viernes, 30 de octubre de 2009

UN CAMBIO REAL

Un cambio real
Por Alfredo Diez
Fuente.www.granvalparaiso.cl

Todos al momento de candidatearse para un nuevo período de puesto político ofrecen cambios y proyectos que a poco de andar se olvidan. La única verdad es que el pueblo debe de saber que son ellos los llamados a producir los cambios necesarios para mejorar tanto en condición de vida, igualdad de oportunidades, lucha contra la delincuencia, trabajo, educación, tiempo libre,etc etc. La organización debe de venir de cada barrio,de cada sector, de cada población.
¿Cómo? La organización debe de nacer del seno mismo de estos sectores, en un trabajo mancomunado con la única convicción de que trabajando juntos cambiaremos la imagen de nuestro entorno conociéndonos, sabiendo quien habita o vive en cada casa departamento, cual es la profesión o trabajo que desarrollamos, qué cantidad de niños, jovenes, adultos y adulto mayor componen nuestro lugar que habitamos.
Buscando las personas que tengan esa capacidad de organizar y de poder conversar con todos los pobladores dejando de lado interes propios y esos problemas naturales de las personas que hacen una gran y marcada diferencia social, de poder y económica en las gentes.
Organanizarce de tal manera que en cada sector, barrio o poblacion, se creen centros de estudio para crear mano de obra calificada, desarrollar pequeñas empresas de auto gestión en el sector.
Formar los niños del sector, abriendo jardines infantiles en el sector que los niños del mismo sector vayan a las escuela de su barrio( En las cuales lo padres deben de cumplir un rol muy importante en el mejoramiento de éstas). Crear los talleres de tiempo libre para niños, además de jovenes formando los monitores para darle a esto la responsabilidad de formar y participar en un barrio libre de drogas. Tener en el sector lugar para el tiempo libre y el esparcimiento.
Integrar a toda la población para formentar el cuidado de la población y del medio ambiente haciendo jardines y ocupando cada espacio en crear nuevas areas verdes.
Las brigadas ecológicas que ayuden a organizar y formar una nueva vision del cuidado de la naturaleza. Formación de cooperativas de trabajo y la creación de talleres culturales en todas las ramas. La creación y desarrollo de la actividad física y deportiva de todo el sector.
SOLO UNA POBLACIÓN BIEN ORGANIZADA CONSIGUE TODOS SUS OBJETIVOS.
DE AQUI NACERÁN LOS VERDADEROS LIDERES QUE GUIARAN LA NUEVA SOCIEDAD CHILENA
Por : Alfredo diez

domingo, 25 de octubre de 2009

El empresariado asegura ''El país somos nosotros''

El empresariado asegura: ''El país somos nosotros''
Por Arturo Alejandro Muñoz
Fuente. www.g80.cl


Hubo alguna vez un país que se llamó Chile, y que ocupó el mismo territorio donde hoy se ubica el complejo multi-empresarial más grande del hemisferio sur. Esto no es ficción… ya está sucediendo, y para que ello se consolide sólo falta un elemento: que un empresario, especulador financiero, llegue a La Moneda.

GRACIAS A LA campaña presidencial, el tema ha sido puesto nuevamente sobre el tapete reviviendo la vieja discusión. ¿Estado enano o Estado macizo?

Durante más de medio siglo los dueños del capital financiero, junto a sus referentes políticos, impetraron con vehemencia una reducción significativa del aparataje estatal en beneficio del crecimiento voluminoso de la actividad privada en casi todos los ámbitos del quehacer nacional. La última gran controversia que se recuerda (respecto del tema) se produjo durante el gobierno de Salvador Allende, con los resultados que todos conocemos.

A partir de la instalación en Chile de una dictadura militar, el empresariado comenzó a recoger las redes que había tendido durante cincuenta años, y el tamaño del Estado inició su camino de debilitamiento.

Fue así que, desde Pinochet hasta este último gobierno concertacionista, nuestro país ha contado con un sistema económico que privilegia una macroeconomía sustentada en la actividad de grandes consorcios empresariales y, como efecto inmediato, un fuerte y sostenido debilitamiento de los sectores mayoritarios de la nación. Si pudiésemos trasladarnos al futuro, encontraríamos que los historiadores del año 2100 calificarán a este largo período de nuestra Historia como “la época del empresariado gobernante”. Las últimas cinco administraciones que se instalaron en La Moneda (1973-2009) dan fe de ello con sus actuaciones más relevantes.

Los intereses económicos de actores sociales pudientes han sido responsables directos de los principales acontecimientos políticos experimentados por Chile desde el momento mismo de su independencia como nación soberana. Pero, en los pasados cuarenta años esos intereses lograron posicionarse como mandantes exclusivos, defenestrando cualquier iniciativa tendiente a mejorar sustancialmente las condiciones de vida de los dieciséis millones de chilenos.

Fueron esos intereses económicos los que terminaron con las utopías e idealismos latinoamericanos, derribando las intentonas subcontinentales de estructurar un mercado regional. Desde los pasillos de la Universidad de Chicago esos mismos intereses dirigieron la carreta economicista que tiraban bueyes elegidos por los empresarios transnacionales, pusieron las condiciones más feroces a los primeros gobiernos post-dictadura, y demostraron que su fuerza era suficiente para reinar desde las sombras, sin dar explícitamente la cara y dejando la responsabilidad social en manos de tiendas políticas que bajaron el moño ante el poder del dinero.

El primer caso conocido que refrenda lo anterior, Chile pudo constatarlo cuando la Banca nacional entró en crisis gravísima -casi quiebra absoluta- y la dictadura pinochetista, dirigida por los Chicago Boys de la época, obtuvo un préstamo internacional de cientos de millones de dólares que traspasó a las entidades bancarias, pero que fue pagado por los sufridos ciudadanos. Allí comenzó a fraguarse la máxima de los empresarios nuestros: capitalistas en las ganancias, socialistas en las pérdidas.

Paso a paso, en el más completo silencio, el empresariado no sólo supo rebajar drásticamente el tamaño del Estado sino, además, volcar a su favor en forma dramática las resoluciones que el país había adoptado históricamente.

Es así que, por ejemplo, la nacionalización del cobre -votada favorablemente por la unanimidad del Congreso Nacional durante el gobierno de Allende- ha derivado en una nueva privatización del metal rojo, ya que sólo los minerales de Codelco siguen en manos del Estado, pero el 70% de los actuales minerales en explotación pertenece a empresas privadas, transnacionales, y pronto comenzará el trabajo depredador de Barrick Gold en Pascua Lama aumentando los guarismos anteriores en beneficio de capitales no gubernamentales.

Si Codelco reconoce que durante la gestión operativa del año 2008 obtuvo una utilidad de doce mil doscientos millones de dólares, ¿cuál es entonces la verdadera utilidad económica alcanzada por los capitales privados en ese ámbito, y cuál su verdadero aporte en materia impositiva, tecnológica, ambiental y de producción agregada?

La crisis del gas permitió desnudar la maraña empresarial y sus turbios intereses, pues el ministro argentino de energía emplazó en su momento a quien era nuestra ministra, Karen Poniachick -sin titubeos ni espuria caballerosidad- a detener las ansias devoradoras de los empresarios chilenos dedicados a la distribución de ese combustible, ya que estos compraban cada BTU de gas a cinco dólares y lo vendían a los consumidores chilenos a un precio que superaba los veinte dólares. Los argentinos, en cambio, compraban gas a Bolivia pagando cuatro dólares por cada BTU y lo vendían a sus ciudadanos a un precio inferior a los nueve dólares.

“Es que en Argentina gobierna el Gobierno, y no los empresarios”, manifestó el Presidente Néstor Kirchner en esa ocasión. Buena palmada. Desde ese momento, las pataletas y griteríos empresariales chilenos por el asunto del gas pasaron a un extraño y silente oscurantismo. Pero los distribuidores privados siguieron vendiendo a los consumidores nacionales aquel combustible a veinte dólares el BTU.

Los graves e insoportables tropezones del Transantiago apuntaron en la misma dirección. La idea del gobierno era, sin dudas, buena, necesaria y civilizada. Mejorar sustancialmente el paleolítico sistema de microbuses a granel que Santiago soportaba desde siempre, es obviamente una iniciativa que merece apoyo total. Sin embargo, ello hería las billeteras de algunos empresarios “históricos” del transporte urbano, los mismos que extraña e increíblemente fueron aceptados por el gobierno de Lagos en el nuevo Plan.

A poco andar, esos empresarios colocaron las primeras grandes piedras a la marcha del nuevo transporte; escatimaron responder a lo acordado por contratos y mantuvieron a cientos de máquinas en sus parques de estacionamiento, dejando a miles de santiaguinos sin locomoción y con un cuello más largo que el de los cisnes. No contentos con lo anterior, uno de esos “patrones” (de apellido Navarrete) obligó a sus conductores a firmar contratos en blanco, mientras que otros dueños de buses estipularon salarios por bajo el mínimo acordado con el gobierno. La idea, entonces, era y sigue siendo el regreso de la selva microbusera que tantos réditos económicos les ha dado.

Hoy, el ochenta por ciento de las actividades industriales, extractivas, comerciales y de servicios está en manos de un empresariado que sigue pujando por conseguir el veinte por ciento restante. El gas, el agua potable, el sistema de redes de alcantarillado, la luz eléctrica, la telefonía, el sistema previsional, la minería, la pesca, la riqueza forestal, la agricultura, las aguas de ríos y lagos, el transporte público, las rutas y principales carreteras del país, los cementerios, las otrora florecientes industrias creadas por CORFO, las universidades y la educación en su casi totalidad (al igual que la Salud), la capacitación laboral, los glaciares, las hoyas hidrográficas, además de un largo etcétera, se encuentran en poder de privados.

La hora del empresariado es ya suficientemente extensa (y fructífera sólo para los dueños de los medios productivos), pero no ha sido capaz de satisfacer las necesidades de la mayoría de los chilenos. Para comprobarlo empíricamente basta observar la brecha económica, cuya profundidad y distancia crece día a día. Es momento de comenzar una redistribución justa, equitativa y digna que, por cierto, no desmedre ni ponga en riesgo la actividad privada pero que, en razón de la justicia, dé respuesta positiva a las demandas de la población y permita, al menos, la existencia de un Estado macizo y eficaz. .

No constituye misterio ni despropósito ni injuria asegurar que el empresariado chileno no desea un Estado gigante ni un Estado macizo…pero tampoco acepta un Estado enano. Definitivamente, los empresarios criollos no quieren que exista Estado. Ellos aseguran poder dirigir todas las actividades del país teniendo como única ley aquella del libre mercado, esa misma que nos tiene subsumidos en el fondo de una de las brechas económicas más profundas del planeta, y envueltos en legislaciones clasistas que abominan de las mayorías trabajadoras al negarles derecho a sindicalización y a negociar colectivamente.

Para asegurarse de que lo anterior continúe incólume en detrimento de las clases trabajadoras, y ya que les ha sido difícil eliminar al Estado, los empresarios apuestan ahora a conseguir las riendas del gobierno para uno de los suyos, y desde allí, en cuatro años (tiempo que les resulta suficiente), estructurar una argamasa jurídica que haga imposible a otros gobiernos y a otros Parlamentos abortar las legislaciones económicamente predadoras y políticamente antidemocráticas.

En la hora de la reflexión, suenan en lontananza las palabras de un viejo educador y maestro que guió profesionalmente a miles de alumnos en la Universidad de Chile, el académico Armando Cassigoli, fallecido en el exilio mexicano, quien aseguraba que “las empresas deben ser dirigidas por empresarios; los conventos deben ser administrados por monjas; los ejércitos deben ser comandados por generales… y los gobiernos deben estar en manos de políticos””.

