lunes, 29 de junio de 2009

El golpe de Honduras y el Chile de hoy.


 

Golpe de Estado en Honduras. Después que ese pueblo heroico había conquistado el principio de su libertad. En este momento los golpistas del Congreso hondureño están dando una declaración de las razones para "destituir" de su cargo al Presidente: "inducir a la división del pueblo hondureño". Mientras que en la mañana la noticia era que el Presidente había renunciado. Mentiras una tras otra, sin ni siquiera preocuparse de ser coherentes con las mismas, así es el desprecio a lo que la gente piense o crea o necesite o desee. Qué desvergonzados. Qué cinismo. Mala hora para Honduras, para su pueblo, para América toda.


 

Esta tragedia me hace revivir sensaciones conseguidas hace ya tantos años en mi patria. Así fue como empezó el horror de la dictadura chilena, con golpistas que enarbolaron las más virtuosas frases de derechos humanos y de patria y de justicia y de lealtad, mientras eran esos valores los que justamente estaban atropellando, asesinando, retrotrayendo al oscurantismo del derecho.


 

Compatriotas chilenos, esta es la democracia que pregonan los que tienen el poder secuestrado a espaldas del pueblo. Una democracia donde sólo caben aquellos que le hacen el juego a quienes se sienten con derecho a ser dueños de todo, incluso de la vida de los demás. Una democracia donde la libertad que se pregona es la de consumir, aunque el pueblo no tenga con qué comprar sus alimentos básicos, ni casa donde guarecerse. Una democracia donde cada uno puede hacer lo que desee, siempre que tenga dinero para ello. La democracia que había en Honduras hasta antes del Presidente Zelaya era la misma que conocemos en Chile, la continuadora de los principios de la dictadura, una democracia acomodada entre la esperanza del pueblo y el secuestro de sus derechos, una democracia sostenida por el mismo pueblo oprimido que ha creído en promesas que ningún político ha tenido intenciones de cumplir.


 

No nos engañemos más, lo que está sucediendo en Honduras se suma como uno de tantos ejemplos históricos de la crueldad, egoísmo y maldad con que actúa la oligarquía en contra del pueblo, es un recordatorio de nuestra historia chilena. Esta es una experiencia de ahora, vigente, actual hasta el dolor, que nos trae a la memoria nuestra dolorosa experiencia. No nos engañemos, esos golpistas son los enemigos de siempre del pueblo. Existen, están entre nosotros pero más aun sobre nosotros, manejando los hilos de la sociedad con la única finalidad de enriquecerse cada día más, no importa cuál sea el costo de ello para el país y su gente. Esos golpistas son los mismos que cuando tienen el poder hablan de "contrincantes políticos", hacen política, se reúnen en congresos, asisten a cenas de partidos, apoyan intransablemente la ley, hacen obras de beneficencia y son hasta simpáticos. Incluso compiten en las contiendas políticas acatando las normas. Claro, eso es cuando el poder son ellos o a ellos sirve: el poder político, el poder económico y el poder judicial. No nos engañemos, no son adversarios políticos del pueblo. Son el enemigo.


 

El pueblo no tiene adversarios políticos, porque la gran mayoría popular no hace política sino que sobrevive esperando algún día alcanzar la felicidad, esa que se les roba al alto costo de la ignorancia, de la desnutrición y del abandono. El pueblo no tiene adversarios políticos porque su intranquilidad no viene de las ideas, sino del no saber cómo va a educar a sus hijos para salir de la pobreza, cómo va a sobrevivir a este invierno en sus casas construidas o reparadas con cartón y latas. El pueblo no tiene adversarios políticos porque no discrimina entre partidos, sino que discrimina entre salud y enfermedad, entre hambre y comida, entre trabajo y cesantía, entre sobrevivir y morir porque del término vivir, tal como lo conocen esos "adversarios", entiende muy poco. El pueblo, compatriotas, sólo tiene enemigos al frente, porque aquellos que no lo son están a su lado. Ya no son las épocas en que alguien podía autoproclamarse neutral. Hoy la neutralidad no existe, sólo hay compañeros o enemigos. No nos dejemos engañar más. La adversidad política sólo sirve a quienes manejan los poderes. El pueblo sólo tiene la lucha organizada para conquistar su libertad. Una lucha de resistencia, una lucha de desobediencia, una lucha de conquista de la calle, una lucha de superación de los paradigmas de felicidad que los poderosos han inventado en base al consumo, término que para el pueblo se traduce en no mucho más que comer.


 

En Chile, por ejemplo, después de veinte años del término de la dictadura, podemos ver claramente que el poder que el pueblo recuperó venciendo a la dictadura, lo robó nuevamente la oligarquía opresora disfrazándose de Concertación. Hoy que se hace cada vez más evidente su traición al pueblo, aun ambicionan continuar en el gobierno o, en el peor de los casos, pasar el poder a la extrema derecha. Unos y otros son el enemigo. Esos que hoy en día andan llenándose la boca con los derechos de las personas, con los términos igualdad, justicia y otros de noble linaje, serán los mismos que cuando llegue el día en que nuevamente el pueblo conquiste sus derechos, estarán dispuestos a golpes de estado y a masacrar gente por defender sus privilegios. Ya sucedió, está escrito, la historia tiene las pruebas de la traición de los partidos políticos al pueblo de Salvador Allende. Por una parte los oligarcas desde El Mercurio, desde el Poder Judicial, de la mano con el gobierno norteamericano conspirando al interior de las Fuerzas Armadas. Por otra parte los que se dicen demócratas, desde sus oficinas y desde sus puestos de senadores y diputados dados por el pueblo al que traicionaron. No les creamos, son el enemigo. Detrás de sus sonrisas inventadas, sobrepuestas, está el gesto de desprecio. Para ellos el pueblo no es nada más que insumo, materia prima para aumentar su riqueza. La derecha en la Concertación y la ultraderecha desde la Alianza tratando de llegar al poder, ese es el esquema de Chile. Y si alguien se sale de esa estructura, bienvenido sea mientras otorgue a la fiesta el necesario marco de pluralidad y validez a esta mal llamada "democracia". Pero cuidado si la pluralidad abre espacios a ideas con las cuales la ciudadanía empiece a tener esperanzas. Porque no sólo serán los poderosos los que denuncien esa atrocidad, el contrasentido es que también lo harán muchos ciudadanos que se verán amenazados en su "paz ciudadana".


 

Honduras, compatriotas chilenos, tiene un pueblo oprimido económica y culturalmente, con un costoso sistema de salud y una educación diseñada para que sólo los que estudian en colegios caros puedan acceder a las mejores profesiones y, por lo tanto, a sueldos dignos. Tiene un pequeño grupo de familias que manejan la economía, siendo dueños de grandes latifundios y de gran parte de las empresas, directamente o ligados a transnacionales. Tienen un aparato militar diseñado para que la alta oficialidad esté constituida de manera natural por miembros de la clase alta de la sociedad. ¿Le encuentran algún parecido a nuestro país? La diferencia es que en Honduras el pueblo se atrevió una vez más. Algo que aun en nuestro país no logra vislumbrarse porque demasiados siguen creyendo en la falacia de que la "tranquilidad social" es lo mejor de una sociedad, que sobre ella nada más importa. Qué pobreza… En una tierra que debía ser, por definición, tumba de libres o asilo contra la opresión.


 

Somos un pueblo con una tremenda herencia de luchas heroicas por la libertad, no tenemos derecho a olvidarlo.


 

Oscar Madrid Martínez

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