martes, 6 de abril de 2010

¿Vale la pena eliminar un bosque esclerófilo? escrito por Patricio Herman

escrito por Patricio Herman
el clarin.cl

El bosque esclerófilo Panul tiene 92 hectáreas y se localiza en la parte alta de la comuna de La Florida. Tiene una rica flora y avifauna valorada por las comunidades que viven en sus inmediaciones y su ecosistema tiene el riesgo latente de desaparecer porque su propietario desea rentabilizar este patrimonio ambiental eliminado todas sus especies vegetales para ser reemplazadas por 1.200 casas, 22 edificios y las calles necesarias : es decir, se cambiaría oxígeno por dióxido de carbono y más emisiones de partículas a la atmósfera.
Una experta manifestó al respecto "Estos bosques son únicos en Chile y en la zona central es donde se desarrollan con vegetación de mayor diversidad. El bosque esclerófilo que se ha adecuado al ambiente adverso es un tipo de ecosistema muy amenazado. Quedan pocos a nivel mundial y éste es vital para el contaminado Santiago. Hay temas de retención de aguas, de limpieza de aire, de valor escénico que son importantes para una megalópolis como ésta”.

El dueño del bosque presentó en la Conama una Declaración de Impacto Ambiental, a pesar de que sabía que el procedimiento idóneo era ingresar al sistema vía un Estudio y como era de esperarse los servicios públicos mayoritariamente la rechazaron por diversas razones, pero como el negocio ad portas es millonario, su titular se ha movido estratégicamente para que los anteriores modifiquen sus criterios para que finalmente la Dirección de Obras respectiva le autoricen el permiso de edificación.

Afortunadamente para los equilibrios ambientales existen 2 Decretos Supremos del Ministerio de Agricultura, vigentes desde hace 36 años, que protegen la zona precordillerana de esta región, los cuales prohíben la corta indiscriminada de vegetación (árboles y arbustos) para así evitar la erosión de los suelos en amplias zonas de las comunas del sector oriente de la capital. A pesar de que los textos de ambos cuerpos normativos son muy explícitos, en cuanto a la preservación de la naturaleza, hay algunos débiles funcionarios de la Administración del Estado quienes curiosamente han preferido interpretarlos de manera distinta a su letra y espíritu. Está claro que con ese tipo de lenidad pública se posibilitaría la consecución del proyecto inmobiliario y en paralelo se prescindiría de ese magnífico bosque.

Esos funcionarios, haciendo malabares lingüísticos con el vocablo “construcción”, aducen que en el área protegida por los Decretos Supremos se pueden autorizar construcciones, incluso las inmobiliarias privadas, en circunstancias que lo que sí se permite son las construcciones de obras que tengan por único propósito un beneficio público. Es tan burda esa disquisición que no resiste un análisis serio, entre otros motivos, porque contradice abiertamente el sentido de los decretos.

Es anecdótico que el empresario que desea devastar este bosque esclerófilo haya sido muy amigo del general Pinochet, en cuyo gobierno él lo compró muy barato, según lo consignó un medio de prensa y que sean 2 actos legales del anterior los que le impidan la obtención de esa atractiva plusvalía patrimonial. Si se respetan estos decretos, como lo esperamos en el gobierno del cambio, se salvarán infinidad de zorros, quiques, tordos, picaflores, chunchos, iguanas y una gran variedad de insectos que engrandecen la biodiversidad de esta cuenca saturada.

Por último, según un reciente informe de la Organización para la Agricultura y Alimentación (FAO) de las Naciones Unidas, los bosques continúan perdiendo áreas a un ritmo alarmante en algunos países, señalando que en la evaluación de los recursos forestales mundiales se encontró que la desaparición más aguda de cubierta forestal se da en África y Sudamérica, lo que no es de extrañar porque, en general, las instituciones de los países de estos continentes todavía no entienden lo que es el desarrollo urbano sustentable.

El gobierno de Piñera podría derogar esos decretos de Pinochet para viabilizar el negocio aludido, pero tal iniciativa la consideraríamos de pésimo gusto.


Patricio Herman
Fundación “Defendamos la Ciudad”

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