Demasiado obvio, demasiado elemental, dirá más de alguien, pero superada la ironía aquel que considere simplón el comentario del académico habrá de recordar que hoy, al menos en Chile, “en la vidriera de los cambalache se ha mezclado la vida”, ya que hay laicos millonarios a cargo de conventos (Opus Dei, Legionarios, etc.), prostitutas dando clases de moral en programas de televisión y empresarios intentando agenciarse gobiernos. Malo, en realidad muy malo, negativo y peligroso para la salud social y democrática de un país.

En definitiva, no es recomendable que ocurra, ya que siempre en estos cambalaches quien pierde es la mayoría; por ello me permito llamar la atención a objeto de que no se diga después que nadie avisó. Bien, pues, avisados quedamos todos, y sin derecho a lagrimear cuando la leche esté derramada. Cuesta creer que ello pueda suceder en Chile, donde muchos opinan que las cosas están perfectamente ubicadas en sus respectivos nichos, ya que difícilmente un pez subiría el Aconcagua, o un lonko mapuche comandaría la Fuerza Aérea, o un empresario especulador y financista dirigiría el país desde La Moneda.

No, eso no va a pasar….

A menos, claro, que los chilenos -informados y usando su soberanía- estimen lo contrario e insistan en dejar sus futuros en manos de interpósitos comerciantes.

Arturo Alejandro Muñoz

viernes, 23 de octubre de 2009

Entrevista a Fesal C hain

Miércoles 21 de octubre de 2009

ENTREVISTA AL ESCRITOR
Y SOCIÓLOGO CHILENO
FESAL CHAIN

Nelson L. Gutiérrez y Damián A. Medina
Especial para Servipress.Info
Desde Santiago de Chile


"La sociedad chilena es una sociedad prácticamente de castas, no hay movilidad social y además los dominados y entre ellos, los pobres, creen que son pobres porque están discapacitados individualmente y no porque la estructura económica o cultural sea injusta." Fesal Chain


En el viejo barrio obrero de Mapocho, en la Quinta Normal, una zona geográfica muy cercana a Cerro Navia, una comuna de la Región Metropolitana de Santiago, ubicada en el sector poniente de la capital chilena, vive el poeta, escritor y sociólogo chileno, Fesal Chain. El tejido social del Barrio Mapocho es muy compacto y densamente poblado. Vivir en un barrio donde la población, al igual que en tantos otros barrios periféricos de Chile, es víctima del modelo neoliberal que sume en la miseria y la marginalidad a millones de chilenos, reafirma, para Fesal, esa vocación de estar en los territorios sociales y geográficos de los dominados. El escritor comparte así con su "pueblo querido" con personas que viven realmente en los territorios sociales, políticos y reflexivos de los dominados, de los hombres y mujeres comunes, vale decir, de aquellos sectores populares que no observan ni construyen la realidad social desde una propuesta global o general de construcción de una nación ideal inexistente. En esta entrevista, el poeta y sociólogo chileno propone entre otras reactualizaciones teóricas importantes, tomar el enfoque del historiador chileno Gabriel Salazar para elaborar una sociología que corrija el enfoque globalizador, y ver a la sociedad chilena en clave "p" es decir desde la perspectiva de lo particular histórico, desde la historia social de las agrupaciones y clases sin movilidad que continúan estancados en los mismos territorios. El actual modelo económico triunfante en Chile, al igual que en Argentina y el resto del mundo, ha permitido grandes desigualdades sociales entre los países ricos o desarrollados y los pobres o subdesarrollados, acentuado la condición de pobreza de casi el 70% de la población mundial. Esta desigualdad se manifiesta sobretodo en la Periferia, en los países del tercer mundo, donde queda cada vez más claro que el "subdesarrollo" no es un estadio del "desarrollo", sino que es producto del "desarrollo del Centro".








Sobre esta cuestión y otros temas afines dialogamos con Fesal Chain, sociólogo, poeta y narrador chileno, nacido en Santiago de Chile en los años 60, vivió su niñez en el sur de Chile, en la Araucanía. Desde el año 1986 hasta el año 1989 estudia Sociología y se titula en la Universidad ARCIS. En los 80 participa en la izquierda democrática popular y desde 1998 en el Partido Comunista de Chile y hoy en los Comités Comunistas. Durante los años 2001 al 2004 fue Jefe de Proyectos del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile e impulsor y colaborador de la Revista Calíope, medio de los estudiantes de la Facultad de Letras. El año 2006 edita el Libro La sociología como arma de la resistencia. Durante su trayectoria ha escrito 21 libros, parte de ellos editados en la editorial Lulu.com de la red Internet y en Book and You: 17 libros de poesía, un ensayo de sociología, dos novelas breves y un libro de crónicas. Hoy trabaja en la Novela Trilogía de Chile, una suma integrada de sus tres novelas breves: La Mariposa y la Rebelión, El Módulo y Tarde Quemada, en el Libro Obra en Construcción, anteproyecto de su poesía completa y en un libro de sus artículos políticos publicados en la página de Generación 80.

Fiel a sus convicciones se ha negado a participar en su condición de sociólogo en los gobiernos socialdemócratas, ya que está convencido de que son modelos y propuestas que niegan en esencial al mundo social real. El poeta y escritor chileno decidió comprometerse de otra manera, trabajando como microempresario para ganarse la vida. Fesal Chain abrió con su mujer y compañera, Graciela Alarcón, un taller pequeño de producción de pan y un merendero en su propia casa, donde comenzó a ofertar almuerzos y pan amasado a los trabajadores del barrio, a precios bajos. Para entrevistarlo nos dirigimos a su domicilio particular dónde el escritor nos había previamente invitado. Se llega fácil al viejo Barrio Mapocho ya que se encuentra a una distancia bastante cercana del centro de Santiago y hasta se puede tomar el micro (la línea 508) que tiene su recorrido por la avenida del mismo nombre. Al bajar de la micro caminamos una cuadra hacia el sur y ya estábamos en el barrio dónde vive el escritor. Es una zona bastante accesible, con amplias calles asfaltadas y bordeada de árboles añosos.

La morada dónde habita Fesal con su mujer y compañera, dónde vive, ama, trabaja y escribe, es una casa pequeña de adobe y antigua. Al llegar lo primero que observamos es a un hombre pintando el frente del merendero. Luego nos enteramos que el solidario pintor es el cuñado del escritor. Un bien visible letrero de madera, puesto al frente del local, ofrece colaciones a 1800 pesos chilenos (equivalentes a unos 3 dólares). Nos recibe con un trato cordial, pero franco y directo, sin rodeos ni dobles discursos. Junto al pequeño taller de producción de pan, hay una piececita que él ha convertido en su cuarto estudio y lugar de trabajo. Nos invita a entrar cordialmente y en ese ambiente sobrio y cómodo sostuvimos con él el siguiente diálogo que transcribimos a continuación.








SERVIPRESS.INFO.- Usted escribe frecuentemente tanto en su blog Izquierda Chilena, como en el Diario Digital G80 y en Facebook, sobre la frustración e impotencia que genera el actual proceso democrático chileno en algunos militantes de izquierda, al mismo tiempo que señala la inoperancia e incapacidad de la izquierda chilena para reaccionar, ¿es posible reorganizarla? ¿A partir de qué bases?

FESAL CHAIN.- He escrito casi 50 artículos sobre la izquierda en Chile, mi mirada trata de situarse desde la sociología política y no desde lo que llama Bourdieu, los deseos e intereses, es decir desde la política propiamente tal, que es el mundo de los deseos e intereses y de la ideología como falsa conciencia. Con esto no digo que yo no tenga intereses y deseos e ideología como visión del mundo, sino que trato de escribir desde una observación del conflicto y no situándome ciegamente en algún polo del conflicto, aunque me sitúo en la izquierda antisistémica.

Aclarado esto, creo que mis artículos "La izquierda que ya no somos, pero que podríamos ser" y "Los fundamentos teóricos básicos de mis artículos políticos" resumen la respuesta a su pregunta. Yo pertenezco a una tradición de la izquierda de los 80 en Chile, mis profesores y maestros eran fundamentalmente de la generación del 60 y 70, y al respecto, planteo en uno de los artículos: (...) No sólo realizábamos análisis de la situación política nacional, como estudios de coyuntura, sino que progresivamente nos acercábamos con un instrumental teórico y conceptual en plena lucha contra la dictadura, a entender el capitalismo y su dominación política y la necesaria estructuración de la fuerza social a partir de los sujetos que podíamos descubrir y emplazar, no solamente en los territorios políticos y sociales, sino además en la reflexión profunda y siempre fecunda que nacía de esa práctica.

Frente a 36 años de dominio neoliberal, de la ultraderecha y de la socialdemocracia, después de la derrota política y militar de la izquierda histórica en los 80 y de la caída de los socialismos reales en los 90, la tarea de reconstrucción del corpus teórico, de una estrategia como columna vertebral, de un programa y una organización del propio partido o de los partidos de la izquierda y de la acumulación de fuerza social en los frentes sociales, requería y requiere un salto importante en las conceptualizaciones, diagnóstico y pronóstico del mundo social, de la calidad de sus cambios, de una caracterización de sus actores, especialmente del mundo popular.

De esta perspectiva, creo que la reorganización de la izquierda chilena tiene que ver en lo central con construir, al menos los dos pivotes fundamentales que toda fuerza política debe desarrollar para, a lo menos, tener alguna posibilidad de conducción de la sociedad en su conjunto: un conocimiento nuevo del mundo social y la construcción de una fuerza y una plataforma social desde donde emplazar ese conocimiento. Y esto en una relación que no puede ser sino dialéctica, puesto que el conocimiento es social.





De esta manera y creo que no de otra, podremos tener una izquierda capacitada para preguntarse sobre el tipo de capitalismo que tenemos en específico, los procesos evidentes de modernización implementados, los nuevos sujetos sociales, una izquierda capaz de construir sociedades capaces de desarrollar relaciones sociales acorde al desarrollo ampliado de las fuerzas productivas, con una democracia socialista y participativa, con integración social donde lo popular y lo nacional tengan un acoplamiento estructural. Una izquierda capaz de tener una concepción nueva del desarrollo científico técnico, una concepción moderna de derechos humanos y sociales, de la conjunción entre desarrollo de la productividad, distribución e intercambio y calidad de vida y medioambiente.

Un elemento constitutivo de todo y un prerrequisito fundamental para una izquierda mínimamente seria y equidistante de la socialdemócrata, es que debemos volver a juntarnos, desarrollar organización social y cultural en la base, aliarnos al pueblo pobre de 4 millones de personas, desarrollar institucionalidad popular. Debemos regenerar el tejido social y recomenzar a ver y a acompañar la realidad social "in situ" de los sujetos de la dominación del capital financiero.

SPI.- Pareciera que cuanto mayor vida democrática existe, más conciencia política debiera haber. Sin embargo, usted, como sociólogo y observador político de los procesos sociales de Chile sostiene que el pueblo está aletargado o adormecido. ¿Qué es lo que falla actualmente en la sociedad chilena? ¿Sirven los partidos políticos o los discursos democráticos para crear conciencia?

F. Ch.- Uno de mis más importantes profesores de teoría sociológica en la universidad fue Gabriel Salazar, premio nacional de historia. Si me permite Gabriel, yo podría resumir su mirada estratégica del mundo social en el prólogo a su libro "Violencia Política Popular en las Grandes Alamedas". Es él quien propone observar la sociedad chilena en clave "p" es decir desde lo particular histórico, desde la historia social de las agrupaciones y clases y no en clave "G" es decir desde una propuesta global o general de construcción de la nación que desearíamos ser o tener.

