sábado, 26 de diciembre de 2009

Cumbre de Copenhague: Fracaso con proyecciones bíblicas

Cumbre de Copenhague: Fracaso con proyecciones bíblicas
escrito por Paul Walder
Fuente. El clarin.cl

No hubo acuerdo en la Cumbre del Cambio Climático de la ONU celebrada en Copenhague. Pero sí ha quedado de manifiesto la división, la falta de solidaridad, la prepotencia de las naciones industrializadas sobre el resto del mundo. Ha sido una cumbre de la mezquindad: los líderes representantes de las naciones ricas fueron a Copenhague a defender los intereses de sus corporaciones y la forma de vida, basada en el alto consumo y gasto energético de sus ciudadanos. El Primer Mundo ha defendido sin pudor alguno sus privilegios.

El documento, el seudo acuerdo de Copenhague, ha sido borroneado por estas naciones y algunas dependientes. Un documento que no tuvo en consideración las discusiones previas de los paneles de expertos ni las opiniones de los países emergentes. El texto, pergeñado por los poderosos, ha sido un formalismo, vago, confuso, sin orden ni cronograma, abierto a todo tipo de interpretación y burla.

Pero no todo ha sido un desastre. Como muestra positiva ha emergido la honestidad y valentía de los países en desarrollo, liderados por un grupo de naciones latinoamericanas, que expresaron su más enérgico rechazo a este documento. El mundo, que ha salido ciertamente más dividido de Copenhague, ha sumado una nueva bandera de lucha. Como dijo horas el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, “Copenhague fue el comienzo de la batalla decisiva para salvar el planeta”. Tras la extensa reunión en la capital danesa, tras la feroz represión de la policía a los activistas y representantes de ONGs, tras la prepotencia y el desprecio a los líderes de las naciones en desarrollo, el Tercer Mundo tiene hoy más claro cuáles son los objetivos e intereses del mundo industrializado y cómo la fuerza y el peso del dinero transparentaron la verdadera estructura de las relaciones políticas internacionales.

En Copenhague también se vino abajo un mito: Barack Obama. El presidente estadounidense llegó, entregó el borrador del falso acuerdo, y salió por la puerta trasera. No sólo Chávez dijo que su performance fue la del jefe del imperio, sino también ha recibido las críticas del gobierno de Brasil, que responsabilizó a Estados Unidos del “fiasco” de Copenhague. Para el Ejecutivo brasileño, "el texto final deja mucho que desear. Hoy es un día triste, de mucha frustración" y lamentó que "a pesar de todo el esfuerzo el resultado es muy pequeño de cara a las urgencias del mundo".
Los poderosos contra el mundo

El acuerdo de los países industrializados, liderados por Estados Unidos, no está a la altura del problema, lo que responde más a negociaciones entre las partes, las que a su vez son el resultado de la defensa de los intereses corporativos. Como si las dos semanas de reuniones hubiesen servido más para crear impresiones para engañar a la comunidad internacional que para resolver el que se presenta hoy como la mayor amenaza para la Humanidad. Una impresión engañosa que los líderes latinoamericanos se encargaron de desenmascarar.

Esta afirmación, compartida por los países en desarrollo, ONGs, millares de especialistas en medio ambiente y observadores, se apoya sobre la base de la evidencia científica. Con estos acuerdos, que aún no son vinculantes, sino que requerirán de nuevas reuniones para formalizarlos, la temperatura global continuará ascendiendo durante el resto del siglo para generar efectos devastadores sobre el clima y todas las formas de vida.
Copenhague ha terminado en nada. Los líderes mundiales llegaron a la capital danesa sin un esbozo de acuerdo. Llegaron con posturas muy divergentes, en cuanto quienes han tenido la responsabilidad en el calentamiento global, que son las grandes y tradicionales naciones industrializadas, no quieren hacerse cargo del problema. Esta actitud, que ya se percibió un año atrás en la conferencia preparatoria de Poznan (Polonia) y en noviembre en la reunión de Barcelona, se mantuvo con solidez en Copenhague.

A grandes rasgos, lo que ha surgido de Copenhague en un acuerdo político que tendrá que continuar discutiéndose durante el 2010. Un acuerdo en el cual los líderes de las naciones industrializadas han ofrecido lo menos posible, como si se tratara de una negociación comercial, o de un diferendo territorial. Bajo estos criterios, en el que cada uno ha salido a defender sus intereses del corto y mediano plazo, el escenario que se abre para el futuro de la civilización humana es extremadamente complicado.

