sábado, 14 de agosto de 2010

Tiempo de reflexiones

escrito por Guillermo Almeyra
Fidel Castro está haciendo interesantes reflexiones –desgraciadamente, no sobre Cuba y las vías para que ésta salga del empantanamiento actual– y me parece útil imitarlo sobre otros temas.

El Pentágono (y su perro de ataque, Netanyahu) sienten, en efecto, la gran tentación de llevar a cabo sus planes bélicos largamente preparados contra Irán y contra Venezuela (y Cuba) y esperan poder conseguir el milagro de una blitzkrieg aereonuclear, rapidísima y quirúrgica, que presente a las otras potencias un hecho consumado y no les dé tiempo a reaccionar, para reanimar así, con una guerra y el consumo de armamentos, la economía maltrecha del tiburón yanqui (y de su rémora israelí). A fines de los 30, esa fue también la ilusión de Hitler, cuyo racismo y conceptos geopolíticos comparten y quien, como ellos, también se basaba en el complejo militar- industrial más fuerte de su tiempo. Tiene razón pues Fidel Castro al denunciar continuamente los preparativos políticos, económicos, logísticos y propagandísticos de lo que podría ser el comienzo de una tercera guerra mundial y el inicio del fin de toda la civilización ya que, como en los años 30, caminamos sobre el filo de la navaja de una guerra mundial mientras el escenario político está marcado por guerras aparentemente locales y localizadas, que son en gran parte ensayos generales de las armas, las técnicas y los conflictos. Pero hay otras cuestiones igualmente importantes que la posibilidad de una guerra nuclear (a la cual Mao dijo hace casi 50 años que siempre sobrevivirían unos cuantos cientos de millones de chinos).

Una de ellas, a plazo más largo, es precisamente el del futuro chino. Ni la economía de Estados Unidos ni el dólar estarían en pie si China no los sostuviera comprando papel moneda devaluado, bonos y bienes a su competidor. El mercado interno chino, aún insuficientemente explotado, y en menor medida el de los ex países socialistas, es el proveedor actual de oxígeno para el sistema y su fuente de esperanza en el futuro. China, que desarrolla el capitalismo y, como lo hizo la Unión Soviética, vacuna con su ejemplo contra la idea misma de socialismo, desde el punto de vista del sistema es un potente dique conservador y contrarrevolucionario a escala mundial y su compra de vastísimas extensiones de la mejor tierra en África o de la soya argentina, brasileña, paraguaya, boliviana, refuerza también el yugo del gran capital agroindustrial sobre millones de campesinos.

El papel de China en la economía, la política y el comercio mundial merecen un estudio especial, pero en esta breve nota me concentraré sólo en lo que se puede prever sobre su desarrollo interno.

China no puede seguir viviendo sólo de la exportación. Esto significa que deberá ampliar el mercado interno, elevando la productividad y mecanizando; o sea, expulsando decenas de millones de campesinos más hacia las ciudades o hacia la emigración. Los costos sociales, económicos, políticos y ecológicos de este proceso serán enormes, pues habrá que extender y modernizar los servicios esenciales, asegurar transportes y viviendas y preservar el ambiente en tierras con una población cada vez más concentrada y crecientemente desigual.

Lo que hoy se destina a mantener altísima la tasa de ganancia irá en parte a la actividad estatal y la acumulación y en parte a salarios. Porque en un principio seguirá la abundancia de mano de obra barata, campesina, frugalísima. Pero, como sucedió hace menos de un siglo en Japón o de medio siglo en Corea del Sur, que también eran países campesinos imitadores y productores de chatarra occidental que se transformaron en grandes potencias industriales, surgirán grandes sindicatos, duras huelgas y los salarios se elevarán, reduciendo aún más la tasa de plusvalía y la de ganancia. Las condiciones inhumanas de trabajo y los horarios de 16 horas se convertirán en rarezas y el capital perderá su paraíso asiático, mientras desde el Extremo Oriente llegarán entonces al resto del mundo ejemplos gloriosos de luchas proletarias. Las huelgas que estallan y arrancan grandes aumentos salariales preanuncian ese proceso. El lado bueno viene siempre envuelto en el malo y la explotación capitalista más brutal está preparando un enorme y combativo ejército obrero que hasta ahora nunca existió en Asia.

¿Qué hará el actual partido ”comunista” que tiene en su seno a casi todos los millonarios del país? ¿Qué efecto tendrá este proceso sobre Japón y la India? ¿Qué resultará de la combinación entre el nacionalismo chino tradicional y la desesperación de una capa de mandarines-burócratas-capitalistas jaqueada simultáneamente por los efectos sociales y políticos del desarrollo del capitalismo en China y por los ecos de la crisis política y económica mundial del sistema capitalista que está sosteniendo?

¿No ha llegado acaso el momento de hacer un balance de qué fue la revolución china, de qué fueron el maoísmo, el Gran Salto Adelante, la Revolución Cultural y de sacar algunas conclusiones del fracaso del estalinismo en sus dos versiones, rusa y china?

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