La elite política chilena de todo signo, observa y diseña siempre en clave "G", es una mirada platónica y no aristotélica por decirlo de alguna manera. Se observa, se habla y se gobierna desde los deseos e intereses de los dominantes, cualesquiera sean, ya provengan del mundo de los mercantilistas, como del mundo de la pequeña burguesía de izquierda y sus manuales rojos y hoy "ciudadanos". Todo esto lo afirma de otra manera Salazar, pero lo recalco, es él quien inaugura esta mirada. No deseo usar términos como si fueran propios.










Siguiendo con el tema, lo que ha pasado en Chile y probablemente en todo el orbe, es que lo que denominábamos lucha de clases, que no es sino la expresión más esencial del conflicto social y político, por una parte, sufre un descenso, eso desde un punto de vista estructural, pero desde un punto de vista actualizado, la gran transformación de conflicto a partir de la revolución pinochetista y la instauración del moderno capitalismo financiero chileno, es que las personas pertenecientes a grupos y clases sociales, han internalizado este conflicto, es decir las personas no son capaces hoy de observar sus determinaciones sociales y el por qué viven como viven, sino que explican sus problemas de todo tipo, como una cuestión individual, ya sea de falta de oportunidades individuales, de falta de capacidades, de estudios, de tener o no limitaciones, de lo que sea, lo que no les permitiría "progresar" o mejorar su vida.

De alguna manera, esto un triunfo del pensamiento de la derecha tradicional y de la nueva sobre los grupos y clases. Claro que si uno aplica mínimamente la economía política clásica, o la observación moderna del mundo social eso es falso. Claro, el papel del individuo hoy ya sabemos es fundamental, pero el individuo esta determinado por una estructura de la organización de la economía, por la división social del trabajo, por la ley del valor. Nadie en el mundo en la historia de las Ciencias Sociales incluida la economía ha podido probar que la ley del valor que es de Ricardo y reformulada por Marx, sea falsa.

Por otra parte en sociología, y no solamente la marxista, todos saben eso, que las desigualdades no solamente son desigualdades de acceso a determinado bienes y servicios, sino que son desigualdades estructurales, es decir de distribución de capital financiero y cultural en los grupos y clases, desde la cuna. Por decirlo de manera liberal no son meramente desigualdades de oferta sino fundamentalmente de demanda, los que demandan la oferta no pueden hacerlo, no están capacitados, no tienen las herramientas. Eso es la lucha de clases en toda su extensión, pero dicho de otro modo.

La sociología de la educación especialmente en Bourdieu explica de una manera totalmente clara esto. Es cuestión de observar a un niño de Cerro Navia una comuna popular chilena: su capital financiero y cultural heredado, por ejemplo el salario familiar deteriorado y el nivel educativo de los padres, que no tienen estudios superiores, su casi inexistente infraestructura y equipamiento cultural en la casa, y por otra parte a un niño de Las Condes, donde sus padres son profesionales probablemente en segunda generación, donde la familia gana 7 o 10 veces lo que la familia de Cerro Navia, que tienen computador, biblioteca en la casa y además han viajado por el mundo, han visitado museos y otras modos de vida. El niño de Cerro Navia va una escuela pública de mala calidad y el niño de las Condes a un colegio particular de excelente calidad, finalmente el niño popular no accede a la universidad o si accede va a una universidad pública de dudosa calidad o a alguna universidad privada o instituto donde la oferta educativa es muy deficiente y donde su compañeros son pobres y estudian pedagogía para hacer clases en escuelas pobres porque no accederán a hacer en colegios particulares nunca, o en un rango muy marginal. El niño de Las Condes saca un puntaje excepcional para acceder a la educación superior, por su capital heredado y adquirido anterior, estudia Medicina o Ingeniera en la Universidad Católica o en alguna Universidad del Opus Dei o de Las Legionarios de Cristo, accede a perfeccionarse en el extranjero y termina trabajando en una Clínica Privada o para alguna transnacional del agro, forestal, pesquera o minera.

La sociedad chilena es una sociedad prácticamente de castas, no hay movilidad social y además los dominados y entre ellos, los pobres, creen que son pobres porque están discapacitados individualmente y no porque la estructura económica o cultural sea injusta. Los discursos democráticos y los partidos políticos de derecha, centro e izquierda liberal (prácticamente toda la izquierda) han reafirmado este discurso, no han sido capaces de reactualizar un modo de ver el mundo social desde la moderna ciencia social.

La concertación sabe que hay desigualdades estructurales, pero la solución a esta desigualdad es una mixtura terrible entre un pensamiento socializante del rol del estado como proveedor de capital financiero y cultural a los sectores más carenciados y de una ideología liberal, de libre mercado. La idea dominante en la concertación es que el mercado y la libre competencia generan crecimiento y riqueza y que el estado debe a su vez equilibrar la desigualdad distributiva. Asignando vía programas sociales recursos directos. De que no hay clases sociales realmente, sino ciudadanos en espera de las oportunidades del estado y que a veces no las aprovechan y que deben hacerlo.

Esa no debería ser la propuesta de una izquierda que se plantea transformar el mundo social, es decir acabar con la desigualdad estructural y no necesariamente con una propuesta antigua, pero las propuestas nuevas pasan por una mirada nueva y correcta del mundo social real, de sus diferencias y causas profundas.

Esta respuesta que les doy es excesivamente sociológica pero, creo que la pregunta es una oportunidad enorme de ir a las bases de mi propuesta, que ciertamente no nace sólo de Salazar y Bourdieu, sino que toma otros instrumentales teóricos, como Lenin y de la sociología funcionalista y dinámica francesa y también del pensamiento de la izquierda revolucionaria chilena, especialmente de Nelson Gutiérrez y Martín Hernández.



















SPI.- Desde el punto de vista de ciertos observadores políticos extranjeros, e incluso desde la mirada de algunos periodistas chilenos, la causa fundamental de que Michelle Bachelet fuese electa como Presidente de Chile tuvo que ver más con su historia de lucha que por su programa político. Se señala recurrentemente que su padre fue asesinado por Pinochet, que ella misma fue dirigente de la Juventud Socialista bajo el gobierno de Salvador Allende y fue torturada por la dictadura de Pinochet. Se recuerda a la opinión pública que después de exiliarse en Alemania regresó a Chile para luchar contra la dictadura y presumiblemente se relacionó con distintos grupos de resistencia contra la dictadura, entre ellos el Frente Patriótico "Manuel Rodríguez" (FPMR). Según esta perspectiva, se mantiene que esta es la razón por la que el pueblo chileno y buena parte de la opinión pública latinoamericana la perciba como una luchadora y una mujer de izquierda. Sin embargo, hagamos notar que, en lo económico, Bachelet ha seguido el modelo neoliberal heredado de Lagos y Aylwin, que en líneas generales fue configurado por la dictadura pinochetista. ¿Cree usted que la causa del fracaso de la Concertación tiene que ver con el discurso contradictorio de una dirigente de izquierda que, aunque ha sostenido que los trabajadores no deben ser explotados, que debe cesar la discriminación hacia las mujeres, que debe haber educación para todos, etc., continúan muchas promesas incumplidas como, por ejemplo, reducir la desigualdad?

F. Ch.- Yo estimo que la pregunta que me hacen se basa en presupuestos errados, desde una perspectiva que ha idealizado a la actual presidente de los chilenos. Michelle Bachelet no fue elegida por ser una luchadora y con esto no digo que no lo haya sido, lo fue. Lo que afirmo es que hay que tener una mirada más global de los procesos y de los actores políticos y sociales.

La concertación ha ganado las últimas 5 elecciones de carácter presidencial, incluyo el triunfo del NO, porque se constituyó en conglomerado político y social mayoritario, la unidad entre al menos tres alianzas de clase de la sociedad chilena. Eso es indesmentible. La unidad entre, por una parte lo que ha sido la izquierda histórica, que proviene de Recabarren, pasa por Grove, Allende, con la alianza de centro que proviene de la escisión de los conservadores y que formó la Falange nacional y posteriormente la Democracia cristiana, el Freismo, y con una alianza minoritaria de la izquierda revolucionaria proveniente de Clotario Blest y Miguel Enríquez.

Toda la izquierda prácticamente y el centro realizó una unidad estratégica para vencer al pinochetismo en alza, que es la reactualización de la alianza histórica de la derecha, del Alessandrismo. Esto no significa que la unidad del centro y la izquierda desee reactualizar el pensamiento de la izquierda allendista y de Enríquez o el pensamiento socialista comunitario de la Falange. Esa es una cuestión clave.

La concertación no ha fracasado electoralmente, pero en vastos sectores sociales no se le diferencia de la derecha en cuanto a que administra el mismo modelo socio económico reformado, y en parte, la sociedad tampoco hace una diferenciación importante entre la clase política concertacionista y de derecha. Esto está refrendado en que millones de chilenos y chilenas cerca de 6, o no están inscritos en los registros o votan nulo y blanco. Los que votan hacen una cierta diferenciación, en el sentido de que al votar concertación votan contra la derecha que fue dictadura y que la observan como más ultraliberal.

El problema de la concertación es que ha construido una distancia enorme entre su historia social y su forma de gobierno, me explico. La concertación como gobierno es liberal, hace un manejo de la economía como lo haría cualquier liberal y a su vez su dirigencia está conformada por una burguesía democrática y una pequeña burguesía que leen en clave "G",pero con un sentido social, es decir con un estado no más fuerte pero si subsidiador.

Pero la Unidad Popular e incluso una parte importante de la Democracia Cristiana siempre fueron anticapitalistas y tenían una propuesta socialista para Chile y se afirmaban en la clase trabajadora como pivote de su conformación de fuerza social, en su momento, las diferencias de programa entre Allende y Tomic eran mínimas.

De esta manera, la concertación no sólo dejo su herencia cultural de lado, lo que evidentemente ha ido generando una desazón entre aquellos que la apoyaron y que se sienten defraudados en sus expectativas, sino que al tomar tan fuertemente el neoliberalismo, no se hace notoriamente diferente a una derecha que ya no es militar. De esta manera entre aquellos que votan, se ha ido generando la posibilidad de votar por la derecha sin que esto signifique algo catastrófico.

Así la concertación ha construido un país altamente complejo y al menos en mi opinión no es como dice Ricardo Lagos, que la sociedad en su conjunto se plantee metas y objetivos mayores dado lo avanzado y sea cada vez más exigente con la concertación, sino que la sociedad ha pasado a tener una mentalidad liberal individualista, producto justamente de la gestión de continuidad liberal de la concertación, y esto a la larga le costará caro. La concertación sin darse cuenta, ha estado educando a un pueblo para votar y ser profundamente de derecha o al menos liberal. Y si uno es liberal y no tiene tampoco opciones de izquierda seria, entonces se imagina que sólo puede y debe elegir entre la alternativa liberal-liberal y la liberal progresista, así de simple.

Pero no olvidemos que hay 6 millones que si bien tiene una mentalidad liberal, también son anómicos, es decir les da un poco lo mismo lo que pase a nivel de la sociedad, ahí esta evidentemente el grupo social que es susceptible de ser interlocutor de una izquierda antisistémica, pues están en su mayoría con una desesperanza aprendida, producto de un modelo competitivo y excluyente de la mayorías.


SPI.- ¿Cómo evalúa el proceso político de la Concertación? ¿Cuáles son las causas del fracaso de la Concertación para crear una equivalencia entre derechos humanos y reducir la desigualdad?

F. Ch.- Bueno la pregunta de alguna manera está respondida con la anterior, la concertación ha hecho muy suyo esto de actuar y gobernar en la medida de lo posible, que no significa sino pensar y actuar en la medida que la derecha económica y política no se vea tocada en sus privilegios fundamentales.

