viernes, 3 de julio de 2009

El pueblo opina tan diferente….


 


 

Estamos mirando. El pueblo está mirando atentamente para ver qué está sucediendo en el mundo. El pueblo mira, observa, se moviliza, opina, toma posiciones. Aunque la mayoría de las veces sea en silencio. No duden que tomamos posiciones, hasta en los rincones más golpeados, hasta en los pueblos más reprimidos, hasta en los desmovilizados trabajadores que sin representación ni líderes reales deben sobrevivir allí donde la opresión y el cinismo reinan sin par. Sentimos que debajo de toda la miseria, o sobre ella, un mundo mejor es posible.

Los que somos pueblo, gente apretada y permanentemente amenazada por las circunstancias, para quienes la miseria es silenciosa y apegada a las normas de entrar a las casas para quedarse por generaciones, sabemos lo que es la sobrevivencia en extremas circunstancias. Los minutos de fervor nos elevan al éxtasis, pero no claudicamos de nuestra condición de vivir ajustados a la exactitud de nuestros cálculos, porque de esos cálculos depende el que cada día sea una victoria. Somos estrategas por definición, la historia de amenazas permanentes nos ha dado una ventaja evolutiva: somos sobrevivientes. No nos dejamos engañar fácilmente, nuestras esperanzas no son falsificadas, amamos y odiamos con igual pasión aunque los sentimientos duren un día o menos, porque nada es eterno. Y nuestra creencia en Dios deriva principalmente, aunque nos cueste reconocerlo, de que todo recurso, si sirve, vale. Eso somos. Y digo esto por lo siguiente: imbéciles aquellos que piensan que es fácil engañarnos. Será fácil abusar, reprimir, mantenernos a sueldos de hambre, porque el poder desigual otorga esa facilidad a nuestros opresores y porque nos dejamos atropellar cuando la alternativa es más miseria y más abandono si luchamos. Pero, les confieso: dénos una oportunidad y levantaremos al mundo.

Estamos mirando. Y no sólo miramos a la nueva dictadura que nace en nuestra América. Estamos mirando también a los que alrededor de ella se mueven, opinan, hablan, viven. Y nos asusta lo que hemos visto: palabras, análisis, conclusiones históricas, recuentos biográficos, declaraciones. Posiciones intelectuales, revisionismo que confunde. Siendo que la revolución está en las calles. Y muy pocos escuchan realmente a los líderes del pueblo, esos que gritan a los cuatro vientos la enorme verdad de que así, sólo así, se hace revolución.

A nosotros lo que nos importa de todo esto es que el pueblo sobre el cual la bota dictatorial quiere acomodarse, no está dispuesto a permitirlo. ¿De dónde vendrá la enorme fuerza que mueve a un sobreviviente a enfrentar la muerte? De la esperanza, sin duda. Ese pueblo no está jugando juegos políticos, no está barajando cartas de oportunidades, está cruzando montañas para ir a recibir en su Presidente una promesa de que no volverán a ocupar su sitial de relegación y olvido. ¿De dónde obtienen esa convicción? Del simple hecho de que iban a ser consultados en una encuesta masiva, lo que le daría voz a su miseria. Y los pondría como protagonistas del futuro.

El pueblo enfrenta a los militares usurpadores con las manos vacías, eso sí importa. El pueblo está dispuesto a morir. Y para un sobreviviente eso sí que es real, un sobreviviente sí que sabe lo que es estar dispuesto a morir, qué saben los soldados de eso, qué saben los políticos, que saben los opinadores de cualquier cuna, qué saben los estrategas y los intelectuales. Nosotros sabemos.

Quizás sea la única cosa que realmente importa, el pueblo desbordado a pesar de todo. Porque los trabajadores, campesinos y empleados que viajan a recibir a su Presidente no dejan momentáneamente su casa y su tierra como quien se va de turismo-aventura; no, dejan su sustento y el de sus hijos, transgreden su naturaleza de sobrevivientes. Con la sola decisión de ir a presentarse al frente de la historia, el pueblo ya está muriendo. Porque sea cual sea el resultado político, o legal, o internacional o estructural dentro del Estado, sea quien sea quien se declare victorioso, de cualquier forma habremos muerto un poco en aquel sustento que no llegó a casa. O en aquel trabajo perdido, o en aquella cosecha madurada que no tuvo al campesino para recibirla en sus manos.

En esta hora en que muchos declaran cosas, lo que importa es qué está haciendo el pueblo, dónde están puestas sus esperanzas mientras en esta noche duerme en las calles esperando un mañana que los estrategas de la política internacional ya se lo han aplazado dos días más. El esperado Presidente no podrá llegar mañana. Qué comerá la gente hoy, esos campesinos que se encuentran durmiendo en calles que les son tan desconocidas y agobiantes. Qué comerán sus hijos que quedaron en la retaguardia de esta batalla por llegar a presentar su adhesión al Presidente.

¿Importará hoy que el Presidente sea un empresario, compañero de partido de activistas de derecha? No, lo que nos importa es que gobierna mirando hacia el futuro y no de cara a ese pasado que legitima la opresión histórica en la que hemos vivido. Esa condición es suficiente para tener esperanza. ¿Importará que haya bases para un proceso de cuestionamiento legal a la actuación del Presidente? No, lo que importa es nuestro derecho de pueblo. Fue elegido por el pueblo. Nuestras conquistas, eso es lo que importa. Escuchar por fin a alguien que estando en el poder nos diga que nuestros hijos no tendrán necesariamente que vivir su vida día a día en condición de sobrevivientes. Lo que importa, realmente, es que hay abierto un camino hacia un mejor futuro. Y este camino no puede ser destruido. Porque mientras haya un camino, habrá un motivo. Por eso nos movilizamos. Porque el camino hacia la libertad de los pueblos que con la sangre de tanto mártir se ha construido, con tanto llanto apagado en la oscuridad del miedo, debe seguir existiendo porque sin él los días no tendrían sentido.


 

os_mad@hotmail.com

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