En cada periodo de elección post dictadura, los excluidos del sistema que piden cambios y participación, ineludiblemente quedan enfrentados ante el dilema: a quien apoyar. La Concertación o la izquierda organizada pero fuera del sistema.
Cuando aun existía ilusión y expectativas en la Concertación, especialmente en sus primeros años de gobierno, cuando la izquierda fuera de la concertación no era más que una mínima expresión este dilema se hacía fácil de solucionar inclinándose hacia ella y, hasta se podía, en cierta manera justificar por sectores críticos.
En la medida que las elecciones pasaban y la concertación mostraba de manera clara, la dirección pro sistema excluyente escogida, que los alejaba hasta de sus propias bases y, al tiempo que surgían organizaciones políticas con marcado carácter social, con las cuales se iniciaba un cierto crecimiento de oposición, permitió ir abriendo un nuevo abanico de posibilidades para los excluidos sociales que buscaban representatividad, llegando al Juntos Podemos.
El Juntos Podemos de lejos fue la máxima expresión organizativa que los partidos y organizaciones de izquierda han podido presentar desde que nos rige la democracia restringida. Genero expectación, hasta ilusión y, a muchos, hizo fácil el dilema.
El Juntos Podemos logro mantener y acrecentar esta expectación por dos años, antes de derrumbarse convertido en un fracaso, que bien puede confundirse con suicidio.
Suicidio, porque su fracaso no fue producido por fuerza externas sino por contradicciones internas. Contradicciones arrastradas desde su misma fundación por intentar conjugar en un solo verbo doctrinas e intereses políticos tan disimiles como contradictorios y no basar el documento fundacional sobre intereses concretos y necesarios. De esta manera, las diferentes organizaciones que concurrieron al pacto de unidad, parieron un hijo deforme.
La división del Podemos, bien se puede decir que fue sobre el punto seis de su carta fundacional, pero bien pudo haberse dado sobre cualquiera de los 11, en el momento de ponerlos a pruebas.
Las concesiones que cada una de estas organizaciones, entrega al resto de las organizaciones concurrentes, tienen que haber sido difíciles de hacer, aun en nombre de la unidad. Sin embargo eso es más fácil que cuando llega la hora de concretizarlo.
La idealización existente con respecto a procesos masivos de unidades anteriores, como lo fue la Unidad Popular, que en gran parte motivo la creación del Podemos, siempre conlleva una y otra vez como fatalismo histórico, a la repetición de errores con gran costo a la causa de los excluidos, crea desmoralización, apatía y deseos inmensos de nunca más participar.
La unidad popular, ni en la mejor versión de ensueño, fue un paseo tranquilizante por un parque. La unidad conseguida por los partidos de la unidad popular, en esencia también disimiles como los concurrentes de hoy, solo duro hasta que en las urnas Allende llego a la presidencia, porque inmediatamente después quedaron trenzados en feroz batalla sin entregarse concesión alguna, aun cuando se estaba en confrontación directa con el capitalismo. (Cuando Escalona usa este mismo argumento para unir tras el gobierno a su partido, obvia decir, que en aquel momento la lucha era por cambiar las estructuras del sistema capitalista en Chile, hoy, la lucha es por la permanencia en la administración del sistema capitalista en su forma más despiadada).
Toda la "fe fundada y certeza de experiencia, en la posibilidad de articular al más amplio conjunto de fuerzas políticas y sociales de izquierda" como nos dice la declaración del Podemos, no fue retorica, falta de fe o, malas intenciones. Fue solamente imposibilidad. Imposibilidad y, esto sí, basada en la experiencia histórica.
Todos los procesos unitarios de partidos con diferentes grados de éxito han sufrido el mismo destino a través del continente y el mundo. Si las experiencias pasadas algo dicen, es solo que las unidades partidarias no son prolongadas en el tiempo. Esto se debe a que las unidades son tácticas y no estratégicas, basadas en necesidad propia, en cómo se miran en relación a su rol de vanguardias, pero no en lo que se necesita para crear cambios. O, solo basados en programa general, que tampoco es garantía de sostener la unidad.
Si alguien propone la Concertación como ejemplo de unidad duradera en el tiempo, tendremos que decir que esa unidad no está basada ni en origen ni intención, como unidad que propusiese llevar adelante los cambios profundos que Chile necesita. Esa unidad fue dada primero para la conquista del poder y, reemplazo de la dictadura con limitado discurso democrático y humanista.
Indudablemente creo expectativas que iban más allá del propio discurso, culpa nuestra no de ellos, para pasar inmediatamente al aferramiento al poder, por el poder y, de beneficios limitados solo a ellos. Aun así, la unidad se les hace difícil en el juego de nunca acabar sobre quien está arriba. El poder los une y la falta de él los dividirá. Todas las unidades súper estructurales, más tarde o más temprano fracasan.
Pero lección más importante para los excluidos, en este nuevo periodo eleccionario, es entender que la unidad que no produce los cambios morales ni políticos para los cuales fue elegida como referente, no tiene ningún sentido apoyar.
Hoy, ante nuevas elecciones municipales, los excluidos nos encontramos ante un peor panorama que al de solo cuatro años atrás, haciendo el dilema aun más acuciante por el escenario que nos están preparando.
En cartilla vamos viendo por un lado a la misma coalición de gobierno desgastada y corrupta sin siquiera discurso remozado y, por el otro, el Podemos Edición II, solo que esta vez como apéndice de gobierno en un pacto por omisión.
Los reparos de las organizaciones políticas sociales, de las organizaciones sociales y populares mismas, de los intelectuales y críticos en general, a la posición de apéndice en que se han puesto las organizaciones y partidos de izquierda, no tienen sentido si se acaba por apoyar tal paso regresivo.
Es imperioso en esta disyuntiva que las organizaciones políticas sociales, las organizaciones sociales y populares mismas, no caigan presas de este engaño. Menos aun, enseñar ellas mismas, que se han organizado por fuera de la concertación, que las salidas a la exclusión están por dentro de la concertación y llevada adelante por aparatos.
Un qué le vamos hacer, la unidad es lo importante y un no existen más salidas, no constituye argumento alguno, otro que no sea dar vueltas las espaldas a nuestras propias bases y la masa de excluidos, enseñando que el poder no está en ellos ni sus organizaciones existentes o las por crear, sino en la habilidad de la izquierda para fraguar pacto de beneficios propios.
Las organizaciones políticas sociales y las organizaciones sociales mismas, pero también estudiantiles y sindicales no podemos, no debemos, defraudar de esa manera. No podemos porque somos los que más cerca estamos de los excluidos y, quienes han entendido la necesidad de organizarse y entregado su apoyo y confianza a una organización social, no fue para volver a la Concertación por la puerta de atrás. En tiempos de dudas, debemos recordar y sacar lecciones de lo que fue nuestra lucha desde el principio de los 80.
Este pacto, no importa la manera que se presente, no es un avance para la ampliación democrática ni en sentido estratégico ni táctico, por el contrario le vuelve entregar a la concertación el rol de sujeto de los cambios, volviendo la lucha democrática a punto cero.
Esto es grave. Grave porque aun en los peores momentos de nuestra lucha contra la dictadura, jamás concluimos que los avances por la democracia eran imposibles. De haber sido así, ni siquiera esta democracia restringida hubiese sido posible.
Este nuevo escenario político propuesto, no hace más que reforzar el sentimiento mayoritario, que ve los partidos como instrumentos de beneficio propio. Pero también refuerza el sentimiento cada vez más amplio, que las formas convencionales de ver y hacer la política ha tocado fondo. Que se han vuelto irrelevantes e incapaces de proveer guía teórica o inspiración practica a los excluidos en especial los jóvenes.
Las encuestas no solo muestran el estado triste y desolado de la opinión de la gente con respecto a los partidos, también son un pedido, es un clamor por el cambio en los propósitos y formas que debe tener la política.
Formas y propósitos que puedan inspirar a la participación. Debemos entender que la apatía es una bestia creada por los mismos partidos y organizaciones existentes y no es, un estado de ánimo espontaneo e inevitable.
La voz de la apatía es una voz que pide participación. Es una voz que dice, en el actual estado de las cosas no me meto.
Este mensaje más que deprimir debiera significar mayor esfuerzo e imaginación en la busca de caminos participativos. La actitud de dirigentes y organizaciones que usan la apatía de la gente como excusa para no hacer nada o, para demostrar la imposibilidad de hacer algo o, justificar los acuerdos, es precisamente el argumento que sostiene la apatía.
Pero peor, es un argumento a no pensar ni buscar soluciones. Achata la imaginación y esta se vuelve incapaz de crear estructuras organizativas democráticas, que entreguen poder a los excluidos levantándolos a ellos mismos como los actores principales. Porque el poder de los excluidos es inmenso e imbatible, que aun en estado de apatía infunde miedo a quienes se oponen a los cambios necesarios al país.
Sin embargo las organizaciones políticas de izquierda hacen todo lo contrario. Al crear estructuras orgánicas que sirven para solicitar el poder de los excluidos para ellos, con simples llamados de unidad y generalidades programáticas, que aunque puedan representar bolsones de excluidos, son llamados de demasiado lejos, que suenan a eco de llamados anteriores y, que el viento se llevo.
El dilema para los excluidos en este periodo eleccionario no trata como veces anteriores, en intentar decidir Concertación o izquierda extraparlamentaria, porque el pacto por omisión los ubica en el mismo bando.
La verdadera disyuntiva que los excluidos tenemos por delante es: Avanzar o retroceder.
O avanzamos hacia nuevas formas de organización, unidad y propósitos para la política, capaces de inspirar y entregar poder a los excluidos o, retrocedemos al camino concertacionalista y/o, reeditar la conformación de un conglomerado fracasado con inestable personalidad, de ideas viejas y gastadas.
Debemos entender y reconocer, por doloroso que sea, mordiéndose el orgullo, que las viejas ideas no han funcionado y hoy son trabas para el proceso político creativo, que debemos desarrollar para poder avanzar.
Entender que las viejas formas de hacer política y las orgánicas en que se desarrolla, no han acercado a los excluidos en los últimos 18 anos, por el contrario las alejas más y más. El fracaso de las viejas ideas y estructuras, se puede medir, porque es directamente proporcional a los índices de apatía. A mayor apatía mayor el fracaso. No hay otra forma de verlo. Todo excluido inorgánico nos podrá decir exactamente lo mismo, que aun sintiéndose excluido de alguna manera por el sistema, nada se puede hacer. Y esa conclusión nace y surge de la mirada a las organizaciones políticas existentes. No dan respuestas ni confianza.
Reganar esa confianza no pasa por un excelente manifiesto o, un buen elaborado programa. Pasara por trabajo, arduo trabajo y aun más imaginación en la creación de estructuras orgánicas, donde todos se puedan sentir importantes, confortables y escuchados, porque necesitamos escuchar y, en eso no somos buenos, somos mejores en dar recetas. Avanzados en este proceso, porque nunca terminara, recién entonces, podemos empezar hacer los programas y manifiestos, pero todos juntos.
De nada sirve apuntar a la concertación como más responsable de la apatía, que la izquierda extraparlamentaria, porque el fracaso es de todos, tal cual la responsabilidad de enmendar.
Hay muchos intelectuales que mediante interesantes y bien elaborados artículos, hacen lo suyo haciendo llamados a recrear un pasado. Pero que más que aclarar ideas, confunden aun más las cosas, instalando con sus llamados, debates sin importancia o, que carecen de proyección prácticas. Tal cual son los llamados a la "unidad de la verdadera izquierda".
Esta proposición es altamente confundidora, porque crea un debate artificial y sin bases, al tratar de definir quienes son los verdaderos y quienes los falsos. Si se trata de una forma de tomar distancia del PS, me imagino, tampoco tiene sentido, porque tendríamos que definir que el PS no es izquierda verdadera en relación a algo y, ¿quien en el resto de la izquierda tiene el derecho de subirse al pedestal de verdadero inmaculado? ¿especialmente en relación a los últimos espectáculos de pacto por omisión?
Seguramente después de un largo e hiriente proceso de discusión nos encontraríamos con que cada organización de izquierda existente, es y se siente verdadera, por lo tanto todos adentro de la unidad de los verdaderos. Pero, ¿que no son estos mismos partidos los que ya fracasaron en su unidad?
En el estado de apatía actual, ni siquiera deberíamos obsesionarnos con las elecciones al punto de tirar todo por la borda. En estas elecciones no hay nada en juego para los excluidos. En el presente estado de cosas, las elecciones municipales no representan un punto crucial en la búsqueda de cambio y terminar la exclusión. Al día siguiente de la elección nos despertaremos al mismo Chile, no importando cuantas alcaldías alcanzo la izquierda extraparlamentaria. Porque no importando cuanto saque, se consiguieron en total ausencia de representatividad, por lo tanto sin ninguna influencia en la masa excluida.
Las organizaciones políticas sociales, las organizaciones sociales y populares deberíamos más que concentrarnos en cálculos electoreros, en crear nuevas y mejores formas organizativas y aprovechar este periodo para darlas a conocer y avanzarlas, para que los excluidos las valoren, pulan ellos mismos, y así mejorarlas y, porque no, desecharlas sino sirven. La lucha por la democracia y terminar la exclusión exige abandonar orgullos, egos y la malsana idea de pensarse siempre correctos. En esta búsqueda por encontrar nuevas formas orgánicas representativas para avanzar y no retroceder, se trabaja a tientas y por seguro nos caeremos, pero nos levantaran los mismos excluidos si tan solo en algo ayudamos a encontrar el camino, no más correcto, solo el necesario.
Quién sabe si a las próximas elecciones no nos encontramos siendo parte de orgánicas nuevas e integradoras, que dan poder a los excluidos y no se los quita. Quizás ese día los excluidos se presentan a las elecciones con una fuerza arrolladora de cambio y democracia.
No debemos tener miedo a las nuevas ideas y formas organizativas que se están proponiendo o en elaboración por el hecho que no han sido probadas. Pero debemos tener miedo, mucho miedo, a seguir insistiendo en ideas probadamente erróneas.
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