El modelo capitalista ha sido reformado mínimamente, el modelo político también, seguimos regidos por la Constitución del 80 con una cantidad de reformas altamente insuficientes. Hay una alianza estratégica entre la concertación y la derecha que hoy no puede ser mantenida tan fácilmente como en los últimos 20 años. Yo estimo que la concertación no encontró tan malo el modelo pinochetista y consideró, que bastaba realizar ciertos consensos con el pinochetismo para reformar cuestiones aberrantes, tales como los senadores designados, la composición y rol de Consejo de Seguridad Nacional. Pero obviamente los más importantes intelectuales orgánicos concertacionistas como Edgardo Boeninger y Enrique Correa, tomaron el modelo como deseable y posible de reformar hasta el punto en que la derecha económica y política no se sintiera amenazada estratégicamente.

Por eso que los grupos económico en Chile apoyan a la concertación, les parece que lo ha hecho bien para sus intereses. Hay que leer mi artículo "A propósito del Pinochetismo en el Senado" donde afirmo: "Chile vive hace ya 35 años un proceso de modernización capitalista implacable. Es cuestión de leer el Suplemento Reportajes del Diario La Tercera del domingo 23 de junio del 2008, en una entrevista a Eleodoro Matte. Allí el empresario defiende a tabla rasa El Ladrillo, documento elaborado desde la Universidad de Chicago, junto a economistas chilenos como programa económico de la dictadura pinochetista, afirma el empresario que hoy vivimos las consecuencias de su buena aplicación y que el programa requiere una actualización a los nuevos tiempos".

SPI.- Las notables diferencias socio-económicas que afectan gravemente a las poblaciones indígenas -en Chile los mapuches están ubicados en la franja de extrema pobreza- quitan el contenido real a la visión democrática liberal de igualdad de derechos humanos y civiles para todos. ¿En qué medida se puede crear equivalencia o relación entre derechos humanos y derechos étnicos?

F. Ch.- No soy para nada especialista en el tema mapuche y se los digo francamente, lo que han leído de lo que yo escribo está en el ámbito de la poesía y del periodismo de denuncia de los hechos de represión sobre el pueblo mapuche. Pero no me especializado en dicho tema y me resulta muy difícil, por responsabilidad intelectual, profundizar demasiado.

Cumplo con plantearles ciertos elementos desde una sociología más antropológica, que es la que en definitiva yo defiendo, en el sentido de hacer generalizaciones a partir de lo particular de lo histórico social, de lo que realmente sucede con las agrupaciones y no desde lo que desearíamos que pasara. Y he aquí una cuestión en esa clave:

La concertación y la totalidad de los gobiernos democráticos o no, durante los siglos XIX, XX y XXI, siempre han observado y actuado en relación al pueblo mapuche en clave "G", a la clase dirigente, a la elite política y económica les importa disciplinar al pueblo mapuche para a su vez lograr una disminución del conflicto. La elite le tiene un miedo enorme al conflicto y esa es una cuestión central, Al margen, pero relacionado, en mi libro La sociología como arma de la resistencia, yo afirmo eso. Que no es posible gobernar Chile o cualquier país en la negación del conflicto, puesto que el conflicto es el motor de la historia.


Si la elite fuese capaz de leer en clave particular y entender los continuos de conflicto y los actores sociales involucrados y como crecen, tanto el conflicto como los actores mismos, de manera ampliada, tanto como el capital también se acumula de manera ampliada, ahí recién sería posible comenzar la construcción de un orden estable. Porque una cuestión central, es que la sociología, la ciencia política y la política de la izquierda, no es meramente una exacerbación del conflicto hasta llegar a límites insospechados. Todo conocimiento del mundo social, conocimiento real del mundo social real, se preocupa de la estabilidad, pero no es posible construir un modelo estable sino considera las causas de la inestabilidad, o dicho de otra manera, no es posible construir ningún modelo político, social y económico estable, que no sea capaz de establecer las diferencias y los conflictos como situaciones legítimas, de hecho, que no son sino la expresión y existencia misma de los actores sociales y políticos.

Lo anterior que es fácil de entender y que como principio lo ocupan todas las ciencias duras, se ha constituido en una dificultad estratégica de las elites. De todo los regímenes y sistemas. El pueblo en su diversidad de grupos, clases, agrupaciones etc., etc., es el soberano, pero no basta entender eso y aplicar meramente una democracia representativa.

Hay que entender y no es una cuestión que nazca sólo desde los deseos de una izquierda determinada, que será imposible cualquier sistema estable en el mundo, exento de conflictos estratégicos, si son la minorías las que gobiernan para intereses minoritarios, puesto que la nación, la patria o como se le quiera llamar, está compuesta por distintas clases y grupos y además las clases explotadas y dominadas en el capitalismo, son las mayorías.

El problema radica, en que cuando la izquierda ha gobernado desde las mayorías y con programas socialistas, se ha visto que los conflictos aumentan y que a su vez la solución de los problemas estratégicos a todo nivel, no se da. Pero eso es ilusorio. Lo que pasa es cuando las mayorías gobiernan y quieren imponer de una manera u otra, el programa de las mayorías, el programa socialista, los conflictos se develan, como decían los viejos revolucionarios, la lucha de clases se expresa como guerra social, se devela como tal.

Y por otra parte se observa un "caos", la economía no funciona, la política se hace de calles y masas, ya no hay un "orden" es decir el orden burgués comienza a destruirse. Pero también es ilusorio, en la historia reciente los países que hicieron revoluciones como Rusia y China, países atrasados, agrarios, feudales y semifeudales, lograron industrializar, modernizarse, elevar sustancialmente el nivel de vida de las masas. Lograron superar los problemas estratégicos del feudalismo. Los problemas de los socialismos reales fueron del mismo tipo también, no lograron reactualizar y aumentar el desarrollo de las fuerzas productivas dadas las nuevas relaciones sociales obtenidas "se abrió así una etapa de revolución social" pero capitalista. También el gran tema de las libertades democráticas no fue profundizado, tema clave. Porque en definitiva aceptar la diversidad de los grupos y clases sociales es tratar de construir una democracia social o socialista. ¿Quiénes quedan afuera? Aquellos que sólo quieren un modelo que resguarde sus intereses particulares.


La derecha mundial y chilena y la misma socialdemocracia han sabido de manera muy inteligente usar el estalinismo y el derrumbe de los modelos políticos y económicos del comunismo y también las revoluciones como procesos, para mostrar que la izquierda de origen bolchevique fue un fraude o que no fue eficiente. Bueno, es cierto, no lo fue completamente, pero también lo fue y cuando el mundo completo es capitalista y tú luchas desde un modelo con imperfecciones grandes, los costos de tu caída son enormes: quieren borrarte de un plumazo los logros y avances y caricaturizarte.

Pero sabemos muy bien que nunca la izquierda antisistémica desaparecerá, aún cuando esté muy desmejorada teórica y políticamente, porque los problemas estratégicos del capitalismo financiero siguen siendo los mismos.

Pero para no irnos por otros derroteros, los derechos del pueblo mapuche no son sino el programa que el propio pueblo mapuche levanta. Me refería a todo lo anterior por lo siguiente: Lenin cuatro o cinco días antes del asalto al palacio de invierno, se encontraba en un departamento, leyendo la totalidad de diarios de la Rusia Zarista, de repente se puso a gritar y la persona que le arrendaba la pieza fue a verlo y el gritaba: ¡¡lo encontré, lo encontré!! En un diario estaba el programa de reivindicaciones de los campesinos rusos, y Lenin le dijo a la señora: acá esta el programa de transformaciones agrarias del régimen revolucionario. O sea Lenin tenía clarísimo que era imposible gobernar a millones sino tomaba las reivindicaciones y programas de las agrupaciones y las hacia parte del programa de gobierno. La socialdemocracia actual, en su negación del leninismo y en su afirmación del estalinismo sistema en el que fueron educados sus dirigentes, y ahora desde el libre mercado, niegan eso que Lenin lo usó como método fundamental, y fracasarán irremediablemente por lo mismo y en la zona mapuche habrá una guerra irregular tarde o temprano.

SPI.- ¿Qué puede decirnos sobre los recientes acontecimientos de Temucuicui donde 200 carabineros de las fuerzas especiales de la gendarmería chilena reprimieron a los comuneros mapuches, hiriendo a 22 niños de edad escolar?

F. Ch.- Bueno, es una expresión de lo anterior, de que la elite política, financiera y militar diseñando y gobernando en clave "G" va a usar el poder policíaco militar y los aparatos de inteligencia del estado en toda su brutal expresión para reprimir el programa de reivindicaciones sociales y políticas del pueblo mapuche, para disciplinar a los mapuche a un modelo de economía y sociedad determinado, en este caso el liberal.










SPI.- Mapuche significa "Gente de la tierra." Resulta paradójico que hoy día el mayor problema a que se enfrentan las comunidades mapuches tanto de Argentina como de Chile esté relacionado con la defensa y recuperación de sus territorios ancestrales. El gobierno chileno dispone de diferentes programas tales como la CONADI y el Programa Origen, INDAP, destinados a aplicar reformas y medidas agrarias para el sector rural. Los comuneros mapuches sostienen que estos programas en realidad son manipulados por agentes del gobierno que buscan engañar a las comunidades mapuches para expropiarles las tierras y, para cumplir con este cometido, llegan incluso a utilizar la violencia contra mujeres y niños como en Temucuicui. No cabe duda que el problema más grande al que hoy día se enfrentan los comuneros mapuches es el de la defensa de sus tierras porque algunas trasnacionales que han negociado con el gobierno chileno están invadiendo al territorio Mapuche. ¿Qué puede decirnos sobre la situación actual del indígena mapuche en Chile? ¿Cuáles son las violaciones que se hacen al pueblo Mapuche?

F. Ch.- Como les digo no soy un especialista en el tema, pero la situación actual del pueblo mapuche es estructural, no es difícil concluirlo. Este 10% de la población, es decir prácticamente 1 millón 500.000 personas, no están evidentemente en la cúspide de la pirámide del capital cultural y financiero tal como lo entienden los diseñadores y políticos occidentales. No son elite. Tampoco son pequeña burguesía y no trato de superponer modelos de clasificación a la realidad concreta, no es la idea, sino que trato de explicar que el pueblo mapuche, que está constituido por una diversidad de "lo mapuche" a su vez, y que si bien está unificado desde su identidad, su historia, su idioma, su cosmovisión, su origen, también lo está por el lugar que ocupa en el capitalismo financiero. Lugar de marginación de los procesos de modernización capitalista. Esto quizás es un concepto relativamente nuevo, Marx sólo hablaba del ejército industrial de reserva o de lumpen proletariado para referirse a toda esa población fuera de las relaciones sociales de producción fabril.

Pero nos encontramos en Chile con un capitalismo financiero dominante y por otra parte en las zonas y territorios que habitan los mapuche, con procesos de producción forestal, agraria y pesquero correspondiente a lo que se denomina el modelo exportador chileno. Los mapuche son justamente la población marginada de esos procesos de modernización, propiamente expropiados de sus tierras que hoy y hace largo tiempo la ocuparon primero los hacendados bajo el sistema de la hacienda y luego del breve período de reforma agraria, los capitalistas modernizados del campo, los exportadores, que requieren muy bajo número de fuerza de trabajo, la cual además está muy mal pagada, yo me atrevería hablar de sobre explotación del trabajo, y los cuales en lo central ocupan alta tecnología para elevar los niveles de productividad y calidad de los productos.

Los mapuche no están en esos procesos, tampoco como fuerza de trabajo ni como cesantes susceptibles de ser ocupados. Han sido reducidos, lo que se denominan las comunidades, son reducciones mapuche. Un ejemplo particular es de donde sacar conclusiones más reales: En el video de La Tercera, habla una mujer mapuche, y dice que personeros gubernamentales fueron a ofrecer programas de empleo a la comunidad por 60.000 pesos chilenos es decir aproximadamente 100 dólares al mes. Si el estado del capital financiero y su administrador, el gobierno, no tuvieran reducidos a los mapuche, no harían esas ofertas irrisorias. Entonces la situación actual esta íntimamente ligada a los intereses de los grupos económicos exportadores y también al tema de la energía. Ralco fue construida sobre territorio mapuche y los habitantes del lugar fueron presionados a vender sus terrenos.

Esto no es para nada distinto a lo que sucede en Chiapas, que es el territorio energético más importante de México y que exporta energía a los Estados Unidos, entonces el estado allí, al igual que acá, reduce a los pueblos originarios, militariza la zona, los reprime y los mantiene relativamente asfixiados para poder emplazar las estrategias de la economía capitalista moderna. Ahora bien en cualquier caso cuando el estado capitalista emplaza fuerza policíaca y militar con aparatos de inteligencia, los derechos humanos de las poblaciones allí presentes son directamente violados y todas las expresiones más feroces de la violación a los derechos humanos se hacen visibles.

SPI.- Uno de los efectos más visibles de la estigmatización de los mapuches, de su aislamiento e invisibilización social, es que la justicia chilena tiende a fallar contra los mapuches. Los comuneros mapuches, como se ha visto en Temucuicui, son objeto de grandes vejámenes y represiones violentas. Es llamativa la apatía de la opinión pública chilena y la falta de respuesta política de los sectores de izquierda. ¿A qué atribuye esta indiferencia o falta de reacción de la sociedad chilena ante la violación de los derechos humanos de la etnia mapuche? ¿Cree usted que esta falta de reacción o de interés de la sociedad chilena se relaciona con esa historia de intolerancia cultural de un país mestizo, criollo, cruza de indígena y europeo, cristiano occidental, que persiste en acabar con los bárbaros, los salvajes, los hombres de la tierra, por otros medios de exterminio como el aislamiento, la represión violenta sistemática y el empobrecimiento extremo de los mapuches?

F. Ch.- Yo creo que es un problema que radica en los procesos de individualización de la conciencia en los chilenos. Yo no puedo hablar por los chilenos realmente y tampoco meterme en sus mentes a menos claro está, que converse con ellos y en profundidad pueda escudriñar lo que piensan y sienten al respecto, pero si los chilenos y chilenas andan cargando la culpa de que les va bien o mal en la vida, es decir en el sistema económico dominante, por cuestiones meramente personales de capacidades y limitaciones propias, lo más probable es que ni siquiera les importe demasiado los problemas de los mapuche, y si uno obliga a las personas a opinar o tomar una posición, quizás sea la misma que tienen sobre sí mismos, que los responsables de la situación mapuche son los propios mapuche, pero no quiero hacer sociología ficción.










SPI.- Como pensador político y cientista social marxista, ¿ha pensado en alguna forma organizativa para canalizar todo este descontento político de los comuneros mapuches?

F. Ch.- Bueno no soy un cientista social marxista solamente, es decir y se los respondí en una de las preguntas anteriores, me interesa recalcar que a la vez que soy depositario del pensamiento marxista, del pensamiento leninista, del pensamiento de la izquierda histórica y revolucionaria, soy heredero también del pensamiento crítico post marxista, hablo de al menos la historiografía inglesa de Perry Anderson, del pensamiento de Salazar, de Luis Vitale, ambos profesores míos, de Pierre Bourdieu y también de las reflexiones de mayo del 68: Deleuze, Guattari, Foucault. En el ámbito propiamente latinoamericano y es un deber nombrarlos, de la filosofía latinoamericana en Chile, de Humberto Giannini, Carlos Ossandon y de Mario Berríos.

Aclarado lo anterior, creo que las formas organizativas del pueblo mapuche se las da y dará siempre el mismo pueblo mapuche realmente, yo no soy quien para dar recetas de ningún tipo, y no lo digo porque esté más bien de moda esta "humildad" intelectual, sino por una cuestión antropológica profunda. Cuando uno se encuentra con grupos sociales y étnicos, uno se encuentra con una cosmovisión y con un lenguaje, a lo sumo uno podrá como lo dice el Sub Comandante Marcos ponerse al lado con su propio lenguaje, en mi libro, yo ocupo un término más complicado, yuxtaponerse al lenguaje de los otros, acoplarse como se cierran las ventanas con sus filos, uno para adentro y otro para afuera. Acompañar y sin ninguna expectativa de querer ser comprendido, uno debe hacer el esfuerzo de comprensión.

La izquierda todavía tiene no sólo la concepción vanguardista que sería quizás menos negativa, sino la concepción estalinista de orden y mando, con ese método de cooptación de las agrupaciones sociales se llega a lo que ha pasado en Cuba y lo que esta pasando en Nicaragua y probablemente en Venezuela que a la vez que desarrollan procesos anticapitalistas van construyendo sus propias crisis de legitimidad, eso al menos en mi opinión. No hay emplazamientos conjuntos de las agrupaciones y de la izquierda como una agrupación más pero de carácter político, sino al igual que en el capitalismo financiero lecturas en clave "G" y ordenamientos y disciplinamientos. Esto tiene que ver con la construcción de la democracia socialista descentralizada que nunca se ha realizado realmente.

SPI.- A su parecer, ¿cuál sería la mejor forma de solucionar el problema que tiene el pueblo Mapuche con el gobierno?

F. Ch.- No lo sé. Y no porque no pueda reflexionar al respecto, sino porque según las últimas informaciones, el gobierno persiste en su estrategia de militarización, la iglesia católica es la única institución que ha dicho que eso es apagar el incendio con bencina, por otra parte la Coordinadora Arauco Malleco, ha llamado a la guerra contra el estado chileno, por primera vez en al menos 70 años. Yo creo que si el gobierno y el estado no empiezan a pensar que el sistema económico de libre mercado provoca lo que llamamos en evaluación de proyectos, externalizaciones negativas, marginaciones profundas y violencia por el solo hecho de ser implementado, es muy difícil que desde el estado cambien la estrategia. Sobretodo y es un deber personal decirlo cuando veo a tantos personeros jóvenes del oficialismo, colindando con el neo fascismo, es decir en un extremar al límite el diseño desde arriba, de construcción de fortaleza del estado.

Lo que pasa y esto es un asunto muy importante, es que estamos frente a la construcción socialdemócrata de un estado paranoico, de fortaleza central, que asume como lo más importante en los hechos, no en las palabras, pero si en los hechos, salvaguardar los intereses corporativos de las grandes compañías capitalistas, transnacionales y de los grupos económicos "nacionales" que también son transnacionales. A mi me llama mucho la atención que se haya transformado en sentido común, que los presidentes de la concertación corten cintas en las inauguraciones de empresas privadas o vayan preferentemente a las actividades anuales de los empresarios, como así también que sus personeros pasen a la empresa privada automáticamente y luego vuelvan al estado.

Acá hay una concertación, la verdadera, entre la clase política socialdemócrata y de la extrema derecha, con los empresarios, con los capitales transnacionales, con los militares, y una salvaguarda común de sus intereses bajo un modelo capitalista a ultranza en que todos tienen intereses, con una red social de ayuda para justamente aquellos que no gozan ni gozarán de beneficios en el sistema, es decir la gran mayoría de la población.

SPI.- ¿Cuál es su llamado para la opinión pública chilena ante este tipo de hechos como el de Temucuicui que se están dando en el actual gobierno de la Presidente Michelle Bachelet?

F. Ch.- Es muy difícil hacer llamados al viento, yo tuve una discusión con una amiga una vez sobre mi libro, que era extremadamente complicado en el lenguaje. Frente a su crítica, yo le dije que quería llegar a los sociólogos y a los estudiantes de sociología y también a la élite. A mi no me interesa pertenecer a la elite, aún cuando desde el punto de vista de mi capital cultural y de mi reflexión pertenezco al menos al grupo de privilegiados que han tenido una buena educación, pero no pertenezco social ni políticamente a la elite, ni me interesa. Me he preocupado justamente de aquello, sería una sinrazón de la sociología. Como dice Bourdieu en Lección para la lección: el sociólogo es un allegado a la elite y un allegado al pueblo, por un aparte le muestra las contradicciones elitistas a la elite y también el populismo al pueblo o quienes dicen ser más cercanos a él.

Primero, yo haría un llamado a la elite, no a que se humanice, porque no tiene sentido pedir eso, ni pedir nada a la elite, sino a que al menos reflexionen sobre la construcción paranoica que han realizado en estos años, que se miren a si mismos y cómo esta construcción no garantiza, ni frenar sus miedos, ni sus culpas, ni menos desarrollar estabilidad y paz social.

A mi pueblo querido, a la gente que yo considero que no ha girado a un pensamiento en clave "G", o que está realmente en los territorios sociales, políticos y reflexivos de los dominados, de los hombres y mujeres comunes y corrientes, les digo: que no se dejen abatir. Y al respecto una reflexión quizás más personal: cuando yo era muy joven andaba deprimido siempre, no toleraba a la dictadura de Pinochet, pero lo digo sinceramente, era muy difícil para un joven con mis características de personalidad y también con la manera de sentir y pensar que ya tenía, menos estructurada pero que ya tenía, vivir en la dictadura, éramos prisioneros de conciencia, de lenguaje, de movilidad, de todo. Y yo pensaba que estábamos irremediablemente vencidos. Bueno, pasaron 17 años y si bien no logramos lo que nuestros deseos e intereses prefiguraban, al menos logramos salir de la dictadura militar.

Yo creo que saldremos de esté tipo de modelo paranoico y post fascista, estoy convencido que la diversidad de agrupaciones sociales y conflictos romperán relativamente esta jaula dorada del neoliberalismo socialdemócrata. Pasaremos por la derecha primero, como en Europa, pero a diferencia de Europa, nosotros tenemos una identidad y una conformación desde los pueblos originarios, prehispánicos. Nuestra concepción de lucha es muy distinta a los grupos Attac o antiglobalización, somos latinoamericanos, somos indoamericanos.

Y esto no es un mensaje indigenista para nada, sino que me refiero a que lo que está pasando en la Araucanía hoy, la lucha de las distintas agrupaciones mapuches, su capacidad de resistencia, de martirio, prefiguran también nuestro ser interior, lo que tenemos como herramientas y no las vemos. En ese sentido también me gustaría hablarle con cariño y amor al pueblo pobre que son prácticamente 4 millones de chilenos y chilenas y es que sepan mirar su interior, que dejen su desesperanza aprendida y recuperen esa memoria histórica que todos tenemos, que viene de nuestros bisabuelos, abuelos, padres, bisabuelas, abuelas y madres, y que se muestra en parte hoy en la lucha del pueblo mapuche, que descubran esas herramientas y no solamente para emprender proyectos de emprendimiento, tan necesarios para la vida, sino también, para en algún momento, usarlas en el fragor de una lucha mayor que vendrá, mientras tanto todos los marginados de este modelo excluyente, elitista e ineficiente, resistimos sus embates, construyendo reflexión y en lo posible, fuerza social para un futuro cercano. La historia no se repite, pero tampoco se detiene, y probablemente las mayorías en Chile y en el mundo comiencen a despertar del largo sueño embrutecedor en que los han mantenido unos y otros, como dijera un antiguo revolucionario.

lunes, 19 de octubre de 2009

Entrevista a Marcel Claude para Culturat

¿Crees que con las actuales condiciones político-económicas se puede avizorar una mejora para esa mayoría de los chilenos que ven desde la vereda de enfrente todo este éxito económico del que tanto se habla?


