domingo, 27 de febrero de 2011

CUT, organización de primera dirigida por gente de tercera

Esa organización histórica de los trabajadores, hoy está en manos de ganapanes pusilánimes que actúan en beneficio exclusivo de los intereses económicos del duopolio Alianza-Concertación y del empresariado transnacional.
Arturo Alejandro Muñoz
DESPUÉS DEL VERGONZOSO episodio –incluyendo una deshuesada discusión parlamentaria- que culminó otorgando 4,2% de reajuste a los sueldos y salarios del sector público, miles de chilenos han opinado que Arturo Martínez, Presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), decepcionó no sólo a los trabajadores, sino a la historia del sindicalismo criollo y al país laboral.
Arturo Martínez permitió, una vez más, que el principal organismo sindical de los trabajadores chilenos se convirtiera en una correa de transmisión de los intereses partidistas de algunas tiendas políticas autocalificadas de ‘progresistas’, específicamente el Partido Socialista (PS) y Partido por la Democracia (PPD), aunque la Democracia Cristiana tampoco está exenta de pecados en estos asuntos.
La trayectoria de un siglo y medio de lucha, conquistas y dolores del sindicalismo chileno, fue lanzada por el presidente de la CUT al canal de relave donde escurre la perenne expoliación de la mano de obra por parte de una derecha empresarial clasista, expoliadora y sinvergüenza, cínicamente amparada por una sociedad política duopólica que gobierna Chile de acuerdo a los dictámenes emanados desde conocidos organismos patronales, como la SOFOFA, la CPC y Casa Piedra.
Alguna vez escribí en uno de mis artículos que “ser viejo, libertario, demócrata, y tener buena memoria, constituía el mayor de los peligros para los políticos del duopolio binominal”. Hoy debo ratificar ese aserto. Conservo en mi mente, con certeza absoluta, todos y cada uno de los mil detalles acaecidos en aquellos difíciles y peligrosos años de las décadas del ’70 y el ‘80, cuando el mundo sindical enfrentó a la dictadura sin más armas que su organización, valor y audacia.
UN POCO DE HISTORIA PARA REFRESCAR RECUERDOS
La mañana del 25 de febrero de 1982, el presidente de la ANEF (Asociación de Empleados Fiscales), Tucapel Jiménez, fue cobarde y salvajemente asesinado a bordo de su taxi en un camino ubicado al oriente de Santiago. La muerte había ocurrido cerca de las 11 de la mañana. El cuerpo presentaba heridas de tres balas en la cabeza, degollamiento y cortes en las manos. Los autores, se supo años después, resultaron ser agentes del Estado, específicamente miembros de la fatídica y deleznable CNI encabezada por el asesino –fanático y enfermizo- coronel de Ejército, Manuel ‘Mamo’ Contreras.
Lo que sobrevino meses más tarde amerita un artículo aparte, ya que la respuesta del mundo sindical a ese asesinato fue la creación del Comando Nacional de Trabajadores, las ‘protestas sociales’ y, finalmente, la bajada de pantalones de Pinochet, primero, y del mismo ‘poder sindical’ más tarde…todo ello gracias a los partidos políticos de la naciente ‘Alianza Democrática’ (prolegómeno de la futura Concertación). Pero, Manuel Bustos Huerta, Rodolfo Seguel Molina y… ¡¡cómo no!!…Arturo Martínez, fueron también elementos significativos en entregarles a ese nuevo referente opositor a la dictadura (la Alianza Democrática) el “poder de la calle” que había logrado el sindicalismo y que fue traspasado, gratuita e indignamente, a los partidos políticos que recién boqueaban nuevo aire gracias a la lucha de los trabajadores.
Para mejor comprender este asunto, favor leer:
http://www.kaosenlared.net/noticia/quien-fue-realmente-padre-concertacion
Bueno, pero, ¿Arturo Martínez, el actual Presidente de la CUT, qué responsabilidad tuvo en todo esto?
A ese personaje lo conocimos en la Fundación Cardjn (administrada en Chile en aquel entonces por la Iglesia Católica), allá por el año 1975, siempre tratando de hablar con Manuel Bustos a escondidas, ya que este era, sin duda alguna, el ‘prospecto’ que tenía el PDC para dirigir el mundo sindical…como ocurrió años más tarde. .
Martínez nunca participó en una reunión del CEL (Centro de Estudios Laborales), que fue el primer intento de agrupar y organizar a los trabajadores con participación de todos los sectores políticos de aquellos duros años (PC, DC, PS, etc.), pero don Arturo se arrogaba la representación del Partido Socialista, pese a que los dirigentes sindicales del PS que participaban en el CEL lo desconocían. Nunca entregó un contacto de otros dirigentes PS, ni participó de las acciones impulsadas por el CEL, el cual –con el transcurso de los meses- se transformó en la Coordinadora Nacional Sindical (CNS).
Martínez tampoco figuró como miembro fundador de la CNS, pues fue siempre un personaje oscuro que se elevó en la dirigencia cupular llevado de la mano de Manuel Bustos, su amigo y mecenas sindical. Una vez que Martínez logró ascender a ciertas alturas de la pirámide del sindicalismo, un sector del PS lo avaló porque no tenía ya otra opción en ese escenario.
Los recuerdos de aquellos años pueden llamar a la confusión, pero tengo muy claro que poco antes de la formación de la Alianza Democrática, ya en las últimas reuniones convocadas por el Comando Nacional de Trabajadores, se empezó abrir paso la idea de que “los partidos políticos tienen que asumir su rol en la lucha en contra de la dictadura”, es decir, que tomaran su puesto en la lucha del pueblo, lucha que hasta entonces comandaban los trabajadores.
Con estas nuevas realidades –producto de errores propios- el movimiento sindical quedó relegado un segundo plano. Los partidos políticos se apropiaron de la representación popular, apareciendo ante el país como ‘interlocutores frente a la dictadura’, y llegaron a acuerdos con ella, firmados detrás de la puerta a espaldas de la gente. .¿Qué rol jugaron los trabajadores –verdaderos gestores y héroes en el proceso de democratización de Chile- en esos acuerdos protocolizados por la Alianza Democrática y el ministro del interior de la dictadura, Sergio Onofre Jarpa? ¡¡Ninguno, pues tanto Pinochet como Jarpa -y la misma Alianza Democrática- deseaban que los trabajadores no tuviesen ninguna ingerencia en las decisiones políticas que interesaban a Chile!!
Los representantes de la Alianza Democrática que negociaron con los adláteres de Pinochet basaban su fuerza en la escasa capacidad de manejo político de los trabajadores. Fue así, entonces, que en las primeras elecciones democráticas de la CUT, en Punta de Tralca el año 1985, las listas de los candidatos a dirigentes nacionales fueron estructuradas, presentadas y defendidas por partidos políticos y alianzas.
Desgraciadamente, y pese al enorme poder de movilización popular manifestado durante los dos años de ‘protestas sociales’ bajo la férula del histórico Comando Nacional, los trabajadores nunca se creyeron el cuento de que como fuerza social podían construir un poder capaz de negociar no sólo con la dictadura o con los partidos políticos, sino más bien, de crear un movimiento popular y social capaz de llegar con uno de sus representante a La Moneda.
En su fuero más íntimo, el poderoso movimiento sindical de esos años jamás se sintió capaz de liderar algo de tamaña magnitud, y se dejó arrastrar hacia la conducción de los renacientes partidos políticos que, por cierto, privilegiaron acuerdos económicos con la dictadura moribunda, en detrimento del Chile trabajador y popular, pero en beneficio directo de una nueva sociedad que surgía en la Historia patria: el duopolio binominal Alianza-Concertación, erguido sobre el esfuerzo de millones de trabajadores, estudiantes y pobladores, alzándose sobre la sangre derramada por cientos de chilenos para, finalmente, conformar una nueva clase de sociedad política que es la que nos gobierna desde 1990.
La Concertación nació, entonces, como un simple feto parido por la propia dictadura, ya que ni una ni otra podían soportar la presencia de un poder sindical fuerte, autónomo y popular. Y en este sentido, la misma Concertación se encargó de abortar cualquier iniciativa surgida del seno del sindicalismo, a tal grado que durante los 20 años de administración concertacionista ningún gobierno, ningún ministro del Trabajo, ningún parlamentario de ese bloque, presentó una iniciativa o un proyecto de ley en favor de la sindicalización o de la negociación colectiva. ¡¡Ninguno, nunca!!
Este 13 de Enero del 2011 se cumple un año más (1978) de la relegación al norte del país de un grupo de sindicalistas DC, además de un grupo de dirigentes políticos de esa misma tienda partidista. Ellos fueron detenidos por la DINA en un edificio de la calle Huérfanos, en Santiago. Ese grupo participaba en la Función Cardjn, se reunía con dirigentes del PDC para ponerse de acuerdo en una coordinación efectiva desde el interés nacional y laboral, toda vez que la dirigencia sindical había demostrado ser autónoma en sus acciones, pero al PDC aquello le parecía definitivamente mal.
Algunos nombres de aquellos que fueron relegados por la dictadura a diferentes comunas alejadas de Santiago, y que yo recuerdo con mucha nostalgia, eran:
Por la Fundación Cardjn: Georgina Aceituno, Enrique Hernández, Juan Manuel Sepúlveda.
Y los dirigentes políticos: Andrés Aylwin, Tomás Reyes, Ignacio Balbontín, Guillermo Yunge, Juan Claudio Reyes, Samuel Astorga, Elías Sánchez, Belisario Velasco. Pero tal sufrimiento y entrega fue rápidamente minimizado por los políticos ‘profesionales’, como los bautizó Pinochet, ya que días más tarde hubo una reunión con Andrés Zaldívar -en aquellos años Presidente del PDC- quien, muy molesto, enrostró a los dirigentes sindicales una ‘falta de disciplina partidaria’, especialmente a Manuel Bustos, que era cabeza del grupo dirigencial de los trabajadores, impetrándoles ‘obedecer a la directiva del Partido, y no correr solos, por su propia cuenta’ (sic).
LOS ‘RENOVADOS’ LLEGARON PARA ASOCIARSE CON LA DERECHA
En la década de los años ’80, siempre existió una especie de ‘terror’ en las cúpulas políticas chilenas (radicadas en la seguridad de los países europeos que las asilaron) respecto de la autonomía de los dirigentes sindicales, pues resultaba claramente notorio que sólo los trabajadores organizados eran capaces de poner en aprietos serios a la dictadura y ello –de acuerdo a los temores explicitados en sordina por los politicastros cobijados por distintos gobiernos de Europa-, bien podía dar origen a un gobierno popular, de trabajadores, socialista, latinoamericanista en términos ideológicos, prescindiendo completamente de la ‘mafia’ politiquera tradicional, esa de los familisterios y contubernios economicistas que dieron origen a la Concertación y al duopolio binominal.
Aunque duela reconocerlo, hombres como Manuel Bustos, Rodolfo Seguel y Arturo Martínez –que habían luchado valientemente contra la dictadura- más temprano que tarde fueron absorbidos por las nuevas-viejas cúpulas políticas, y se esmeraron en bajarse los pantalones para que los ‘Iluminados’ (aquellos políticos que estaban en el exilio y que comenzaron a regresar al país, avasallándolo todo), con el visto bueno de Onofre Jarpa y de Pinochet, tomaran la conducción de la oposición, relegando al mundo sindical a las riberas del río de la nada misma, confinándolo al servicio de las estrategias e intereses partidistas de la nueva sociedad binominal que finalmente lo borró de la faz del mapa político laboral del país.
Antes de aquello, el año 1987, en la entonces sede del Club Deportivo Audax Italiano (ubicada en calle Lira casi esquina de Santa Victoria, en Santiago), Manuel Bustos, Rodolfo Seguel y Arturo Martínez, lograron obtener la aprobación del ya desfalleciente Comando Nacional de Trabajadores para entregar las banderas de la lucha popular a los partidos de una naciente Concertación, cuyo origen, como bien se sabe, fue prohijado y propuesto por la misma dictadura militar. .
Por último, el año 1988, en Punta de Tralca, ese trío de dirigentes sindicales refundó la vieja CUT de Clotario Blest, aunque ahora con el apellido de ‘Unitaria’, en lugar de ‘Única’, pero entregada desde su primer aliento a los partidos ‘renovados’, post exilio, que provenían de Europa occidental.
La dictadura, el empresariado criollo y transnacional, la CIA, la ANI, el Pentágono, el FMI, la Casa Blanca y el Banco Mundial, NUNCA han tenido temor de la acción política de las tiendas partidistas chilenas (incluyendo a los deshuesados e inofensivos comunistas criollos, ya amansados por el neoliberalismo)…pero, en cambio, siempre han manifestado miedos inasibles ante la posibilidad de que los trabajadores organizados puedan acceder al gobierno de la nación, incorporándose a la creciente corriente latinoamericanista que ha comenzado a desperezar a los pueblos de nuestro subcontinente con los ejemplos de Hugo Chávez, Lula da Silva, Evo Morales y Rafael Correa.
Fue así que el año 2011 comenzó, para los trabajadores chilenos, con un nuevo entreguismo de quien se dice “líder del sindicalismo”, Arturo Martínez, cuyo personal concurso puso la CUT a disposición de las órdenes de políticos como Osvaldo Andrade, Pepe Auth, Camilo Escalona, Ricardo Lagos Escobar, Sebastián Piñera, Ignacio Walker, Patricio Aylwin y Felipe Larraín, epítomes del neoliberalismo rampante chileno protegido por el ya insoportable duopolio binominal.

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