Por quinta vez Chile se ve a las puertas de una elección presidencial después de la dictadura. Y aunque algunos quieren hacernos ver que se repiten los esquemas de los mejores tiempos de nuestra democracia en cuanto a posturas ideológicas ante la pregunta de qué queremos para el país, la realidad cruda es que hoy en día no existe más que un único bloque poderoso económica y mediáticamente por un lado, dentro del cual dos grupos de ideología similar se disputan el gobierno; y por otro lado una sociedad disgregada y desencantada, silenciada por la maquinaria del poder político y empresarial, buena parte de ella desclasada desde una antigua clase media a una actual clase baja-alta.
En el Chile de hoy las fronteras que alguna vez fueron tan nítidas entre progresismo y conservadurismo, entre anverso y reverso, entre arriba y abajo, entre izquierdas y derechas, se han desdibujado. La urgencia de rescatar la conciencia ante el colapso de los paradigmas ideológicos se evidencia en el caos en que se vive, una sociedad sin objetivos, desorganizada y dispersa, con un pueblo sumido en la pobreza y en la desesperanza de tener cada vez menos acceso a la cultura, a la salud y al trabajo, con una clase media cada día menos capacitada y sin futuro para sus hijos, siempre a dos sueldos de la miseria y sin tiempo para vivir dado que para este sector la presión económica ha llegado a cubrir todo el espectro de la ambición humana; y una clase alta desdibujada del contexto nacional, globalizada cuando se autoasume beneficiaria y usuaria de los grandes avances tecnológicos, totalmente localizada cuando promueve la explotación obrera y el dominio in situ de la organización social, cumpliendo con el rol que le otorga la maquinaria capitalista mundial.
En este caos dentro del cual las personas se tientan a relativizar los hechos intentando comprender con antiguas verdades fenómenos nuevos, la mayoría no logra comprender cómo es que las cosas han ido tan lejos. No se alcanza a entender cómo, habiendo contado con un primer gobierno que prometió ser rompedor del pasado dictatorial y fascista, un segundo gobierno que declaró que iba a profundizar los cambios hacia la democracia, un tercer gobierno en manos de un declarado marxista y este último dirigido por una ex luchadora clandestina, ex presa y torturada, hija de un padre asesinado por los militares, aun los métodos de desarrollo, de participación, de organización, de regulación y de toma de decisiones, siguen siendo los mismos que en plena dictadura. No se logra comprender que la democracia se haya limitado a la participación en elecciones presidenciales cuyos resultados son ideológicamente predecibles, además de periódicas elecciones de cargos menores donde la desinformación y el poder económico de los candidatos es el arma principal para acceder al cargo en disputa. Para qué hablar de entender que aun no se pueda modificar la Ley Electoral acuñada por Pinochet, entender cómo es eso de que la nueva Ley de Educación en esencia sólo mejora la regulación empresarial de la educación y abre las puertas para que cualquier persona pueda dictar clases sin estudios pedagógicos. Entre tantas otras herencias que se hacen incomprensibles.
Desde la certidumbre de que lo que el pueblo quiere es en definitiva mayor grado de felicidad en sus diversas manifestaciones, se plantean preguntas importantes ante las elecciones venideras. Por ejemplo, cabe preguntarse si realmente existen los mecanismos para lograr lo que el pueblo quiere. O si efectivamente los pasados gobiernos han hecho avances en alcanzar mayor grado de felicidad para la sociedad traducido ello en mejores condiciones de trabajo, mayor protección social, más garantías de salud, mejor acceso a la educación, aumento en la solidaridad y en la inclusión social, más respeto hacia los pueblos originarios, mayor igualdad de género; en definitiva avances en la calidad de vida social y privada. Preguntas que en el fondo son un examen a lo que es el gobierno actual y a lo que han sido en el pasado los gobiernos que tanto nos prometieron, a la vez que un análisis a las alternativas que el sistema binominal nos presenta que no es otra que continuar como estamos o que se instaure un gobierno de derecha, de capitalistas que si no han estorbado en estos últimos gobiernos es porque han tenido las mejores condiciones para abarrotarse de dinero a costa del sacrificio de las clases trabajadoras, obreros, técnicos, campesinos y profesionales, gracias a la buena administración de la "paz ciudadana" por parte de la Concertación.
Podemos decir sin lugar a dudas que el pueblo sabe lo que quiere. Lo que no sabe es cómo. Ante ello tiene que cuestionarse como clase social y cuestionar al sistema para encontrar los caminos que le permitan alcanzar sus metas. Debe por una parte plantearse la necesidad de una permanente reeducación para ir borrando la profunda huella de anticultura y antivalores que el nefasto sistema capitalista ha grabado en su psiquis. Por otra parte debe urgentemente reconocer si el sistema social actual le otorga o no los mecanismos para elegir gobernantes que trabajen para mejorar las condiciones de vida y poder avanzar hacia una sociedad más justa. Marta Harnecker, en su documento "América Latina, inventando para no errar", plantea preguntas objetivas para que los pueblos evalúen a sus gobiernos socialistas. Como anillo al dedo para el momento que vive Chile, de cara a las próximas presidenciables. Más aun, me atrevo a hacer extensiva su propuesta como un método de evaluación que el pueblo puede aplicar a gobernantes y postulantes a gobernantes de cualquier ideología. Ella plantea siete ámbitos de evaluación: Actitud frente al neoliberalismo y al capitalismo en general, Actitud frente a la institucionalidad heredada, Actitud frente al desarrollo económico y el desarrollo humano, Actitud frente a la soberanía nacional, Actitud frente al papel de la mujer, Actitud frente a los medios de producción, Actitud frente al protagonismo popular. Dentro de estos temas se encuentran las preguntas adecuadas. Vale la pena revisarlas, están dentro del documento citado, y buscar las respuestas.
A veces cunde el desaliento, es verdad, sobre todo cuando resurge la necesidad de plantearse por qué candidato votar en las próximas elecciones, en un ambiente cada vez más desesperanzador y estéril. Pero no hay que olvidar que siempre habrá un momento en que las manifestaciones de impaciencia de un pueblo comenzarán a mostrar realidades posibles. Ello sucederá en la medida en que desde el mismo pueblo surja una conciencia colectiva que se alinee con identidad y su necesidad, para dar paso a la manifestación constante del inconformismo y de la disposición a luchar por un mejor futuro. Porque la capacidad creadora y revolucionaria de un pueblo surge de la convergencia de su capacidad de actuar como unidad social, y el conocimiento que es capaz de desarrollar y dirigir en dirección a su esperanza, rescatando siempre su historia, su origen y su cultura.
En definitiva, estas elecciones tal como están planteadas, en ausencia de un pueblo organizado, alerta y dispuesto, no son el camino.
Oscar Madrid Martínez
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