". Como el héroe romántico,

la izquierda sigue esperando a su enamorada ideal, una Revolución

que sea como una "bestia femenina que todo lo devore y lo consuma

en su fuego" ¡Maldita sea la tibieza! Frente a una realidad que no la

escucha, la izquierda repite sus consignas y sus rituales del pasado, imaginando

que el problema es que no está gritando lo suficientemente fuerte,

que hace falta más declamación, que hay que ir más seguido a la

plaza, y golpear con más fuerza al bombo. En el mundo aparte de la

izquierda, sus pocos habitantes se entregan al deporte de superarse mutuamente

en maximalismo, a ver quién es el más radical y osado de todos.

Mientras tanto, los ideólogos liberales saben que la realidad no es

sorda: sólo se trata de saber hablar en su idioma. Mientras la cultura de

izquierda invita a la repetición romántica o se enreda en las abstracciones

de la filosofía, los liberales se toman el trabajo de hablarle pacientemente

a "Doña Rosa", de explicarle sus razones, de escuchar sus ansiedades.

Hablando el lenguaje del sentido común, dosifican la ideología para que

penetre mejor.

La cultura de izquierda necesita volver a escuchar, aprender de nuevo,

sustraerse del mundo de los héroes románticos y de las gestas épicas

del pasado, para recuperar el contacto perdido con el lenguaje y los

sentimientos de los hombres y mujeres de nuestra época. Los sentimientos

de la izquierda deben hacer lugar para albergar (de verdad, sin altiva

condescendencia) los valores del sentido común, de la moderación, de

la razonabilidad, de la factibilidad, del gozo de la vida privada y los

placeres materiales, de la libertad, del respeto al prójimo, de la tolerancia,

de la deliberación de igual a igual, en definitiva, de la igualdad con

nuestros prójimos tal como ellos son aquí y ahora. Todos estos valores y

sentimientos eran nuestros antes de que la ideología liberal-burguesa los

colonizara, y todavía nos pertenecen.

Para recuperar el contacto con el mundo actual, la izquierda debe

hacer un profundo autoexamen de su cultura y sus sentimientos. No se

trata de rechazar el romanticismo en bloque, porque también partes de él

nos pertenecen por derecho propio. El sentimiento de fraternidad, el festejo del compromiso con los ideales, el coraje para asumir riesgos, las

imágenes de las gestas del pasado, la celebración de la lucha, las ensoñaciones

poéticas, la pasión revolucionaria, el culto de una vida intensa, la

utopía de un mundo nuevo, la aspiración a otro vínculo entre el arte y la

vida y entre la política y lo cotidiano, son algunos de los elementos románticos

que nos pertenecen y que son indispensables para el proyecto

emancipatorio. Pero deben estar combinados con un agudo sentido de la

realidad, con un programa político factible para cada circunstancia, con

el respeto a los demás y las razones e intereses individuales, con una ética

de la responsabilidad y con un compromiso por el respeto a la deliberación

con las personas reales (opinen lo que opinen). Se equivoca Michael

Löwy cuando concluye que "la utopía será romántica o no será". La

cultura de izquierda estuvo hasta ahora excesivamente dominada por su

costado romántico: es hora de conectar también con el legítimo sentimiento

antirromántico de nuestra época, si lo que queremos es hacer

política emancipatoria de verdad. Esta es la verdadera "restricción cultural"

que sufre la izquierda.