martes, 14 de diciembre de 2010

Antes de hablar de unidad, hablemos de sinceridad

Antes de hablar de unidad, hablemos de sinceridad
escrito por René Dintrans
Fuente. Clarin

¿Ganémosle a Piñera? ¿ganémosle a la Derecha, o a la nueva Derecha?.¡Grandioso, así se habla! Nadie podría restarse de esa iniciativa colosal, entonces pronto formemos un nuevo referente, cambiémosle de nombre a la Concertación, y pongámosle “todoscontrapiñera” (TCP), o bien, “frenteampliocontrapiñera” (FACP), o “frenteamplioantiderechista”(FAAD), o mejor aún: “bloqueantipiñera” (BAP), o bien, “bloqueantiderecha”(BAD).
Bromas aparte, resulta evidente que la llamada Derecha es minoría, así lo confirman las elecciones parlamentarias pasadas. Sin embargo están gobernando, eligieron en segunda vuelta al presidente, han logrado ciertos pactos menores con el PRI, y han conseguido finalmente llevar adelante sus proyectos convertidos en ley con el apoyo a regañadientes de la Concertación que aún no sale del desconcierto en que quedó sumida después de la derrota presidencial.

Si la Derecha es minoría, entonces la no-derecha es mayoría. ¡He aquí una desigualdad del porte de un buque!. Sin embargo, la no-derecha no es un bloque, ni es un frente amplio, puesto que ese frente o ese bloque no ha sido definido, no tiene contenido, y no existe por el momento ni siquiera un punto que pudiera consensuarse para darle contenido, carece de un mínimo común denominador que pudiera hacer prender el entusiasmo para un gran acuerdo.

De manera que la Derecha que es minoría absoluta, es a la vez, mayoría relativa, y lo seguirá siendo, mientras la no-derecha no sea capaz de articular un acuerdo que tenga contenido, que tenga sustancia, que tenga sentido, y que es condición necesaria para unir a sus componentes divididos. Tal vez, irremediablemente divididos.

¿Es que no existen puntos de acuerdo susceptibles de convertirse en una mínima forma de contenido?

¿Acaso todos estamos por un nuevo pacto social?

¿Acaso el neoliberalismo es rechazado claramente por toda la no-derecha en virtud de los principios que son fundamento de sus coaliciones, partidos, movimientos, preferencias, o simpatías que coexisten eventualmente dentro de sus fronteras?

¿La convocatoria a una asamblea constituyente es un punto en común a los que votaron no-derecha?

¿La renacionalización del cobre, del agua, del borde costero. La preservación efectiva del medio ambiente de la depredadora expansión económica, es aceptada por la no-derecha partidaria?

¿La autonomía territorial de los pueblos originarios, es un punto de convergencia?

Me temo que no es posible encontrar puntos de encuentro, mas bien existen puntos de desencuentro. La Concertación sueña con ganar las próximas presidenciales con su carta ganadora, y le resulta propio de sus quehaceres designar a los concejales y alcaldes en las próximas municipales, sólo piensa en como designar a los próximos diputados y senadores, puesto que con el tan vilipendiado binominal, lo que se hace es designar, no se elige de modo alguno, no se somete al veredicto popular a los candidatos, ya que se entrega “el paquete cocinado” al elector. Al parecer, el cálculo político es más fuerte que la vocación democrática.

Y ya que estamos hablando del binominal: ¿es un punto de convergencia acabar con él?

Lamentablemente las confianzas están arruinadas, la Concertación en su controvertida práctica política no solo ha demostrado indiferencia e incompetencia para terminar con ese sistema electoral no proporcional, ha ido mucho más lejos, ha colaborado determinantemente a que sea vitalicia su existencia. En efecto, llamó a la ciudadanía a aprobar la única reforma a la Constitución del ’80 que ha sido plebiscitada, en especial la reforma nº49 sobre la modificación del artículo 116 que modifica el quórum para reformarla, aumentándolo del 60% original de concurrencia para su aprobación de diputados y senadores en ejercicio, a la del 66% que finalmente fue zanjado en el plebiscito del 30 de julio de 1989 propuesto por los abogados constitucionalistas de Pinochet.

No estoy develando un misterio. Para todo ciudadano informado es una certeza que el sistema binominal es la clave para no alterar el orden de las cosas. El sistema binominal regula toda la actividad política, dejando afuera del juego a las minorías.


El sistema binominal adultera la voluntad popular por un lado, y elimina la elección genuina, traduciéndola en los hechos en designación de diputados y senadores por la cúpulas partidistas, por el otro.

La adulteración de la voluntad popular es imposible rectificarla de no mediar una reforma o una revolución, y ya vimos que una reforma exige de quórum inalcanzables.

Sin embargo, el segundo efecto de la existencia del binominal, que no es menos importante que el primero, que es tan abyecto, tan infamante, tan indecente como la adulteración de la voluntad popular, es decir, el acto de designar los cargos de representación popular con el dedo, en vez de elegirlos como corresponde a la conducta de un demócrata, es todavía susceptible de rectificarlo, sin necesidad de reformar la Constitución Política.

En efecto, se podría elegir. Con buena voluntad, se podría “confeccionar las plantillas” de candidatos con la participación directa de los electores mediante primarias para cada cargo.

Las primarias serían el acto más relevante de un proceso eleccionario regido por el binominal.

Y así como la ley exige la condición de sólo 2 candidatos por lista, vale decir, la mayoría que es minoría relativa por el momento, la mismísima no-derecha articulada por un elemento común, podría transformarse en una aplastante mayoría real en las próximas elecciones, si y sólo sí abriera el campo de designación de candidatos, a un nuevo campo de elección de candidatos.

La intervención democrática del pueblo, para elegir a los 2 candidatos de la lista, mediante una primaria, es algo perfectamente posible.

Las 2 primeras mayorías desde un universo múltiple de candidatos de partidos, movimientos, e independientes que sean representativos del sector que finalmente logró constituir la unidad, serían sus candidatos.

La unidad democrática hay que construirla con una verdadera vocación democrática, sin sinceridad no hay pacto viable, sin una conducta democrática, no hay confianza. No hay nada.

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