¿Qué es lo que el mundo industrializado ofrece? Más capitalismo. La especulación y el comercio ahora tendrá como objeto el medio ambiente a través de las transacciones de los bonos de carbono. Un mecanismo más orientado a saciar el apetito de inversionistas y especuladores que a recortar las emisiones de gases de efecto invernadero. Estados Unidos, que es principal emisor mundial, demostró a través de su gobierno estar más interesado en buscar herramientas para resolver sus propios problemas económicos y de finanzas que cualquier otra cosa. Cuando el mundo, hoy todavía inconciente, evalúe estas decisiones, ya será tarde: muchas zonas costeras estarán bajo el agua, islas completas habrán desaparecido, extensas zonas del planeta serán inhabitables por las altas temperaturas, viviremos más y frecuentes catástrofes ambientales y hambrunas por la disminución de las cosechas.
El esbozo de acuerdo tiene enormes insuficiencias. De partida, no cumple las expectativas mínimas trazadas por la comunidad científica y por el mismo IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático), en tanto el principal mecanismo para la reducción de las emisiones descansa sobre el mercado. Si consideramos la reciente catástrofe del mundo financiero, que llevó la especulación a niveles históricos, no es mucho lo que se puede esperar de estas herramientas. Pero hay también una diferencia: no sólo podría ser una nueva catástrofe para el mercado, sino para la humanidad. Estamos al borde no sólo de volver a vivir catástrofes históricas, como en el siglo XX, sino mitológicas.

Horas después del fin de la Cumbre, el director internacional de Greenpeace, Kumi Naidoo, no sólo advertía sobre las inminentes catástrofes ambientales, sino sobre el caos político mundial. “El mundo se enfrenta a una trágica crisis de liderazgo. En lugar de trabajar conjuntamente para asegurar el futuro de cientos de millones de personas adoptando un acuerdo histórico que evite un caos climático, los líderes mundiales de los países más poderosos han traicionado al futuro y a las próximas generaciones”.

Aunque el Acuerdo de Copenhague está siendo denominado por algunos como un paso adelante Greenpeace considera que no lo es. De hecho, ni siquiera ha sido formalmente adoptado por la Conferencia de las Partes (COP). No contiene medidas firmes para reducir las emisiones en los países en desarrollo. Es una gran concesión a las industrias contaminantes, especialmente en el sector de los combustibles fósiles, que han estado presionando para debilitar el acuerdo y ahora tienen licencia para continuar emitiendo gases de efecto invernadero.

Según la organización ecologista, hay unos pocos puntos aceptables en el acuerdo ya que contiene el establecimiento de un nuevo Mecanismo de Financiación Climático y acuerda la necesidad de financiación a largo plazo, más de 100 billones de dólares para permitir que los países empobrecidos protejan sus bosques, apliquen medidas para reducir sus emisiones de CO2 y puedan adaptarse a los impactos del cambio climático.

El surgimiento de nuevos liderazgos mundiales

La Cumbre Climática ha descubierto la enorme brecha Norte-Sur, la distancia entre los países industrializados y los del llamado Tercer Mundo. Esta realidad tuvo una de sus fuertes expresiones el martes 15 de diciembre, cuando la delegación completa de los países africanos abandonó la sala de conferencias como protesta a la inflexibilidad de las posiciones de los países ricos.

La relación entre capitalismo y calentamiento global incomoda a los países industrializados, en especial a Estados Unidos. Aun cuando el vínculo inicial se construyó a partir de la Modernidad y la creencia en el progreso tecnológico infinito vía Revolución Industrial –creencia también acariciada por los países del denominado Socialismo Real- la llegada de la globalización comercial hacia finales del siglo XX marcó sin duda un enorme aumento en las emisiones y en la temperatura global.
Se trata de una relación hoy evidente, la que se estrella contra los intereses corporativos. Porque sin una tecnología o fuente energética distinta a las actuales, que dependen básicamente de los combustibles fósiles, será imposible conjugar crecimiento económico con reducción de las emisiones. La propuesta de los bonos de carbono fantasea con esta fórmula mágica, pero parece más un espejismo que una posibilidad real.

Han sido los nuevos líderes sudamericanos quienes en Copenhague han develado con valentía esta verdad. El presidente de Bolivia, Evo Morales, se mostró desde un comienzo muy pesimista sobre el curso que siguieron las negociaciones, las que podrían, dijo, extenderse por varios años. "Pienso que será difícil llegar a un acuerdo en esta cumbre, hay maniobras de países industrializados, países ricos para evitar que se realicen documentos que permitan salvar la vida (...) en esta cumbre todavía no se definirán las políticas para defender la vida de la Tierra ", manifestó. Porque para Morales, la única manera para salvar el planeta del cambio Climático es acabando con el capitalismo.

Chávez también fue muy claro y acusó a los países ricos de ser los responsables de que en la Cumbre no se llegara a un acuerdo, debido a su "falta de voluntad política" para bajar las emisiones de carbono y salvar al planeta. En su discurso dentro de la plenaria, Chávez expresó que el socialismo es el rumbo para lograr la salvación de la Tierra frente al capitalismo, el cual destruye al mundo con la intención de explotar los recursos naturales.