 

Ciertamente que es muy difícil imaginar una mejora significativa en las condiciones sociales de la gran mayoría de chilenos. Esto fundamentalmente por la enorme asimetría de poder que hay en la sociedad chilena y que se expresa en el monopolio de la prensa al servicio de los intereses del gran capital, lo que implica una ausencia real de libertad de prensa y expresión; en un gobierno complaciente con la SOFOFA y los grupos empresariales; en partidos políticos antidemocráticos; en un sistema electoral excluyente; y en un modelo económico orientado a la concentración y acumulación de riqueza. Si consideramos honestamente las cifras de ingreso y desigualdad disponibles, podemos ver que las desigualdades crecen sistemáticamente y son gigantescas. El famoso éxito económico solo sirve a un pequeño sector que no representa sino el 0,1% de los chilenos y, obviamente, a las corporaciones multinacionales que operan fundamentalmente en el cobre, nuestra principal riqueza nacional que ha servido básicamente para que en el año 2006 se hayan llevado más de 20 mil millones de dólares en utilidades después de impuestos, mientras el Estado de Chile con un presupuesto apenas 20% superior a esa cifra no soluciona adecuadamente las necesidades educacionales ni de salud de la población. Desgraciadamente, la institucionalidad política del país asegura más que holgadamente las necesidades del capital en cuanto a obtener una alta rentabilidad que las necesidades de los chilenos de obtener una buena vida.


 

Conforme a tu experiencia ¿Consideras que existe o sabes qué se esté tratando de implementar alguna política que busque cautelar eficientemente nuestros recursos con miras a alcanzar un desarrollo sustentable?


 

El desarrollo sustentable es nada más que un cliché para nuestras autoridades. Algo que puede hoy en día considerarse parte de las "palabras de buena crianza" que muestran a los dirigentes políticos y empresariales como personas modernas y sensibles. Pero cómo ya fue instalado como método para evaluar las virtudes de los hombres hace más de 2000 años con la frase "por sus obras los conoceréis", es evidente que no hay una real política de Estado orientada a la preservación y uso racional de los recursos naturales. En la pesca, por ejemplo, prácticamente todas las especies comerciales están sobre explotadas, gracias a que el Estado de Ricardo Lagos le ha regalado a grupos como Angelino el 80% de la propiedad de los recursos pesqueros. En materia de bosque, aún no hay protección al Bosque Nativo, básicamente porque ello pasaría por detener la sustitución de éste en favor de las plantaciones de pino y eucalipto, lo cual ha sido la base del desarrollo forestal de grupos como Celco o el grupo Matte. En el cobre y la minería, se ha privilegiado la renta de las multinacionales que la calidad de vida de las personas y el desarrollo de las regiones mineras. Es evidente que no habrá sustentabilidad mientras perdure la relación privilegiada entre el Capital y el Estado, mientras la Concertación no deje de servir el interés privado y no se dedique a servir el interés público que es lo honesto y lo que debe ocurrir en una sociedad bien organizada y en un sistema democrático real y eficaz.


 

¿Qué opinión te merecen los tres gobiernos de la concertación y el actual de la presidenta Bachelet?


 

He sido y soy muy crítico de estos gobiernos y, para mí, no hace la diferencia entre un Frei, un Lagos o una Bachelet. En ninguno de estos gobiernos se ha profundizado la democracia ni se ha hecho actuar al pueblo chileno. La ciudadanía es el no invitado a esta fiesta, es el actor más menospreciado y ninguneado del quehacer político chileno. Hoy los únicos invitados son los grandes empresarios, pero, los intelectuales, los estudiantes, los trabajadores, el ciudadano común y corriente están fuera de esta historia. Llevamos ya más de 33 años de soledad –al decir de García Marquez- y esta coalición ha sido francamente lamentable desde la perspectiva de avanzar en la concreción de una sociedad medianamente organizada y medianamente democrática. Es realmente lamentable esta transición interminable que se explica en parte importante por la actitud pusilánime y mediocre de los políticos de la Concertación. Ha habido no sólo falta de voluntad política sino también cobardía y mediocridad, así como una cuota no menor de traición y abandono de compromisos y valores históricos que partidos como el socialista o la democracia cristiana han pretendido servir a lo largo de sus historias políticas.


 

¿Consideras que los medios de comunicación tradicionales y el gobierno cumplen con su rol de informar a la ciudadanía? ¿Qué te parece la utilización que se da a indicadores y estadísticas para el sustento de discursos?


 

Los medios de comunicación lamentablemente hoy no están para informar ni promover la discusión pública, están más bien preocupados de crear las condiciones para evitar el conflicto, la crítica y el levantamiento de una conciencia ciudadana responsable y comprometida con el interés colectivo de la ciudadanía. Si uno observa con cuidado qué tipo de valores públicos promueven los medios, es posible observar no sólo el individualismo, el éxito personal, el descrédito de la solidaridad, sino también el nihilismo como espíritu de la época, es decir, la desesperanza, la falta de una fe siempre necesaria para el progreso moral de los pueblos. Ni Roma ni Grecia ni la Modernidad habrían logrado progresar sin la convicción de que era posible alcanzar estados superiores de existencia. Los medios hoy se han constituido en los mecanismos más eficaces para difundir la idea nefasta de que el hombre sólo es el león devorador de otros hombres, que la deslealtad paga -y muy bien- mucho más que ser leales y honestos –de hecho el contenido valórico que se difunde es que la honestidad no paga-, que la virtud es una buena estupidez, que la política es corrupta, que los hombres son intrínsecamente egoístas y nada más. A ello contribuye la sistemática y permanente parrilla informativa concentrada en hechos de violencia y asaltos, crímenes y violaciones, las comedias y teleseries llenas de violencia, deslealtad, traición y miserabilidad humana. Hoy nada induce a pensar en la posibilidad y la legitimidad de la virtud. Eso está fuera de lo normal, es tonto y absurdo, no renta. Y todo esto promueve una actitud colectiva apática, retraída, volcada a lo material, al consumo y al inactivismo político, lo cual favorece obviamente a quienes hoy controlan los puestos de comando y control de la sociedad chilena. No menos importante es la manipulación deshonesta de las cifras y de los datos para sustentar discursos ideológicamente intencionados, como por ejemplo, el uso de indicadores de pobreza y desigualdad que son evidentemente falsos pero que permiten sostener la política de focalización del gasto público inventado por la dictadura que no ha permitido eliminar ni la pobreza ni reducir la desigualdad sino al contrario. Para ello han ocultado las cifras de riqueza y han contado con la complacencia de los medios de comunicación.


 

¿De qué forma se podría fortalecer la participación ciudadana con el descrédito que presentan muchas instituciones y partidos políticos?


 

La historia demuestra que siempre la solución es política, pero que deben articularse las fuerzas de manera eficaz para ello. Si los partidos políticos no funcionan, entonces hay que crear otros partidos y si las instituciones no lo hacen tampoco, entonces, hay que presionar y exigir que así lo hagan. Las nuevas generaciones juegan un rol fundamental, puesto que son la fuerza y la energía necesarias para impulsar cambios en la dirección correcta, para llenar de esperanza el espacio colectivo, para derrotar la desesperanza y la depresión y para abandonarse al espíritu constructivo y esperanzado. Esas nuevas generaciones deben crear medios de comunicación, nuevas organizaciones, nuevas formas de presión y constituirse en ejemplo de lucha y articulación para los adultos y para los trabajadores. Pero, fundamentalmente, deben contribuir al crear una nueva fe y una nueva esperanza. No pueden ni deben aceptar la derrota moral de contentarse con una vida mediocre y pobre, sin sueños ni utopías. La generosidad y la solidaridad son virtudes que en los jóvenes siempre calan profundamente y han sabido siempre hacer presente como factores de construcción social.


 

Mi recomendación es entonces atreverse a ser honestos con las virtudes y anhelos de cambio que se alojan siempre en el corazón de las nuevas generaciones y de los hombres y mujeres que no quieren renunciar a construir una vida mejor.


 


 


 

Marcel Claude

Economista y Magister en Economía de la Universidad de Chile. Master of Arts y Candidato a Doctor de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. En 1993 fue designado como jefe del proyecto de cuentas ambientales del Banco Central de Chile, que dió origen a los informes sobre el bosque nativo chileno, la pesca y la minería. Desde 1997, fue director de la Fundación Terram que creó a fin de realizar estudios destinados a promover el desarrollo sustentable en Chile. Es columnista de diversos medios de comunicación nacionales e internacionales. Desde el 2003 hasta el 2006 fue director de la Fundación Oceana para América Latina. Se ha destacado por su trabajo en pos del desarrollo justo y democrático de Chile y del ejercicio de las libertades ciudadanas. De hecho, ganó un litigio contra el Estado chileno en la Corte Interamericana por acceso a la información pública y desde el 2002 enfrentó una demanda judicial por denunciar conflictos de intereses en la discusión de la Ley de Pesca. Actualmente ganó categóricamente dicho juicio en contra de los hermanos Zaldivar y se desempeña como consultor en temas económicos.

sábado, 17 de octubre de 2009

El Zapatismo y las Ciencias Sociales en América Latina

Por: John Holloway

Fuente. Patria para todos.

La herencia más triste que nos deja el siglo XX es la desilusión, la pérdida de esperanza.

Si revisamos los debates de hace cien años, lo que llama la atención es su optimismo. Al revisar por ejemplo el debate entre Rosa Luxemburgo y Eduard Bernstein sobre la cuestión de reforma o revolución: ambos lados asumían como obvio que era posible hacer un mundo mejor, que era posible crear una sociedad basada en la justicia. El único punto de debate era cómo hacerlo.

Y luego vino la carnicería de las dos guerras mundiales, luego vino Stalin y Auschwitz e Hiroshima, luego vino Pol Pot y después, como golpe de remate para incluso los más ciegos de los optimistas, vino el colapso de la Unión Soviética. Aquí en América Latina, la muerte del optimismo ha sido más amarga todavía. Todo el entusiasmo de las luchas revolucionarias de los años 60 y 70 ¿a dónde condujo? A la creación de un estado pobre, aislado y burocrático en el caso de Cuba, y en el resto de la América Latina a la tragedia, a la masacre de miles de militantes entusiasmados y de víctimas inocentes. Sí, es cierto que las dictaduras militares han desaparecido, pero lo que queda no es mucho mejor: la corrupción, la pobreza y la desigualdad social van aumentando todo el tiempo. Tanto entusiasmo ¿para qué? ¿Para qué sirvieron tantas luchas? ¿Para qué tantas muertas y tantos muertos? Nosotros estamos aquí, por supuesto, pero ¿qué hay de nuestros amigos? ¿qué hay de tanta gente que admirábamos? Para los europeos de mi generación, eso no es parte de nuestra experiencia personal, por suerte, pero para muchos latinoamericanos sí. Y ¿para qué?

Para muchos, la esperanza se ha evaporado de la vida, cediendo el paso a una reconciliación amarga con la realidad. No va a ser posible crear la sociedad libre y justa con que soñábamos, pero al menos podemos votar por un partido de centro izquierda. Sabemos muy bien que no va a hacer mucha diferencia, pero nos da la oportunidad de ventilar nuestra frustración.

Así, estrechamos nuestro horizonte, reducimos nuestras expectativas. La esperanza desaparece de nuestra vida, desaparece de nuestro trabajo y de nuestro modo de pensar. Pero, claro, nos estamos envejeciendo, es normal. Pero ahí no está el problema. El problema es que muchos de los jóvenes son viejos, a veces incluso más viejos que los viejos porque es el mundo el que está envejeciendo.

La amargura de la historia: con esta tenemos que vivir. Como una neblina gris, penetra todo. Como científicos sociales, o simplemente como académicos, estamos especialmente afectados. La desilusión se filtra en nuestro modo de pensar, en las categorías que usamos, en las teorías que adoptamos.

Foucault lo señala muy claramente en el primer tomo de su Historia de la Sexualidad cuando dice que "el miedo al ridículo o la amargura de la historia nos impide a la mayoría de nosotros juntar revolución y felicidad, o revolución y placer". Y se burla de los que quieren hablar del sexo en términos de la represión por construir un discurso "en el cual se combinan el ardor del conocimiento, la voluntad de cambiar la ley y el jardín esperado de las delicias". [2]

La amargura de la historia y el miedo al ridículo son dos lados del mismo proceso. Se reducen las expectativas. La amargura de la historia nos enseña que es ridículo ahora mantener la gran narrativa de la emancipación humana, la gran narrativa de esperanza por una sociedad basada en la dignidad humana. Lo más que podemos hacer es pensar en términos de narrativas particulares, la lucha de las identidades diferentes por mejores condiciones: la lucha de las mujeres, de los negros, de los homosexuales, de los indígenas, pero ya no la lucha de la humanidad por la humanidad. La cosmovisión fragmentada del postmodernismo es una reconciliación con la desilusión.

Está claro que el postmodernismo no es la única forma en la cual los científicos sociales se reconcilian con la amargura de la historia. Hay muchas formas de aceptar una reducción de las expectativas, una cerrazón de las categorías, una imposición de las anteojeras conceptuales. Las condiciones de la vida académica, la necesidad de terminar la tesis, de encontrar trabajo, la presión para conseguir becas: todo nos empuja a la misma dirección. Todo nos dice que hay que enfocarnos en nuestro fragmento especializado del conocimiento, que no hay que meternos con la complejidad del mundo.

La complejidad se vuelve la gran coartada, tanto científica como moralmente. El mundo es tan complejo que lo podemos conceptualizar solamente en términos de narrativas fragmentadas o, lo que sigue siendo mucho más común a pesar de la moda del postmodernismo, en términos de estudios de casos positivos y positivistas. El mundo es tan complejo que no puedo aceptar ninguna responsabilidad para su desarrollo. La moral se contrae: la moral es ser amable con la gente que me rodea, más allá de ese círculo inmediato el mundo es demasiado complejo, la relación entre las acciones y sus consecuencias demasiado complicadas. Cuando me paro en un semáforo (la mayoría de los académicos en México son parte de la clase cochehabiente), doy (o no doy) un peso a la gente pidiendo limosna, pero no me pregunto acerca de una organización del mundo que crea más y más miseria y cómo esta organización se puede cambiar. Este tipo de pregunta se ha vuelto moral y científicamente ridícula. ¿Para qué plantearla si sabemos que no hay respuesta?

El problema con esta reducción de las expectativas, con esta cerrazón de las categorías, con este estrechamiento del concepto del trabajo científico, no es la calidad de la investigación que resulta. La investigación puede ser muy buena, los resultados pueden incluso ser correctos en cierto sentido. Pero el problema de las ciencias sociales (o de la ciencia en general) no es ser correcto, no es la exactitud. El problema de las ciencias sociales es la complicidad. Nuestra investigación puede ser muy buena, pero si aceptamos la fragmentación que surge de la desilusión, si abandonamos en nuestro trabajo la exploración de la posibilidad de cambiar radicalmente un mundo en el cual la explotación y la miseria se vuelven cada día más intensas y en el cual la dinámica de la explotación va mucho más allá de cualquier 'identidad', ¿no nos hacemos cómplices entonces de la explotación de los humanos por los humanos, cómplices en la destrucción de la humanidad, cómplices finalmente en la muerte de nuestros muertos?

Todos somos cómplices por supuesto. Nada más por el hecho de vivir en esta sociedad, jugamos un papel activo en la destrucción de la humanidad. De lo que se trata, sin embargo, es cómo nos relacionamos con esta culpabilidad, cómo luchamos contra nuestra propia complicidad.

Fue a este mundo de desilusión que llegaron los zapatistas el primero de enero de 1994. Llegaron como gente prehistórica saliendo de sus cuevas, hablando de dignidad y humanidad. ¿Acaso no veían qué tan ridículos eran? ¿Acaso no habían aprendido de la amargura de la historia? ¿Acaso no sabían que la época de las revoluciones había terminado, que las grandes narrativas eran cosa del pasado? ¿Acaso no sabían lo que había pasado con todas las revoluciones latinoamericanas? ¿Acaso no habían oído de la caída de la Unión Soviética? ¿Acaso nunca habían oído hablar de Pol Pot?

Por supuesto que sí, sabían todo eso. Y aún así decidieron enfrentar el miedo al ridículo. Conocían la amargura de la historia, nadie mejor que ellos. Y sin embargo nos recordaron que hay diferentes formas de relacionarnos con esa amargura. Theodor Adorno, alemán, judío, comunista, regresó del exilio después de la segunda guerra diciendo que "hay que preguntarse si uno puede seguir viviendo después de Auschwitz"[3]. Ernst Bloch, alemán, judío, comunista, regresó del exilio después de la segunda guerra enfatizando el otro lado de la experiencia: "ahora es el momento para aprender a tener esperanza"[4].

Como haciendo eco a las palabras de Bloch, los zapatistas se levantaron en las circunstancias más ridículas, cuando todos los buenos revolucionarios estaban o muertos o descansando en la cama, y dijeron "ahora es el momento de tener esperanza, ahora es el momento de luchar por la humanidad". La historia es amarga, pero la amargura de la historia no conduce necesariamente a la desilusión. También puede conducir a la rabia y la esperanza y a la dignidad.

"Entonces ese dolor que nos unía nos hizo hablar, y reconocimos que en nuestras palabras había verdad, supimos que no sólo pena y dolor habitaban nuestra lengua, conocimos que hay esperanza todavía en nuestros pechos. Hablamos con nosotros, miramos hacia dentro nuestro y miramos nuestra historia: vimos a nuestros más grandes padres sufrir y luchar, vimos a nuestros abuelos luchar, vimos a nuestros padres con la furia en las manos, vimos que no todo nos había sido quitado, que teníamos lo más valioso, lo que nos hacía vivir, lo que hacía que nuestro paso se levantara sobre plantas y animales, lo que hacía que la piedra estuviera bajo nuestros pies, y vimos, hermanos, que era DIGNIDAD todo lo que teníamos, y vimos que era grande la vergüenza de haberla olvidado, y vimos que era buena la DIGNIDAD para que los hombres fueran otra vez hombres, y volvió la dignidad a habitar en nuestro corazón, y fuimos nuevos todavía, y los muertos, nuestros muertos, vieron que éramos nuevos todavía y nos llamaron otra vez, a la dignidad, a la lucha."[5]

La dignidad, una categoría central en el levantamiento zapatista, es el rechazo a la desilusión: el rechazo, por lo tanto, a lo que subyace el desarrollo actual de las ciencias sociales. Está claro, pues, que tomar como tema 'el zapatismo y las ciencias sociales' no implica constituir el zapatismo como objeto de las ciencias sociales, sino implica más bien entender al zapatismo como el sujeto de las ciencias sociales, el sujeto de un ataque contra la tendencia prevalente de las ciencias sociales actuales. Tratar al zapatismo como objeto de la investigación sería violentar a los zapatistas, sería negarse a escucharlos, forzarlos dentro de las categorías que ellos están desafiando, imponerles la desilusión contra la cual ellos están en revuelta.

En otras palabras, los zapatistas no son un 'ellos' sino un 'nosotros'. 'Detrás de nosotros estamos ustedes', como dijo la Mayor Ana María en su discurso de bienvenida al Encuentro Intergaláctico de 1996. O, como dijo Antonio García de León en su comentario sobre la reacción inicial al levantamiento zapatista: 'en la medida que proliferaban los comunicados rebeldes, nos fuimos percatando que la revuelta en realidad venía del fondo de nosotros mismos.'[6] Aunque el EZLN es casi totalmente indígena en su composición, siempre han insistido que su lucha no es simplemente una lucha indígena sino una lucha por la humanidad: 'Por la Humanidad y contra el Neoliberalismo', como dice el lema del Encuentro Intergaláctico.

Desde el principio, y al parecer debido a la insistencia de aquellas comunidades en las cuales las tradiciones indígenas están más arraigadas, han rechazado la narrativa particular de la liberación étnica y han optado (exactamente como si nunca hubieran leído a Foucault ni a Lyotard ni a Derrida) por la gran narrativa de la emancipación humana. 'Detrás de nosotros estamos ustedes, detrás estamos los mismos hombres y mujeres simples y ordinarios que se repiten en todas las razas, se pintan de todos los colores, se hablan en todas las lenguas y se viven en todos los lugares.'[7] Cuando nos sentimos emocionados por las palabras de los comunicados zapatistas, no es un ellos que nos emociona, somos nosotros que nos emocionamos. Estar emocionado por los zapatistas es estar emocionado por nuestro propio rechazo a la desilusión.

Rechazar la desilusión no quiere decir negar la amargura de la historia, No se trata de pretender que Auschwitz nunca pasó. No es cuestión de olvidar todas las tragedias precipitadas en el nombre de la lucha por el comunismo. El zapatismo es el intento de rescatar la revolución de los escombros de la historia, pero el concepto de revolución que emerge de estos escombros sólo puede tener sentido si es un concepto nuevo. Como dice Marcos en un comentario sobre el primer año del levantamiento: "Algo se rompió en este año, no sólo la imagen falsa de la modernidad que el neoliberalismo nos vendía, no sólo la falsedad de proyectos gubernamentales, de limosnas institucionales, no sólo el injusto olvido de la Patria hacia sus habitantes originales, también el esquema rígido de una izquierda obcecada en vivir del y en el pasado. En medio de este navegar del dolor a la esperanza, la lucha política se ve a sí misma desnuda de los ropajes oxidados que le heredó el dolor, es la esperanza la que la obliga a buscar nuevas formas de lucha, es decir nuevas formas de ser políticos, de hacer política: Una nueva política, una nueva moral política, una nueva ética política es no sólo un deseo, es la única manera de avanzar, de brincar al otro lado"[8].

¿Qué es lo nuevo del zapatismo? Aquí tenemos verdaderamente que enfrentar el miedo de hacer el ridículo, ridículo no nada más por parte de los científicos sociales ortodoxos sino también por parte de los marxistas ortodoxos. El núcleo de lo nuevo del zapatismo es el proyecto de cambiar el mundo sin tomar el poder. 'No es necesario conquistar el mundo. Basta con que lo hagamos de nuevo.' ¡Qué ridículo! ¡Qué absurdo! O, más bien, qué absurdo sería si no fuera por el hecho de que el zapatismo articula algo que ha estado en el aire durante treinta años o más, es decir un rechazo a la política estadocéntrica, rechazo que ha sido característico de mucho del feminismo y de muchas exploraciones de la izquierda en todo el mundo, un rechazo a la política enfocada en el poder que ha recibido un nuevo impulso en los últimos meses con los eventos de la UNAM, de Seattle y de Quito.

De forma decisiva, los zapatistas nos llevan más allá de la ilusión estatal. Por la ilusión estatal quiero decir el paradigma que ha dominado el pensamiento de la izquierda por más de un siglo. La ilusión estatal coloca al estado en el centro del concepto de cambio radical. La ilusión estatal entiende a la revolución como la conquista del poder estatal y la transformación de la sociedad a través del Estado. El debate famoso entre Rosa Luxemburgo y Eduard Bernstein hace cien años estableció claramente los términos que iban a dominar el pensamiento revolucionario por la mayor parte del siglo veinte. Por un lado la reforma, por el otro la revolución.

La reforma era una transición paulatina al socialismo que se llevaría a cabo a través de ganar las elecciones e introducir cambios por la vía parlamentaria; la revolución significaba una transición mucho más rápida que se haría por medio de la conquista del poder estatal (por las armas, si era necesario) y la introducción de cambios radicales por el nuevo Estado. La intensidad del desacuerdo escondía un punto básico de acuerdo: las dos corrientes enfocaban la conquista del poder estatal y veían la transición al socialismo exclusivamente en esos términos. Revolución y reforma, ambos son enfoques que están centrados en el Estado. El debate marxista se quedó atrapado así en una dicotomía estrecha. Los enfoques que se encontraban fuera de esta dicotomía estaban tachados de 'anarquistas' Hasta recientemente, el debate marxista ha sido dominado por esas tres clasificaciones: revolucionario, reformista, anarquista.

La ilusión estatal dominó la experiencia revolucionaria durante gran parte del siglo XX: no solamente la experiencia de la Unión Soviética y China sino también los numerosos movimientos de liberación nacional y guerrilleros de los años 60 y 70. El enfocarse en el Estado moldeó la manera de concebir la organización de la izquierda. El partido como forma de organización, sea de vanguardia o parlamentaria, presupone una orientación hacia el Estado y no tiene mucho sentido sin ella. El partido es en realidad la forma de disciplinar la lucha de clases, de subordinar los millones de formas de lucha a la meta principal de ganar el control del Estado. La ilusión estatal penetra la experiencia de la lucha de una manera muy profunda, privilegiando aquellas luchas que parecen contribuir a la conquista del poder estatal y asignando un papel secundario o peor a las formas de lucha que no sirven para la conquista del poder.

Si la ilusión estatal era el vehículo de la esperanza durante gran parte del siglo, se volvió cada vez más el asesino de la esperanza conforme avanzaba el siglo. El fracaso de la revolución era en realidad el fracaso histórico de cierto concepto de revolución, es decir del concepto que identificaba la revolución con el control del Estado.

Al mismo tiempo que el fracaso histórico del concepto Estadocéntrico de la revolución se hacía evidente, el mismo desarrollo del capitalismo estaba destruyendo la base de la ilusión estatal. La subordinación cada vez más directa del Estado al capital (tan obvio en el caso de gobiernos socialdemócratas como en el caso de gobiernos abiertamente neoliberales) ha cerrado el paso al radicalismo estatal. El hecho de que se ha vuelto más y más claro que la relación entre Estado y capital se puede entender sólo como una relación entre Estados nacionales y capital (y por lo tanto, sociedad) global, y no como una relación entre Estado nacional y capital nacional, ha hecho obvio que los Estados no son los centros de poder que asumían las teorías Estadocéntricas de Luxemburgo y de Bernstein.

La gran aportación de los zapatistas ha sido romper el vínculo entre revolución y control del Estado. Mientras tanta gente en todo el mundo ha concluido que ya que la revolución a través del Estado no es posible, la revolución no es posible (y por lo tanto nos tenemos que conformar), los zapatistas han dicho en efecto, si la revolución a través del Estado no es posible, entonces tenemos que pensar en la revolución de otra manera. Tenemos que romper la identificación de la revolución con la toma del Estado, pero no debemos abandonar la esperanza de la revolución, porque esta esperanza es la vida misma.

La ilusión estatal es nada más parte de una ilusión más grande, lo que se puede llamar la ilusión del poder. Esta ilusión se refiere a la idea de que para cambiar la sociedad tenemos que conquistar posiciones de poder o por lo menos tenemos que llegar a ser poderosos de alguna manera. A mí me parece que el proyecto zapatista es muy diferente. No es un proyecto de hacernos poderosos sino de disolver las relaciones de poder. Esta es la implicación de su insistencia constante en el principio de 'mandar obedeciendo' y de su énfasis en la dignidad no sólo como meta de la lucha sino como principio organizativo de la lucha.

Los zapatistas nos llevan más allá de la ilusión estatal y más allá de la ilusión del poder. ¿Pero qué quiere decir eso? ¿Qué es una revolución que no está enfocada en la toma del poder estatal ni en el hacernos poderosos? ¿No estamos cayendo en un absurdo total? ¿No nos están dirigiendo a la locura?

Aquí está claro que es un error grave hablar de los zapatistas como 'reformistas armados', como han hecho varios comentaristas. Lo que se hace claro a través del levantamiento zapatista es que, después del colapso de la Unión Soviética, después de la muerte del Che y la tragedia de las revoluciones latinoamericanas, la noción de revolución se puede mantener solamente si se suben las apuestas. Las revoluciones del siglo XX fracasaron porque apuntaban demasiado bajo, no porque apuntaban demasiado alto. El concepto de la revolución era demasiado restringido. Pensar en la revolución en términos de tomar el Estado o conquistar el poder es totalmente inadecuado.

Se necesita algo mucho más radical, un rechazo mucho más profundo al capitalismo. 'Caminamos', dicen, 'no corremos, porque vamos muy lejos'. Pero la vereda a donde nos invitan a caminar es muy vertiginosa. Nos invitan a acompañarlos en un camino peligroso, un camino que marea, un camino que va a quién sabe donde. Y aceptamos. Aceptamos porque no hay alternativa. No es difícil ver que la humanidad se está destruyendo. No podemos abandonar la esperanza, pero la única esperanza concebible ahora es la esperanza que va más allá de la ilusión estatal, más allá de la ilusión del poder.

Pero entonces ¿qué significa la revolución si no significa la toma del Estado ni del poder en ningún sentido? La respuesta es muy sencilla: no sabemos, tenemos que aprender. "Hacer la revolución", como dice el comandante Tacho, "es como ir a clases en una escuela que todavía no está construida"[9].

En una escuela que todavía no está construida. El aprender no puede ser cuestión de repetir las lecciones que nos enseñó el maestro. Si queremos compartir la emoción de esta escuela, estamos obligados a ser sujetos y no repetidores. Estamos obligados a construir nuestro propio camino, con la estrella utópica con única guía. En este proyecto compartimos por supuesto la experiencia de otros que han seguido la misma estrella, pero la amargura de la historia tiene como consecuencia que la estrella ya no puede ser exactamente la misma. ¿Qué significa revolución ahora? ¿Qué significa la disolución de las relaciones de poder? ¿Cómo podemos participar en la lucha para disolver las relaciones de poder, no solamente en nuestra práctica docente, no solamente en nuestra vida cotidiana, sino también en las categorías que usamos, en nuestras formas de pensar.

En la escuela inexistente del zapatismo, el pensar es emocionante pero aterrador. Ya no existen las certezas de los viejos revolucionarios. Después de Auschwitz, después de Hiroshima, ya no puede haber un concepto de la certeza histórica. Cuando los humanos poseen la capacidad de aniquilarse mañana, no puede haber la garantía de un final feliz. Como bien dijo Adorno, tenemos que rechazar la idea de una dialéctica que logra reconciliar todo al final, tenemos que pensar más bien en la dialéctica como dialéctica negativa, como un movimiento a través de la negación sin ninguna garantía, como el movimiento negativo de la posibilidad[10].

Está claro también que el concepto de la revolución ya no puede ser un concepto instrumental. Tradicionalmente la revolución se concibe como un medio para alcanzar un fin, y sabemos que en la práctica esto ha significado el uso de las personas como medios para llegar al fin. Si la dignidad se toma como principio central, la gente no se puede tratar como medio: la creación de una sociedad basada en la dignidad se puede lograr solamente a través del desarrollo de prácticas sociales basadas en el reconocimiento mutuo de esta dignidad. Caminamos no (o no solamente) para llegar a una tierra prometida, sino porque el caminar mismo es la revolución. Y si el instrumentalismo se cae como forma de pensar, se cae también el concepto lineal del tiempo que está implícito en el concepto tradicional de la revolución, con su distinción nítida entre un 'antes' y un 'después'. Aquí no puede ser cuestión de 'primero la revolución, después la dignidad: la dignidad misma es el movimiento de la revolución.

Nos encontramos pues en un mundo tambaleante donde parece que no hay nada firme para detenernos, ninguna definición clara, ninguna clasificación sólida. Caminar por este camino nos hace suspirar por tener al menos la seguridad de una cuerda floja debajo de los pies. Pero poco a poco nos damos cuenta que la firmeza que añoramos al principio es la firmeza del poder contra el cual nos rebelamos. El poder es el establecimiento de leyes, de definiciones, de clasificaciones, la simulación de la estabilidad. En uno de los comunicados zapatistas, Marcos pone palabras en la boca del Poder. El Poder les dice a los rebeldes: 'No seáis incómodos, no os neguéis a ser clasificados. Todo lo que no se puede clasificar no cuenta, no existe, no es'[11]. Defínanse: eso ha sido la tentación que el diablo les ha susurrado en el oído a los zapatistas desde el principio, la tentación que hasta ahora han logrado resistir.

Eso no quiere decir que las leyes, definiciones, clasificaciones no existen. Claro que existen, ya que el poder existe. Nuestra lucha no es una lucha indefinida sino una lucha anti-definicional, una lucha para liberar nuestro hacer y nuestro pensar de las cajas en las cuales el capital los tiene presos. Nuestra lucha, en otras palabras, es crítica, anti-fetichista. La esperanza es insegura y por eso da miedo. La esperanza significa un presente que está abierto, lleno de la posibilidad de la dignidad pero también lleno de Auschwitz, Hiroshima y Acteal, no sólo como monstruosidades del pasado sino como presagios estridentes de un futuro posible.

No sólo Bloch sino también Adorno. La desilusión, con sus categorías vestidas de anteojeras, con su fragmentación del mundo en unidades con divisiones seguras, con sus temas ordenados que se dejan encapsular en proyectos de investigación, la desilusión nos protege de esta inseguridad. La desilusión nos ampara de la amargura del pasado, nos borra las posibilidades del futuro. La desilusión nos encierra en la seguridad de un presente absoluto, en la eternidad del poder. La desilusión nos pone a marchar en la carretera segura y bien construida que apunta hacia la destrucción de la humanidad.

Cerrar los ojos a la amargura de la historia es cerrar los ojos a la posibilidad de un futuro digno. Cerrar los ojos a las posibilidades del futuro es deshonrar la memoria del pasado, olvidar las luchas de los muertos, nuestros muertos.

Afortunadamente para los que vivimos en Puebla, tenemos siempre presente un estímulo visual. El Popocatépetl nos recuerda constantemente que una montaña no es una montaña, que lo invisible es una fuerza explosiva, que lo impensable se tiene que pensar, que no hay nada más inseguro que la seguridad. Esta reflexión, como cualquier reflexión, es una pregunta. Preguntando caminamos.

[1] Conferencia en el congreso de SCOLAS (Southwest Council of Latin American Studies) en Puebla en marzo de 2000. Publicada en la revista Chiapas 10, ed. ERA-Instituto de Investigaciones Económicas, México, 2000. http://www.ezln.org/revistachiapas.
[2] Michel Foucault, La Volonté de Savoir (Paris: Gallimard,1976) p. 13.
[3] T.W. Adorno, Negative Dialectics (London: Routledge, 1973), pp. 362-363.
[4] Ernst Bloch, Das Prinzip Hoffnung (Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1985, p.1)
[5] EZLN, La Palabra de los Armados de Verdad y Fuego, (México D.F.: Editorial Fuenteovejuna, 1994/ 1995), Tomo. 1, p. 122.
[6] Antonio García de León en EZLN, Documentos y Comunicados: 1º de enero / 8 de agosto de 1994 (México D.F.: Ediciones Era, 1994), p. 14
[7] 'Discurso inaugural de la mayor Ana María', Chiapas no. 3, p. 103.
[8] Subcomandante Marcos – citado por Rosario Ibarra, La Jornada, 2 de mayo, 1995, p. 22
[9] Yvon Le Bot, El Sueño Zapatista, México D.F., Plaza & Janés, 1997, p. 191.
[10] T.W. Adorno, Negative Dialectics, op. cit.
[11] Comunicado de mayo de 1996, La Jornada, 10 de junio de 1996.