"El planeta está perdiendo la capacidad para autorregularse y cada día se liberan más desechos de los que pueden ser procesados y, a pesar de la urgencia, han transcurrido dos años de negociaciones para cumplir el protocolo de Kyoto y asistimos a esta cita sin ningún acuerdo fijo", dijo Chávez. Agregó que tanto su país como las naciones integrantes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), grupo que representa ante la Cumbre, "no aceptamos desde ya ningún otro texto que no venga del Protocolo de Kyoto o de la Convención de la ONU (...) No me parece lógico que salga un documento 'de la nada'".
Este documento apareció, “de la nada” tras la llegada de Barack Obama a Copenhague el jueves 17 de diciembre. Desde aquel momento comenzó a circular un borrador de acuerdo, que el viernes se filtró a los delegados. Chávez, representantes de ONGs y líderes de países emergentes, como Lula da Silva y Evo Morales, denunciaron que Estados Unidos había negociado a puertas cerradas con los países industrializados y a espaldas del tercer Mundo para pergeñar ese documento que, en principio, exigiría a las naciones del mundo, sin hacer diferencias según su nivel de emisiones, limitar el alza de la temperatura mundial a dos grados y obligaba a donar a los países ricos cien mil millones de dólares para que las naciones más pobres puedan enfrentar los efectos del Cambio climático. Un ardid, que, como otras tantas políticas desarrolladas por los organismos financieros internacionales, obligarán a los países pobres a comprar la “nueva” tecnología a las grandes corporaciones.

Desastre económico para América Latina
Por aquellos días, en Santiago la CEPAL divulgó un informe sobre los costos que tendrá para los países latinoamericanos el cambio climático. Según el organismo, éste será un equivalente al 137 por ciento del producto regional en lo que resta del siglo. El informe subrayó que América Latina es la segunda región del mundo que menos emite gases de efecto invernadero (detrás de Africa), pero está sufriendo los efectos del calentamiento global más que ninguna otra.



El informe precisa que Argentina, Chile y Uruguay tendrían efectos positivos en su productividad agrícola si la temperatura aumentara entre 1,5 y dos grados centígrados en el período 2030-2050. Sin embargo, si se traspasa este umbral de temperatura, lo que es altamente probable, los efectos serán negativos.

Para 2100 calcula que en Bolivia, Chile, Ecuador, Paraguay y Perú las tierras degradadas oscilarían entre el 22 y el 62 por ciento del territorio. También disminuirá la disponibilidad de agua, sobre todo en América del Sur. El alza del nivel del mar provocaría desplazamiento de poblaciones y se perderían tierras por inundaciones permanentes.

Ante estas evidencias, lo que se ha acordado en Copenhague determinará el futuro de nuestros países. Este documento, que reemplazará al protocolo de Kyoto a partir del 2012, será el documento vinculante para quienes lo suscriban, pero carente de legitimidad para el resto del mundo. La pobreza de los avances y la indolencia de los líderes que representan a los países industrializados ante la amenaza del calentamiento global impulsaron a los líderes latinoamericanos miembros del ALBA a rechazar la suscripción del documento. En una conferencia de prensa conjunta dijeron que una veintena de presidentes –entre ellos Obama, Merkel, Rodríguez Zapatero, Gordon Brown- reunidos a puertas cerradas, consensuó un borrador de acuerdo.

El quiebre es total. Pero simplemente refleja en un momento crítico, extremo, el desempeño propio del capitalismo exacerbado por la globalización neoliberal. La ganancia, a costa de la explotación de los recursos naturales, a costa, claro está, de la explotación de la mano de obra, está por encima, incluso, de la supervivencia de la especie. La visión a corto plazo, la fruición por el consumo desmesurado, la mantención de un sistema de vida basado en los combustibles fósiles, han prevalecido.

En aquellos mismos días Fidel Castro escribía sobre el rotundo fracaso de la Cumbre. Pero no con una visión fatalista. Tal como Chávez, Morales y el gobierno brasileño, el líder cubano ha destacado de esta Cumbre la evidencia de los intereses corporativos, el caos de los gobiernos mundiales y las insostenibles contradicciones del modelo neoliberal. “Si en la capital danesa se logró algo importante, fue que a través de los medios masivos la opinión mundial pudo observar el caos político creado y el trato humillante a Jefes de Estado y Gobierno, Ministros y miles de representantes de movimientos sociales e instituciones, quienes llenos de ilusiones y esperanzas viajaron a la sede de la Cumbre en Copenhague”, escribió Fidel.

Los países industrializados convirtieron a la Cumbre en una farsa, en un circo. Boicotearon la Cumbre. Afortunadamente, la palabra de los líderes latinoamericanos dejó en evidencia esas intenciones.
PAUL WALDER

No hay comentarios: